Buenos Aires, Argentina. Estados Unidos y sus socios preparan en silencio un brutal “Plan para acabar con la dictadura de Venezuela”: el “Golpe Maestro” “Masterstroke” [1], que ya está en marcha y cuya primera parte comenzaría antes de las próximas elecciones venezolanas y, si no tienen éxito en derrocar al presidente Nicolás Maduro con la nueva ofensiva, que utilizará todo el aparato propagandístico y mediático más acciones violentas en “defensa de la democracia”, accionarán el Plan B, que incluirá a varios países imponiendo una “fuerza multilateral” para intervenir militarmente.
Panamá, Colombia, Brasil, Guyana son puntos claves de la operación militar, con el apoyo de Argentina y de “otros amigos”, bajo control del Pentágono. Ya tienen preparadas desde las bases que ocuparán, los países de apoyo directo (fronterizos) hasta hospitales y centros de acopio de víveres para sus soldados.
Todo esto aparece especificado en un documento real, de 11 páginas, que lleva la firma del almirante Kurt Walter Tidd, actual comandante en jefe del Comando Sur [SouthCom] estadunidense, aún no divulgado.
El documento analiza la situación actual ratificando la guerra que se libra contra Venezuela, pero también el perverso esquema de la guerra sicológica que permite entender la persecución, el acoso, el desprestigio, la mentira criminal que se utilizan para acabar no sólo con las dirigencias populares sino con los pueblos de la región.
Al referirse a la situación actual de Venezuela, el Plan menciona que se tambalea la “dictadura venezolana chavista como resultado de sus problemas internos, la gran escasez de alimentos, el agotamiento de ingreso de fuentes de dinero externo y una corrupción desenfrenada, que ha mermado el apoyo internacional, ganado con petrodólares, y que el poder de la moneda nacional llega con escaso tiempo y el poder adquisitivo de la moneda nacional está en constante picada”.
Asumen que este escenario, que admiten haber creado ellos mismos con una impunidad que aterra, no cambiará. En este caso justifican sus acciones afirmando que el gobierno venezolano acudirá a nuevas medidas “populistas” para conservar el poder.
Asombra en qué lugar colocan a la oposición que el mismo Estados Unidos maneja, asesora y paga, al entender que “el corrupto régimen de [Nicolás] Maduro colapsará, pero lamentablemente las fuerzas opositoras defensoras de la democracia y del bienestar a su pueblo no tienen poder suficiente para poner fin a la pesadilla de Venezuela” por las disputas internas, e incluso por “la corrupción similar a la de sus rivales, así como la escasez de raíces” que no les permite sacar “el máximo provecho de esta situación y dar el paso necesario para sobrevolar el estado de penuria y la precariedad en la que el grupo de presión que ejerce la dictadura de izquierda ha sumergido al país”.
Lo que resulta aterrador es que mientras consideran que se está ante “una acción criminal sin precedentes en América Latina”, refiriéndose al gobierno de Venezuela –un gobierno que nunca ha actuado contra ninguno de sus vecinos y que ha sido de una intensa solidaridad regional y mundial–, el Plan estadunidense sostiene que la “democracia se extiende en América, Continente en el cual el populismo radical estaba destinado a tomar el control”. Argentina, Ecuador y Brasil son ejemplo de ello. “Este renacimiento de la democracia [así le llaman] está soportado sobre las determinaciones más valiosas y las condiciones de la región corren a su favor. Éste es el momento para que Estados Unidos pruebe, con acciones concretas, que está implicado en ese proceso en el que derrocar a la dictadura venezolana seguramente representará un punto de inflexión continental”.
Por otra parte alientan al presidente estadunidense Donald Trump a actuar considerando que “ésta es la primera oportunidad de la administración [de] Trump para demostrar y llevar adelante su visión sobre democracia y seguridad”, y convencerlo de que “su participación activa es crucial, no sólo para la administración sino para el Continente y el mundo. El momento ha llegado”.
Esto significa “intensificar el derrocamiento definitivo del chavismo y la expulsión de su representante, socavar el apoyo popular”” al gobierno y “alentar la insatisfacción popular aumentando el proceso de desestabilización y el desabastecimiento [para] asegurar el deterioro irreversible de su actual dictador”.
Si uno quiere entender a fondo el arte de la perversión contrainsurgente basta leer la parte en que el documento se refiere al presidente de Venezuela, alentando a “sitiarlo, ridiculizarlo y mostrarlo como un símbolo de torpeza e incompetencia, exponerlo como una marioneta de Cuba”.
Pero también sugieren: “exacerbar la división entre los miembros del grupo de gobierno, revelando las diferencias de sus condiciones de vida y las de sus seguidores y al mismo tiempo incitándolos a mantener en aumento esas divergencias”.
