Análisis

Venezuela: “laboratorio” estadunidense “fabricó” a Guaidó para liderar golpe

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Juan Guaidó sería el “producto” de una especie de laboratorio para promover un golpe de Estado en Venezuela: financiado por tres gobiernos estadunidenses, el político ha estado al frente de una violenta campaña de desestabilización, no de lucha democrática.

Antes del fatídico 22 de enero, menos de uno de cada cinco venezolanos había oído hablar de Juan Guaidó. Hace sólo unos meses atrás, este hombre de 35 años era un personaje oscuro en un grupo de extrema derecha políticamente marginal, estrechamente asociado con actos espantosos de violencia callejera. Incluso en su propio partido, Guaidó había sido una figura de nivel medio en la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, que ahora se encuentra bajo desacato según la Constitución de Venezuela.

Pero después de una sola llamada telefónica del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, Guaidó se proclamó a sí mismo como presidente de Venezuela. Ungido como el líder de su país por Washington, un político previamente desconocido fue trasladado al escenario internacional como el líder seleccionado por Estados Unidos para la nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo.

Haciendo eco del Consenso de Washington, el comité editorial de The New York Times calificó a Guaidó como un “rival creíble” para Nicolás Maduro con un “estilo refrescante y una visión para hacer avanzar al país”. El comité editorial de Bloomberg News lo aplaudió por buscar la “restauración de la democracia” y The Wall Street Journal lo declaró “un nuevo líder democrático”. Mientras tanto, Canadá, numerosas naciones europeas, Israel y el bloque de gobiernos latinoamericanos de derecha conocido como Grupo de Lima reconocieron a Guaidó como el líder legítimo de Venezuela.

Si bien Guaidó parecía haberse materializado de la nada, él era, de hecho, el producto de más de 1 década de asidua preparación por parte de las fábricas de élite dedicadas a cambiar regímenes del gobierno de Estados Unidos. Junto a un grupo de activistas estudiantiles de derecha, Guaidó fue entrenado para socavar el gobierno de orientación socialista de Venezuela, para desestabilizar el país y, algún día, para tomar el poder. Aunque ha sido una figura menor en la política venezolana, él había pasado años demostrando en silencio su valía en los pasillos del poder de Washington.

“Juan Guaidó es un personaje que se ha creado para esta circunstancia”, dijo a Grayzone, Marco Teruggi, sociólogo argentino y cronista principal de la política venezolana. “Es la lógica de un laboratorio: Guaidó es como una mezcla de varios elementos que crean un personaje que, con toda honestidad, provoca entre risa y preocupación”.

Diego Sequera, periodista y escritor venezolano de la agencia de investigación Misión Verdad estuvo de acuerdo: “Guaidó es más popular fuera de Venezuela que en el interior, especialmente en los círculos elitistas de la Ivy League y de Washington”. Sequera comentó a Grayzone: “Es un personaje conocido allí, es previsiblemente de derecha y se considera leal al programa”.

Aunque Guaidó se vende hoy como la cara de la restauración democrática, pasó su carrera en la facción más violenta del partido opositor más radical de Venezuela, posicionándose a la vanguardia de una campaña de desestabilización tras otra. Su partido ha sido ampliamente desacreditado dentro de Venezuela y es, en parte responsable, de fragmentar una oposición muy debilitada.

“Estos líderes radicales no tienen más del 20 por ciento en las encuestas de opinión”, escribió Luis Vicente León, el principal encuestador de Venezuela. Según León, el partido de Guaidó permanece aislado porque la mayoría de la población “no quiere la guerra”. “Lo que quieren es una solución”.

Pero ésta es precisamente la razón por la que Guaidó fue seleccionado por Washington: no se espera que él guíe a Venezuela hacia la democracia, sino que derrumbe a un país que durante las últimas 2 décadas ha sido un bastión de resistencia a la hegemonía estadunidense. Su improbable ascenso señala la culminación de un proyecto de 2 décadas para destruir un robusto experimento socialista.

