I. El peñismo, sobre todo, dejó un sexenio de rateros que incrementaron más la corrupción que venía acumulándose desde 1946 con Miguel Alemán, padre y abuelo del actual Miguel Alemán Jr. y Alemán Magnani, empresarios multimillonarios con raíces en el sexenio 1946-1952 y que debe rastrearse en el libro de Stephen R. Niblo: México en los cuarenta: modernidad y corrupción; editorial Océano de México; con traducción de Enrique Mercado. Enrique Peña Nieto ha sido la suma de todo ese período, para dejar la escandalosa corrupción que muestra que el presidencialismo mexicano es la gran delincuencia que puso las condiciones para la militarización e inseguridad, creadas a la par del PAN-Fox-Calderón y del PRI-Salinas, Zedillo y Peña. Esos dos dramáticos problemas agobian a la Nación y demuestran porqué están en la pobreza 55 millones de mexicanos; con las instituciones podridas y todos los días apareciendo nuevos rateros a la Emilio Lozoya, Javier Duarte, Alfredo Del Mazo, así como un larguísimo etcétera.
II. Etcétera que se traduce con generales en retiro en Pemex al frente de las bandas que robaban petróleo y gasolina al amparo del peñismo, cuyo protagonista debería ser el segundo Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, si es que se atreve Andrés Manuel López Obrador a ponerlo ante la Fiscalía General de la Nación. Dejó el tal Peña Nieto, ese gigoló que perversamente abusó del poder, una Nación minada por la violencia sangrienta que nos tiene atrapados en una inseguridad aterradora; no hay manera de, al menos, contenerla, ni con el aumento de la militarización que significa la Guardia Nacional. Sumándole a eso la infinita corrupción que las investigaciones abortan para inundar a los ministerios públicos y a los jueces, porque los peñistas no fueron más que rateros, matones empoderados en la élite que desgobernó al país y nos puso al borde de una crisis de intranquilidad ante la pavorosa situación que impera. Esa inseguridad y corrupción tiene a los mexicanos padeciendo social y económicamente, porque no se concentran los nuevos gobernantes, desde el presidencialismo, en ejercer el buen gobierno.
III. Y es que no se da abasto López Obrador, por más que lo hace, en atender todos los frentes, a pesar de que cuenta con el apoyo del Poder Legislativo. Estamos atrapados, pues, en una situación caótica, casi de guerra intestina contra la delincuencia criminal y la delincuencia de la corrupción. La encuesta del Inegi, Nacional de Seguridad Pública Urbana (Excelsior: 18/VII/19), nos informa lo que de antemano sabemos por otros medios y directamente por los hechos: que las tres cuartas partes del país sufren una total inseguridad y tan sangrienta y aterradora que los mexicanos no encuentran la manera de cómo ponerse a salvo. No hay suficiente policías-soldados para cubrir toda nuestra geografía y las víctimas de todos los delitos, suman no cientos ni miles sino millones. Y, para colmo, corren parejo a esa inseguridad, los descubrimientos de la corrupción, porque estuvimos en manos de verdaderos ladrones, junto a sus compañeros de viaje: secuestradores, asesinos, asaltantes.
Álvaro Cepeda Neri
cepedaneri@prodigy.net.mx
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