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Comunistas anárquicos: las tareas de la Revolución

Comunistas anárquicos: las tareas de la Revolución

Una sociedad justa, comunista, sólo podrá construirse sobre las ruinas de la actual. La destrucción deberá arrasar desde los cimientos. Y no sólo físicos (monumentos, edificios, ciudades) e institucionales (gobiernos, partidos, poderes), también ideológicos y morales. Decenas de grupos de jóvenes confrontan al capital y el Estado con lo que tienen a la mano: libros, foros, discusiones, piedras, molotovs, artefactos explosivos… Uno de ellos, comunistas en lucha anárquica, dice a Contralínea que ni el pavimento rescatará para la sociedad libre y justa que dice construir

[bctt tweet=”“La violencia individual o de masas está justificada. Es el proletariado haciendo la Revolución” @Zosimo_contra” via=”no”]

“No queremos caerle bien a nadie ni vendemos ninguna ideología a la clase. Tenemos muy claro que lo que se necesita es la Revolución y que ésta es violenta, una imposición. Una imposición totalmente aplastante, fulminante.”

Las palabras fluyen sin grandilocuencias, entre sorbos de café y el tintineo de cualquier fonda del centro de la Ciudad de México. Jóvenes –alguno casi adolescente–, hombres y mujeres, han asumido impulsar la Revolución como parte de sus labores cotidianas y hasta las últimas consecuencias. Es una posición ante la vida que lo mismo los lleva a realizar de manera abierta tareas de análisis, discusión, edición e impresión de materiales de estudio, participar en foros y en actos de solidaridad con las luchas que consideran justas, que la clandestina comisión de acciones violentas contra el capital y el Estado: atentados, sabotajes, destrucciones.

Son parte de la pléyade de decenas de organizaciones, colectivos y grupos en guerra contra el capitalismo y el estatismo que, en los informes de seguridad nacional, de manera genérica se les identifica como “anarquistas”.

Sí se consideran parte del movimiento histórico del proletariado haciendo la Revolución. Pero les interesa aclarar los matices. No se asumen anarquistas, al menos de la corriente “oficial” o “clásica”, ni de otras más recientes, como la insurreccionalista; tampoco, marxistas o leninistas. Se asumen “del comunismo” o comunistas en lucha anárquica. No son una organización o un colectivo. No creen en los partidos, las federaciones ni en las estructuras de cualquier tipo. Son un grupo que está cohesionado pero que, explican, se organiza en torno a tareas, las tareas de la Revolución. Y éstas son internas y externas. Ambas pasan de los ámbitos abiertos a los clandestinos y de los pacíficos a los violentos.

“Lo que queremos es que el uso de la violencia se haga cotidiano y general. Y tiene que apropiárselo nuestra clase. Creemos en la necesidad de la violencia revolucionaria, aquella que tiene carácter de clase. La emancipación del proletariado va a ser obra de él mismo y sólo será posible por medio de la violencia.”

Por ello, rechazan la profesionalización de la lucha armada. No les interesa convertirse en un grupo con alta capacidad de fuego si eso implica desvincularse de la sociedad.

“No creemos en los vanguardismos ni leninistas ni insurreccionalistas, que para nosotros son igual: se separan y se aíslan totalmente de la clase y van y juegan a la guerra con el Estado, haciendo de la lucha de clases un encuentro entre dos ejércitos. La violencia no debe ser exclusiva de grupos minoritarios; por el contrario, debe ser la herramienta cotidiana de la clase.”

Sin embargo, sí están de acuerdo en que la capacitación y la planeación deben acompañar a la violencia. Y es que quien ha decidido impulsar la Revolución, debe prepararse teórica, intelectual y físicamente, señalan.

“Luego de experiencias bien culeras, como atorones de la banda, hemos ido adquiriendo mayor experiencia”, explica –entre sonrisas de sus compañeros– una de las integrantes del grupo. Se aparta de la frente un mechón de cabellos. También sonríe. Continúa. “Entrenamos, organizamos carreras, lucha cuerpo a cuerpo. No lo tomamos a la ligera”.