Apuntando a la “troika de la tiranía”

Desde la elección de Hugo Chávez en 1998, Estados Unidos ha luchado para restablecer el control sobre Venezuela y sus vastas reservas de petróleo. Los programas socialistas de Chávez pueden haber redistribuido la riqueza del país y ayudado a sacar a millones de personas de la pobreza, pero también le colocaron a él un objetivo en la espalda. En 2002, la oposición de derecha de Venezuela lo derrocó brevemente con el apoyo y reconocimiento de Estados Unidos antes de que el Ejército restableciera su Presidencia luego de una movilización popular masiva. A lo largo de las administraciones de los presidentes de Estados Unidos George W Bush y Barack Obama, Chávez sobrevivió a numerosos planes de asesinato antes de sucumbir al cáncer en 2013. Su sucesor, Nicolás Maduro, sobrevivió tres atentados contra su vida.

El gobierno de Trump elevó inmediatamente a Venezuela a la cima de la lista de objetivos de cambio de régimen de Washington, calificándolo de líder de una “troika de tiranía”. El año pasado, el equipo de seguridad nacional de Trump intentó reclutar miembros del ejército para montar una junta militar, pero fracasó. Según el gobierno venezolano, Estados Unidos también participó en un complot con el nombre en código “Operación Constitución” para capturar a Maduro en el palacio presidencial de Miraflores, y otro llamado “Operación Armagedón” para asesinarlo en el desfile militar de julio de 2017. Poco más de 1 año después, los líderes de la oposición exiliados intentaron matar a Maduro con bombas de aviones no tripulados durante un desfile militar en Caracas.

Más de 1 década antes de estas intrigas, un grupo de estudiantes de la oposición derechista fue seleccionado y preparado personalmente por una academia para capacitar a las élites en el cambio de regímenes financiada por Estados Unidos para derrocar al gobierno de Venezuela y restaurar el orden neoliberal.

El grupo “exportar una revolución”

El 5 de octubre de 2005, con la popularidad de Chávez en su apogeo y su gobierno planeando programas socialistas, cinco “líderes estudiantiles” venezolanos llegaron a Belgrado, Serbia, para comenzar a entrenarse para una insurrección.

Los estudiantes habían llegado de Venezuela por cortesía del Centro de Acción y Estrategias No Violentas Aplicadas (Canvas). Este grupo se financia en gran parte a través de National Endowment for Democracy (NED), un apéndice de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) que funciona como el brazo principal del gobierno de los Estados Unidos para promover cambios de gobiernos; y por filiales como el Instituto Republicano Internacional y el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales. De acuerdo con los correos electrónicos internos filtrados de Stratfor, una firma de inteligencia conocida como “la CIA en la sombra”, “[Canvas] también puede haber recibido financiamiento y capacitación de la CIA durante la lucha en contra de Milosevic durante 1999/2000”.

Canvas es una escisión de Otpor, un grupo opositor serbio fundado por Srdja Popovic en 1998 en la Universidad de Belgrado. Otpor, que significa “resistencia” en serbio, fue el grupo estudiantil que ganó fama internacional y promoción a nivel de Hollywood, al propiciar las protestas que eventualmente derrocaron a Slobodan Milosevic. Esta pequeña célula de especialistas en cambio de regímenes operaba de acuerdo con las teorías del difunto Gene Sharp, el llamado “Clausewitz de la lucha no violenta”. Sharp había trabajado con el coronel Robert Helvey, un exanalista de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, para concebir el plan estratégico para una forma de guerra híbrida, le confirió armas a la protesta y que apuntó a los Estados que resistieron la dominación unipolar de Washington.

Otpor recibió el apoyo del National Endowment for Democracy, USAID y el Instituto Albert Einstein de Sharp. Sinisa Sikman, una de las principales capacitadoras de Otpor, dijo una vez que el grupo incluso recibió financiamiento directo de la CIA. Según un correo electrónico filtrado de un empleado de Stratfor, después de sacar a Milosevic del poder, “los niños que dirigían Otpor crecieron, adquirieron trajes y diseñaron Canvas… o, en otras palabras, un grupo “exportar una revolución” “que sembró las semillas para varias revoluciones de color. Todavía están dependen del financiamiento de Estados Unidos y, básicamente, recorren el mundo tratando de derrocar a dictadores y gobiernos autocráticos (a aquellos que no les gusta a Estados Unidos).”

