Moscú, Rusia. Los hechos no son nada complicados: el 4 de marzo de 2018, Serguei Skripal y su hija fueron víctimas, en Salisbury (Reino Unido), de un envenenamiento con una sustancia neurotóxica. Queda por averiguar quién los envenenó, cómo y por qué.
Según las alegaciones británicas, se utilizó un agente neurotóxico organofosforado de cuarta generación del tipo novichok (???????), concebido en la Unión Soviética, y el intento de asesinato proviene del Estado ruso. Este último ha negado toda implicación en el crimen.
El siguiente análisis trata de verificar no digamos la exactitud pero sí al menos la plausibilidad de la tesis británica y algunas hipótesis alternativas.
La Convención sobre las Armas Químicas, firmada en 1993 por la mayor parte de los países que producían ese tipo de armamento, estipula el cese de toda producción de armas químicas, el desmantelamiento de los laboratorios de investigación, desarrollo y ensayo así como la destrucción de los arsenales existentes.
En el momento de la firma de la Convención, los productos del tipo novichok eran los más recientes y más secretos.
Hasta 80 veces más potente que el gas sarín de la década de 1930, el novichok-5, mortal en dosis de menos de 10 miligramos, es un compuesto binario cuyos dos precursores, relativamente poco tóxicos por separado, se mezclan en el momento de su aplicación, ya sea por inhalación o por contacto cutáneo o con la mucosa. Eso supone, en caso de uso cercano, la utilización de un sistema sofisticado para evitar riesgos al agresor.
Por ejemplo, una de las dos mujeres implicadas en el asesinato del medio hermano de Kim Jong-un, en Kuala Lumpur en 2017, parece haber presentado síntomas de intoxicación causada por el VX utilizado (agente neurotóxico de origen británico ocho veces menos potente que el novichok).
El uso imperativo de escafandras autónomas, de un material específicamente impermeable, como ha podido verse en la televisión durante la inspección de un lugar supuestamente contaminado, es muestra de la peligrosidad del producto. Su fabricación y uso son, por tanto, lo bastante delicados como para no estar al alcance de personas no especializadas y bien entrenadas. Sólo se encuentran, hasta la década de 2000, en instalaciones situadas en territorio de repúblicas exsoviéticas y bajo control de Moscú, responsable legal del desmantelamiento de esas instalaciones.
Esos hechos parecen justificar las acusaciones británicas que designan a Rusia como único posible culpable y, por ende, la exigencia británica de aclarar si se trata de una violación de la Convención por parte del Estado ruso o de una posible pérdida del control de esa sustancia.
Pero esa lógica aparente es al mismo tiempo ampliamente sesgada.
Ante la convicción de los riesgos crecientes que existían en la extinta URSS en cuanto a la seguridad de sus instalaciones, se instrumentaron las normas estadunidenses y los especialistas de Estados Unidos acompañaron a sus homólogos rusos durante los trabajos prácticos de desmantelamiento. Especialistas rusos participaron en cursos, encuentros y seminarios en Estados Unidos, donde por cierto reside el doctor Vil Mirzayonov desde 1992, año en que reveló –como director del departamento de investigación sobre armas químicas– los avances soviéticos en ese campo; lo cual le valió ser destituido y brevemente encarcelado antes de su huida a Estados Unidos, donde colaboró con sus homólogos estadunidenses.
Esos hechos permiten concluir, con un nivel de confianza cercano a la certeza absoluta, que Estados Unidos posee la documentación exhaustiva que permite producir y controlar un novichok idéntico al soviético, incluyendo sus sistemas de aplicación, gracias a toda la documentación conexa, en particular las condiciones de los ensayos realizados en aquella instalación. El mismo grado de certeza existe en cuanto a que [Estados Unidos] posee cargas originales con diferentes sistemas de aplicación recolectados en aquella época para estudiar la descontaminación.
El atentado contra Serguei Skripal y su hija Yulia puede calificarse, sin que exista la menor duda, de provocación y no de simple ejecución. ¿Qué otro sentido puede tener un ataque con un arma tan extraordinariamente sofisticada, que no es lo suficientemente discreta como para escapar a la sagacidad de los investigadores y cuyo origen es imposible negar?
La acusación que han lanzado los británicos da por sentado que se trata de una provocación rusa. En efecto, el uso clásico de agentes tóxicos –inédito por parte de los servicios secretos– estaba dirigido a buscar la discreción. Todo el mundo sabe que la época en que los neurotóxicos eran indetectables ha quedado atrás. Dado el hecho que hoy en día el uso de neurotóxicos se detecta rápidamente, el mensaje sólo puede ser uno: “¡Temblad enemigos! ¡El Estado ruso puede alcanzar a quién quiera y dónde quiera con armas aterradoras!” Además de indicar que ese Estado no respeta el derecho internacional y que no le importa llevar la etiqueta de Estado-canalla que seguramente habrá de asignársele.