El plan está destinado a ejecutarse en forma rápida y furiosa, como las medidas tomadas por los mayordomos de Washington, Mauricio Macri (Argentina) y Michel Temer (Brasil), ambos con una escandalosa historia de corrupción pero transformados por el imperio en “líderes de la transparencia”, que tomaron medidas en horas para la destrucción de los Estados nacionales con la certeza del disparo de un misil.
El documento firmado por el jefe del Comando Sur estadunidense demanda hacer insostenible el gobierno de Maduro, forzándolo a claudicar, negociar o escapar. Este Plan para acabar en plazos muy cortos con la llamada “dictadura” de Venezuela llama a:
“Incrementar la inestabilidad interna a niveles críticos, intensificando la descapitalización del país, la fuga de capital extranjero y el deterioro de la moneda nacional, mediante la aplicación de nuevas medidas inflacionarias que incrementen ese deterioro.”
Otro objetivo es “obstruir todas las importaciones y al mismo tiempo desmotivar a los posibles inversores foráneos” para –y vean ustedes la bondad del imperio– “contribuir a hacer más crítica la situación de la población”.
En sus 11 páginas, el Plan también abarca “apelar a aliados domésticos como a otras personas insertadas en el escenario nacional, con el objetivo de generar protestas, disturbios e inseguridad; pillaje, saqueos, robos, asaltos y secuestros de buques y de otros medios de transportes, con la intención de desabastecer el país, a través de todas las fronteras y otras posibles maneras, poniendo en peligro la seguridad nacional de sus vecinos”.
Consideran importante “causar víctimas” y señalar como responsable al gobierno de Venezuela, “magnificando, frente al mundo, la crisis humanitaria, a la que está sometida el país”; usando la mentira de una corrupción generalizada de los gobernantes y “ligar el gobierno al narcotráfico, para desacreditar su imagen ante al mundo y sus seguidores domésticos”, además de promover “la fatiga entre los miembros del PSUV [Partido Socialista Unificado de Venezuela], incitando a la inconformidad entre ellos mismos, para que rompan ruidosamente las relaciones con el gobierno y para que rechacen las medidas y restricciones que también los afectan”, y hacerlos “tan débiles como es la oposición, creando fricciones entre el PSUV y Somos Venezuela”.
La propuesta va subiendo de tono, como cuando llama a “estructurar un plan para lograr la deserción de los profesionales más calificados del país, para dejarlos sin profesionales en absoluto, lo que agravará más la situación interna y en este sentido culpar al gobierno”.
Como en una novela de suspenso, este Plan llama a “utilizar a los oficiales del ejército como una alternativa de solución definitiva” y “continuar endureciendo la condición dentro de las Fuerzas armadas para llevar a cabo un golpe de Estado, antes de que concluya 2018, si esta crisis no hace que la dictadura colapse o el dictador no se decide a hacerse a un lado”.
Entendiendo que todo lo anterior puede fallar, y con evidente desprecio por la oposición venezolana, el Plan llama a “continuar el fuego continuo en la frontera con Colombia, multiplicar el tráfico de combustible y otros bienes, el movimiento de los paramilitares, incursiones armadas y tráfico de drogas, provocando incidentes armados con las fuerzas de seguridad de la frontera” venezolana.
Además, a “reclutar paramilitares mayormente de los campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y del Norte de Santander, áreas ampliamente pobladas por ciudadanos colombianos que emigraron a Venezuela y que ahora retornaron, huyendo del régimen que intensificó la desestabilización entre las fronteras entre los dos países, usando el espacio vacío que dejaron las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], la beligerancia del ELN [Ejército de Liberación Nacional (Colombia)] y las actividades en el área del Cártel del Golfo (paramilitares)”.
Aquí viene la estructuración del golpe final cuando se planea “preparar el involucramiento de fuerzas aliadas en apoyo a los oficiales del ejército venezolano o para controlar la crisis interna; en caso de que se demore mucho la iniciativa (…), establecer en una línea de tiempo rápido que prevenga que el dictador continúe ganando el control del escenario interno. Si fuera necesario, actuar antes de las elecciones estipuladas para el próximo mes de abril”.
En realidad, esas elecciones serán el 20 de mayo y desde ya Estados Unidos y sus comparsas han hecho saber que no las reconocen.
El nudo de la cuestión es “obtener el apoyo de cooperación de las autoridades aliadas de países amigos (Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana). Organizar las provisiones de las tropas, apoyo logístico y médico desde Panamá. Hacer buen uso de las facilidades de la vigilancia electrónica y las señales inteligentes; de hospitales y dotaciones desplegadas en Darién (selva panameña), el equipamiento de drones del Plan Colombia, como también las tierras de las antiguas bases militares de Howard y Albroock (Panamá), así como las pertenecientes a Río Hato. Además, en el centro regional humanitario de Naciones Unidas, diseñado para situaciones de catástrofe y emergencia humanitarias, que cuenta con un campo de aterrizaje aéreo y sus propios almacenes”.
