Abundaron las interpretaciones a los cambios, bajas y enroques de Enrique Peña, a las que se suma quien esto escribe. Y es que Peña, clasificado en encuestas y manifestaciones individuales como uno de los peores presidentes desde Luis Echeverría, y tal vez desde Gustavo Díaz Ordaz, por lo de Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingan, etcétera, y quien a muy duras penas casi concluye 3 años de su, quizá, inconcluso sexenio –si pone sus barbas a remojar en lo de Guatemala y Brasil, donde el pueblo exige la renuncia de sus presidentes por incapaces y corruptos–, ha querido hacer como si los despidos y cambios entre sus empleados (¡como poner a la señora Claudia Ruiz Massieu en Relaciones Exteriores!), fueran jugadas maestras de ajedrez, cuando a lo mucho se puso a jugar palitos chinos en solitario para autoengañarse de que, tras su fallido gobierno, ahora sí remontará el último tramo. Su administración ha sido un fracaso, porque no ha sabido gobernar ni lo asesoraron bien (Aurelio Nuño, su nueva estrella que a la luz del día no brilla); y la inseguridad sangrienta que arroja miles de homicidios, secuestros y desapariciones forzadas tiene al país al borde de un estallido social.
Videgaray merecía ser removido de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ante la ausencia de políticas económicas internas, por no saber capotear el desastre internacional por la devaluación del peso y no haber preparado al gobierno para enfrentar la crisis petrolera, cuya reforma energética ha sido un fiasco. Por todo esto debía haberlo enviado de embajador, y no a ese estadunidense Miguel Basáñez, quien dice que la única corrupción en México es la de los trabajadores de la basura, y que el nazi Trump acabará por ofrecernos disculpas por sus insultos. Pero de llegar éste a Washington, aplicará la solución final a los indocumentados. Imponer a Aurelio Nuño en la Secretaría de Educación Pública salió junto con pegado, ya que éste no es mejor que el nefasto Emilio Chuayfett. Son las dos caras de la misma moneda, pues Nuño ha sido el poder tras el trono peñista que diseñó la pésima estrategia para la reforma laboral magisterial, que busca diezmar las filas de los maestros para fortalecer la educación privada.
Siguiendo con los desatinos, colocó en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación a Rafael Pacchiano, esposo de su cuidadora de imagen en redes, que nada sabe del ramo, ni del maíz transgénico y mucho menos que el campo de los ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios ha sido abandonado para favorecer las importaciones y a unos cuantos latifundistas que explotan a jornaleros, niños y mujeres con la anuencia de Alfonso Navarrete Prida, a quien debió despedir para que siga cuidando sus agencias de la Lotería Nacional. Resucitó a José Reyes Baeza, quien ya estaba en un asilo gozando de su pasado priísta en cargos al por mayor. Elevó al hijo de Miguel de la Madrid a la Secretaría de Turismo, sólo porque al júnior le mal escribieron unas notas donde aplaude al peñismo y que publicó como inserción pagada en un periódico. Así paga favores Peña, para terminar de hundir a la dependencia que ya zozobra, porque los turistas extranjeros no quieren venir por la pavorosa inseguridad que hace víctimas a los mexicanos. Y le dio empleo al exdesgobernador de Querétaro, nada más porque es su amigo, con lo que se demuestra que Peña quiere continuar dirigiendo mediocremente al país.
Realmente no fueron cambios para mejorar a los funcionarios anteriores, sino, incluso, para empeorar. Obviamente Peña no tiene la menor capacidad como jefe de gobierno para dirigir a la administración pública. Y, como si jugara palitos chinos, decidió a quienes tirar a la basura burocrática y a quienes remover. Peña es una decepción total. Tras su paso como desgobernador del Estado de México fue “un presidente fabricado por Televisa” (Manuel Aguilar Mora y Claudio Albertani, coordinadores del libro La noche de Iguala), no porque haya tenido antecedentes para esperar algo de él, sino porque anunció sus 11 cambios estructurales que, como la carabina de Ambrosio, para nada han servido.
Está claro que Peña tampoco sabe nada de ajedrez. Ahora quiere a Meade Kuribreña y a Aurelio Nuño como precandidatos presidenciales. Uno y otro como suplentes de Videgaray y Osorio Chong. Pero Peña ya no tiene ni tendrá las riendas para la sucesión. Su presidencia ha sido un desastre. No estaba preparado. Y como lo criticaron y definieron: “no entiende que no entiende”. Todo por despreciar al pueblo y maniobrar la nave estatal con marineros de buen tiempo. Y como dijo Keynes: “En cuanto estalló la tormenta, abandonaron la nave…”. Peña ya superó como mal gobernante a sus antecesores, quienes también fueron una pandilla de rateros que desgraciaron a la nación, que ahora va derecho a la crisis económica más devastadora contra el pueblo.
Álvaro Cepeda Neri*
*Periodista
[BLOQUE: OPINIÓN]
[SECCIÓN: CONTRAPODER]
Contralínea 462 / del 09 al 15 de Noviembre 2015
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