A primera vista, son fenómenos interrelacionados. Hay una ruptura de los viejos vínculos, lo que viene acompañado de fricciones y una fuerte defensa de sus intereses por parte de los países que están perdiendo sus posiciones protagónicas.
Los partidarios de la democracia liberal; es decir, el orden de centro occidental, dicen que la multipolaridad es la culpable, ya que conduce a la anarquía en las relaciones internacionales. Sin embargo, éste es un error que los apologetas de la hegemonía de Estados Unidos intentan hacer pasar por realidad.
Por el contrario, fue el momento unipolar, como Charles Krauthammer llamó a esta situación en vísperas del colapso de la Unión Soviética, lo que llevó al aumento de los conflictos y la anarquía global: la desintegración de Yugoslavia y el genocidio en Ruanda; el bombardeo de Yugoslavia por parte de las fuerzas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en 1999 sin sanciones de la ONU (Organización de las Naciones Unidas); la invasión de las tropas estadunidenses en Irak en 2003, también sin sanciones de la ONU, y una presencia militar de 20 años en Afganistán.
Sin mencionar las diversas sanciones y bloqueos que Washington ha practicado durante décadas contra Estados soberanos como Cuba, Irán, Corea del Norte, Venezuela y muchos otros.
Durante este tiempo, Estados Unidos desperdició las ventajas de que disfrutaron cuando alcanzaron una posición hegemónica en el mundo unipolar, debido a la mala gestión económica y al uso desmedido y sin sentido de su poder militar en guerras interminables, mientras descuidaban su infraestructura económica en descomposición y su cohesión interna. Esto socavó su poder blando.
En los últimos 20 años, ha violado las normas del orden internacional basado en reglas; desacreditado así esas reglas y a sí mismos. Tal imprudencia de Washington ha obligado a muchos Estados, incluidos algunos de sus aliados, a pasar al campo de la multipolaridad y desarrollar escenarios alternativos en política y economía.
La primera década del siglo XXI vio el auge económico de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). De esta manera, crearon un nuevo contrapunto al poder de Estados Unidos.
Esto fue advertido por Vladimir Putin en su discurso de febrero de 2007, en la Cumbre de Seguridad de Múnich: “… El PIB de los países BRIC –Brasil, Rusia, India y China– supera el PIB combinado de la UE. Y, según los expertos, en el futuro esta brecha sólo aumentará. No hay razón para dudar de que el potencial económico de los nuevos centros de crecimiento económico global se transformará inevitablemente en influencia política y fortalecerá la multipolaridad…”.
Ahora los BRICS se han vuelto aún más grandes y el interés en esta asociación está creciendo. No se puede eludir el papel actual de China en la economía mundial y el pánico que causa el rol creciente de Pekín en Estados Unidos.
El desarrollo del Sur global se ha venido materializando no sólo en los BRICS, sino también en el surgimiento de grupos de Estados tales como el IBSA (India, Brasil y Sudáfrica).
Éstos tienen mercados emergentes y economías en desarrollo, los cuales buscan cooperación económica y facilitan el comercio entre ellos. Representan un orden alternativo o “pos-americano”; un orden internacional distinto basado en la cooperación Sur-Sur.
La economía mundial se está volviendo cada vez más multipolar y, por lo tanto, el dominio de Occidente o su capacidad de influencia ha disminuido. En Occidente, sin embargo, creen que la disminución de la dependencia del dólar estadunidense es notable.
Esto se debe a las aspiraciones de China en erigirse como una potencia económica y financiera, cuyo liderazgo considera que el momento actual en la historia es uno en el que Estados Unidos se encuentra en una posición crítica de declive.
Teniendo esto en cuenta, Pekín asume que los días del dólar estadunidense están contados y que el Yuan será su sucesor natural. Por lo tanto, no es sorprendente que China quiera que el Yuan se use más en las finanzas internacionales y para las transacciones comerciales, aunque, a juzgar por las acciones, no hay prisa en este asunto. Los acuerdos mutuos en monedas nacionales entre muchos Estados también reducen la dependencia tanto del dólar como del euro.
En Estados Unidos, están alarmados por los riesgos asociados con la competencia de las grandes potencias, aunque el cambio actual en el equilibrio de poder está llevando a las potencias medianas e incluso pequeñas a un nuevo nivel, donde están asumiendo nuevos roles y no quieren ser excluidos de participar en los asuntos mundiales.