Otro del grupo, barba y bigotes incipientes, delgado, cabello negro, advierte que la preparación de cada acción violenta implica incluso tener en cuenta aspectos legales. En caso de ser observados o detenidos, “sabemos qué es mejor, según la acción que hayamos hecho o vayamos a hacer: si ir dos o tres compas; si llevar de una manera o de otra lo que necesitamos para hacer la acción, por ejemplo”.

Con todo, rechazan que la violencia sea el centro de la lucha. Se trata de una tarea más de las que asumen quienes impulsan la Revolución: “como editar un libro, tener una charla, hacer un foro”.

-Cómo se decide que es momento de realizar una acción violenta.

-Debatimos. Discutimos. Ahí podemos llegar a la conclusión de que es el momento de planear una actividad. Partimos de varias premisas. Primero, no creemos que exista una dicotomía entre una acción individual y una acción de masas. Para nosotros, el individuo es parte de la clase. Y como parte de la clase, está totalmente legitimado el uso de la violencia en contra del Estado y el capital. No condenamos ninguna violencia que esté en ese marco. Segundo,  no partimos de la necesidad de espectacularidad o profesionalismo. Evidentemente, tratamos que los golpes sean contundentes, claros y que expresen algún contenido particular.

-¿Escogen sus objetivos o el ataque puede ser indiscriminado? –se les pregunta.

-Sí, claro que diferimos de quienes atacan indiscriminadamente. No quitamos el dedo del renglón en cuanto que la Revolución será violenta y aplastante. Pero no despreciamos a la gente común. Reconocemos la potencialidad de nuestra clase. No por un romanticismo sino por nuestra cotidianidad. Venimos de familias proletarias. Algunos tenemos trabajos…

-…De alguna manera tenemos que pinchesobrevivir –acota, a manera de explicación una mujer veinteañera, maquillaje discreto; observa a su compañero, como diciendo que era importante dejarlo en claro pero que ya puede continuar.

-…algunos estudian. Y sabemos que no todas las personas comulgan con los principios teóricos y prácticos de la anarquía o del comunismo; pero que sí los tienen en potencia. Justo partimos de la necesidad de la Revolución porque creemos en la humanidad. Todo ser humano tiene capacidad de ser justo, es decir, de ser comunista. Ser comunista: el hombre en comunidad, en sociedad. Así que para nada sentimos desprecio por los trabajadores que, por ejemplo, tienen que asumir el sostén de su hogar, aunque no piensen como nosotros. Para nada despreciamos a la gente común.

Sin embargo señalan que sí hay personas “despreciables” que no necesariamente son parte de la burguesía, la clase antagónica a la del proletariado. “Sentimos mucho desprecio por los ‘buenos ciudadanos’ que asumen el papel de policía sin que tengan ninguna remuneración económica y no tienen ningún empacho en denunciar o apagar barricadas. A ellos sí les tenemos desprecio y ante ellos no sentimos ninguna empatía”.

Todos visten de manera sencilla y pulcra. Dominan los colores oscuros pero en ninguno su vestimenta atrae particularmente la atención. No lucen símbolos, colgantes o peinados que destaquen. Con sus mochilas, su apariencia es la de estudiantes (muchos lo son) que van a hacer tareas académicas en equipo.

“La mayoría de los compañeros que hemos asumido la lucha anárquica con el compromiso que se requiere venimos de familias proletarias, somos hijos de trabajadores.”

En el grupo hay quienes dicen ser hijos de obreros, de vendedores informales, maestros. “Algunos crecimos con la experiencia de lucha de nuestros padres: en huelgas de la UNAM [Universidad Nacional Autónoma de México], del magisterio y por cuestiones de vivienda”.

