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Terrorismo de la OTAN: los invasores del siglo XXI

Terrorismo de la OTAN: los invasores del siglo XXI

Las potencias occidentales no tienen empacho en invadir y saquear países cuyos gobiernos no se someten a Washington. Cuando no lo hacen directamente, envían a mercenarios perfectamente equipados y adiestrados, como es el caso del ficticio Estado Islámico. Dicha organización, que no duraría ni una semana sin el financiamiento de Estados Unidos y Europa, sólo busca derrocar al régimen democráticamente electo de Siria

Europa hace aguas por todas partes. ¿Qué ha sucedido? Simplemente que éramos los sujetos de la historia. Y ahora somos sus objetos. La relación de fuerzas se ha invertido, la descolonización está en camino: lo único que pueden intentar nuestros mercenarios es retrasar su realización

Jean Paul Sartre

Stella Calloni/Prensa Latina

Buenos Aires, Argentina. El cinismo criminal con el que los medios de comunicación y los gobiernos europeos conducen el tema de la inmigración, instalando la falsa idea de que Europa es la “víctima” de esta situación, ha desbordado todos los límites y reforzado el fascismo con que hoy manejan las grandes potencias sus “relaciones internacionales” y también internas.

Si los gobiernos europeos –que hundieron sus propios países en función de la estratégica expansión global del imperio al dilapidar millones de dólares para pagar las armas de destrucción masiva que utiliza la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)– quieren una solución, ésta es retirar sus tropas de los países invadidos y ocupados en lo que va del siglo XXI.

Si ordenaran al Estado Islámico, conformado por mercenarios de 80 países del mundo –que de islamitas sólo tienen el nombre– usados como una nueva estrategia para disfrazar la invasión de tropas terrestres y bombardeos contra Siria, no necesitarían levantar muros contra los inmigrantes.

La imagen de un niño recogido en una playa de Turquía después de un naufragio, de decenas que han sucedido ante la indiferencia de los organismos internacionales y del mundo en general, es sólo la punta del iceberg de la tragedia.

Hay que advertir, en este caso, que se han planteado sospechas, y algunos analistas europeos han advertido sobre la no remota posibilidad de que esto sea –como ha sucedido en otras situaciones similares– el uso de la tragedia para que la OTAN termine bombardeando al gobierno de Bashar al-Assad, democráticamente elegido por su pueblo.

Sorprende, por ejemplo, que la Comisión de Investigación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha publicado su último informe sobre violaciones de los derechos humanos en Siria, “después de cientos de horas de investigaciones detalladas”. Se señala que una vez más, la investigación ha encontrado evidencia de abusos y violaciones de derechos humanos en Siria, “en particular los del régimen sirio”.

Al comentar el informe, Tobías Ellwood, ministro para Oriente Medio de Relaciones Exteriores del Reino Unido, dijo que “este último informe de la ONU describe violaciones atroces de los derechos humanos en Siria. El régimen de Al-Assad es responsable de los abusos en gran escala, con la continuación del uso indiscriminado de bombas de cañón, artillería, armas químicas y la detención ilegal y la tortura”.

Y añade que “las acciones del Estado Islámico y otros grupos extremistas son brutales e inhumanas, con abusos incluyendo múltiples ejecuciones sumarias, la esclavitud sexual de mujeres yazidíes y reclutamiento forzoso de niños soldados […]. El Reino Unido condena en los términos más enérgicos todas las violaciones de derechos humanos que están teniendo lugar en Siria diariamente. Tenemos que detener a los autores y tenemos que ver una solución política a este conflicto, librar a Siria de la dictadura, y ayudar a derrotar el flagelo del Estado Islámico”.

Podemos interpretar lo que significa “librar a Siria de la dictadura”. ¿Será la justificación para invadir abiertamente Siria? Lo asombroso es que en este mismo momento aparezca el informe de la ONU como si hubiera una coordinación especial para justificar lo que no han podido hacer hasta ahora.

Algo para recordar

Precisamente, las verdaderamente neutrales personalidades que han visitado Siria saben de dónde vienen las armas químicas, los bombardeos, las masacres terribles, las violaciones. Monjas católicas sirias han denunciado a los mercenarios, a los invasores, por estos crímenes de lesa humanidad.

