Entre las 10 razones por las que el proyecto presupuestario de Mauricio Macri, presidente de Argentina, es invotable se encuentran las falsas excusas y falsas promesas.
Y es que en lo que va de este 2018 las variables económicas han mostrado de modo contundente que el programa económico instrumentado por Macri desde fines de 2015 fracasó: es profundamente regresivo y recesivo; inestable en el corto plazo, insustentable en el mediano e imposible por explosivo en el largo.
Si bien durante 2015 la coalición política nacional Cambiemos prometió que no caería en devaluación ni menos todavía haría un gran ajuste, la realidad de estos años deja en claro que sus políticas son un duro golpe para los sectores medios, para las mayorías populares y también para comerciantes y productores nacionales.
Aunque los expertos en comunicación del gobierno se esfuerzan por diseñar nuevas y ocurrentes excusas para ocultar lo evidente, no es difícil ver que la responsabilidad no se debe a que “pasaron cosas” que vinieron desde afuera a arruinar las excelentes decisiones del gobierno, sino que es el resultado inexorable de la política neoliberal y anti-nacional que eligió instrumentar Mauricio Macri.
Según el relato oficial, el gobierno tiene poco que ver con lo que pasa: la culpa es del pasado, del mundo, de la oposición. Hasta incorpora lenguaje meteorológico. Son pretextos. Lo que nos trajo hasta aquí fueron el ajuste fiscal, la apertura comercial indiscriminada, la especulación financiera, el endeudamiento serial y la desregulación sociópata, todas políticas deliberadas que el gobierno impulsó desde el día que asumió el poder.
Lamentablemente, es imposible que la situación mejore con un ajuste todavía mayor, con más especulación, menos federalismo y mucho más endeudamiento. Puede decirse que ese es el primer y principal problema del Proyecto de presupuesto 2019: ratifica y profundiza el rumbo económico, hipotecando así el futuro de los argentinos.
Otra dificultad insalvable es que el escenario macroeconómico sobre el que fue construido el presupuesto ya perdió vigencia. No se trata de un mero error de pronóstico, ya que es evidente que cualquier gobierno puede equivocarse en este aspecto, sino de algo mucho más grave desde el punto de vista técnico: en el marco de un nuevo (e inconsulto) acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el esquema general de política económica ha sufrido alteraciones fundamentales que vuelven obsoletas todas las proyecciones del escenario macroeconómico. Y estos cambios, a su vez, modifican de raíz la proyección de gastos e ingresos, que es el núcleo central de la propia Ley de Presupuesto.
No es esta una novedad para el gobierno de Macri. El año pasado, en el presupuesto que trajo el Poder Ejecutivo se pronosticaba una inflación de 10 por ciento para fines de 2018. Sin embargo, el 28 de diciembre de 2017, el día siguiente de la sanción –nuestro bloque votó en contra–, la Jefatura de Gabinete anunció que incrementaba la meta de inflación a 15 por ciento. Fue una burla: dinamitó el presupuesto al día siguiente de defenderlo en el Congreso.
La realidad resultó muchísimo peor: según las consultoras y bancos, 2018 va a terminar con una inflación cercana al 45 por ciento: cuatro veces lo que dice el presupuesto vigente.
De cara a 2019, la incongruencia es aún más grave: todavía se está trabajando en las comisiones del Congreso pero el gobierno ya cambió nuevamente su plan y sus metas, junto con el presidente del Banco Central.
A fines de agosto, y a sólo 3 meses de haber firmado el primer acuerdo (inconsulto) con el FMI, la corrida contra el peso se agudizó: el dólar llegó a 40 pesos argentinos y el BCRA siguió perdiendo reservas. Encerrado en su ceguera ideológica, Macri decidió una vez más recurrir al FMI para negociar un segundo acuerdo en el que, además de comprometer el futuro financiero del país, debió alterar el esquema monetario (de metas de inflación a control de la base monetaria) y profundizar el ajuste.
Resulta evidente que el presupuesto está mal calculado y es obsoleto, aun antes de ser aprobado: todo un récord. Es un verdadero insulto pedir que se vote un presupuesto que se basa no en una mala predicción, sino en un paquete de políticas que dejó de existir porque el propio gobierno las alteró. Ningún diputado o diputada puede votar algo así.
Una cosa es estar o no de acuerdo con ciertas medidas, coincidir o no con ciertas predicciones, pero otra distinta es votar una mentira a voces. Por eso le exigimos al Poder Ejecutivo que rehaga el presupuesto 2019 tal como rehizo su acuerdo con el FMI y su política monetaria. Entonces debe enviarlo nuevamente para su correcto tratamiento.