Explican que esas luchas los fueron aglutinando y les dieron identidad y sentido de pertenencia. Ahí iniciaron, como grupo, las expresiones críticas a la sociedad en la que viven. El siguiente paso fue construir proyectos autogestivos, realizar actividades culturales, impulsar colectivos estudiantiles.

“En la Universidad y en otros espacios, a veces por separado, decidimos articular un grupo con tendencia marcada dentro del comunismo libertario: de [Piotr] Kropotkin; Néstor Majnó; de la CNT [Confederación Nacional del Trabajo], inclusive.”

El quiebre para ellos vino con la toma de posesión de Enrique Peña Nieto el 1 de diciembre. La asunción a la Presidencia de la República del político que marcó el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se realizó con enardecidas protestas en las calles. Los manifestantes más convencidos fueron jóvenes a los que se les echó encima la policía y grupos de choque. Vendrían después las masivas movilizaciones del magisterio democrático contra la llamada reforma educativa, reprimidas con toletes, gases lacrimógenos y balas.

“Empezamos a plantearnos tareas y cuestionamientos hacia nosotros como grupo y hacia el anarquismo tal cual, como movimiento, no sólo en México y no sólo actualmente, sino toda su historia. Es a partir de lecturas, en un inicio de marxistas, de la izquierda comunista germano-holandesa [consejismo], que iniciamos una ruta crítica a la totalidad y al capital, fuera de las estructuras socialdemócratas del leninismo. Después continuamos con lecturas del situacionismo. Y hasta llegar ahora.”

Hoy se reivindican comunistas, muy lejos, por supuesto, del concepto que impuso la Unión Soviética. Se trata del comunismo en esencia: “la sociedad sin clases, la comunidad humana; pero también como la lucha que existe desde ahora, que es cotidiana, espontánea y, a la vez, consciente; es la lucha de nuestra clase”.

De hecho, las tareas que principalmente los aglutinan son pacíficas y abiertas: una editorial y una página de internet. Otras, son las que llaman “coyunturas”, es decir, momentos de crisis o de “agudización de la lucha de clases” (movilizaciones populares intensas) y situaciones en que “creemos que debemos de dar una respuesta a cierto embate del Estado y de capital, independientemente de que haya movilizaciones o no”.

La Revolución, tarea del proletariado

Saben que los caminos tanto prácticos como teóricos que tienen enfrente son innumerables. Por ello, su brújula es el proletariado, aunque ahora se le llame de distintas maneras. Discuten textos de teoría revolucionaria y de historia del movimiento obrero en todas las latitudes. Por supuesto, incorporan “las experiencias cercanas” ocurridas en México. Sin dejar de ser críticos, reivindican el magonismo por citar sólo un ejemplo.

Participan en las luchas obreras no sólo por solidaridad con algún grupo en particular o sólo por enfrentar al Estado. Principalmente buscan incidir en los obreros. “Mostrarles cuáles son los medios proletarios. Cuáles nos han llevado al atolladero y a la derrota, y cuál es el único medio que nos va a llevar a la emancipación como clase y como humanidad”.

Consideran que la lucha revolucionaria no es patrimonio de ningún grupo ni de ninguna ideología. Es del proletariado. Por ello, reivindican las luchas que históricamente han defendido los intereses de los trabajadores, la abolición de las clases sociales, la emancipación de los oprimidos, la supresión del Estado. Tienen en claro que no todo lo que se ha hecho en nombre del comunismo o el anarquismo ha sido realmente a favor del proletariado. Y reconocen que algunas luchas que no se han hecho llamar comunistas o anarquistas han sido también revolucionarias.

“Y no es que partamos de un eclecticismo o de una mezcolanza rara. Sucede que el programa invariante histórico de nuestra clase siempre ha sido la abolición del capital y del Estado. Y va más allá de si se llaman comunistas, anarquistas, porque muchos que se hacen llamar así no asumen las tareas de la Revolución. Y otros, en determinados momentos son los que se incorporan a las tareas revolucionarias.”