Stratfor reveló que Canvas “dirigió su atención a Venezuela” en 2005, luego de entrenar a movimientos de oposición que lideraron las operaciones de cambio de regímenes a favor de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en Europa del Este.

Al monitorear el programa de capacitación Canvas, Stratfor describió su agenda insurrecta en un lenguaje sorprendentemente contundente: “El éxito no está garantizado, y los movimientos estudiantiles son sólo el comienzo de lo que podría ser un esfuerzo de varios años para desencadenar una revolución en Venezuela, pero los propios entrenadores son las personas que se burlan del ‘Carnicero de los Balcanes’. Tienen habilidades demenciales. Cuando veas a estudiantes en cinco universidades venezolanas realizar demostraciones simultáneas, sabrás que la capacitación ha terminado y que el trabajo real ha comenzado.”

El nacimiento de los cuadros “Generación 2007”

El “trabajo real” comenzó 2 años después, en 2007, cuando Guaidó se graduó de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Se mudó a Washington DC para inscribirse en el Programa de Gobernabilidad y Gestión Política en la Universidad George Washington, bajo la tutela del economista venezolano Luis Enrique Berrizbeitia, uno de los principales economistas neoliberales de América Latina. Berrizbeitia es exdirector ejecutivo del Fondo Monetario Internacional y pasó más de 1 década trabajando en el sector energético venezolano en la época del antiguo régimen oligárquico que Chávez eliminó.

Ese año, Guaidó ayudó a liderar mítines antigubernamentales después de que el gobierno venezolano se negara a renovar la licencia de Radio Caracas Televisión (RCTV). Esta estación privada jugó un papel importante en el golpe de 2002 contra Hugo Chávez: ayudó a movilizar a manifestantes antigubernamentales, falsificó información que culpaba a simpatizantes del gobierno por actos de violencia llevados a cabo por miembros de la oposición, y prohibió los informes a favor del gobierno en medio del golpe. El papel de RCTV y otras estaciones de propiedad de los oligarcas en la conducción del fallido intento de golpe de Estado, se describió en el aclamado documental, “La revolución no será televisada”.

Ese mismo año, los estudiantes reclamaron el crédito por obstaculizar el referéndum constitucional de Chávez por un “socialismo del siglo XXI” que prometía “establecer el marco legal para la reorganización política y social del país, otorgando poder directo a las comunidades organizadas como un requisito previo para el desarrollo de un nuevo sistema económico.”

De las protestas en torno a RCTV y el referéndum nació un cuadro especializado de activistas para cambio de regímenes respaldados por Estados Unidos. Se llamaban a sí mismos “Generación 2007.”

Los capacitadores de Stratfor y Canvas de esta célula identificaron al aliado de Guaidó, un organizador de la calle llamado Yon Goicoechea, como un “factor clave” para derrotar al referéndum constitucional. Al año siguiente, Goicochea fue recompensado por sus esfuerzos con el Premio Milton Friedman por Promover la Libertad del Instituto Cato, junto con un premio de 500 mil dólares, que invirtió rápidamente en el impulso de su propia red política “Primero Justicia”.

Friedman, por supuesto, fue el padrino de los notorios neoliberales Chicago boys que fueron importados a Chile por el líder de la junta dictatorial Augusto Pinochet para implementar políticas radicales de austeridad fiscal tipo “doctrina de choque”. Y el Instituto Cato es el grupo de expertos libertarios con sede en Washington, DC, fundado por los hermanos Koch, dos de los principales donantes del Partido Republicano que se han convertido en defensores agresivos de la derecha en toda América Latina.