Las mismas acciones de los hutíes en Yemen demuestran cómo un actor pequeño –en comparación con las grandes alianzas militares– puede afectar la política y la economía de los países industrializados. En este caso, la ubicación geoestratégica de Yemen juega a favor de los hutíes. Esto se reitera en muchos otros países del mundo.
Debido a esto, muchos países –que en Occidente se les llamaba no desarrollados o pertenecientes al Tercer Mundo– desempeñan un papel más importante en la dimensión global que Estados como Alemania, Canadá y Australia.
Y hay numerosos factores que apuntan a la importancia de estas potencias medias. Por ejemplo, Vietnam tiene la segunda reserva más grande del mundo de metales de tierras raras exploradas, 22 millones de toneladas métricas –en comparación, Estados Unidos tiene sólo 1 millones 500 millones–.
Y ahora, estas potencias medias después de Rusia –aunque no abiertamente– desafían a Estados Unidos y al Occidente colectivo. Arabia Saudita se negó a reducir los precios del petróleo como le exigía la administración Biden. Indonesia se negó a prohibir la entrada de delegados rusos a la Cumbre del G20 en 2022, e India continúa desarrollando la cooperación económica y técnico-militar con Rusia, como lo demuestra el nuevo paquete de acuerdos firmado durante la visita de Narendra Modi a Moscú, a principios de julio.
Obviamente, las ambiciones y los nuevos roles de estos países irán en contra del sistema neoliberal construido, que incluye los acuerdos de Bretton Woods y otras actitudes de los países occidentales. La jerarquía mundial ya no está centrada en el oeste, y el Sur global está tratando de llenar ese vacío.
Por lo tanto, la creciente actividad de las potencias medianas y pequeñas puede contribuir a la estabilidad al proporcionar fuentes adicionales de equilibrio y diplomacia.
En Occidente, esto se representará como un aumento de las crisis y la propagación de conflictos entre las esferas política, económica e ideológica en el contexto de la falta de consenso previo entre las grandes potencias.
La comprensión de que ya no habrá tal consenso, al menos entre Occidente y el resto de los grandes actores, como Rusia y China, obliga a las potencias medianas y pequeñas a actuar en nuevos escenarios y a evitar cualquier compromiso duro o unirse a grandes alianzas. Aunque el ejemplo de Burkina Faso, Malí y Níger muestra que se están creando agrupaciones regionales. Y ya no son criaturas occidentales.
En el Sudeste asiático, en auge económico y donde numerosos Estados están interesados en preservar su propia identidad, se está favoreciendo la cobertura, lo que significa reevaluar la teoría de la elección racional y el papel de los factores externos, como las amenazas a la seguridad y los beneficios económicos, en la configuración de la elección de los Estados.
Anteriormente, esto a menudo fue utilizado por Estados Unidos. Ofreció algunos programas económicos y un paraguas militar a cambio de lealtad geopolítica. Ahora los Estados están tratando de adoptar una posición más neutral y se niegan a ver a China como una amenaza, como intentan imponer desde Washington.
El hecho es que la creciente competencia entre Estados Unidos y China limita la capacidad de maniobra de los países más pequeños. A pesar de los posibles incentivos económicos, nadie quiere ir más allá.
Probablemente, también se debe a que Estados Unidos se presenta cada vez más como un socio poco confiable y hay muchas más oportunidades para la cooperación económica abierta que en el sistema occidental.
Además, los intentos de Occidente de restablecer su influencia se perciben en diferentes regiones del mundo como neocolonialismo. Esto sugiere que estamos presenciando un tránsito de poder a nivel mundial.
Mientras tanto, en la ciencia política occidental, la teoría del tránsito –o transición– del poder constituye una teoría sobre las causas de las grandes guerras interestatales.
Destaca los cambios en el poder relativo entre los Estados dominantes como el principal catalizador de los conflictos. Las teorías de las guerras hegemónicas y el equilibrio de poder se articulan con ella.
Esto explica las declaraciones que escuchamos de los politólogos occidentales de que la multipolaridad es peligrosa, impredecible y está cargada de una variedad de riesgos para los Estados.