El presupuesto acepta que la recesión se extenderá hasta el año próximo. Cabe recordar que en el presupuesto que se votó el año pasado, el gobierno esperaba un crecimiento de 3.5 por ciento para este año. Ahora reconoce que la economía va a caer -2.4 por ciento. Erró sólo por 6 puntos. Para el año que viene estima otra caída de -0.5 por ciento. Si este pronóstico (optimista) se cumple, de los 4 años del gobierno de Macri, 3 van a ser de caída. Y si se toman los 4 años de gestión, a fin de su mandato Macri va a entregar el país con un PIB per cápita 5.9 por ciento menor que el que había en 2015.
A todo esto, se conoció ahora el pronóstico del FMI, que se caracteriza por ser favorable para los países a los que apoya. Así y todo, estima una caída -2.6 por ciento para 2018 y de -1,6 por ciento para 2019, tres veces peor que el presupuesto. Además el FMI proyecta tasas de desempleo que se acercan a los dos dígitos para el año próximo, de forma que Macri finalizaría con la desocupación más alta en al menos 1 década. Lo más triste es que el presupuesto no contiene absolutamente ninguna propuesta para evitar la recesión y proteger a los sectores perjudicados por este duro paquete recesivo. Exactamente al revés: es contractivo en lo fiscal y monetario.
El presupuesto profundiza el ajuste en curso. El método para alcanzar el déficit cero es que todas las partidas –repetimos: todas– crezcan menos que la inflación esperada. El incremento promedio previsto en los precios es de 32.7 por ciento para 2018 y de 34.8 por ciento para el año próximo. Nótese que, si esto se cumple, en los 4 años de Macri la inflación totalizará el 217 por ciento, un doloroso y triste récord desde la hiper de fines de la década de 1980.
Con esta inflación esperada, el ajuste en términos reales es bestial. Comparado con 2017 (último año completo), la reducción es -6 por ciento en servicios sociales; en educación y cultura es de -23 por ciento; en vivienda y urbanismo, -48; en promoción y asistencia social, -20; en salud, -8; en ciencia y técnica, -17; en agua potable y alcantarillado, -20; en trabajo, -30 por ciento. Es absoluta desolación. Macri retira al Estado de todas sus funciones esenciales y lo hace en un contexto de crisis económica y social. ¿Qué diputada o diputado puede votar un presupuesto así?
En rigor de verdad, no todas las partidas se reducen en términos reales. Hay una sola que crece y mucho: los gastos vinculados a la deuda pública se elevan un 50 por ciento. Ajuste para todos y todas, menos para los acreedores. Ahí sí hay despilfarro.
La crisis de 2018 dejó al desnudo todas las mentiras y contradicciones del gobierno. Macri decía que se endeudaba para mantener el “gradualismo”, es decir, para no ajustar tanto. Ahora sostiene que esa política fue un error y que debe llevarnos a un ajuste feroz porque deben pagarse, además, los intereses de la deuda que contrajo en estos años. Nos endeudó para no ajustar y ahora ajusta mucho más por haberse endeudado.
Veamos los números. En 2015, el 6 por ciento del presupuesto se destinaba a pagar deuda, ahora será un 16 por ciento. Todo lo que Macri le saca a salud, educación, ciencia, inversión social y obra pública va a parar al pago de intereses de deuda, que asciende en 2019 a 746 mil 389 millones de pesos (si se cumple el pronóstico de 1 dólar a 40 pesos argentinos).
Según el presupuesto, la deuda total de la Argentina llegará a 331 mil 971 millones de dólares representando el 75.3 por ciento del PIB. En 2015, rozaba el 40 por ciento del PIB. En sus 4 años de gobierno, Macri habrá casi duplicado la deuda. Los más de 100 mil millones de dólares que creció la deuda (sin contar los 57 mil 100 millones del FMI) no están ni en obras, ni en industrias, ni en salarios ni en condiciones de vida. Lo que sí sabemos es que más de 60 mil millones se fueron por la fuga de capitales de la bicicleta financiera.
El nuevo acuerdo con el FMI trae también novedades fundamentales para el funcionamiento democrático del país. En su segundo acuerdo, Macri negoció que el FMI le anticipe 19 mil millones de dólares, que iban a ingresar a partir de 2020. Así, el FMI le dará a Macri casi el 90 por ciento del total de los fondos comprometidos. De este modo, este gobierno tiene cubiertas prácticamente todas sus necesidades financieras hasta fin del año próximo, pero al costo de quien asuma después estará condicionado por el FMI, tendrá que empezar a devolver y no contará con financiamiento adicional. Esa sí será una pesada herencia en el más estricto y literal sentido de la palabra.
Por supuesto, nada de esto fue reflejado en el proyecto de presupuesto 2019, porque se hizo antes de este nuevo acuerdo y, por lo tanto, permite al Poder Ejecutivo endeudarse por 60 mil millones de dólares adicionales.
Ya es costumbre para el gobierno de Macri, el tráfico de artículos y hasta leyes enteras dentro de otras leyes, alterando y desvirtuando lo que sería un apropiado uso de la técnica legislativa. El mejor ejemplo es la llamada Ley de Reparación Histórica: detrás de la fachada de una mejora para los jubilados (que, además, resultó falsa) se escondía el escandaloso blanqueo de capitales para amigos y familiares.