No se asumen del anarquismo porque, consideran, está estancado en sus concepciones. “El anarquismo, tal cual, es una ideología, en el sentido marxista del término”. Por supuesto, no condenan o se desmarcan de quienes así se asumen. “Existe un programa invariante en toda la historia de nuestra clase, el proletariado; ese programa es el que han seguido grupos e individuos anarquistas. Y nosotros nos consideramos herederos de todos ellos”.

Difieren con quienes les basta con difundir tales o cuales obras completas de autores anarquistas, “como si eso en sí llevara la conciencia. Nosotros, inclusive, estamos en contra de esa práctica y esa posición, que es leninista, de llevar conciencia, llevar educación”.

Por el contrario, este grupo de comunistas en lucha anárquica señala que de lo que se trata es “desenmascarar ante nuestra clase a los elementos contrarrevolucionarios”. Es decir, el proletariado no necesita ser “educado” para liberarse. La tarea del revolucionario es que la clase sepa cuál es el carácter del capital y del Estado y la necesidad de la Revolución. Mostrarle o que ya intuye.

“Creemos en la espontaneidad de la clase, que no va desligada para nada de la conciencia. El comunismo y la lucha anárquica existen en esencia en cada expresión de descontento, por mínima y cotidiana que sea, hacia esta sociedad de mierda: cuando un trabajador decide no pararse a su trabajo porque lo detesta; cuando alguien va a un supermercado y se roba cualquier cosa que puede… son expresiones críticas prácticas hacia la sociedad.”

-¿Pero la educación no puede ser una manera de promover la Revolución?

-“Ni intelectualismo ni estupidez”, dice una frase [del anarquista que firma sus obras bajo el seudónimo de Wolfi Landstreicher]. Editamos textos que deben ser accesibles en cuanto al lenguaje y contenido para nuestra clase. No podemos negar que está sumida en la barbarie, en todos los sentidos, por nuestras condiciones materiales. Y también editamos textos que creemos que tienen que ser discutidos por personas que ya tienen cierta claridad y han asumido ciertas cosas. Nuestro objetivo es que se difunda esa crítica. Muy distinto a las posturas educacionistas que no abonan al proceso revolucionario y que, incluso, recupera el Estado.

-Al final también es educación. ¿La discusión no es acerca de qué tipo de educación? –se les insiste.

-Sí, hay escuelas que han trascendido la limitante de ser las “portadoras del conocimiento” para las “masas ignorantes”. Sí ha habido escuelas que trascienden el enseñar a leer y a “tener cultura” y que han avanzado a impulsar toda una postura y un proceso organizativo contra las condiciones existentes. Por ejemplo, la Escuela del Rayo [y el Socialismo, que construyó el anarquista Plotino Rhodakanaty en Chalco, Estado de México en la década de 1860], que sirvió para que Julio Chávez López, [Francisco] Zalacosta y otros guerrilleros, incluso adelantados a [Ricardo Flores] Magón, tomaran las armas contra el despotismo mexicano en esa época. También hay otros casos, como los de escuelas en España que trabajaron previamente al 36 y que prepararon a la clase obrera en el conocimiento, la crítica, la postura y para el levantamiento armado contra Franco. Esos son los procesos que rescatamos y que, más que llamarlos “educacionales”, son de discusión. Para nosotros, es mejor salir a la calle con la gente a mitinear, a dar propaganda, que tener una escuela por ahí escondida y cerrada.

“La Escuela del Rayo –completa otro del grupo– no sólo se dedicó a cuestiones pedagógicas, en el sentido académico: también fungía como una especie de comunidad donde llevaban a la práctica justo relaciones socialistas, relaciones comunistas.”

El que mantengan diferencias claras con respecto de otros grupos, individuos, colectivos y organizaciones que están en la lucha contra el capitalismo y el Estado no los aparta de ellos. De hecho a la mayoría los consideran compañeros.

