El ataque contra Siria que dispuso el presidente estadounidense Donald Trump, acompañado en su campaña por Francia y Reino Unido, está fuera de toda legalidad internacional: no existen armas químicas en Siria ni jamás hubo una guerra civil, como no existían armas de destrucción masiva en Irak
Buenos Aires. Los bombardeos contra supuestos laboratorios y depósitos de armas químicas en Siria que dispuso el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llevó la situación a un punto límite actuando fuera de toda legalidad internacional.
Lo manifestó con un lenguaje sólo comparable con los anuncios apocalípticos y cínicos de Adolf Hitler, advirtiendo que iban a lanzar unos “bonitos misiles” contra el pueblo sirio, como hicieron con Gran Bretaña, Israel (la sombra detrás de todas estas intervenciones) y Francia.
No existen armas químicas en Siria ni jamás hubo una guerra civil, como no existían armas de destrucción masiva en Irak. Muamar el Gadafi nunca había bombardeado al pueblo libio, no existieron las primaveras árabes como tales, y los talibanes, Al Qaeda en Afganistán y el ISIS (Estado Islámico), un ejército de mercenarios de 80 países del mundo, fueron creaciones de los servicios de inteligencia de este cuarteto de la muerte, con la ayuda de Arabia Saudita.
La llamada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), North Atlantic Treaty Organization (NATO, en inglés), en 1949 fue también una creación de los servicios de inteligencia estadunidenses y británicos, supuestamente para “defender” a Europa de Rusia cuando este país apenas comenzaba a recuperarse de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial contra la Alemania nazi.
La guerra contra Hitler en realidad ya estaba ganada por Rusia al costo de 20 millones de muertos en su país, cuando cayeron los “aliados” casi al final para recoger los aplausos.
Esto para comprender desde cuándo viene la mentira universal.
En el caso sirio, increíblemente la comisión de expertos estaba viajando para recoger pruebas sobre el supuesto uso de armas químicas por el gobierno de Bashar Al Assad contra su pueblo, cuando se decidió el bombardeo, que se efectuó en la madrugada del 14 de abril.
La respuesta del ejército sirio desconcertó a muchos, al lograr destruir a dos tercios de los misiles lanzados por el enemigo…
Antes de esta situación, los terroristas mercenarios dirigidos y armados por la OTAN, siempre aduciendo que iban ya sea a instaurar las democracias o por razones humanitarias, estaban siendo derrotados en todas sus líneas y miles de sirios retornaban a sus pueblos arrasados por las hordas criminales y aclamaban al ejército de su país.
¿Quién podría engañarse de que existen invasiones democráticas o humanitarias, que hasta ahora han producido varios genocidios y una estampida de desesperados pueblos atacados, los cuales vivían en paz, a los que los mismos que los bombardean y destruyen sus casas les cierran las puertas para no refugiarlos?
Nunca habíamos visto un uso tan despiadado de la mentira, la guerra psicológica, ni la aparición de tantos Joseph Goebbels, superado largamente por los fascistas de estos tiempos de terror.
Aún está vivo en la memoria lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial, cuando estamos tratando de recoger las historias del horror cada día ante un terrorismo de características tan brutales como los “ejércitos secretos” creados por la OTAN en los años 60, utilizando torturadores nazis, fascistas italianos y de otros orígenes, lo que denunciaron investigadores como el suizo Daniele Ganser, documentadamente.
A este terror universal nos estamos enfrentando. Los cuatro jinetes del apocalipsis cabalgan sobre la guerra sicológica y mediática. Gran Bretaña ha estado y está en todos los frentes. Los rostros de Trump y de la nueva dama de hierro que quiere ser Theresa May, tratando de convencernos de que estaban salvando al pueblo sirio.
Fue en Londres y París donde se creó el falso Ejército Sirio Libre, con agentes de inteligencia de esos orígenes, trabajando para Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia y mercenarios contratados por Arabia Saudita.
