Damasco, Siria. Durante las pasadas elecciones en Estados Unidos conocidas como “midterm” [1], los electores debían renovar la totalidad de los miembros de la Cámara de Representantes federal y la tercera parte de los miembros del Senado federal. Además, en los ?diferentes estados se eligieron 36 gobernadores así como numerosos funcionarios y respondieron a ??55 referéndums.?
Se considera que para las “midterm” los electores se movilizan mucho menos que para la ?elección presidencial. ?
Los politólogos estadunidenses no prestan atención al índice de participación en las “midterm” ya que, al componerse éstas de varias consultas simultáneas, es posible que los electores participen ?sólo en algunas y no en todas.
Desde el fin de la Guerra Fría, el índice de participación en la elección presidencial ?estadunidense se sitúa entre 51 y 61 por ciento –exceptuando el voto que dio su segundo mandato ?presidencial a Bill Clinton, al que acudió sólo una minoría de electores. Pero el índice de ?participación de los electores en las “midterm” se sitúa entre 36 y 41 por ciento (exceptuando ?precisamente las de 2018, en las que parece haber participado un 49 por ciento). O sea, aunque las reglas del juego son ?democráticas, la práctica no lo es. Si existiese un índice mínimo de ?participación por debajo del cual no fuese posible validar el resultado de las elecciones “midterm”, muy pocos miembros del Congreso resultarían electos. En definitiva, los miembros ?de la Cámara de Representantes y del Senado estadunidenses se eligen con los votos de menos ?de un 20 por ciento de la población. ?
Los que analizan los resultados de estas elecciones para hacer pronósticos sobre las carreras de ?los candidatos, se concentran en las diferencias entre los partidos. Esta vez habrá una mayoría ?demócrata en la Cámara de Representantes y una mayoría republicana en el Senado. Saber esto ?permite prever el margen de maniobra del presidente en relación con el Congreso. Pero –en ?mi opinión– no permite entender la evolución de la sociedad estadunidense. ?
Durante la campaña con vista a la elección presidencial de 2016, un exdemócrata –Donald ?Trump– se presentó para obtener su nominación en el Partido Republicano. Trump representaba ?una corriente política ausente del panorama estadunidense desde la dimisión de Richard Nixon: ?los jacksonianos. Aunque no parecía tener ninguna posibilidad de obtener la investidura ?de parte de los republicanos, el político fue eliminando uno a uno a sus 17 competidores, logró ?la nominación republicana y ganó la elección derrotando a la candidata que los sondeos daban ?como ganadora: Hillary Clinton.?
Durante la campaña presidencial de 2016, señalé desde la Red Voltaire que el ascenso de Donald Trump significaba el ?resurgimiento de un conflicto fundamental entre los sucesores de los “Padres Peregrinos” ??(los puritanos que fundaron las colonias británicas en las Américas) y los descendientes de ?los inmigrantes que lucharon por la independencia del país [2].?
El primer componente histórico de Estados Unidos (los puritanos) pretendía crear en las colonias ?un modo de vida “puro” (en el sentido calvinista de la palabra) y continuar la política exterior ?de Inglaterra. El segundo componente (los anglicanos, luteranos y católicos) llegó a América ?huyendo de la miseria que sufría en Europa, miseria de la que esperaba salir con su trabajo. ?
Ambos grupos llegaron a un consenso alrededor de la Constitución. Los grandes terratenientes ?que redactaron la ley fundamental explicaron a profundidad que quisieron reproducir el sistema ?político de la monarquía inglesa pero sin crear una aristocracia [3]. El segundo grupo fue ?el que agregó a la Constitución estadunidense la Bill of Rights (es decir, la Carta de Derechos, que contiene las 10 primeras enmiendas a la Constitución) porque quería perseguir su sueño ?americano sin exponerse a verse aplastado por algún tipo de “razón de Estado”. ?
Durante los últimos años, tanto el Partido Demócrata como el Republicano se habían ?convertido en portavoces del pensamiento puritano y defensores de la moral y del imperialismo. ?Los miembros del clan Bush son descendientes directos de los “Padres Peregrinos”. Barack ?Obama formó su primer equipo de gobierno apoyándose masivamente en los miembros de la ?Pilgrim’s Society (el club transatlántico que tiene como presidente a la reina de Inglaterra, ?Isabel II). Hillary Clinton contó con el respaldo del 73 por ciento de los “judeocristianos” [4], etcétera. Donald Trump, por el contrario, representaba –él solo– al otro ?componente de la historia política estadunidense y logró en pocos meses hacerse del control del ?Partido Republicano y atraerlo, al menos aparentemente, hacia sus propias convicciones. ?
