Policías armados resguardan el Instituto Politécnico Nacional. Su objetivo es proteger a la comunidad de las intrusiones de grupos delincuenciales, asegura Yoloxóchitl Bustamante Díez, directora general de la institución. Se trata de un mecanismo de control y represión, objetan profesores y estudiantes. El Órgano Interno de Control del Politécnico reconoce el fracaso de los policías, cuyos sueldos duplican el de los profesores. Un exmilitar –titular de la División de Apoyo y Seguridad del Instituto–, a cargo de la operación del servicio
Al menos, 686 policías armados –con toletes y armas de fuego– resguardan las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional (IPN), ubicadas en la zona metropolitana. Su objetivo, explica Yoloxóchitl Bustamante Díez, directora de esta casa de estudios, es proteger a la comunidad de las “intrusiones” de grupos delincuenciales, pues en la ciudad de México, “al igual que en otras partes, el nivel de inseguridad ha aumentado”. No obstante, para estudiantes y profesores, la presencia de los uniformados representa un mecanismo de control y represión hacia la comunidad politécnica, principalmente hacia los sectores organizados. Realizar “recorridos para verificar que no haya corrillos, amotinamientos, reuniones o actividades ajenas a las laborales de los empleados”, e informar a sus superiores, incluida la División de Apoyo y Seguridad del IPN (a cargo del exmilitar Óscar Chávez Ruiz), de la presencia de manifestantes, son parte de las consignas de estos policías, revela el contrato IPN-PS-AD-010-2010 –cuya copia posee Contralínea–, por medio del cual el IPN encomienda a la Policía Bancaria e Industrial (PBI) los servicios de seguridad y vigilancia. Para René Torres Bejarano, profesor con 40 años de antigüedad en el IPN, la presencia de policías en una institución educativa no tiene justificación. “Esto no es una cárcel”, manifiesta, indignado. Con base en su experiencia como director de tres escuelas del Politécnico, opina que lo mejor sería contratar personal sindicalizado del Instituto, como sucedía antaño: empleados del IPN integrados a la comunidad; “no gente de afuera que nos venga a vigilar”. Cuestionada al respecto, Bustamante Díez dice que si bien la condición de sindicalizados tiene “una serie de connotaciones muy valiosas”, también tiene “limitantes”. A decir de la directora del IPN, el problema de trabajar con personal sindicalizado es que, “una vez que están, no hay manera de cambiarlos; y si no dan un buen servicio, no hay manera de mejorarlo”. Además, agrega que “para que personal de la misma institución fuera policía, tendríamos que capacitarlo y no somos expertos en eso; definitivamente no es nuestro campo. Entonces lo que buscamos es la oferta mejor preparada”. “No queremos policías”, aclara Víctor Moreno, quien distingue entre policía y vigilante. La formación que reciben y las tareas que realizan son algunas de sus diferencias, expone el profesor de la Escuela Superior de Cómputo del IPN.
En 2010, las autoridades del IPN han destinado 119 millones 966 mil 970 pesos a dos contratos de seguridad y vigilancia. El primero, signado con la Policía Auxiliar del Distrito Federal, concluyó el 15 de mayo de este año; el segundo, celebrado con la PBI, continúa vigente. Dicha cantidad se asemeja a los 109 millones 973 mil pesos de los contratos, de 2009, celebrados con la Policía Auxiliar, cuyo monto rebasó, por separado, los gastos institucionales de proyectos de investigación –45 millones de pesos– y modernización tecnológica –79 millones 286 mil pesos– (Contralínea 172). —¿Es necesario invertir tanto en este servicio? –se le pregunta a Bustamante Díez. —Yo creo que una vida que se afectara por un motivo de inseguridad valdría, con mucho, los 100 millones. El sueldo mensual de un profesor politécnico de tiempo completo, con estudios de doctorado es, en promedio, de 40 mil pesos. El del jefe de sector del Grupo de Comando –el policía de más alto rango, adscrito al servicio del IPN– es de casi 80 mil pesos.
