El linchamiento de Muamar el Gaddafi y la destrucción de Libia estuvieron signados por su activismo en favor de una moneda panafricana con respaldo en oro [1]. El asesinato de John F Kennedy, la invasión de Irak y la detención de Dominique Strauss-Khan [2] tienen en común las intrigas mortales en torno al uso del dólar como moneda hegemónica.
Recientemente, la utilización del dólar como arma política por Estados Unidos fue objeto de una admonición del presidente ruso Vladimir Putin [3]. Al igual que con otros países, las sanciones económicas de Estados Unidos a Rusia se aplican a través de restricciones que impone el sistema bancario con las operaciones en dólares, que dominan los intercambios internacionales. “Es un gran error estratégico, ya que de esta manera socavan la confianza en el dólar como una moneda de reserva”, dijo Putin en una rueda de prensa sobre los resultados de la X cumbre del Brics.
Putin sugiere que el abuso de la posición predominante del dólar y sus instituciones financieras asociadas, para imponer una suerte de justicia sumaria sobre personas, países e instituciones, está generando un movimiento inverso: la generación de desconfianza hacia el dólar como moneda de reserva, y el aliento a operaciones lateralizadas –por ejemplo, el comercio entre India y Rusia sin mediación de dólares– y la búsqueda colectiva de alternativas. Se trata de una experiencia de la humanidad que debería conducir hacia una solución fiduciaria global y pública, no privatizada en manos de los bancos de la FED [reserva federal estadunidense]. Ésta es una batalla política de primer orden.
Las redes financieras son un aspecto central de la moderna sociedad globalizada. Actualmente, el acceso pleno o la desconexión forzosa de ciertos territorios la deciden un grupo de bancos e instituciones del gobierno de Estados Unidos con sus agentes extraterritoriales. Este poder es frecuentemente usado para lanzar un acoso multidimensional, un bullying inadmisible sobre ciertos pueblos.
Su poder, la eficacia de su coordinación, ha crecido con los años. Ahora están aplicando toda su tecnología para arruinar a Venezuela. Y superan las marcas de crueldad y saña destructiva que alcanzaron con Cuba.
Mucho se puede polemizar, en la actual crisis, sobre la influencia de la corrupción interna, las políticas gubernamentales o el modelo de economía mixta que intentó la Revolución Bolivariana. Sin embargo, pasar en sólo 5 años de tener el salario más alto de la región a uno de los más bajos del mundo no se explica sólo en desaciertos locales.
Hay un aspecto que hace única la crisis de la economía venezolana: la convergencia insólita de medios financieros, diplomáticos y comerciales destinados a paralizar el país.
La situación de Venezuela hoy encarna una prodigiosa coordinación de esfuerzos para producir su estrangulamiento por vía de un terrorismo financiero altamente sofisticado. Ninguna economía podría enfrentar semejante oleada sin graves daños internos.
Este incluye, desde dentro, la desestabilización mediante la especulación cambiaria y la hiperinflación, y lo que es más novedoso, la desaparición del dinero circulante del país. Esta maniobra delictiva de alto vuelo, que ha dificultado enormemente la vida cotidiana de la gente, todavía está envuelta en el misterio, no es atribuible a la impericia del gobierno, y en cambio no puede imaginarse sin la complicidad de bancos y grandes capitales privados.
El terrorismo financiero incluye, desde afuera, un bloqueo financiero creciente, que comenzó con sanciones y se profundizó con cierres de cuentas internacionales que canalizaban el pago de productos y servicios corrientes. La inclusión de funcionarios nacionales en listas negras de claro carácter político y macartista es otro capítulo del cerco. Y la reciente negativa de pequeños bancos corresponsales a seguir trabajando con Venezuela es parte del chantaje.
Los bancos corresponsales son la vía para que los países hagan pagos al exterior canalizando las transferencias de fondos, pero las sanciones de Estados Unidos y decisiones operativas de las entidades financieras estadunidenses y europeas con presencia global, han dejado a la administración de Nicolás Maduro con pocas opciones para realizar transacciones [4].
No se trata del imperio de la ley: es una operación gangsteril que obliga al país a ceder activos o pagar altísimas comisiones para recuperar patrimonio depositado en entidades financieras extranjeras. Recientemente el Banco Central debió pagar 172 millones para recuperar oro del tesoro nacional que estaba en manos del Citibank como garantía [5].
Incluso poderosas entidades que, por una simple cuestión de conveniencia comercial, se sientan a pactar operaciones con Venezuela, son víctimas de una furiosa campaña de prensa, como le pasó a Goldman Sachs.
Todo está dirigido a impedir la normal operatoria del país en el mercado mundial, y a que en último término el Estado venezolano pueda tener los medios para pagar, pero no los canales.
El bloqueo también afecta a particulares. Turistas o visitantes a Venezuela pueden operar normalmente, en apariencia, con sus tarjetas de crédito y débito. Al volver a sus países de origen se hallarán en sus cuentas con débitos 10 veces superiores al valor de sus compras en dólares.
Cada uno de estos “cierres de compuertas” implica desacoples y desconexiones de la economía mundial. Ciclos comerciales que se demoran o se interrumpen, suministros que de repente ya no llegan. Máquinas y vehículos que se rompen y no pueden ser reparados. Una economía donde, sumados los sabotajes, errores e ineficiencias internas, se va sumiendo a todos los factores en el desabastecimiento, la inactividad y la desesperación.
Sin moneda, sin precios y sin crédito, la misión es arruinar la economía venezolana: que truene un escarmiento histórico para esos millones de mestizos que pretenden rebelarse ante el poder colonial. Y que en ese espejo se miren todos los insumisos del continente.
Venezuela le sirve a esta mafia, que cada vez despliega más recursos, como exhibición de un patíbulo. Por eso la batalla desigual que libra el país nos concierne a todos.
Referencias:
[1] “Pequeño banco portorriqueño suspende servicios financieros a Venezuela”, Reuters, noviembre de 2017, https://lta.reuters.com/article/businessNews/idLTAKBN1DM2QZ-OUSLB
[2] “El dólar: la principal arma de Estados Unidos”, El Economista, agosto de 2014, http://www.eleconomista.es/firmas/noticias/6012037/08/14/EL-DOLAR-LA-PRINCIPAL-ARMA-DE-ESTADos-UNIDOS.html
[3] “La falta de bancos corresponsales ahoga al gobierno venezolano”, Diario de las Américas, 4 de junio 2018, https://www.diariolasamericas.com/america-latina/la-falta-bancos-corresponsales-ahoga-al-gobierno-venezolano-n4152232
[4] “Qué pasa cuando alguien es incluido en la OFAC, la lista negra en que Estados Unidos puso al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro”, BBC, agosto de 2017, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-40784287
[5] “Cronología: injerencia de EE.UU. en Venezuela”, Telesur, 15 de agosto 2017, https://www.telesurtv.net/news/Cronologia-injerencia-de-EE.UU.-en-Venezuela-20151028-0080.html
Claudio Fabián Guevara
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