La pregunta es si una vez más, como sucedió en Libia, la ONU aparecerá como cómplice de la “solución final”, es decir, cumplir con lo que desde un principio adelantó la exsecretaria de Estado estadunidense Hillary Clinton, advirtiendo que no interesaba el diálogo ni las propuestas del gobierno sirio, al que niegan su derecho a defenderse. Sin ninguna diplomacia, la señora Clinton sostuvo que lo que su gobierno había decidido es que Bashar al-Assad sea derrocado. En nombre del “humanitarismo” y la “democracia”, por supuesto.

Son miles y miles los niños asesinados en los bombardeos de la OTAN o en forma atroz por los mercenarios, que utilizan esta organización para encubrir la presencia en acciones terrestres de sus “fuerzas especiales”. Es necesario que el mundo diga “basta” a las guerras coloniales en Oriente Medio, África del Norte, Asia, Europa, disfrazadas de supuestas “guerras civiles”, como lo estamos viendo en Siria.

Llamar guerras contra el terrorismo a las guerras para usurpar territorios y controlar recursos en un proyecto de expansión imperial global es uno de los argumentos más perversos en la historia del mundo.

La mayor acción terrorista de estos tiempos son las invasiones militares que protagoniza la OTAN con sus hordas mercenarias sobre países indefensos frente al poder militar de las potencias. Éstas utilizan nuevas tecnologías, las armas y los equipos más sofisticados de todos los tiempos.

En tanto, los medios del poder hegemónico, marcando agendas y pautas que se incluyen en las noticias del mundo, controladas en un 95 por ciento por el Pentágono estadunidense y sus asociados de Europa, mantienen la guerra sicológica en actividad permanente, mediante el bien llamado “terrorismo mediático”.

El periodismo, sea de derecha o de alguna presunta izquierda perdida en laberintos y ambigüedades, no puede continuar llamando “guerra civil” a lo que sucede en Siria. Nunca lo fue. Desde el principio, en 2011, fue una invasión imperial disfrazada de ejércitos “sirios libres”, constituidos en Londres o París, asimilables con lo que fueron los Contras nicaragüenses en la década de 1980, desde sus bases en Honduras, contra la Nicaragua sandinista, a los que los gobiernos de Estados Unidos llamaban los “combatientes de la libertad”.

¿O ya se olvidaron de los crímenes atroces en las aldeas nicaragüenses cercanas a la frontera con Honduras? ¿Es tan fácil olvidar el horror? ¿Es tan difícil no reconocer el rostro del fascismo en todo lo que está sucediendo?

Cuando Estados Unidos anuncia el envío de armas a los “disidentes” sirios, ¿de qué está hablando? Cuando los invasores se encuentran como “amigos del pueblo sirio” para reunir fondos millonarios, destinados a pagar los sueldos de los mercenarios y comprar más armas, como lo dicen abiertamente, ¿puede tratarse de una confrontación civil?

Libia fue un poderoso ensayo del uso de las fronteras para sembrar un escenario de supuestos “disidentes”, en realidad mercenarios bajo el control de “fuerzas especiales”.

En noviembre de 2010 el propio presidente de Estados Unidos, Barack Obama, admitía haber enviado a la zona fronteriza de Libia a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) y a las fuerzas especiales, en contrainsurgencia y guerras sucias.

Y por si algo faltara, hay que recordar aquella declaración del general estadunidense (ya retirado) Wesley Clark, quien relató a la periodista Amy Goodman, de Democracy Now, en marzo de 2007, que se había enterado, asombrado, de que la administración de George W Bush pensaba invadir y ocupar siete países en 5 años: Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudan e Irán.

En los últimos días, ante la tragedia de los migrantes, Pablo Iglesias, dirigente de Podemos (en España), denunció a la radio española Cadena Ser que las políticas “militaristas de la Unión Europea y Estados Unidos avivaron las llamas de la guerra y crearon el terrorismo en Oriente Medio”.

Más aún, sostuvo que “los gobiernos más conservadores de Estados Unidos lo que han traído es destrucción, inestabilidad y terrorismo, porque los que están detrás del surgimiento de grupos como el Estado Islámico son aquellos que han avivado con gasolina el fuego de los conflictos”.

Es necesario recordar que la dirigencia de Al Qaeda, una organización surgida de la mano de Estados Unidos en Afganistán (los talibanes) para luchar contra la extinta Unión Soviética en ese país, era enemiga acérrima de Sadam Husein en Irak. ¿Cómo ingresó a ese país?

Sencillamente de la mano de la OTAN, cuando ya habían ocupado Irak y la transformaron en la fuerza mercenaria de elite en todas las operaciones de guerra sucia, que tanto Estados Unidos como la Unión Europea e Israel realizaron hasta ahora contra los Estados no confesionales de la región.