Wikileaks publicó un correo electrónico de 2007 del embajador estadunidense en Venezuela, William Brownfield, enviado al Departamento de Estado, al Consejo de Seguridad Nacional y al Departamento de Defensa del Comando Sur, alabando a la “Generación de 2007” por haber “forzado al presidente venezolano, acostumbrado a establecer la agenda política, a (sobre) reaccionar”. Entre los “líderes emergentes” que Brownfield identificó estaban Freddy Guevara y Yon Goicoechea, figura esta última que fue aplaudida como “uno de los defensores más articulados de las libertades civiles entre los estudiantes”.

Con una gran cantidad de dinero de los oligarcas libertarios y de los equipos de poder blando del gobierno de Estados Unidos, el cuadro venezolano radical llevó las tácticas de Otpor a las calles, junto con una versión del logotipo del grupo, como se ve a continuación.

Galvanizando el malestar público… contra Chávez

En 2009, los jóvenes activistas de la Generación 2007 organizaron su manifestación más provocativa hasta el momento, se quitaron los pantalones en las vías públicas y utilizaron las escandalosas tácticas guerrilleras de teatro descritas por Gene Sharp en los manuales de cambio de régimen. Los manifestantes se habían movilizado contra el arresto de un aliado de otro grupo juvenil llamado JAVU. Este grupo de extrema derecha “reunió fondos de diversas fuentes del gobierno de Estados Unidos, lo cual le permitió ganar notoriedad rápidamente como el ala de línea dura de los movimientos de la calle de la oposición”, según el libro Construyendo la comuna, del académico George Ciccariello-Maher.

Si bien el video de la protesta no está disponible, muchos venezolanos han identificado a Guaidó como uno de sus participantes clave. Si bien la acusación no está confirmada, es ciertamente plausible: los manifestantes de glúteos desnudos eran miembros del núcleo interno de la Generación 2007 a la que pertenecía Guaidó, ¡y estaban vestidos con su marca registrada, las camisetas de Venezuela Resistencia!

Ese año, Guaidó se expuso al público de otra manera, fundando un partido político para capturar la energía anti-Chávez que su Generación 2007 había cultivado. La llamada “Voluntad Popular” fue liderada por Leopoldo López, un derechista educado en Princeton que participó activamente en los programas del National Endowment for Democracy, que fue elegido alcalde de un distrito en Caracas y que era uno de los más ricos del país. López fue un retrato de la aristocracia venezolana, directamente descendiente del primer presidente de su país. También es primo hermano de Thor Halvorssen, fundador de Human Rights Foundation, con sede en Estados Unidos, que funciona como una tienda de publicidad de facto para activistas antigubernamentales respaldados por Estados Unidos en países seleccionados por Washington para el cambio de gobierno.

Si bien los intereses de López se alinearon perfectamente con los de Washington, los cables diplomáticos de Estados Unidos publicados por Wikileaks destacaron las tendencias fanáticas de Voluntad Popular que la conducirían en última instancia a su marginación. Un cable identificó a López como “una figura divisiva dentro de la oposición… a menudo descrita como arrogante, vengativa y hambrienta de poder”. Otros destacaron su obsesión con las confrontaciones callejeras y su “enfoque inflexible” como una fuente de tensión con otros líderes opositores que dieron prioridad a la unidad y la participación en las instituciones democráticas del país.

Para 2010, Voluntad Popular y sus partidarios extranjeros se movieron para explotar la peor sequía que azotó a Venezuela en décadas. La gran escasez de electricidad había golpeado al país debido a la escasez de agua, que era necesaria para alimentar las centrales hidroeléctricas. Una recesión económica mundial y la disminución de los precios del petróleo agravaron la crisis, lo que provocó el descontento público.

Stratfor y Canvas, asesores clave de Guaidó y su equipo antigubernamental, idearon un plan sorprendentemente cínico para introducir una daga a través del corazón de la revolución bolivariana. El esquema dependía de un colapso del 70 por ciento del sistema eléctrico del país en abril de 2010.

“Este podría ser el evento decisivo, ya que Chávez no puede hacer mucho para proteger a los pobres del fallo de ese sistema”, declaró el memorando interno de Stratfor. “Esto probablemente tendría el impacto de galvanizar la inestabilidad pública de una manera que ningún grupo de la oposición podría generar. En ese momento, un grupo de oposición sería el mejor para aprovechar la situación según sus necesidades y voltearla contra Chávez.”