Esa hipótesis suscita varias interrogantes:
-¿Por qué optar por violar el derecho internacional justo antes de un evento internacional –la Copa Mundial de Futbol– al que Rusia concede gran importancia y ha dedicado un presupuesto considerable?
-¿Por qué optar por asesinar un doble agente al que se le había sacado ya toda la información, que había sido amnistiado y que estaba retirado desde hace más de 5 años (el plazo de imposibilidad de viajar al extranjero que se aplica [después del cese de sus actividades] a todos los empleados del FSB [Servicio Federal de Seguridad Ruso] en vez de liquidar a un personaje más representativo del enemigo del Estado ruso y de su presidente?
-Si se habla de pérdida de control [de la sustancia neurotóxica], ¿cómo y con qué objetivo una sustancia que lleva la marca del gobierno ruso, pero que estuviese bien a resguardo y que exige altos conocimientos específicos, podría ser sustraída y utilizada por un individuo o por una asociación pro-rusa pero fuera del control del Estado?
En conclusión, la hipótesis de una provocación de origen gubernamental ruso, o de una tercera parte pro-rusa, se estrella contra la cuestión fundamental del móvil.
Una provocación de origen ruso pero de carácter antigubernamental no puede excluirse y probablemente ya está siendo objeto de una investigación rusa para la cual sería necesario que el Reino Unido proporcione una muestra [de la sustancia neurotóxica]. Sin embargo, ante las dificultades y el riesgo que habría que correr para robar esa sustancia tóxica en un laboratorio bajo estrictas condiciones de seguridad, o ante los riesgos que representa su producción clandestina y hasta su propio uso, lo más probable es que un hipotético extremista optase por un arma menos sofisticada aunque tan ilegal e identificable como de origen indudablemente ruso.
En cambio, la hipótesis de una provocación anti-rusa efectuada por un órgano bajo control gubernamental británico o estadunidense sí responde a todas las interrogantes.
Justificada o no, la actual estrategia política anglosajona tiende a denigrar a Rusia, apuntando a su presidente, evocando su desprecio por el derecho internacional y los derechos humanos y tratando en definitiva de ponerla al margen del “concierto de naciones”. Este atentado, cometido justo antes de un evento con el que Rusia esperaba realzar su imagen ante el mundo entero es de tal naturaleza que rodearía ese evento de un ambiente malsano bienvenido [para los adversarios de Rusia]. El único error es haber optado por montar este asunto la víspera de la elección presidencial rusa, que en definitiva no se vio afectada, dejando sin embargo varios meses de tiempo antes de la apertura de la Copa Mundial de Futbol, meses durante los cuales la situación puede irse de las manos de los estrategas.
Los medios utilizados. Como se menciona más arriba, es casi seguro que Estados Unidos dispone de armas químicas soviéticas originales. Una estrecha colaboración [estadunidense] con el laboratorio británico de Porton Down es más que probable. La cercanía entre ese laboratorio altamente especializado y el lugar del crimen es un elemento que debe causar extrañeza incluso entre los observadores más indulgentes.
Las víctimas. Al igual que para Rusia, Serguei Skripal no resulta de interés para los británicos en cuanto a sus competencias. En cambio, sí es aceptable en el papel de víctima de la venganza rusa. Que su hija también sea víctima es un elemento que acentúa el horror del crimen y el desprecio de la vida humana por parte del agresor, al que se personifica como el presidente ruso.
Esta otra hipótesis no se apoya en ninguna prueba y, por supuesto, queda por demostrar. Como en el caso de Rusia, no se puede pasar por alto la posibilidad, incluso ínfima, de una pérdida de control y de un actor no gubernamental. Eso tiene el mérito de ser plausible, de ampliar el campo de posibilidades y de permitir refutar los argumentos que parecen designar al gobierno ruso como único culpable posible de este atentado. En efecto, la presunción que gira en torno al origen supuestamente exclusivo del agente tóxico es refutable.
Las exigencias dirigidas al gobierno ruso deberían, con toda lógica, dirigirse igualmente a los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido, por los mismos motivos.
Fuentes:
-Amy E Smithson, doctor Vil S. Mirzayonov, mayor general Roland Lajoie, (estadunidense y retirado), Michael Krepon; Chemical weapons disarmament in Russia: problems and prospects. Report N° 17, octubre de 1995; The Henry L Stimson Center.
-Convención para la Prohibición de Armas Químicas, OPAQ.
-MC Rüttimann et PCP Dorandeu, Les neurotoxiques organophosporés, Servicio Médico de los Bomberos de París, 2003.
-“The truth about Porton Down”, UK Defence Science and Technology Laboratory, 27 de junio de 2016.
-Declaraciones a la prensa, entre ellas:
Red Voltaire
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