Damasco, Siria. El comportamiento de los periodistas occidentales es particularmente extraño: repiten las alegaciones de sus dirigentes políticos considerándolas a priori justificadas y verídicas y sin tener en cuenta los desmentidos provenientes de las instancias internacionales. Y luego son incapaces de cuestionar las mentiras que creyeron y divulgaron.
Por ejemplo, en 2003, la prensa occidental repitió a coro las alegaciones de George W Bush, quien aseguraba que Irak tenía “armas de destrucción masiva”. Después, los periodistas occidentales repitieron las acusaciones de Tony Blair, quien garantizaba que Irak disponía de misiles capaces de alcanzar Occidente en 45 minutos y de matar allí a la población con gases venenosos. También repitieron las acusaciones de Colin Powell, el secretario de Estado de Estados Unidos, cuando afirmó que Irak daba albergue a Osama bin Laden.
Sin embargo, en aquella misma época, la Comisión de Control, Verificación e Inspección de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señalaba que las alegaciones de Bush y Blair eran falsas. Aquella comisión era la única autoridad internacional con acceso al territorio iraquí, donde pudo realizar todas las verificaciones que quiso. Ni la CIA estadunidense ni el MI6 británico habían podido hacerlo… Pero la contradecían.
No está de más recordar que Francia, la Francia del presidente Jacques Chirac, se pronunció contra la invasión de Irak. Pero escogió como argumento que “la guerra es siempre la peor solución”, en vez de denunciar que las acusaciones anglo-estadunidenses eran mentiras evidentes, como ya lo había comprobado la Comisión de Control, Verificación e Inspección de la ONU.
Hoy en día la tendencia es reconstruir la historia a golpe de películas y de series de televisión. Ahora se reconoce el engaño, pero se afirma que los servicios de inteligencia estadunidenses y británicos fueron manipulados por sus dirigentes políticos y que nadie tenía cómo saberlo. Eso es falso y basta con hojear lo que decían los medios de prensa para comprobar que todos trataban de desacreditar al director de la mencionada comisión de la ONU, el sueco Hans Blix, quien osaba contradecir a la potencia más poderosa de aquella época. Eso fue lo que demostró la Comisión Chilcot [1]… 13 años después de los hechos.
Tampoco se habla de las acusaciones que llevó Colin Powell al Consejo de Seguridad de la ONU [2]. Powell dijo al Consejo de Seguridad que Osama bin Laden vivía en Bagdad en 2002 y que sus lugartenientes seguían residiendo allí, donde incluso fabricaban ricino. Desde Irak, aseguraba Powell, aquellos terroristas preparaban atentados que tenían lugar en Francia, Reino Unido, Alemania y Rusia, así que era urgente invadir Irak.
Para creer aquellas tonterías había que ser un completo ignorante del funcionamiento del partido Baas, entonces en el poder en Irak. Con el paso del tiempo, los periodistas occidentales, en vez de reconocer su ignorancia, optaron por olvidar el asunto.
Nada ha cambiado desde que Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak. Los medios de difusión masiva mintieron nuevamente, pero ya a sabiendas, y para esconder la verdad sobre sus mentiras involuntarias de antes. Todos han optado por contarnos que fueron engañados. Ninguno reconoce haber cometido una falta profesional al desechar la opinión de los expertos de las Naciones Unidas.
Los historiadores que han realizado trabajos sobre la propaganda de guerra han mostrado que quienes tratan de provocar una guerra siempre inventan enormes cantidades de testimonios falsos y de pruebas igualmente falsas. Los periodistas reconocen que “la primera víctima de una guerra es la verdad”, como dijo Rudyard Kipling, pero ninguno ha tratado al menos de crear algún método que les permita no dejarse engañar de nuevo.
La receta es, sin embargo, muy simple: mantener la cabeza fría cuando todo el mundo se exalta; no vacilar en ir contra la corriente; hacer el trabajo que corresponde a un periodista verificando las fuentes. Eso es lo que nosotros hicimos y por eso comenzaron a calificarnos de “complotistas” o “conspiracionistas”.