Para este punto, la oposición venezolana recibía de 40 millones a 50 millones de dólares al año de organizaciones gubernamentales como la USAID y el National Endowment for Democracy, según un informe del tanque de pensamiento español, el Instituto FRIDE. También tenía una cuantiosa riqueza en sus propias cuentas, que en su mayoría estaban fuera del país.

Si bien el escenario previsto por Stratfor no llegó a buen término, los activistas del Partido Voluntad Popular y sus aliados descartaron cualquier pretensión de no violencia y se unieron a un plan radical para desestabilizar el país.

Hacia la desestabilización violenta

En noviembre de 2010, según correos electrónicos obtenidos por los servicios de seguridad venezolanos y presentados por el exministro de Justicia Miguel Rodríguez Torres, Guaidó, Goicoechea y varios otros activistas estudiantiles asistieron a una capacitación secreta de cinco días en el hotel Fiesta Mexicana en la Ciudad de México. Las sesiones fueron dirigidas por Otpor, los capacitadores para cambios de gobiernos con sede en Belgrado respaldados por el gobierno de los Estados Unidos. Según se informa, la reunión recibió la bendición de Otto Reich, un exiliado fanático anticastrista que trabaja en el Departamento de Estado de George W Bush, y del expresidente colombiano de derecha, Álvaro Uribe.

En el hotel Fiesta Mexicana, según los correos electrónicos, Guaidó y sus compañeros activistas idearon un plan para derrocar al presidente Hugo Chávez generando caos a través de prolongados espasmos de violencia callejera.

Tres figuras de la industria del petróleo –Gustavo Torrar, Eligio Cedeño y Pedro Burelli– supuestamente pagaron la cuenta de 52 mil dólares requerida para celebrar la reunión. Torrar es un autodenominado “activista de derechos humanos” e “intelectual” cuyo hermano menor, Reynaldo Tovar Arroyo, es el representante en Venezuela de “Petroquímica del Golfo”, una empresa privada mexicana de petróleo y gas que tiene un contrato con el Estado venezolano.

Cedeño, por su parte, es un empresario venezolano fugitivo que solicitó asilo en Estados Unidos, y Pedro Burelli, exejecutivo de JP Morgan y exdirector de la compañía petrolera nacional de Venezuela (PDVSA). Dejó PDVSA en 1998 cuando Hugo Chávez tomó el poder y está en el comité asesor del Programa de Liderazgo para América Latina de la Universidad de Georgetown.

Burelli insistió en que los correos electrónicos que detallaban su participación habían sido fabricados e incluso contrató a un investigador privado para probarlo. El investigador declaró que los registros de Google mostraban que los correos electrónicos que supuestamente eran suyos nunca se transmitieron.

Sin embargo, hoy Burelli no oculta su deseo de ver al actual presidente de Venezuela, Nicolás. Maduro, depuesto e incluso arrastrado por las calles y sodomizado con una bayoneta, como sucedió con el líder libio Moammar Gadafi en manos de milicianos respaldados por la OTAN.

El supuesto complot de Fiesta Mexicana fluyó hacia otro plan de desestabilización revelado en una serie de documentos producidos por el gobierno venezolano. En mayo de 2014, Caracas publicó documentos que detallan un plan de asesinato contra el presidente Nicolás. Maduro. Las filtraciones identificaron a María Corina Machado, con sede en Miami, como la lideresa del plan. De línea dura y con una inclinación por la retórica extrema, Machado visitó al presidente George W Bush en 2005, funcionando así como un enlace internacional para la oposición.

“Creo que es hora de reunir esfuerzos; haga las llamadas necesarias y obtenga financiamiento para aniquilar a Maduro y el resto se derrumbará”, escribió Machado en un correo electrónico al exdiplomático venezolano Diego Arria en 2014.