Como vemos, ya se trata de un escenario de intervención donde se propone “avanzar en la basificación (estacionarse) de aviones de combate y helicópteros, vehículos blindados, posiciones de inteligencia y unidades militares de logística especiales (policías, oficiales militares y prisiones) (…)
“Desarrollar la operación militar bajo bandera internacional, patrocinada por la Conferencia de los Ejércitos Latinoamericanos, bajo la protección de la Organización de Estados Americanos y la supervisión, en el contexto legal y mediático, del secretario general Luis Almagro.
“Declarando la necesidad de que el Comando Continental fortalezca la acción, usando del instrumento del Capítulo Democrático Interamericano, con el objetivo de evitar la ruptura democrática.”
Y más aún, “uniendo a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá para contribuir al mejor número de tropas, hacer uso de su proximidad geográfica y experiencia en operaciones en regiones boscosas o selváticas. Fortaleciendo su condición internacional con la presencia de unidades de combate de Estados Unidos y de las naciones mencionadas; bajo el mando general del Estado Mayor Conjunto liderado por Estados Unidos”.
Asombra la impunidad con que todo se está preparando a espaldas de los pueblos, en la ilegalidad absoluta, y esto hace comprensibles las recientes maniobras militares de Estados Unidos en esta región en la frontera de Brasil con Venezuela (Brasil, Perú Colombia), en el Atlántico Sur (Estados Unidos, Chile, Gran Bretaña, Argentina), en el caso argentino sin autorización del Congreso nacional, en octubre-noviembre pasado.
“Usando las facilidades del territorio panameño para la retaguardia y las capacidades de Argentina para la seguridad de sus puertos y de las posiciones marítimas (…)
-Proponer a Brasil y Guyana para hacer uso de su situación migratoria a la cual tenemos intención de alentar en la frontera con Guyana.
-Coordinar el apoyo a Colombia, Brasil, Guyana, Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago y otros Estados frente al flujo de migrantes venezolanos debido a los eventos de la crisis”
Pero además, se prevé “promover la participación internacional en este esfuerzo como parte de la Operación Multilateral con contribución de Estados, organismos no estatales y cuerpos internacionales y abastecer de adecuada logística, inteligencia, apoyos, anticipando especialmente los puntos más valiosos en Aruba, Puerto Carreño, Inirida, Maicao, Barranquilla y Sincelejo en Colombia, y Roraima, Manaos y Boavista en Brasil”.
Increíble mapa de una guerra de intervención anunciada.
Es asombroso el plan de silenciar “el simbolismo de la presencia de la representatividad de Chávez y el apoyo popular” y mantener el acoso “al dictador como único responsable de la crisis en la cual él ha sumergido a la nación”, y a sus más cercanos seguidores, a los que se acusará de la crisis y la imposibilidad de salir de ésta.
En otro párrafo se llama a “intensificar el descontento contra el régimen de Maduro (…) señalar la incompetencia de los mecanismos de integración creados por los regímenes de Cuba y Venezuela, especialmente el ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América) y Petrocaribe”.
En cuanto al tema mediático, el plan diseñado por Estados Unidos llama a incrementar dentro del país, a través de los medios de comunicación locales y extranjeros, la diseminación de mensajes diseñados y basados en testimonios y publicaciones originados en el país mismo, haciendo uso de todas las capacidades posibles, incluidas las redes sociales, y por otra parte “llamar a través de los medios de comunicación a la necesidad de poner fin a esa situación porque es en esencia insostenible”.
En uno de los últimos párrafos del documento se trata de “asegurar” o mostrar el uso de medios violentos por parte de la “dictadura” para obtener el apoyo internacional, utilizando “todas las capacidades de la Guerra Psicológica del Ejército de Estados Unidos”.
En otras palabras, repitiendo los mismos escenarios de mentiras, armados de noticias, fotografías y videos falsos, y todo lo ya utilizado en las guerras coloniales del siglo XXI.
El documento señala igualmente que “Estados Unidos deberá apoyar internamente a los Estados americanos que lo apoyan”, levantar la imagen de estos y del “orden multilateral de instituciones del sistema interamericano, como instrumentos para la solución de los problemas regionales. Promover la necesidad de envío de la Fuerza Militar de la ONU para la imposición de la paz, una vez que la dictadura corrupta de Nicolás Maduro sea derrocada”.
Nota
[1] “Plan to overthrow the Venezuelan Dictatorship – “Masterstroke””, almirante Kurt W Tidd, Voltaire Network, 23 de febrero de 2018.
Stella Calloni/Red Voltaire
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