¿Y qué decir de la aparición de un día para otro del Estado Islámico, armado hasta los dientes, no con viejos fusiles, sino con flotas de vehículos nuevos, tanques, misiles, armas químicas, helicópteros, aviones? Además cuentan con estudios de televisión y la indispensable ayuda de Arabia Saudita, los traidores y entregadores de sus hermanos árabes.

Los supuestos “fundamentalistas islámicos” que envían videos del horror, con degollamientos filmados y también prácticas de torturas –que escasos pero honestos periodistas europeos han denunciado– y que han producido matanzas de una crueldad inimaginable, ahora también se dedican a “desaparecer” todos los sitios patrimonios de la humanidad, como han hecho en Irak, en Libia y ahora en Siria, destruyendo la maravillosa ciudad-reliquia de Palmira.

Ésta es la evidencia más acabada de que detrás de la creación del Estado Islámico –que asombrosamente “no pueden detener” todas las fuerzas militares de la potencias involucradas en el lugar– hay sectores de inteligencia para imponer un diseño de recolonización y dominio que obedece a un proyecto muy superior al que pueden tener como objetivo los brutales mercenarios.

Nada menos que destruir, volar en pedazos la memoria, la identidad de los pueblos, las huellas mantenidas durante siglos, lo que también significa implosionar la memoria de la humanidad.

La destrucción de ruinas históricas, de ciudades como Palmira, en Siria, el robo de los tesoros de la Biblioteca de Alejandría y la voladura de tantos sitios históricos, no puede ser un objetivo de brutales hombres de paja del mercenarismo.

¿Qué diríamos nosotros si entraran en nuestros países haciendo volar por los aires las pirámides en México, el Cuzco, los recuerdos culturales de nuestro Continente? Diríamos que vienen con todo, borrando toda huella cultural para que la colonización sea perdurable.

Sería el gran sueño del gobierno de Israel el “Oriente Medio Ampliado”, ocupado, despoblado gracias al mercenarismo y las bombas, y sin un dejo de la memoria cultural que hace a la identidad de los pueblos y a sus proyectos de liberación.

Si los gobiernos europeos quieren una solución humanitaria, ésta no es “repartirse refugiados” o hundir barcos que intenten transportarlos cuando huyen de la guerra. Deben elegir entre “la solución final” –que parece ser el proyecto de estas cruentas invasiones– o la solución humanitaria real, que significaría abandonar la ilegal ocupación colonial en esa región y detener la matanza de pueblos agredidos y la pavorosa destrucción de esos países.

Mientras Europa siga avanzando detrás de las necesidades geoestratégicas de un imperio en decadencia, que propone una dictadura global o de los sueños fascistas del gobierno israelí de extenderse sobre todo Oriente Medio, lo que supone nuevos genocidios en la región, las víctimas seguirán llegando masivamente exigiendo protección a los responsables de su tragedia. Y no habrá muro que resista.

Como era previsible, la conmoción mundial que produjo la imagen de un niño sirio ahogado en uno de los tantos naufragios de los que huyen de la guerra es utilizada en estos momentos por las potencias para activar bombardeos en Siria, terminar con la resistencia del pueblo y el gobierno de Bashar al-Assad, y su defensa legítima contra la invasión de ese país desde 2011.

Mintiendo a sus propias poblaciones gracias a la prensa, en este caso parte indispensable de la guerra colonial que se aplica a los sirios, el primer ministro británico, David Cameron, y el presidente de Francia, François Hollande, decidieron tomar acciones contra el Estado Islámico en Siria, lo que significa atacar a ese país en forma encubierta.

Según el presidente francés, actuarán para “hacer frente a las amenazas que pesan sobre nuestro país; yo he pedido al ministro de Defensa que, a partir de mañana, puedan ser puestos en marcha vuelos de reconocimiento por encima de Siria, que permitirá la posibilidad de ataques contra el Daesh [Estado Islámico] preservando nuestra autonomía de decisión o de acción”.

Se supone que identificarían “los centros de entrenamiento, los centros de decisiones”. Ésa es precisamente una línea muy delgada, que implica lo que se llaman “daños colaterales” contra la población siria. Pero lo que es más grave: Hollande responsabiliza a Bashar al-Assad de la situación.

Es decir, los invasores de Siria responsabilizan al gobierno al que decidieron por su cuenta derrocar, a pesar de que Siria era un país estable donde los problemas fueron creados enviando tropas especiales de las potencias y a mercenarios desde Turquía y otros lugares.