En otro correo electrónico, Machado afirmó que el plan violento tuvo la bendición del Embajador de Estados Unidos en Colombia, Kevin Whitaker. “Ya me decidí y esta lucha continuará hasta que este régimen sea derrocado y cumplamos con nuestros amigos en el mundo. Si fui a San Cristóbal y me expuse ante la OEA, no temo nada. Kevin Whitaker ya ha reconfirmado su apoyo y señaló los nuevos pasos. Tenemos una chequera más fuerte que la del régimen para romper el círculo de seguridad internacional”.

Guaidó se dirige a las barricadas

En febrero, los manifestantes estudiantiles, actuando como tropas de choque de la oligarquía exiliada, erigieron violentas barricadas en todo el país, convirtiendo los cuarteles controlados por la oposición en fortalezas violentas conocidas como guarimbas. Mientras que los medios internacionales describieron la agitación como una protesta espontánea contra el gobierno de Maduro, hubo una amplia evidencia de que el Partido Voluntad Popular estaba orquestando el programa.

“Ninguno de los manifestantes en las universidades usaba sus camisetas universitarias, todos llevaban camisetas de Voluntad Popular o Justicia Primero”, dijo un participante de la guarimba en ese momento. “Podrían haber sido grupos estudiantiles, pero los consejos estudiantiles están afiliados a los partidos políticos de oposición y son responsables ante ellos”.

Cuando se les preguntó quiénes eran los líderes, un participante de la guarimba dijo: “Bueno, si soy totalmente honesto, esos tipos ahora son legisladores”.

Alrededor de 43 personas murieron durante las guarimbas del 2014. Tres años después, volvieron a estallar, causando la destrucción masiva de la infraestructura pública, el asesinato de partidarios del gobierno y la muerte de 126 personas, muchas de las cuales eran chavistas. En varios casos, los partidarios del gobierno fueron quemados vivos por bandas armadas.

Guaidó estuvo directamente involucrado en las guarimbas de 2014. De hecho, tuiteó un video en el que se mostraba a sí mismo vestido con un casco y una máscara antigás, rodeado de elementos enmascarados y armados que habían cerrado una carretera que estaba involucrada en un violento enfrentamiento con la policía. Aludiendo a su participación en la Generación 2007, proclamó: “Recuerdo que en 2007, proclamamos: ‘¡Estudiantes!’ Ahora, gritamos, ‘¡Resistencia! ¡Resistencia!’”

Guaidó eliminó el tuit, demostrando una aparente preocupación por su imagen como defensor de la democracia.

El 12 de febrero de 2014, durante el apogeo de las guarimbas de ese año, Guaidó se unió a López en el escenario en un mitin de Voluntad Popular y Primero Justicia. Durante una larga diatriba contra el gobierno, López instó a la multitud a marchar a la oficina de la fiscal general Luisa Ortega Díaz. Poco después, la oficina de Díaz fue atacada por bandas armadas que intentaron incendiarla. Ella denunció lo que llamó “violencia planificada y premeditada”.

En una aparición por televisión en 2016, Guaidó calificó como un mito a las muertes causadas por las guayas, una táctica de la guarimba que consiste en estirar un cable de acero a través de una carretera para herir o matar a los motociclistas. Sus comentarios blanquearon una táctica mortal que había matado a civiles desarmados como Santiago Pedroza y que decapitó a un hombre llamado Elvis Durán, entre muchos otros.

Este insensible desprecio por la vida humana define a su Partido Voluntad Popular a los ojos de gran parte del público, incluyendo a muchos opositores de Maduro.

Acabando con la voluntad popular

A medida que la violencia y la polarización política se intensificaban en todo el país, el gobierno comenzó a actuar contra los líderes de Voluntad Popular que ayudaron a alimentarlo.

Freddy Guevara, el vicepresidente de la Asamblea Nacional y el segundo al mando de Voluntad Popular, fue el principal líder en los disturbios callejeros de 2017. Dado que enfrenta un juicio por su papel en la violencia, Guevara se refugió en la embajada chilena, donde permanece todavía.