El llamado Observatorio Sirio de Derechos Humanos que funciona en los fondos de un bar londinense, es manejado por dos agentes -un estadunidense y un británico-, como se ha demostrado.
Persiguiendo a los terroristas de ISIS que de islámico sólo tienen el nombre, el ejército sirio detuvo a oficiales británicos, israelíes, estadunidenses y franceses.
Expertos israelíes, críticos del gobierno fundamentalista de su país y de los crímenes de exterminio contra el pueblo palestino, denunciaron que los heridos terroristas del ISIS eran llevados a hospitales de Tel Aviv, donde se reponían para volver a sus frentes de guerra ilegales.
Lo que hicieron en Libia, el país que tenía el más alto nivel de vida de África del Norte, ocultado por la prensa criminal -no hay otro nombre para esto- es terrorífico.
Las torturas aplicadas en los países invadidos, las violaciones, el asesinato de pueblos enteros en forma atroz, de niños, como en el caso de Libia, de donde los mercenarios se llevaron huérfanos que estaban protegidos en un hogar, víctimas de las guerras y la extrema pobreza en la región, en un barco sin destino, nadie sabe adónde.
Reconstruir la historia de estas invasiones, de la crueldad y la destrucción incluso de lugares históricos, patrimonios de la humanidad, será la tarea de generaciones y organismos humanitarios verdaderamente independientes de los poderes fácticos.
Cuanto esto se conozca, un manto de vergüenza y dolor nos embargará a todos, y especialmente a los que fueron culpables por acompañamiento, indiferencia o silencio. Fueron genocidios, verdaderos holocaustos del siglo XXI hasta ahora silenciados.
El pasado 9 de abril, cuando el representante permanente de Siria, Bashar Al Jaafari, comenzó a hablar sobre la situación de su país ante el Consejo de Seguridad de la ONU durante una reunión solicitada en forma urgente por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, debió soportar el abandono de la sala de su par norteamericano.
Al Jaafari denunció que este encuentro a solicitud de los tres países “intentaba proteger a los terroristas” que asolaron su país bajo el control de la OTAN. Denunció que este escenario estaba siendo preparado por Washington desde hace tiempo.
Y por otra parte fue evidente que ante la derrota de los mercenarios, los jinetes del apocalipsis no podían conformarse, ya que su objetivo es tomarse Siria para continuar con Líbano e Irán y muchos otros países en el mundo.
Ayudados por los cada vez más desprestigiados “cascos blancos” filmaron una película, como lo hizo en su momento Catar, en cuyo territorio se filmó y se mostró la supuesta toma de la Plaza Verde de Trípoli, Libia, mucho antes de que esto sucediera. Ahora lo hicieron usando niños y mujeres supuestamente afectados por armas químicas.
También como en Libia, especialistas en propaganda de guerra y fotógrafos advirtieron que así como en Catar se filmó anticipadamente la supuesta toma de la plaza en Libia con actores contratados, la filmación de los cascos blancos era otra puesta en escena similar.
En el caso sirio, los cascos blancos fueron denunciados y especialmente porque las supuestas víctimas eran sólo niños y mujeres, y ningún hombre y otros detalles que llevaron a advertir sobre la falsificación informativa.
El embajador sirio además de sostener que su país no tiene armamentos químicos, advirtió que los representantes de esos tres países llamaban régimen a un gobierno elegido y sostenido por el pueblo, sin el cual el ejército sirio no hubiera podido resistir tanto tiempo (más de siete años) a la cruel invasión.
“Digo a Estados Unidos, a Francia y al Reino Unido que hemos derrotado al Daesh (Isis o Estado Islámico) en 3 años, no en 30. Le digo a Arabia Saudita que derrotamos a su brazo terrorista (Jeish Al Islam) en Ghouta. Le digo a Catar y a Turquía que hemos derrotado a sus organizaciones terroristas Failaq Arrahman y el Frente Al-Nusra en Ghouta Oriental”, dijo el embajador, además de condenar a Israel por los bombardeos contra su país, de los que nadie habla.