Una pregunta: ¿quién es Hollande o Cameron, o Washington para decidir sobre la voluntad de un pueblo o qué presidente debe gobernarlo?

La perversión es inaudita

Israel ya ha bombardeado en estos días dejando casi medio centenar de víctimas. ¿Quién controla lo que está sucediendo en Siria? ¿Dónde está la ONU, dónde los pueblos del mundo, los gobiernos que no claman el final de una guerra colonial, cuyo único objetivo previsible es destruir un país y ocuparlo, como han hecho sobre los nuevos territorios colonizados a sangre y fuego?

¿Dónde están los intelectuales de Europa que, salvo raras excepciones, han consentido en este crimen de lesa humanidad, en silencio o, aún más, en complicidad abierta?

De la perversión de estas operaciones, es una muestra la nueva estrategia de haber creado Reino Unido, Estados Unidos e Israel, además de Arabia Saudita y similares, el llamado Estado Islámico para poder justificar sus acciones contra Siria y lo que pueda quedar de resistencia en Irak o en otros países.

Cuando se produjeron los bombardeos de 2014 contra el Estado Islámico, lo que hicieron fue destruir refinerías e infraestructuras sirias y producir grandes masacres contra su población.

Fueron estos países también los creadores de los llamados “rebeldes sirios”, mientras que la verdadera oposición al gobierno de Bashar al-Assad, que se expresaba políticamente, está dentro del país, apoyando la resistencia.

Esta oposición participó de los comicios de 2012, realizados con cambios constitucionales que permitieron la participación de varios partidos. Al-Assad fue elegido por amplia mayoría en medio de la guerra y de ataques terroristas que nadie parece recordar en estos tiempos.

Está absolutamente demostrado, como incluso lo han denunciado monjas cristianas que trabajan en Siria, en lugares como Alepo, donde siempre convivieron diversas comunidades, que no existió nunca una guerra civil. Se sabe que el Ejército Sirio Libre estaba integrado mayoritariamente por mercenarios financiados y dirigidos por las tropas especiales de las grandes potencias e Israel, el más interesado en destruir al gobierno sirio.

Tanto Estados Unidos como el resto de los países que integran la OTAN financiaron y armaron –admitiéndolo públicamente– a estos grupos que nunca pudieron doblegar la resistencia heroica del pueblo sirio.

Cuando prácticamente el gobierno de Bashar al-Assad había logrado avanzar contra reductos de mercenarios y Rusia había expresado su negativa a una intervención directa contra Siria, abriendo la posibilidad de detener la guerra, de un día para otro apareció el tal Estado Islámico, cuyo poderío bélico revelaba un fuerte financiamiento. Un Ejército Islámico que curiosamente nunca atacó a Arabia Saudita, ni a Catar ni a Israel. Atacó justamente los Estados no confesionales, los países más avanzados de la región, los que estaban en la lista que en 2007 fue denunciada por el general estadunidense, ya en retiro, Wesley Clark.

Cada bombardeo contra el Estado Islámico en Irak o en Siria destruyó lugares que señalaban los expertos de las fuerzas especiales y los espías de la OTAN. El presidente ruso, Vladimir Putin, propuso a Washington y sus socios ayudar en conjunto al gobierno sirio contra el Ejército Islámico, lo que nunca aceptaron.

En realidad Estados Unidos y Europa han invadido Siria desde 2011 y no se resignan a no alcanzar su objetivo, ante la resistencia del Ejército y el pueblo. Como han dicho claramente altos funcionarios de las potencias: al-Assad debe dejar el gobierno y entregarlo a los “rebeldes sirios” que son, ni más ni menos, los mercenarios de la OTAN.

El 27 de septiembre de 2014 el ministro de Relaciones Exteriores de Siria, Walid Muallem (nota Ria Novosti), advertía que Estados Unidos le informó que iban a lanzar ataques durante 3 años contra el Estado Islámico.

“Ellos nos informan, pero eso no quiere decir que lo aprobemos”, dijo Muallem después de una reunión con el canciller ruso, Serguéi Lavrov. Recordó asimismo que la coalición liderada por Estados Unidos, que lanza ataques aéreos contra el Estado Islámico en Siria, no fue autorizada por la ONU, así que “no puede contar con legitimidad internacional”.

Asimismo analizó que “en cualquier caso, si sus ataques van dirigidos contra el Estado Islámico eso está bien. Aunque aún dudamos de sus objetivos verdaderos”. Incluso sostuvo la posibilidad de que Damasco podría discutir el alcance de los ataques aéreos contra el Estado Islámico “en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU”. Pero no se aceptó. Los daños contra las infraestructuras sirias provocados por la coalición encabezada por Estados Unidos y que integran Jordania, Bahréin, Catar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos desde el 23 de septiembre de 2014, justifican las dudas de Damasco.