Lester Toledo, un legislador de Voluntad Popular del Estado de Zulia, fue buscado por el gobierno venezolano en septiembre de 2016 por cargos de financiamiento del terrorismo y planificación de asesinatos. Se dijo que los planes se hicieron con el expresidente colombiano, Álvaro Uribe. Toledo escapó de Venezuela y realizó varias giras con Human Rights Watch, Freedom House (una organización respaldada por el gobierno estadunidense), el Congreso de España y el Parlamento Europeo.

Carlos Graffe, otro miembro de la Generación 2007 entrenada en Otpor y que dirigió Voluntad Popular, fue arrestado en julio de 2017. Según la policía, estaba en posesión de una bolsa llena de clavos, explosivos C4 y un detonador. Fue puesto en libertad el 27 de diciembre de 2017.

Leopoldo López, el líder popular de Voluntad Popular, está hoy bajo arresto domiciliario, acusado de tener un papel clave en la muerte de 13 personas durante las guarimbas en 2014. Amnistía Internacional elogió a López como un “preso de conciencia” y criticó su traslado de la prisión a la casa como “no lo suficientemente bueno”. Mientras tanto, los familiares de las víctimas de guarimba presentaron una demanda con más cargos contra López.

Yon Goicoechea, el posterboy de los hermanos Koch y fundador de Primero Justicia, una organización respaldada por Estados Unidos, fue detenido en 2016 por las fuerzas de seguridad que afirmaban haber encontrado un kilo de explosivos en su vehículo. En un artículo de opinión de The New York Times, Goicoechea protestó por los cargos según él “falsificados” y afirmó que había sido encarcelado simplemente por su “sueño de una sociedad democrática, libre del comunismo”. Fue liberado en noviembre de 2017.

David Smolansky, otro miembro de la Generación 2007 entrenada por Otpor 2007, se convirtió en el alcalde más joven de Venezuela cuando fue elegido en 2013 en el afluente suburbio de El Hatillo. Pero fue despojado de su puesto y condenado a 15 meses de prisión por el Tribunal Supremo después de que se lo encontró culpable de agitar a las violentas guarimbas.

Cuando enfrentaba la posibilidad de ser arrestado, Smolansky se afeitó la barba, se puso gafas de sol y se deslizó hacia Brasil disfrazado de sacerdote con una biblia en la mano y un rosario alrededor del cuello. Ahora vive en Washington DC, donde fue elegido por el Secretario de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, para dirigir el grupo de trabajo sobre la crisis de los migrantes y refugiados venezolanos.

Ese 26 de julio, Smolansky sostuvo lo que llamó una “reunión cordial” con Elliot Abrams, el condenado convicto del caso Irán-Contras que fue nombrado por Trump como enviado especial de Estados Unidos a Venezuela. Abrams es conocido por supervisar la política encubierta de Estados Unidos relacionada con armar escuadrones de la muerte y de derecha durante la década de 1980 en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Su papel principal en el golpe de Estado de Venezuela ha avivado los temores de que otra guerra sangrienta podría estar gestándose.

Cuatro días antes, Machado retumbó otra amenaza violenta contra Maduro, declarando que si “quiere salvar su vida, debe entender que se ha acabado su tiempo”.

Un peón en su juego

El colapso de Voluntad Popular, ocasionado por el peso de la violenta campaña de desestabilización que ejecutó, la enajenó de grandes sectores del público y terminó con gran parte de su liderazgo en el exilio o bajo custodia. Guaidó seguía siendo una figura relativamente menor, después de haber pasado la mayor parte de sus nueve años de carrera en la Asamblea Nacional como diputado suplente. Proveniente de uno de los estados menos poblados de Venezuela, Guaidó ocupó el segundo lugar durante las elecciones parlamentarias de 2015, obteniendo solo el 26 por ciento de los votos requeridos para asegurarle un lugar en la Asamblea Nacional. De hecho, sus asentaderas pueden haber sido más conocidas que su cara.

Guaidó es conocido como el presidente de la Asamblea Nacional dominada por la oposición, pero nunca fue elegido para el cargo. Los cuatro partidos de oposición que conformaban la Mesa de Unidad Democrática de la Asamblea habían decidido establecer una presidencia rotativa. El turno de Voluntad Popular estaba en camino, pero su fundador, López, estaba bajo arresto domiciliario. Mientras tanto, su segundo al mando, Guevara, se había refugiado en la embajada chilena. Un personaje llamado Juan Andrés Mejía habría sido el siguiente en la línea pero, por razones que sólo ahora están claras, se seleccionó a Juan Guaidó.