Una vez más la mentira universal se utiliza para justificar lo injustificable, como es un bombardeo con “bonitos misiles” para destruir un centro científico, que nada tenía que ver con armas químicas, y otros lugares.
En los años 80, cuando sucedía la guerra terrorista de Estados Unidos contra Nicaragua, la Secretaría de Defensa estadunidense argumentaba que debían actuar porque habían detectado galpones con armas que los sandinistas mandaban a la guerrilla salvadoreña.
En los galpones marcados se almacenaban los alimentos donados por diversos países del mundo para distribuir en el pueblo nicaragüense, como se demostró fehacientemente.
Pero los miles de muertos bajo el fuego terrorista y los ataques brutales a aldeas del país centroamericano, producidos por los mercenarios de la “contra” que la CIA estadunidense enviaba desde Honduras, regaban de tumbas el territorio de Nicaragua.
Lo que además se juega detrás de los ataques a Siria es el gran objetivo que significa Rusia, cuya presencia fue solicitada por el gobierno sirio. Algo muy distinto a la acción de los “aliados”, que se ocupaban en mantener armados y alimentados a los mercenarios y a sus grupos de tropas especiales que los dirigían.
Nunca se había visto un ejército de supuestas fuerzas rebeldes armado con misiles, armas de guerra de todo tipo y de alta tecnología, bombas, tanques.
Durante todos los ataques y bombardeos tanto estadunidenses como israelís, se trataba de destruir la infraestructura siria y apoderarse de las zonas petroleras, como se hizo en Libia desde el principio de la invasión en 2011.
Como ya no tiene salidas el capitalismo salvaje, arrastra a sus socios europeos, en realidad obedientes gobiernos que se comportan como establecimientos coloniales bajo el mandato de los amos.
Su objetivo es la depredación, la muerte y la dominación. El gran Israel soñado o el Oriente Medio ampliado, bajo mandato israelí, necesita de territorios cuasi vacíos.
Por esa razón, si alguien quiere conmover los corazones fascistas del “civilizado” occidente, señalando los crímenes cometidos y los millones de víctimas, deben saber que es un salto al vacío.
El plan de apoderase de la región ya estaba cerrado desde 2001, poco después de los “ataques terroristas” nunca aclarados sobre las Torres Gemelas, como lo denunció el general R Wesley Clark, quien estuvo al frente del Comando Supremo de la OTAN en la guerra de Kosovo y de los ataques contra Yugoslavia.
En 2007, en entrevista con Democracy Now, Clark sostuvo que el plan de Washington preveía invadir o controlar Irak, Libia, Siria, Líbano, Somalia, Sudán e Irán.
Esto llevaría a que importantes académicos e investigadores anticiparan desde hace tiempo los siniestros e ilegales planes de la elite del terror para controlar y advertían sobre todas las ilegalidades a las que se podría recurrir para argumentar sus acciones, como los atentados de falsa bandera, hoy a la orden del día o falsas denuncias como lo están haciendo en Siria y como el caso del espía ruso en Londres, una pobre novela policial.
En las últimas décadas Estados Unidos y sus asociados han ampliado los planes y el número de países que engrosaron la lista de ataques previsibles. Aunque la aparición de la poderosa Federación Rusa y la China actual a lo que podríamos agregar las advertencias norcoreanas y otras, han desatado la paranoia.
Y más aún en el caso de un presidente como Trump, entrampado en sus propios límites, el poderoso lobby judío, las industrias militares, el grupo Bilderberg y su analfabetismo político, que lo hace más peligroso cada día.
La solidaridad con el pueblo sirio es imprescindible como expresión de los pueblos determinados a no sucumbir bajo los “goebbles” del nazismo y los “nerones” como el que incendió a Roma, que ya han comenzado a incendiarse bajo sus propios fuegos.
*Periodista argentina
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