Esta ley de presupuesto oculta varios artículos sobre cuestiones que no deberían estar allí. Pretende el gobierno contrabandear en el presupuesto una reforma impositiva, una reforma previsional, una reforma laboral y hasta de la Ley de Administración Financiera. ¿Hace falta aclarar que todos estos cambios son desfavorables para el país? Entre ellos, por ejemplo, Macri coló una reforma que permite una reestructuración de deuda como la del Megacanje de Cavallo y De la Rúa.
En su campaña de 2015, Macri les prometió a los jubilados el famoso (e impreciso) 82 por ciento móvil. Hoy podemos medir la magnitud de la estafa: en términos reales perdieron más de una jubilación por año (4.5 jubilaciones en 33 meses de gobierno). Además Macri creó una categoría de jubilados de segunda, denominada pensión universal (PUAM) que otorga un 20 por ciento menos que la mínima. Y, al mismo tiempo, comenzó la liquidación del Fondo de Garantía Sustentabilidad de la ANSES (FGS).
Este saqueo se profundiza en el presupuesto. Además de que continuará el ajuste en términos reales, se prohíbe seguir trabajando a quienes accedan a la degradada PUAM y permite liquidar activos del FGS por 74 mil millones de pesos argentinos.
Desde que asumió Macri y hasta julio de 2018, el salario promedio acumula una caída de -9,1 por ciento y el salario mínimo –que fija unilateralmente el gobierno– de -16,4 por ciento. El desempleo llega ya a 9.6 por ciento, rozando los dos dígitos. Entre noviembre de 2015 y junio de 2018 se perdieron 6 mil 851 empleos privados registrados. Según estadísticas oficiales cerraron 7 mil 500 Pymes.
¿Cómo no van a cerrar las empresas si el consumo masivo acumula una caída de -8,3 por ciento desde 2015, la apertura importadora es atroz, el tarifazo insoportable y la tasa de interés hace inviable el funcionamiento mismo de las empresas? Por eso el uso de la capacidad instalada industrial está en apenas un 60 por ciento, un nivel similar al de 2002.
La política económica ocasiona estos resultados: la lluvia de inversiones no llegó nunca, el boom exportador tampoco y Macri mató al mercado interno. A los trabajadores les había prometido que no iban a pagar el impuesto a las ganancias, pero ahora pagan casi el doble. El presupuesto empeora el cuadro: va a eliminar exenciones en el cálculo del impuesto como viáticos, gastos de representación, combustibles. Este presupuesto no contiene ni una medida a favor de las Pymes, la industria, el comercio y los trabajadores.
Esteban Bullrich prometió hacer una nueva “campaña del desierto”. En realidad, Macri quiere convertir a la Patagonia en un desierto donde no pueda vivir nadie. Quitó ya el reembolso para los puertos patagónicos, retiró los programas de incentivo para industrializar tierra del fuego, redujo los subsidios para calefaccionar las zonas más frías del país. Ahora se propone reducir la bonificación por zona desfavorable a la mitad para los nuevos jubilados (casi 2 mil pesos menos) y las bonificaciones por zona para los trabajadores que reciben asignaciones familiares (casi 1 mil 500 pesos por hijo).
Por decreto, Macri eliminó el Fondo Federal Sojero que representaba 50 mil millones de pesos para las provincias. Luego subió las retenciones a 4 pesos por dólar, pero con el agravante de que ahora no las coparticipa.
En el presupuesto impone un recorte en los subsidios al transporte y a la energía, trasladando el costo a las provincias y el costo real a los usuarios. Son otros 126 mil millones de pesos. Según los cálculos, si se retira el subsidio, un boleto de 16 pesos pasaría a costar 40. Impagable.
Además de generar más recesión, tarifazos y podas en el poder adquisitivo de todos los argentinos, deprimiendo así las economías provinciales, el presupuesto quita un total de 173 mil millones de pesos a las provincias y municipios. Como hizo en todos los presupuestos, el método es recortar y después negociar una “devolución” menor, que reponga algo de lo que les sacó, a cambio del voto de algún gobernador.
El presupuesto 2019 tiene fallas técnicas insalvables y compromete severamente no sólo el futuro financiero del próximo gobierno, sea del signo político que sea, sino la viabilidad de la Argentina como nación. En lo conceptual, Macri intenta asociar a las diputadas y los diputados a su ajuste salvaje, su plan económico neoliberal y antinacional y su acuerdo con el FMI.
¿Quién puede votar este presupuesto antifederal, que no hace nada para evitar la recesión que admite; que hipoteca el futuro del país; que incluye una batería de reformas que deben discutirse por separado; que saquea “la plata de los jubilados” y ataca a los argentinos que habitan en la Patagonia?
Este presupuesto es invotable.
Axel Kicillof/Juan Cuattromo/Telesur
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