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De entre las fechas históricas que, como hechos en su tiempo, son piedra de toque de la construcción nacional del pueblo-sociedad mexicanas, no hay duda de que la generación de Benito Juárez (a los que Antonio Caso calificó de “aquellos hombres que parecían gigantes”), desde la gloriosa Revolución de Ayutla a la Constitución de 1857, la expulsión de los franceses con su efímero imperio, las Leyes de Reforma (¡oh, Melchor Ocampo!), y la cimentación de la nación con su nexo a la Revolución de Independencia con el pueblo indígena y mestizo siguiendo a Hidalgo y Morelos, fue la que construyó uno de los cimientos que permanecen indestructibles. Y luego esa otra generación encabezada por Lázaro Cárdenas del Río, conectada con la juarista, que levantó sobre aquellos cimientos las paredes populares de la continuidad nacional, apuntalada por la Expropiación Petrolera de 1938. Dos presidentes que, con los mexicanos patriotas, defendieron lo que es nuestro actual legado, que todavía permanece a pesar de los embates de los presidentes del montón que hemos padecido; y entre los que claramente están: Peña, Salinas de Gortari y, por supuesto, Fox, Calderón y Zedillo.

Este 18 y 21 de marzo han estado más actuales y presentes Juárez y Cárdenas, quienes defendieron, instituyendo, las conquistas políticas, económicas y sociales de la nación creada por medio de la democracia directa, o sea la del pueblo reivindicando sus demandas desde Ramos Arizpe ante el Congreso de Cádiz (1812) y nuestro constitucionalismo de 1814 (¡los Sentimientos de la Nación!), 1857 y 1917 (Catherine Andrews, De Cádiz a Querétaro: historia y bibliografía del constitucionalismo mexicano, CIDE-FCE, 2017). Y en ese contexto, para nuestra desgracia política, la irrupción de los presidentes del montón cuyo factor común es Santa Anna, al que han imitado. Rematando con Peña que ha estado saboteando lo público para privatizar el patrimonio nacional, creyendo que es un estadista cuando no ha pasado de un burócrata del presidencialismo despótico, saqueador y entreguista-dependiente al estilo de lo ejecutado de Salinas a Calderón.

Peña ahora está siendo repudiado, despreciado y hecho a un lado por Trump y las complicidades del yerno y Videgaray, quien aspira a apoderarse de la Presidencia de la República en 2018, en coalición con el PRI-PAN-PRD-Panal y PVEM, más la compra de votos y la ayuda de Televisa de a tantos millones por minuto, para impedir que la oposición del Movimiento de Regeneración Nacional coseche lo que ha sembrado con su populismo floreciente en el empobrecimiento, desempleo e inseguridad al paso de la impunidad de la corrupción.

Peña no ha modernizado al país con sus reformismos, el desmantelamiento de la industria petrolera, la quiebra de Pemex (con la complicidad de la cúpula sindical de Romero Deschamps) y su mozo de cordel: Pedro Joaquín Coldwell, además del corruptísimo Lozoya, etcétera. Anda el PRD de los Chuchos alardeando sobre que no aprobaron el gasolinazo, cuando con el PAN y el PRI urdieron la forma de devolver la riqueza petrolera a quienes Cárdenas se las había expropiado. Y pasando por encima del laicismo, el liberalismo político en la educación, sale Peña con su Nuño privatizando ese sector para formar niñez y juventud al servicio del neoliberalismo económico. Y desde el basurero donde fueron echados los presidentes del montón, supone Peña que así supera a Juárez y a Cárdenas, sin darse cuenta de que solamente se confirma como otro Santa Anna, otro Valentín Canalizo, otro Manuel de la Peña y Peña… sus padres putativos.

Pequeño, chiquito, no de estatura que es lo de menos, sino de capacidad y formación, Peña Nieto se atrevió a recordar la Expropiación Petrolera de Lázaro Cárdenas. Y lo mismo hizo con Benito Juárez. Sus palabras sonaron como las de un traidor. Peña es otro Santa Anna a los pies de Trump y del capitalismo salvaje y depredador, más los caballos de Troya de los empresarios petroleros y gasolineros que, con los antiguos, se han quedado y quieren seguirse quedando con lo poco que resta de las privatizaciones realizadas desde el salinismo hasta el peñismo.

Así que Peña es ya otro presidente del montón, como los tantos que han desgraciado a la nación que permanece apuntalada por los Juárez y los Cárdenas. Esos presidentes ladrones han abusado del poder legislativo, ejecutivo y judicial, con lo cual han empobrecido gravemente al pueblo. Peña ya está en el fondo de ese montón, ajeno a la historia política mexicana donde Juárez y Cárdenas son los faros que guían a la nave estatal para alcanzar el puerto del republicanismo-democrático, no obstante el motín a bordo de los que, como el peñismo, han hecho del poder un botín.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

 

Contralínea 534 / del 10 al 16 de Abril 2017

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