En el caso de la guerra contra Siria, todos siguen creyendo, como si fuese la Biblia, que todo comenzó como “una revolución contra una dictadura”, que “el régimen” respondió “masacrando a su propio pueblo” a golpe de “torturas”, de “barriles-bombas” y de “armas químicas”, lo cual llevó a la población a optar por la violencia. Pero todo eso es tan estúpido como la supuesta invitación de Saddam Hussein a Osama bin Laden, además de haber sido repetidamente desmentido por misiones internacionales similares a la ya mencionada Comisión de Control, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas.
La “revolución contra la dictadura” fue formalmente desmentida por la única organización que tuvo la oportunidad de verificar el asunto: una misión internacional de la Liga Árabe que fue autorizada a recorrer toda Siria, que disponía del personal necesario para cubrir todo el territorio nacional y que realizó ese trabajo de verificación desde el 24 de diciembre de 2011 hasta el 18 de enero de 2012 [3]. Pero, en lugar de tener en cuenta lo que dicen los órganos que cuentan con los medios de verificación necesarios, los periodistas siempre prefieren creer las afirmaciones de los gobiernos occidentales.
Los cadáveres de personas torturadas que aparecen en el Informe César, documento que atribuye esas torturas a Siria, en realidad son imágenes de muertos torturados por los yihadistas. Basta con reflexionar un poco: el individuo identificado como César dice haber tomado esas fotos para el Ejército Árabe Sirio pero que no conoce la identidad de los muertos. ¿Qué interés podría tener el gobierno sirio en crear un archivo fotográfico sin información sobre las víctimas?
Los “barriles-bombas” son otro cuento estúpido. ¿Por qué razón los militares sirios utilizarían barriles-bombas fabricados de manera artesanal cuando disponen de armamento sofisticado proporcionado por Rusia?
Lo más interesante es la acusación sobre el uso de armas químicas. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) entregó su informe el 1 de marzo de 2019, respecto de la investigación que se le solicitó sobre las alegaciones de un ataque químico supuestamente perpetrado el 7 de abril de 2018 en la ciudad siria de Duma, ataque que Estados Unidos, Francia y Reino Unido atribuyeron de inmediato al gobierno sirio y que castigaron con un bombardeo conjunto contra ese país realizado la semana siguiente. Sin embargo, la OPAQ señala que sus investigadores no hallaron huellas de armas químicas en Duma y, aunque no lo hace de forma explícita, confirma que todo el asunto fue un montaje.
Es necesario recordar aquí que, 5 años antes, después de un ataque químico perpetrado en los alrededores de Damasco, Siria se había sumado a la convención internacional que prohíbe el uso de armas químicas. Sus arsenales químicos fueron entonces puestos bajo control internacional y luego destruidos de forma conjunta por Estados Unidos y Rusia, todo lo cual se hizo bajo la supervisión de la OPAQ. Afirmar que, después de ese proceso, el gobierno sirio todavía tenía armas químicas equivale a poner en duda el trabajo realizado por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, Moscú y Washington.
A pesar de lo anterior, el Departamento de Estado afirmó en 2018 que disponía de pruebas creíbles del “uso de gas sarín por parte de Siria”. Rusia denunció una farsa orquestada por el Reino Unido y el ministro británico de Exteriores expresó su indignación ante la denuncia rusa, tildándola de “grotesca, extraña” y de “mentira flagrante”.
Sin embargo, todas las acusaciones de ataque provenían de tres fuentes, todas estrechamente vinculadas al Reino Unido: los Cascos Blancos o White Helmets (organización bajo control del MI6 británico), el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH, una oficina de la Hermandad Musulmana que difunde lo que le dice el MI6) y el grupo terrorista Yeish al-Islam (Ejército del Islam, fundado por Zohran Allouche, cuya familia vive en Londres, en una lujosa residencia custodiada por la policía británica).
Los investigadores de la OPAQ nunca pudieron contar los cadáveres de las víctimas ni analizarlos. De hecho, ni siquiera pudieron verlos. Sólo fueron autorizados por los yihadistas a entrar en Duma cuando los cuerpos ya habían sido “incinerados”. Es necesario resaltar que nada justificaba la incineración de los cadáveres, ni siquiera razones de índole sanitaria. Más importante aún, ¿cómo justifican los yihadistas haber incinerado los muertos de Duma si el islam prohíbe la incineración de los cadáveres?
Además, según el informe de la OPAQ, las muestras recogidas por los investigadores permitieron comprobar que no hubo uso de armas químicas en Duma, de ningún tipo.
