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Ya en una entrega anterior me ocupé del homicidio de la reportera Miroslava Breach, que al muy activo “góber” de Chihuahua, Javier Corral Jurado, parece no importarle. Digo que “muy activo”, porque no se deja de casi nadie. Es decir, no se dejó que Peña-Meade-Videgaray le quisieran “hacer de chivo los tamales”, al quererle robar los 900 millones que le debían de las partidas a los estados; también muy activo para legítimamente impugnar las listas de los plurinominales del candidato Ricardo Anaya. Pero impasible ante los homicidios perpetrados en la entidad por la pavorosa inseguridad y, entre ellos, los crímenes de periodistas (como pasa en Veracruz, Sinaloa, Ciudad de México, Guerrero, Oaxaca, Nayarit, etcétera), entre los que está éste como el más reclamado para que se aclare y sus autores intelectuales como materiales sean llevados ante los tribunales penales. Habida cuenta que se presume la colusión de funcionarios panistas con narcotraficantes para privarla de la vida, por haberlos puesto contra la pared de la información y la espada de la crítica.

De los tres presuntos responsables, uno fue misteriosamente asesinado. Otro está prófugo. Y el tercero encarcelado. Pero hasta ahí. Todo sigue en suspenso, porque el “góber” Corral Jurado, anda muy desactivado para que su Fiscalía vaya al fondo del crimen, dejándolo en la impunidad. Y es que todo huele a panismo y esto no le conviene a Corral ni a su jefe-cómplice: Ricardo Anaya, porque entonces el PAN estaría cargando con más corrupción. Lo cierto es que el “góber” de Chihuahua permanece, objetivamente, inactivo ante el homicidio vil de la reportera de varios periódicos y corresponsal de La Jornada. ¿Querrá que la investigación se cancele para no llegar hasta los intereses del PAN en la entidad? Las informaciones al respecto acusan ligas entre la delincuencia organizada y connotados panistas, hasta donde Corral y sus funcionarios no quieren llegar porque al parecer pueden salir implicados por encubrimiento.

Va para un año del crimen y se ha detenido la investigación, pues los del PAN del desgobernador y éste mismo, no encuentran la forma de deslindarse; confirmando así la información derivada del periodismo de investigación de Miroslava, en el que detallaba el nexo entre militantes del PAN y el crimen organizado, que sigue imperando en Chihuahua bajo el régimen de Corral Jurado que se está volviendo tapadera o cómplice de ese entramado donde el factor común es el poder político.

Y no bien acaba uno de analizar, con datos, hechos y conjeturas, cuando con todo y militares, marinos y policías –con mando único o no– en las calles del territorio, cuando el reportero Carlos Domínguez Rodríguez es asesinado; para que en los 5 años que lleva Peña tengamos 40 de ellos privados de sus vidas entre los cientos de miles de mexicanos ultimados en el contexto de la creciente violencia sangrienta. No hay día que no sepamos de homicidios. Ya, en una cifra aproximada, el peñismo carga con medio millón de muertos. Otros tantos sepultados en fosas clandestinas. Cadáveres encontrados en cajuelas, camionetas, en costales, colgados de los puentes. Putrefactos en departamentos y casas. Y como cualquiera tiene una pistola o una ametralladora, desde motocicletas disparan por venganza, por diversión y/o para provocar pánico en restaurantes y comercios.

El flujo de armamento estadounidense, comprado con dólares de la venta de drogas (cada vez menos la marihuana, porque ya se vende legalmente en varios estados de nuestro vecino del norte). Matar por matar, ante los funcionarios y uniformados que no pueden abatir esa violencia, con o sin la ley de seguridad interior, cuya vigencia se encuentra suspendida para que la Corte resuelva sobre su constitucionalidad (y que seguramente los ministros aprobarán).

Para todos los asesinatos solamente anuncian “carpetas de investigación”, que son los tradicionales expedientes. Pero no hay resultados. Ahí está el libro del periodista Carlos Moncada Ochoa: Oficio de muerte. Periodistas asesinados en el país de la impunidad. Una crónica aterradora de cómo gobernantes y delincuentes han segado ­las vidas de quienes ejercen el oficio periodístico, para tratar de cancelar la información. Pero, esto es imposible. El oficio del periodista es superior e ininterrumpido a pesar de las balas que matan a quienes se dedican a ello; convirtiéndose en el “tiro al blanco” de quienes andan creyendo que sus pistolas son superiores a la voluntad de buscar información de las actividades de los delincuentes y de los abusos de funcionarios, y darla a conocer.

Estamos ante el homicidio de Carlos Domínguez Rodríguez, asesinado delante de su hija. A la luz del día. Con él, son ya 40 periodistas enviados a su tumba. Y hay 40 “carpetas” inconclusas. 40 periodistas muertos entre los demás mexicanos, porque la violencia ha ido en aumento; porque los 32 desgobernadores, los presidentes municipales y el gobierno federal de Peña, únicamente recogen cadáveres. Y los familiares de los desaparecidos desentierran sus cuerpos, porque los funcionarios tampoco cumplen con esa obligación. Domínguez Rodríguez laboraba en Nuevo Laredo, Tamaulipas; entidad donde los criminales arrojan diariamente homicidios y la denegación de justicia impera. Impunidad y acumulación de muertos es lo que priva en el país. La violencia en todas sus manifestaciones tiene ante el paredón y con tiros de gracia, a más de medio millón de mexicanos. Y no para esa devastación de seres humanos. La libertad de escribir y publicar en nuestro país, está teniendo un costo sangriento.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: DEFENSOR DEL PERIODISTA]

 

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