China, en los años recientes, se ha consolidado como potencia hegemónica a nivel mundial, a través de un proceso en el que América Latina ha resultado clave. Esta región no sólo significa el contacto con un gran bloque de países, también es la apertura de mercados de bienes comunes, rutas geoestratégicas y, no menos importante, la acción en una región que históricamente ha sido influenciada por Estados Unidos. La subregión centroamericana se ha ido incorporando a este acercamiento desde 2007, dejando de lado herencias de la Guerra Fría y abriendo nuevas rutas que suman complejidades geopolíticas a la región.
Dos son las condiciones geopolíticas las que vuelven a Centroamérica un espacio de disputa. La primera refiere al puente entre dos grandes masas territoriales, y la segunda a la istmicidad que posibilita una conexión rápida entre los océanos Atlántico y Pacífico. Esta última cobra importancia en la época colonial, en tanto las rutas marítimas eran fundamentales para la presencia del invasor foráneo.
Sobre ello, ideólogos estadunidenses resaltaron estos atributos. Alfred Mahan, por ejemplo, denomina como Mare Nostrum al Mar Caribe, mientras que Nicholas Spykma nombra a la región centroamericana como la América Mediterránea al reconocer de las rutas estratégicas de la región y la necesidad del control estadunidense sobre la misma para potenciar su despliegue hegemónico. En ese sentido, disputar el control de esta región sería desafiar directamente a la potencia norteamericana. [1]
Además de lo descrito anteriormente –como se verá más adelante–, la China continental posee un especial interés en Centroamérica: disminuir el reconocimiento político de la causa taiwanesa, pues de 22 estados que reconocen a Taiwán cuatro forman parte de la cintura de América Latina. Solamente tres países centroamericanos poseen relaciones diplomáticas con China: Costa Rica, Panamá y El Salvador.
Las demás naciones poseen tratados de libre comercio con Taiwán, lo cual no ha impedido que existan espacios de coordinación comercial con la China continental (ver tabla 1).
El ámbito comercial ha sido prioritario para la región centroamericana, la cual cuenta con una cuota de participación estadunidense importante pero en decrecimiento: más de 10 puntos porcentuales desde 1998 (Cepal 2018). [2] Desde 2012 China se ha convertido en el tercer socio comercial de la región, sustituyendo parte de las importaciones de Estados Unidos. Las relaciones comerciales, en general, son de poco valor agregado y tecnológico –a excepción de Costa Rica–, [3] con una tasa de crecimiento del 13.1 por ciento (Cepal 2018).
En comparación con el resto de la región, Centroamérica no exporta materias primas en las dimensiones que lo hacen Argentina o Brasil –por ejemplo–; sin embargo, uno de los principales intereses de China es la incursión en la energía hidroeléctrica. Para el caso de Honduras, por ejemplo, China se encuentra vinculada al Proyecto Hidroeléctrico sobre el Río Patuca con la empresa Sinohydro. [4] Este interés refiere a la necesidad de China de obtener bienes comunes para sostener su modelo económico y el modo de vida de su población.
Para el caso de Costa Rica, luego de establecer las relaciones diplomáticas en 2007, China desarrolló la construcción del Estadio Nacional, fundó un Instituto Confucio en la Universidad de Costa Rica y, posteriormente, construyó el Barrio Chino sobre el Paseo de los Estudiantes en San José. Todos estos proyectos resultan fundamentales para la China continental en función de su apuesta por la diplomacia cultural y por la disminución de la penetración cultural estadunidense en la región. A ello se suma el otorgamiento de bonos no reembolsables de 30 millones de dólares al gobierno costarricense (Memorando de Entendimiento entre la República Popular China y Costa Rica, 2007) y una serie de proyectos de cooperación. [5]
En 2010, Costa Rica y China firmaron un Tratado de Libre Comercio que fue considerado por el canciller Bruno Stagno como un instrumento que generaría un “balance ideológico” entre Estados Unidos y China. [6] Posteriormente, la República Popular intentó construir una refinería en el Caribe costarricense con el objetivo de refinar el petróleo proveniente de Venezuela (Aguilar 2014); este punto también es rescatado en el Memorando de Entendimiento que oficializaba las Relaciones Diplomáticas entre ambas partes, denominándolo como Refinería Mesoamericana. [7]
El proyecto de la refinería no fue culminado debido a diversas denuncias presentadas en su contra por faltas al debido proceso, además de conflictos de intereses respecto al estudio de impacto ambiental. Si bien todas son cuestiones ilegales en Costa Rica, han sido clave para la incursión de China en otros países, como: la creación de empresas binacionales –ejemplos: Sinohydro en El Salvador y Sinovensa en Venezuela– para la concreción de proyectos infraestructura, el acaparamiento de la totalidad de procesos para infraestructura –desde los insumos, hasta los estudios necesarios– (Richmond 2010). [8] La importancia de la Refinería Mesoamericana para China, en función del abaratamiento de los costos para el petróleo, deja abierta la posibilidad de que ésta sea construida en otros países de la región.