Las propuestas rusas sobre la verdadera paz y el respeto a la autodeterminación del pueblo sirio, que nunca quiso salir del país, a pesar de que Estados Unidos y sus socios calificaban al gobierno como una dictadura, jamás fue aceptada.

Desde el principio no hay ningún gobierno del mundo que ignore que en Siria nunca se desarrolló una guerra civil y que la oposición verdadera apoya la resistencia del gobierno, como lo apoyan las comunidades que convivían sin problemas en ese país. Por supuesto, la ONU sabe perfectamente de qué se trata. Su inmovilidad ante esta situación y ante la evidente ilegalidad internacional de estas invasiones contra los países de Oriente Medio, de Asia y de Europa (el caso Ucrania es patético) dan cuenta de que no existe justicia internacional.

Desde el pasado 7 de septiembre, David Camerón y François Hollande comenzaron los preparativos para “sumarse” a la coalición liderada por Estados Unidos y ayudarán a bombardear los objetivos del Estado Islámico en Siria. Hasta ahora ambos países se habían abstenido de participar en los bombardeos porque consideraban que atacando al Ejército Islámico “ayudaban” al gobierno sirio. De la misma manera, Cameron se oponía al sistema de cuotas para recibir los refugiados que anunciara la Unión Europea, aunque según reveló The Sunday Times, aceptaría recibir hasta 15 mil refugiados.

Más allá de la discusión sobre cuántos refugiados pueden o no recibir los países de la Unión Europea, nadie ha planteado detener la guerra que desataron unilateralmente.

Como era previsible, la imagen del niño ahogado fue disparada mundialmente utilizando esta tragedia para responder que “deben terminar con lo que está sucediendo en Siria”. Pero el objetivo es tomar y ocupar Siria.

Turquía, el país rampa de la invasión militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte decide ahora bombardear a los kurdos en Siria, una de las tantas comunidades que habitaban sin ningún tipo de problema en esa república.

“Nuestra respuesta hasta la fecha ha sido inadecuada”, ha declarado el exministro de Defensa, Liam Fox. “La política de atacar al Estado Islámico en Irak y no hacerlo en Siria es manifiestamente absurda”.

Sin embargo se conoce que aviones británicos hace meses participan en los escuadrones estadunidenses y en labores de apoyo a los bombardeos sobre suelo sirio, intensificados en los últimos tiempos. También aviones franceses han participado en la coalición dirigida desde el año pasado por Estados Unidos, especialmente en Irak.

¿A quién pueden hacer creer que toda esa capacidad de acción no haya podido detener a los mercenarios del Estado Islámico antes de cruzar las fronteras sirias? Sólo basta con mirar el mapa sin siquiera ser un experto militar. Sin el sostén de las potencias invasoras, los mercenarios del mundo del falso Estado Islámico no podrían sostenerse ni una semana, de acuerdo con una serie de expertos.

Estados Unidos atacó a Siria desde el aire con drones en un primer momento, y luego con aviones tripulados desde el 23 de septiembre de 2014. De acuerdo con informes, se calcula que han lanzado hasta 2 mil 300 ataques aéreos en Siria, aunque su efectividad es dudosa porque han producido miles de víctimas civiles y “daños colaterales”, es decir, dañando la infraestructura siria, lo que consideran “inevitable”. Un total de 119 ataques sobre Siria se atribuyen de momento a la coalición, a la que también se han unido en al menos cuatro ocasiones los aviones canadienses.

Lo que estamos viendo es que repentinamente, en horas, aparecen miles de refugiados, en el mismo momento en que el mundo está en estado de shock, y la ONU prepara un informe donde frente a los crímenes atroces de los mercenarios, el más responsable de violación a los derechos humanos es el gobierno que está resistiendo con todo su derecho y dignidad la brutal invasión.

Hay sólo una presencia contenedora detrás de esta situación y es la de Rusia, pero el mundo debe saber que si cae Siria, caerán muchos más: Líbano ya está experimentando supuestas primaveras y luego, ¿por dónde seguirán mientras los pueblos europeos se hunden cada vez más en el abismo al que lo arrastran sus gobiernos?

Stella Calloni/Prensa Latina

[BLOQUE: ANÁLISIS]  [SECCIÓN: INTERNACIONAL]

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