La OPAQ anota que los investigadores hallaron en el lugar supuestamente contaminado dos proyectiles preparados para servir de vectores a una sustancia química clorada. Pero el cloro se dispersa al aire libre y sólo puede llegar a ser mortal en espacios cerrados, por eso no figura en ninguna lista de sustancias prohibidas y es de uso común como producto de limpieza.
Señalemos también de paso que Jesh al-Islam es aquella organización “demócrata” cuyos miembros se dedicaban a decapitar grandes grupos de “perros de Bashar”, o sea ciudadanos sirios que se negaban a gritar consignas contra el presidente “hereje” Bashar al-Assad [4].
Yeish al-Islam se dio a conocer condenando a muerte a los sirios acusados de homosexualidad y por ejecutarlos lanzándolos desde los techos de los edificios oficiales en las localidades que ese grupo armado lograba ocupar. Pero fue precisamente el jefe de Yesh al-Islam, Mohamed Allouche, quien presidió la delegación de la “oposición moderada” –respaldada por las potencias occidentales– en las negociaciones organizadas por la ONU en Ginebra.
En pocas palabras, el informe oficial que la OPAQ acaba de entregar demuestra que el bombardeo de Estados Unidos, Francia y Reino Unido contra Siria no sólo violó el derecho internacional sino que fue injustificado.
Si la prensa occidental fuese honesta habría dado a conocer fielmente el informe de la OPAQ sobre el “ataque químico” de Duma. Pero no lo hizo. Los periodistas anglosajones han estado particularmente silenciosos y sólo han mencionado esa información en casos excepcionales.
Sus colegas franceses se han mostrado más mendaces. Han recordado que, en el pasado, un informe del Mecanismo Conjunto de la ONU y la OPAQ había confirmado el uso de armas químicas por parte de Siria, omitiendo el hecho que el Consejo de Seguridad de la ONU rechazó aquel informe porque el Mecanismo no había respetado las reglas de la OPAQ.
Otros periodistas franceses simplemente han mentido, afirmando que la misión investigadora había comprobado el uso de armas químicas en Duma. Omitieron precisar que la OPAQ se limitó a considerar probable el uso de un agente tóxico compuesto de clorina utilizada como arma y posible su dispersión mediante dos proyectiles. Lo más importante es que esos periodistas franceses “olvidaron” precisar que la clorina, utilizada al aire libre, no es un veneno mortal sino sólo un agente irritante, razón por la cual no es un arma prohibida.
Usted, estimado lector, está preguntándose probablemente cómo fue que no vio esos artículos y por qué no ha oído hablar de las excusas de la primera ministra británica Theresa May, del presidente francés Emmanuel Macron y del presidente estadunidense Donald Trump por haber bombardeado Siria. La explicación es muy sencilla: la prensa no hace su trabajo de información y los dirigentes occidentales no tienen honor.
Referencias:
[1] La Comisión Chilcot, encargada de realizar una investigación independiente sobre cómo se implicó el Reino Unido en la guerra contra Irak, fue creada a mediados de 2009 por el primer ministro británico Gordon Brown. Esa comisión comprobó las mentiras del gobierno anterior, encabezado por Tony Blair, y sólo entregó su informe final al sucesor de Brown, el primer ministro conservador David Cameron.
[2] “Discours de M Powell au Conseil de sécurité de l’ONU – Partie 6/7”, Réseau Voltaire, 11 de febrero de 2003.
[3] Aquella misión internacional de la Liga Árabe fue disuelta en cuanto entregó su primer informe, considerado demasiado favorable a Siria, ya condenada por adelantado. Ver “Rapport du chef de la Mission des observateurs de la Ligue Arabe en Syrie pour la période du 24/12/2011 au 18/01/2012” [En español, “Informe del jefe de la Misión de Observadores de la Liga Árabe”], Réseau Voltaire, 2 de febrero de 2012.
[4] El presidente sirio Bashar al-Assad es de confesión alauita, denominación sincrética musulmana que considera al profeta Alí como una reencarnación de Cristo. Los alauitas sólo aceptan como revelaciones los principios que figuran simultáneamente en los Evangelios y en el Corán. La Hermandad Musulmana, empeñada en exacerbar un enfrentamiento entre musulmanes y cristianos, considera a los musulmanes alauitas como herejes que merecen la muerte.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
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