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El poder de la pluma

El poder de la pluma

“¿A usted le gustaría si alguien lo mete en la cárcel sólo por expresar sus sentimientos?”. De esta manera, un escolar estadunidense de 8 años le pidió al rey Salmán, de Arabia Saudita, que no flagele al bloguero Raif Badawi, condenado a 10 años de prisión y a recibir 1 mil latigazos.

El delito de Badawi fue haber creado una página en internet llamada “Liberales sauditas” que permitía discusiones políticas y sociales de forma anónima.

opinionÉse fue uno de los millones de mensajes enviados en nombre de Badawi en 2014 como parte de la campaña Escribe por los Derechos, que la organización de derechos humanos Amnistía Internacional realiza todos los años.

Las cartas, correos electrónicos, mensajes de texto, faxes y tuits enviados por cientos de miles de personas de todo el mundo expresan su apoyo a las víctimas de abusos de derechos humanos, como Badawi, y piden a las autoridades que corrijan sus errores.

El pasado diciembre, simpatizantes de Amnistía Internacional enviaron sus mensajes de apoyo a 12 campañas por casos de abusos contra los derechos humanos. Varios de ellos ilustran el grado al que llegan los gobiernos para reprimir la libertad de expresión.

El caricaturista Anwar Zulkiflee Ulhaque, conocido como Zunar, puede ir a la cárcel en Malasia por tuits que envió. En Birmania, el dirigente estudiantil Phyoe Phyoe Aung está detenido y podría ir a prisión por participar en una protesta pacífica. Los activistas congoleños Fred Bauma e Yves Makwambala pueden terminar tras las rejas y hasta sufrir la pena de muerte por alentar a la juventud a involucrarse en la política.

En todo el mundo, los gobiernos toman medidas enérgicas contra los disidentes y la represión apunta cada vez más a las personas que defienden o protegen los derechos humanos y les hacen frente a los abusos.

Pero esa represión revela el miedo a la libertad de expresión. Las palabras tienen el poder para asustar a los gobiernos más represivos y llevar consuelo a las víctimas de los abusos e injusticias más atroces.

La campaña ayuda a aquellos como Zunar, Phyoe, Fred e Yves mediante un arma secreta que los gobiernos temen: las voces de la gente.

El cambio no sucede de un día para el otro. Se necesita trabajo constante para mantener la cadena de pequeños actos de solidaridad y de cartas a las autoridades que generan la presión. A menudo comenzamos por pequeñas victorias, como mejores condiciones para un prisionero, el acceso a la atención médica o la posibilidad de recibir visitas de sus familiares.

Procuramos que el caso no caiga en el olvido, les pedimos a nuestros simpatizantes que escriban a las autoridades, nos ponemos en contacto con periodistas. Cualquier cosa para asegurarnos de que el caso siga llamando la atención. Recordamos sus cumpleaños y los aniversarios de su arresto o condena.

Reproducimos las voces de sus familiares, que piden justicia. Cuando los gobernantes que pueden incidir en el caso realizan visitas extranjeras de alto nivel, los activistas están allí para que no se olviden de los presos de conciencia que languidecen en la cárcel.

Y mientras arrojamos luz sobre la injusticia, trabajamos para ayudar a que los detenidos sobrevivan a la oscuridad de sus celdas. En las escuelas, en los centros comunitarios y en las calles, la gente común y corriente se toma un momento del día para informarse sobre los casos de abusos y escribir un mensaje personal a alguien que no conocen.

Los resultados son un testimonio del poder que tiene una historia personal para movilizar la solidaridad entre las fronteras y las sociedades.

Una y otra vez los presos de conciencia nos dicen cuánto significa para ellos el apoyo del mundo exterior.

El activista por los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales (LGBTI) Ihar Tsikchanyuk, de Bielorrusia, dice que las cartas que recibió de niños y niñas escolares tuvieron un desenlace inesperado.

Cuando les mostró las cartas a sus vecinos ellos pudieron comprobar que en otras partes del mundo los niños aprenden sobre la homosexualidad y que el tema no es motivo de miedo ni un delito. Esto llevó a que un vecino creara un grupo de apoyo para padres con el fin de que entiendan que la homosexualidad no es algo que temer.

En un buen día, las autoridades de mayor rango se ven obligadas, por compasión o vergüenza, a volver a investigar un caso o permitir que un prisionero vea a su familia. En un día excepcional, las autoridades –bombardeadas por decenas y hasta cientos de miles de mensajes– se aplacan y liberan a prisionero de conciencia.

Esos son los días que nos recuerdan por qué luchamos por los derechos humanos.

En noviembre, Filep Karma fue liberado tras haber pasado más de 10 años en prisión injustamente, simplemente por haber levantado una bandera de la independencia de Papúa en un acto político en Indonesia. Los simpatizantes de Amnistía Internacional le enviaron más de 65 mil mensajes de apoyo y pidieron a las autoridades que lo pusieran en libertad durante la campaña Escribe por los Derechos de 2011.

Al principio su familia nos dijo que sus condiciones de detención habían mejorado y que tenían mejor acceso a él. Incluso se le permitió asistir a la boda de su hija. “Eso nos dio esperanza y ánimo”, contó Filep.

“Todavía necesito el apoyo de Amnistía Internacional porque la lucha por los derechos humanos en Papúa aún no ha terminado. La liberación es sólo el comienzo”, aseguró.

Filep es uno de muchos que recibieron una ayuda inmensa gracias al poder de la pluma.

Los descreídos dirán que estas victorias individuales no bastan para cambiar el rumbo de la represión. Pero no podemos dejar que la gente se abandone a la desesperación. Cada victoria le brinda la esperanza a otros presos de que llegará el día en que se haga justicia y quedarán libres.

Al final, se trata de asegurar que las víctimas no están solas. De la solidaridad internacional, de que las personas comunes estén listas para entrar en acción cuando los dirigentes y los gobiernos no respetan los derechos humanos. Ninguna víctima de la injusticia tiene por qué estar completamente sola, aun si su único aliado es un escolar del otro lado del mundo que escribe una carta en su nombre.

Si usted quiere hacer algo por los derechos humanos, utilice el arma más poderosa por la justicia que esté a su disposición: su voz. No es demasiado tarde para que pueda incidir. Todavía tiene tiempo para agregar su voz a los millones de mensajes enviados este año. Vaya a internet o tome un bolígrafo y escriba una carta como si la vida de alguien dependiera de ella.

Muchas veces, así es.

Todavía está a tiempo de enviar mensajes de apoyo a las víctimas de abusos de derechos humanos o de pedir medidas de los gobiernos mediante la participación en la campaña Escribe por los Derechos, la maratón anual de cartas de Amnistía Internacional.

Traducido por Álvaro Queiruga

May Carolan*/IPS

*Activista de Amnistía Internacional

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

Contralínea 471 / del 18 al 24 de Enero de 2016

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