La primera agresión militar abierta e impune de la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) se desarrolló contra Yugoslavia en los albores de la década de 1990. La guerra contra ese país estallaba con su muerte y destrucciones frente a la ya probada incapacidad política y militar por parte de Rusia y China de oponerse y evitar la guerra. Fue celebrada entonces en Washington, entre el 23 y el 25 de abril de 1999, la cumbre que oficializó la transformación de la OTAN en una “nueva Alianza más grande, más flexible, capaz lanzar nuevas misiones, incluidas las operaciones de respuesta a las crisis”.
Según el artículo 5 del Tratado del 4 de abril de 1949, los países miembros estaban obligados a asistir como Fuerza armada al país miembro que fuera atacado en el área norte-atlántica. Pero ahora se impuso un “nuevo concepto estratégico” para a Alianza. A partir de entonces los países miembros también se comprometían a “conducir las operaciones de respuesta a las crisis que no son previstas en el artículo 5, y fuera del territorio de la Alianza”.
Y para que el objetivo fuera claro para todos, el entonces presidente estadunidense Bill Clinton explicó, en una conferencia frente a la prensa, que los aliados del norte-atlántico “destacan su fuerza poderosa al enfrentar los conflictos regionales hasta fuera del territorio de la OTAN”.
Frente a la pregunta sobre cuál es el área geográfica en la cual la OTAN está lista para intervenir, el miembro del Partido Demócrata dijo que no había necesidad de aclarar la distancia en la cual la OTAN quiere proyectar su propia fuerza, pues “no se trata de una cuestión geográfica”. En otras palabras, la OTAN considera desplegar su propia fuerza militar fuera de sus propias fronteras no sólo en Europa, sino también en otras regiones.
La amenaza que se esgrimió no fue únicamente contra los intereses rusos y chinos: la Casa Blanca también pretendió desde entonces a Alemania y Francia. El dominio por el que trabajan los estadunidenses es unipolar, no se compartirá siquiera con sus aliados. Estados Unidos busca controlar todo.
Así, lo que no cambió en esa mutación de la OTAN fue la jerarquía dentro de la Alianza. La Casa Blanca dejó en claro que “nosotros somos los que mantendrán en Europa unos 100 mil militares para contribuir a la estabilidad regional, para sostener nuestros vitales intereses transatlánticos y conservar el liderazgo de Estados Unidos en la OTAN”.
Como siempre, es el presidente de Estados Unidos el que designa al comandante supremo Aliado en Europa, que siempre es un general o almirante estadunidense. Los aliados sólo se limitan a rectificar su decisión. Lo mismo sucede con los demás comandos de la Alianza.
En el mismo año de 1999, cuando da comienzo la guerra contra Yugoslavia y se anuncia que se quieren “conducir operaciones de respuesta a las crisis que no se prevén en el artículo 5, fuera del territorio de la Alianza”, la OTAN comienza su expansión hacia Oriente. Esto incluye los tres primeros países del antiguo Pacto de Varsovia: Polonia, República Checa y Hungría.
Estas adquisiciones para la OTAN significan la sumisión de los países a Washington; debe quedar claro que dicha subordinación no es sólo y particularmente a la Alianza, sino directamente a estados Unidos. Rumania y Bulgaria ponen en seguida a disposición de ese país las importantes bases militares de Constanza y Burgas, ubicadas en el Mar Negro.
La Republica Checa garantiza la disponibilidad de su territorio para la dislocación de rampas por cohetes para el “escudo antimisiles” estadunidense. Lituania, apenas integrada a la OTAN, comienza a comprar armamentos estadunidense, empezando con 60 misiles Stinger por un valor de más de 30 millones de dólares.
Polonia compra en 2002 unos 48 aviones de combate F-16 fabricados por la estadunidense Lockeed Martin. Para poderlos pagar, utilizó un préstamo otorgado por el propio Estados Unidos por casi 5 billones de dólares (con intereses no sólo financieros, sino políticos, y con muchas repercusiones en los derechos sociales de los ciudadanos polacos).
Bulgaria procede, bajo directivas de Washington, a una tremenda depuración de las Fuerzas Armadas, expulsando a miles de oficiales para sustituirlos con más de 2 mil jóvenes y oficiales de confianza, entrenados por instructores estadunidenses.
Es así que Estados Unidos fortalece aún más su propia influencia en Europa. De los 10 países de Europa centro-oriental que entran a la OTAN entre el 1999 y el 2004, siete entran en la Unión Europea entre el 2004 y el 2007. Así la Unión Europea se expande también hacia Oriente. Precisamente por ello Estados Unidos sobrepuso la OTAN a este nuevo mapa europeo.
¿Cuál es el objetivo real de dicha operación? Lo explican los propios funcionarios del Pentágono con su usual cinismo: los 10 países de la Europa centro-oriental que fueron incluidos en la OTAN “están tomando una relevantes posiciones pro Estados Unidos, reduciendo de manera eficaz la influencia de potencias de la vieja Europa, como Alemania y Francia”.
Así se destaca que, el plan estratégico de Washington es hacer presión sobre los nuevos miembros de Oriente, para establecer en la OTAN unas relaciones de fuerza aún más favorables a Estados Unidos para aislar la “vieja Europa” que un día pudiera hacerse autónoma.
La expansión hacia Oriente de la OTAN tiene otras implicaciones. Al incluir no sólo a los países del antiguo Pacto de Varsovia sino también a las repúblicas bálticas que un tiempo hacían parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la OTAN llega hasta las fronteras de la Federación Rusa. A pesar de las aseveraciones de Washington sobre las intenciones pacíficas de la OTAN, esto constituye por cierto una amenaza, hasta nuclear, contra Rusia.
Para tranquilizar a Rusia, la OTAN declara de “no tener alguna intención, ni planes, de desplegar armas nucleares sobre el territorio de los nuevos miembros” de Europa centro-oriental. Cuanto pueda ser creíble una declaración de este tipo, se destaca en el hecho que la OTAN, luego de haber prometido no querer mantener unidad de combate sobre el territorio de los países de la Europa centro-oriental en fase de integración o ya integrados en la Alianza, luego utiliza la base aérea en Taszar, Hungría, como centro logístico principal de las Fuerzas Armadas estadunidenses que operan en los Balcanes.
La promesa de no desplegar armar termonucleares en los países de la Europa centro-oriental es refutada con el hecho de que, entre las armas mantenidas por Estados Unidos en Europa en el cuadro de la OTAN, hay “bombas nucleares para aviones multifuncionales”. Se trata de los F-16 de la United States Air Force, además de otras 49 aeronaves compradas por Polonia.
Se trata de activos en los países de la Europa centro-oriental incluidos en la OTAN. Es calara que su presencia en estas bases constituye una real amenaza nuclear contra Rusia.
Alessandro Pagani/Tercera de 10 partes
*Historiador y escritor; maestro en historia contemporánea; diplomado en historia de México por la Universidad Nacional Autónoma de México y en geopolítica y defensa latinoamericana por la Universidad de Buenos Aires
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: INTERNACIONAL]
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