En Panamá, China acordó la inversión de 200 millones de dólares en infraestructura –monto económico más que suficiente para la ampliación del canal–. Además, acordó la suscripción de un tratado de libre comercio, apoyo al fortalecimiento de zonas francas, construcción de almacenes, una terminal de carga, un tren a la frontera con Costa Rica, entre otros. Además, Panamá adhirió al proyecto de la Franja y la Ruta, la cual pretende revitalizar la Ruta de la Seda y extenderla a América Latina. Con ello, no sólo quedan al descubierto los intereses de China sobre las distintas rutas comerciales de la región centroamericana sino en construir, en ésta, un hub chino; es decir, en el centro de operaciones comerciales y transporte de mercancías chinas según Gandásegui (2018). [9] Asimismo, en abril del presente año, Costa Rica también se adhirió a la Franja y la Ruta. [10]
Fue en agosto pasado que el presidente Sánchez Cerén decidió acoger el principio de una sola China, anunciando –a la vez– su apuesta por la construcción de Zonas Económicas Especiales, dado el know how de Pekín sobre ello. Este primer anuncio ha generado críticas por parte de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), quién ha denunciado trato preferencial al empresariado chino. [11]. Tampoco sería de extrañar que los movimientos sociales se pronuncien también en contra, debido a la experiencia hondureña y la arremetida contra la población garífuna respecto a las Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo. [12] Otro de los puntos acordados por el gobierno saliente del frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional corresponde a adherirse a la Franja y la Ruta, en busca de desarrollo. [13]
Sin embargo, las relaciones entre China y El Salvador están aún por verse. El presidente electo, Nayib Bukele, dejó muy claro su desconfianza hacia China durante las elecciones y en sus reuniones en Estados Unidos como presidente electo; de hecho, John Bolton afirmó que Bukele está de acuerdo en “contrarrestar las prácticas predadoras con China”. [14] Esta postura de Nayib refiere a una suerte de discurso nacionalista y proestadounidenses que pretende posicionar la dignidad de El Salvador frente a potencias hegemónicas.
La influencia de China en la región centroamericana es cada vez más fuerte. Dicha presencia se encuentra relacionada con la posibilidad del aprovechamiento de rutas geoestratégicas para el transporte de bienes comunes que provengan de Suramérica, así como el beneficio de la energía hidroeléctrica de la región. Todo apunta a que la apuesta de Pekín en Centroamérica tiene que ver con la construcción de infraestructura que permita el establecimiento de un centro logístico en aprovechamiento de la istmicidad regional, aspecto que ya ha sido explotado por parte de Estados Unidos. Este país, por su parte, con la llegada de China a El Salvador ha iniciado una retórica más fuerte en su contra en defensa de su área de influencia histórica, clave en su conformación hegemónica, como ya lo identificaban Mahan y Spykman.
Queda, además, el impacto producido por la construcción de la Franja y la Ruta, un proyecto de gran envergadura que podría tensionar aun más la hegemonía de Estados Unidos, no sólo sobre Centroamérica, sino sobre toda América Latina.
Notas
[1] González, B. 2013. La reconfiguración de Mesoamérica. Una aproximación teórica. Documento de estudio, N. 8. Heredia; EUNA.
[3] Costa Rica exporta chips integrados producidos por la transnacional Intel, por lo que las ganancias finales tampoco quedan en el país centroamericano.
[5] https://www.rree.go.cr/?sec=politica%20internacional&cat=politica%20bilateral&cont=522&pais=CN
[6] Según las palabras del excanciller, Bruno Stagno, quien negoció la apertura de relaciones diplomáticas entre China y Costa Rica, en estas negociaciones la suscripción de un Tratado de Libre Comercio fue uno de los puntos más sensibles en el diálogo entre las élites político-económicas de ambas partes (Stagno, 2013).
[7] https://www.rree.go.cr/?sec=politica%20internacional&cat=politica%20bilateral&cont=522&pais=CN
[8] Richmond, J. 2010. Consumo de energía en China: implicaciones para el futuro a escala regional y global. Anuario Asia Pacífico, Setratfor. Sétima Edición: 271-280.
[9] https://www.alainet.org/es/articulo/189399. Recuperado el 8/06/2018 y https://www.alainet.org/es/articulo/189558. Recuperado el 8/06/2018
[10] https://www.nacion.com/opinion/foros/foro-costa-rica-ya-es-parte-de-la-franja-y-la/BJR7I5RVRREJRF7J77VBTQKUWQ/story/
Nery Chaves García/Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
*Internacionalista con énfasis en política exterior y diplomacia por la Universidad Nacional de Costa Rica.
[ANÁLISIS] [INTERNACIONAL]
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