“Hay un razonamiento de clase que explica el ascenso de Guaidó”, observó Sequera, el analista venezolano. “Mejía es de clase alta, estudió en una de las universidades privadas más caras de Venezuela y no podía ser vendido fácilmente al público de la manera en que podía hacérselo con Guaidó. Por un lado, Guaidó tiene características mestizas comunes como la mayoría de los venezolanos y parece más un hombre del pueblo. Además, no había estado sobreexpuesto en los medios de comunicación, por lo que podía convertirse en casi cualquier cosa”.

En diciembre de 2018, Guaidó cruzó la frontera y viajó a Washington, Colombia y Brasil para coordinar el plan para realizar manifestaciones masivas durante la toma de posesión del presidente Maduro. La noche anterior a la ceremonia de juramentación de Maduro, el vicepresidente Mike Pence y la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, llamaron a Guaidó para afirmar su apoyo.

Una semana después, el senador Marco Rubio, el senador Rick Scott y el representante Mario Díaz-Balart, todos legisladores del lobby de exiliados cubanos de derecha radicados en Florida, se unieron al presidente Trump y al vicepresidente Pence en la Casa Blanca. A petición de ellos, Trump acordó que si Guaidó se declaraba a sí mismo presidente, lo respaldaría.

El secretario de Estado Mike Pompeo se reunió personalmente con Guaidó el 10 de enero, según el Wall Street Journal. Sin embargo, Pompeo no pudo pronunciar el nombre de Guaidó cuando lo mencionó en una conferencia de prensa el 25 de enero, refiriéndose a él como “Juan Guido”.

Para el 11 de enero, la página de Wikipedia de Guaidó había sido editada 37 veces, destacando la lucha por dar forma a la imagen de una figura anónima que ahora era un cuadro para las ambiciones de Washington relacionadas con un cambio de gobierno. Al final, la supervisión editorial de su página fue entregada a la élite del consejo de “bibliotecarios” de Wikipedia, quien lo declaró presidente de Venezuela “en disputa”.

Guaidó pudo haber sido una figura oscura, pero su combinación de radicalismo y oportunismo satisfacía las necesidades de Washington. “Esa pieza interna faltaba”, dijo sobre Guaidó un miembro del gobierno de Trump. “Era la pieza que necesitábamos para que nuestra estrategia fuera coherente y completa”.

“Por primera vez”, Brownfield, el exembajador de Estados Unidos en Venezuela, se dirigió al New York Times, “Usted tiene un líder de la oposición que está señalando claramente que quiere mantener a las fuerzas armadas y a la policía en el lado de los ángeles y con los chicos buenos”.

Pero el partido Voluntad Popular de Guaidó formó las tropas de choque de las guarimbas que causaron la muerte de policías y ciudadanos comunes por igual. Incluso se había jactado de su propia participación en disturbios callejeros. Y ahora, para conquistar los corazones y las mentes de los militares y la policía, Guaidó tuvo que borrar esta historia empapada de sangre.

El 21 de enero, un día antes de que comenzara el golpe, la esposa de Guaidó envió una dirección de video en la que se les pedía a los militares que se levantaran contra Maduro. Su actuación careció de entusiasmo e inspiración, lo que subraya las limitadas perspectivas políticas de su esposo.

Cuatro días después, en una conferencia de prensa ante simpatizantes, Guaidó anunció su solución a la crisis: “¡autorizar una intervención humanitaria!”

Mientras espera la asistencia directa, Guaidó sigue siendo lo que siempre ha sido: el proyecto favorito de fuerzas cínicas externas. “No importa si él se estrella y se quema después de todas estas desventuras”, dijo Sequera sobre la figura del golpe, “para los estadunidenses, es prescindible”.

Dan Cohen/Max Blumenthal/Grayzone-Telesur

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