¿Pero es así? Además del hecho de que Occidente teme perder su posición dominante, ¿podría suceder que no son correctas las actitudes científicas originales?
Los primeros en introducir el término “multipolaridad” en las Ciencias políticas fueron los autores estadunidenses de la década de 1960. En 1963, Richard Roskranz dijo de manera simplista que el Polo es una especie de bloque político o actor.
Pueden ser uno, dos o muchos. Karl Deutsch y David Stinger expresaron un año después la opinión de que más actores que en el sistema bipolar conducirían a una mayor estabilidad y resiliencia.
Por lo tanto, no todos en Occidente asocian la multipolaridad con el aumento de los riesgos y el caos. Luego aparecieron las teorías de la multipolaridad nuclear –tantas potencias nucleares, tantos polos–, la multipolaridad agrupada –cuando el poder de los Estados en el espacio geográfico se extiende de manera uniforme–, así como la multipolaridad equilibrada y desequilibrada.
El autor de los dos últimos conceptos es el profesor John Mearsheimer, que ha sufrido ataques en Estados Unidos por sus críticas a las acciones contra Rusia. En su opinión, la multipolaridad desequilibrada es una configuración de poder que genera miedo y donde se mantiene la hegemonía potencial.
Aparentemente, con la posición actual de los Estados Unidos y la propagación de fobias hacia China, Rusia, Irán, la RPDC –y la búsqueda de otros enemigos–, ahora estamos en este modelo si lo vemos desde la posición de Occidente.
La multipolaridad será equilibrada cuando se mantenga la asimetría de poder entre los polos del sistema y no haya un sólo hegemón. Parece que Rusia, China y muchos otros países están buscando esta forma de multipolaridad, donde no habrá dictadura de nadie.
En respuesta, el hegemón débil afirma que Rusia es una potencia revisionista, y China desafía a Estados Unidos y la estabilidad –en la región Indo-Pacífico y más allá, en el mundo–.
Sin embargo, hay otro matiz importante. Es una interpretación del Polo mismo. Inicialmente, Occidente adoptó una versión positivista vinculada a la ciencia física.
Es decir, son dos polos que son opuestos entre sí. De ahí, surge el antagonismo inherente: más y menos, el Polo Norte y el Polo sur, que enfatiza la confrontación geopolítica de los bloques socialista y capitalista de la era de la Guerra Fría.
A este respecto, Martin Heidegger, en el libro Parménides, hizo una observación interesante sobre el término griego “polis”, que está relacionado con el Polo.
Πόλις es πόλoς; es decir, el Polo: el lugar del cual circula lo que existe, y de tal manera que en este lugar se revela cómo son las cosas con esta circulación y cuál es su carácter.
Siendo este el lugar, el Polo otorga al ente la oportunidad de manifestarse en su ser en la totalidad de la correspondiente “rotación”. El Polo no crea, no crea las cosas en su ser, sino que, al ser un Polo, aparece como el centro de la no cobertura de los eventos en su conjunto.
Πόλις es la esencia de un lugar o localidad para la estancia histórica de los griegos. En la medida en que πόλις permite manifestarse de una forma u otra a la totalidad del ser y entrar en la rotación no cubierta de su “momento”. Es decir, pόλις está relacionada con el ser del ser. Entre πόλις y “ser”, reina “la correlación primordial”.
Heidegger habló del Polo en el contexto del desarrollo del pueblo griego en la antigüedad, pero también se puede hablar de otros pueblos: los rusos, los chinos, los coreanos, los habitantes del desierto del Sahara en África o la Amazonía en América del sur.
Por lo tanto, una interpretación alternativa del Polo es posible, así como en otras opciones alternativas para el sistema de relaciones internacionales y la política mundial en general. Y en esto urge avanzar con prisa para establecer una estructura de relaciones internacionales que el Occidente colectivo no pueda destruir o revertir.
*Investigador científico asociado de la Universidad de Rusia de la Amistad con los Pueblos (RUDN); miembro de la sociedad científica militar del Ministerio de Defensa de Rusia (LS)
Leonid V Savin*/Prensa Latina**
**Traducción del ruso. Oscar Julián Villar Barroso; doctor en Ciencias Históricas y profesor titular de la Universidad de La Habana
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