A sus 16 años, Ricardo, estudiante regular (no adeuda materias) de tercer semestre en el Cecyt 8 del IPN, se define como un chavo “muy activo”. “A mí no gusta estar quieto”, confiesa, sonriente. Su actitud inquieta, además del desconocimiento de las funciones de los policías que se encuentran en el IPN, le han ocasionado algunos desencuentros con los uniformados. —Tú sabes que son policías porque traen su uniforme, pero, de ahí en fuera, tú no sabes nada. Nadie nos ha informado qué funciones tienen. Nadie nos ha dicho que ellos te pueden revisar la mochila si suena el detector de metal. Sus problemas con los policías empezaron antes de que decidiera participar en el colectivo estudiantil de su escuela. Cuando platicaba con sus amigos en los pasillos de la vocacional, los policías se acercaban para recogerles sus credenciales porque “estábamos obstruyendo el paso”, recuerda el joven. El pasado 12 de agosto, elementos de la PBI y prefectos del plantel lo presentaron ante la arquitecta Eva Marina Murillo Cortés –subdirectora de Servicios Educativos e Integración Social–, pues lo sorprendieron “volanteando” y “exponiendo sus ideas” en un salón. Ricardo tuvo que firmar una carta compromiso, pues, a decir de las autoridades politécnicas, la propaganda que el joven repartía “calumniaba” al Instituto. Eran volantes, explica Ricardo, que criticaban el Proyecto de Reglamento General de Estudios –basado en el nuevo modelo educativo que se pretende aprobar en el IPN (Contralínea 207)–, pero “basados en la normatividad de la institución”. Carlos, estudiante de esta vocacional, recuerda que, hace algunos meses, mientras él y sus compañeros repartían volantes en contra del nuevo modelo educativo, un policía intentó intimidarlos al decirles que fue militar y que estuvo en Chiapas. Si el Politécnico fuera democrático, dice el joven, las ideas podrían debatirse “sin necesidad de combatirlas violentamente”. Para la realización de esta investigación, se solicitó entrevista con Juan Manuel Cantú, secretario General del IPN y requirente de este servicio. Hasta el cierre de esta edición, no hubo respuesta.
Algunas consignas de los elementos de la Policía Bancaria e Industrial adscritos al servicio del IPN |
Solicitar a la comunidad politécnica, de manera cordial, atenta y respetuosa, que se identifique para poder entrar a las instalaciones. No permitir el acceso a las escuelas, centros y unidades a alumnos irregulares (fuera del reglamento) |
Realizar rondines periódicos, al interior y en las inmediaciones de las instalaciones, para verificar la seguridad de la comunidad y de los bienes muebles e inmuebles del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Realizar los rondines internos sin armas; los externos, armados, con tolete (tipo PR-24) y con chaleco antibalas |
En la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, unidad Culhuacán, realizar, en compañía de un miembro del Comité Contra la Seguridad y la Violencia del plantel, rondines en los pasillos de los tres edificios donde se imparten las carreras, en laboratorios, en el edificio de gobierno y en áreas abiertas |
Realizar recorridos para verificar que no haya corrillos (sic), amotinamientos, reuniones o actividades ajenas a las laborales de los empleados, así como la presencia de vendedores ambulantes y otras novedades que pudieran surgir |
Informar cuando se presenten manifestantes en las instalaciones de la Dirección General, la Secretaría Académica, el Patronato de Obras e Instalaciones, el Edificio Inteligente y en algunos accesos vehiculares. Además, no permitirles el acceso |
Presentar, por escrito, un informe de las novedades del servicio: eventos especiales, como reuniones y/o juntas, y el total de visitantes |
Evitar todo tipo de acto vandálico, porrismo o disturbios |
Asegurar a las personas que cometan algún delito dentro o en las inmediaciones del IPN |
Presentar ante las autoridades de la escuela a los miembros de la comunidad que se encuentren en las instalaciones o que pretendan ingresar a éstas bajo la influencia de bebidas alcohólicas, estupefacientes, sicotrópicos, enervantes o sustancias tóxicas. En ausencia de la autoridad, invitar al infractor, de manera cordial, atenta y respetuosa, a que se retire |
Presentar ante el Ministerio Público o ante el juez cívico a las personas ajenas al Instituto bajo la influencia de bebidas alcohólicas estupefacientes, sicotrópicos, enervantes o sustancias tóxicas; y que las porten físicamente, que las estén ingiriendo, consumiendo, inhalando o aspirando |
Apoyar, a petición de las autoridades del IPN y en presencia de las mismas, la inspección visual de mochilas, bultos, bolsas, cajas, paquetes, portafolios, recipientes, contenedores, etcétera. En estos casos: a) dirá a la personas: “Buenos (días, tardes, noches), podría por favor mostrar sus pertenencias, esto es con base a la petición hecha por el director (subdirector) de la escuela, centro, unidad, para brindarle una mejor seguridad a usted y a sus bienes, ‘gracias’” (sic) b) No tocará los objetos personales de la gente que revise. Los propietarios serán quienes abran sus pertenencias c) No adoptará actitudes prepotentes e intimidatorias d) Deberá respetar los derechos humanos de las personas e) Observará lo estipulado en la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura |
Inspeccionar todo tipo de bolsas y bultos al personal de limpieza que labora en instalaciones, como centros culturales, bibliotecas, oficinas administrativas y almacenes |
Evitar cualquier tipo de familiaridad con los miembros de la comunidad politécnica y de los servicios subcontratados, que relajen su disciplina y/o que contravengan sus consignas |
El personal a cargo de armamento y municiones debe tenerlos en servicio las 24 horas. |
Tiene prohibido pronunciar palabras obscenas y/o cualquier otro sonido que denigre la imagen de la corporación a la que representa |
Tiene prohibido recibir y/o pedir dádivas o remuneraciones (en especie y/o en dinero). No debe prestarse a actos de corrupción ni hacer uso de sus atribuciones y funciones para lucrar con los servicios que brinda |
Fuente: Anexo 1 del contrato IPN-PS-AD-010-2010
Contralínea 211 / 05 de diciembre de 2010
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