“No por tener esas críticas estamos separados de ellos; tampoco nos creemos que estamos por encima de ellos ni mucho menos; al contrario, hacemos actividades, participamos, trabajamos con todos ellos. Y sí aprovechamos los foros, las charlas para discutir las críticas que tenemos. Claro, la crítica también nos la hacemos nosotros, al interior del grupo, todo el tiempo.”

Con quienes sí tienen diferencias irreconciliables son con quienes han asumido una posición insurreccionalista pero no desde el anarquismo, sino desde el nihilismo. Aquellos que atacan indiscriminadamente a trabajadores, transeúntes, estudiantes. Se trata de quienes dicen estar en contra de la explotación de la tierra y de los animales y se colocan opuestos a la especie humana. Durante los dos últimos cinco años se han adjudicado asesinatos y ataques en nombre de la liberación de animales y, más recientemente, sólo por misantropía u “odio a la humanidad”.

“A ellos sí nos consideramos totalmente ajenos. Esperamos nuca llegar a ser enemigos; pero por donde van, parece que eso seremos.”

Sociedad sin clases, explotación ni trabajo

La nueva sociedad se construye desde ahora. Los integrantes de este grupo de comunistas anárquicos decidieron abrazar las tareas de la Revolución y, por ello, se mantienen dignos intelectual y físicamente.

No buscan llevar una etiqueta que a cada paso que den diga: “soy anarquista” o “soy luchador social”. Rechazaron estar sólo en “el mundo podrido del punk, drogarnos y gritar: ‘somos anarquistas’”.

Pero la crítica a la sociedad actual es radical. “De este sistema no tenemos que rescatar nada: ni el dinero, ni el Estado… ni el pavimento”.

-¡De verdad! –agrega una mujer: lentes de pasta, mechones de color–. Ni la estructura de las ciudades. Nada. Nada. Nos gusta imaginar que la vida puede ser un poco como plasman ahí, en la peli Planeta libre… La vida va a ser la naturaleza, el campo: sin ciudad, sin máquinas, sin cosas que nos faciliten la vida, porque en realidad no necesitamos más que algo que nos cubra del frío, de la lluvia, del sol y cómo alimentarnos. La vida, el planeta, la naturaleza misma nos da todo, nos satisface todas las necesidades.

-…estamos en contra de la separación campo-ciudad, del pavimento inclusive –retoma la palabra el muchacho delgado de bigote y barba incipientes. Golpea el piso del local y sonríe–. Nada de esto necesitamos para desarrollar nuestras capacidades artísticas, emocionales, intelectuales.

Un mundo sin clases, sin explotación de unas personas por otras, sin pavimentos, sin maquinaria… y sin trabajo: sin división entre la creación y el ocio. Lo último es el punto de quiebre más radical con el anarquismo y el marxismo clásicos.

“Cuando hablamos de abolición del trabajo no hablamos de una chaqueta. Justo de lo que estamos en contra es de la creación de mercancías, de la producción de objetos con el fin de intercambiarlos. Y ese intercambio, llámese mercado capitalista o gestión anarquista, viene siendo lo mismo”.

Y es que, aseguran, la explotación del hombre por el hombre del capitalismo se mantiene, a través del trabajo, en los modelos clásicos del marxismo y del anarquismo. Tal vez en estos últimos se trate de una “autoexplotación”. Pero la alineación, el tiempo robado a la existencia, se mantiene.

El comunismo sólo se podrá garantizar con “la destrucción total de todos los cimientos de la sociedad burguesa: los cimientos físicos, los cimientos ideológicos: la moral, el pavimento… me gusta mucho el ejemplo del pavimento porque pareciera que es algo que no afecta mucho, pero es una de las expresiones de gran violencia contra la vida en general”.

Zósimo Camacho

[BLOQUE: ESPECIALES][SECCIÓN: ENTREVISTA]

Contralínea 547 / del 10 al 16 de Julio de 2017

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