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De 1946 a la fecha la “magia” de la sucesión priísta ya perdió el “misterio” para “destapar” al relevo presidencial. Con Peña ha sido hasta degradante y vergonzoso hacer aparecer al derechista y ultrapanista: Meade Kuribreña como el precandidato impuesto al PRI para ser derrotado en el 2018. Una tras otra las generaciones electorales se pasaron de viva voz la ridícula comedia que prácticamente inauguró Miguel Alemán, cuando le cambió el nombre al partido oficial de PRM a PRI, con cuyas siglas impuso a nueve presidentes, dándose el lujo, con Zedillo, de permitir la llegada de dos panistas, arrebatándole la victoria a la oposición en 1988 y en 2000 y 2006, porque sus candidatos eran del centro-izquierda: Cárdenas y López Obrador.

Así que para anunciar sus cambalaches o, en el mejor sentido: relevos, es que el ya no presidente de la República: Peña, escenificó el espectáculo del ritual priísta que aparece con Ruiz Cortines. Quería Peña sentirse dueño de la situación sucesoria, que le ganó Videgaray, quitando y poniendo, en el contexto de ese poder presidencial que desde 1946, está llegando a su final; si no incluimos al PNR ni al PRM, que son los antecedentes del priismo y que muchos suman para decir que las raíces del PRI llegan hasta Calles, alias “el turco”; y tras su caída-destierro con Lázaro Cárdenas cuando éste resolvió en favor de Ávila Camacho, quien traía un escapulario bajo la camisa y declaraba: “soy creyente”, tratando de abolir la educación laica. Aunque no lo logró, sí redujo la separación Estado-iglesias, para tratar de ganarse el paraíso; pero establecen con sus malos gobiernos el infierno, tal y como lo hizo Peña con su notoria incapacidad, corrupción y la complicidad de sus mexiquenses para devastar al país.

Según dicen, no hay “nada nuevo bajo el sol” de un priísmo que se eclipsa con el peñismo. Porque es más que dudoso que el PRI gane las elecciones del 2018. Pues Peña adelantó su muerte, después de agonizar con Zedillo al llevar a enterrar a Colosio en la tumba que cavó Salinas. Esto facilitó el ascenso del PAN (Fox-Calderón). Pero salvo un golpe militar de Estado, el PRI ya murió y como el Cleto del trovador Chava Flores, “sus tenis colgó”, para cerrar la etapa de la “dictadura perfecta”, como atinadamente calificó Vargas Llosa al priísmo; el mismo que anda queriendo “espantar con el petate del muerto”, echando maldiciones contra el populismo. Como si los partidos en todo el mundo no fueran populistas; o sea, que recurren al pueblo, incluso para las consignas independentistas (Quebec, Escocia, Cataluña, etcétera).

Así que Peña ha sido uno de los peores presidentes de los Estados Unidos Mexicanos, incluso comparado con Santa Anna; un presidente a la Ricardo II y Ricardo III con el saldo sangriento de más de 200 mil homicidios. Pero ahora no fue Peña, sino Videgaray, quien tenía tres candidatos: él, Nuño y Meade, decidiéndose por este último en una maniobra sin estrategia –aunque sí con estratagema– creyendo engañar a los auténticos priístas con el nombramiento de un “independiente”, como es Meade; el nuevo Ávila Camacho de misa los domingos, escapulario al cuello e identificado con el PAN histórico que nació como cuña al PRM en 1939 y hoy dividido en dos: Calderón y Anaya.

La postulación de Meade, con todo y el ridículo apoyo de las fantasmagóricas CTM, CNC y CNOP para hacerlo el candidato oficial, ha sido una maniobra de Videgaray quien manipula a Peña (lo “tripula”), para ser ahora el jefe del grupo de Atlacomulco-mexiquense. Y el maestro de la caricatura política Helioflores, sintetiza magistralmente el hecho (El Universal, 28 de noviembre de 2017). Sobre la cabeza de Videgaray el rostro de Meade y un brazo del actual secretario de Relaciones Exteriores, le quita la capucha a Meade. Éste es el candidato no a vencer, sino ya vencido para las elecciones del 2018; y sólo si no hay un fraude peñista-priísta cuya consecuencia inmediata sería una revuelta nacional. Y es que atendiendo al guion de Videgaray, Peña hizo en el PRI lo que Ricardo Anaya en el PAN; y ni los priístas votarán por quien es un burócrata y no un político. Pero ha sido la “solución” de Videgaray al peñismo que no tenía otra opción. Así que como en la caricatura del periodista Helioflores, todo salió de la “cabeza” de quien durante más de 5 años manejó a Peña como marioneta.

El oficio periodístico del caricaturista nos puso al frente de “Midegaray”, como lleva por título “lo que podríamos llamar un editorial” al lograr “en una sola imagen, impresionante y memorable” (Ernest H Gombrich, El arsenal del caricaturista), la supuesta decisión de Peña como mensajero de Videgaray. Y que es éste quien montó el deslucido espectáculo para candidatear a Meade. Con esto, el periodista le quita la poca mitología que le restaba al ritual del caduco priísmo. “Esta capacidad –nos dice Gombrich–, de hacer visible (del bestiario político), depende de la completa maestría sobre el medio usado, en la caricatura como en otros aspectos del dibujo de viñetas, y esa maestría requiere un maestro”. Y en el caso ese maestro es Helioflores.

Pero la noticia que verdaderamente queríamos escuchar muchos mexicanos, era que Peña presentaba su renuncia. Y no el anuncio de sus cambios y heredero, para dejar a un panista de corazón y priista de oportunismo, que acabará de asesinar al PRI. El candidato para las elecciones está de antemano derrotado por más que lo apoyen el FMI, el Banco Mundial, el INE, el Tribunal Federal Electoral y el sistema versus el pueblo. A menos, claro, que escenifiquen un golpe de Estado a la Victoriano Huerta, pues no hay condiciones electorales para un megafraude como el que hizo a Peña presidente. Y cuyo mal sexenio tendría un final menos malo si en lugar de anunciar el aborto de sus cambalaches, y para facilitar un parto político pacífico para el 2018, hubiera anunciado su renuncia.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE; OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

 

Contralínea 573 / del 14 al 20 de Enero 2018

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