En la situación actual, alrededor de una tercera parte de los estadunidenses se ha polarizado ?convirtiéndose en violentamente pro o anti-Trump, mientras que las otras dos terceras partes de ?la población –mucho más moderadas– se mantienen a distancia de ese ?enfrentamiento. Numerosos observadores consideran que Estados Unidos está actualmente ?tan dividido como lo estuvo en la década de 1850, justo antes de la guerra civil, llamada ??Guerra de Secesión. ?
A pesar de lo que afirma el mito, aquel conflicto no fue una guerra entre un Sur esclavista y un ?Norte abolicionista –en realidad, ambos bandos practicaban el esclavismo. La verdadera causa ?de la Guerra de Secesión fue la política económica. Fue una guerra entre un Sur agrícola ?y católico y un Norte industrial y protestante. Durante aquel conflicto, los dos bandos trataron ?de enrolar esclavos en sus ejércitos. El Norte fue capaz de tomar rápidamente la decisión de ?liberarlos, mientras que el Sur optó por sellar primero su alianza con Londres. Varios ?historiadores han mostrado que, desde un punto de vista cultural, ese conflicto fue una ?prolongación estadunidense de la guerra civil inglesa de las décadas de 1640 y 1650, entre los ?seguidores de Oliver Cromwell y los del rey Carlos I. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido ?en Inglaterra, donde los puritanos acabaron perdiendo, en Estados Unidos los descendientes de aquellos ?puritanos ganaron la Guerra de Secesión. ?
Ese conflicto estuvo a punto de resurgir en tiempos del presidente Richard Nixon y hoy reaparece ?nuevamente. No es casualidad que el mejor libro sobre la historia de esta cuestión [5] sea el de Kevin Phillips, el estratega electoral ?que ayudó a Nixon a apoderarse de la Casa Blanca.
Nixon rehabilitó a los electores del Sur de ?Estados Unidos, reconoció la República Popular China y puso fin a la guerra de Vietnam, iniciada ?por los demócratas. Pero entró en conflicto con el establishment de Washington, que ?acabó obligándolo a dimitir con el escándalo del Watergate.?
Por supuesto, siempre es posible interpretar los resultados de las “midterm” de 2018 en función ?de la oposición entre republicanos y demócratas, y concluir así que estamos ante un modesto ?avance del Partido Demócrata. Pero debemos interpretarlos sobre todo en función de la ?oposición histórica entre luteranos y calvinistas. ?
En este caso, hay que observar no sólo que el presidente Trump tuvo una intensa participación en ?la campaña sino que su predecesor, Barack Obama, hizo lo mismo. Se trataba de respaldar el ?realineamiento cultural iniciado por Donald Trump o de obtener la mayoría en el Congreso para ?destituirlo con cualquier pretexto. El resultado es muy evidente: el impeachment se ha hecho ?imposible y Donald Trump dispone del apoyo de la mayoría de los gobernadores, lo cual hace ?posible su reelección. ?
Los nuevos parlamentarios demócratas son jóvenes, partidarios de Bernie Sanders y muy hostiles ?al establishment del Partido Demócrata, comenzando por Hillary Clinton. Es importante ?no perder vista que absolutamente todos los candidatos republicanos que contaron ?la presencia del presidente Trump en los lugares donde se sometían al voto resultaron electos. ?Los que rechazaron la ayuda de Trump fueron derrotados. ?
Los perdedores de estas elecciones –en primer lugar la prensa y Barack Obama– no fracasaron ?por ser republicanos o demócratas, sino por puritanos. Al contrario de lo que afirman los medios ?de difusión dominantes, lo que queda demostrado es que Estados Unidos ya no está ?desgarrándose sino reformándose. Si ese proceso continúa, los medios de difusión tendrían que ?renunciar a su retórica sobre el orden moral y el país debería volver de forma duradera a una ?forma de hegemonía que no sería necesariamente imperialista. A largo plazo, Estados Unidos ?puede recuperar su consenso constitucional.
?Referencias:
[1] Las llamadas “midterm” estadunidenses son ?elecciones legislativas que se realizan a mediados del mandato presidencial (nota de la ??Red Voltaire).
[2] “Estados Unidos, ¿se reforma o ?se desgarra?”, Thierry Meyssan, Red Voltaire, ??26 de octubre de 2016.
[3] “How democratic is the ?American Constitution?”, Robert A Dahl, Yale University Press, 2002.
[4] Cuando hablo de ??“judeocristianos” me refiero a las personas que basan su vida simultáneamente en las escrituras ?judías (Antiguo Testamento) y en las escrituras cristianas (Nuevo Testamento) sin ver ?contradicción entre ellas.
[5] The ?cousins’ wars, Kevin Phillips, Basic Books, 1999.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
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