En más de nueve años, la fallida alternancia convertida en fracaso de los panistas encabezados por Fox, Mart(h)a, Calderón, Mouriño, Nava y sus principales almas azules demostró que son unos pillos. Para el diccionario, son ladrones; administrativamente, prevaricadores. El Código Penal los tipifica como rateros, por practicar exitosamente el delito de robo. Para la Constitución, son una banda dedicada al enriquecimiento ilícito. Y, desde Calderón hasta el último de ellos, servidores públicos que, por sus actos y omisiones, han afectado “la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia” en el desempeño de sus empleos, cargos y funciones, que los hacen candidatos al juicio político, deslinde de responsabilidades penales y encarcelamiento.
Estamos ante la posibilidad real, por segunda vez, después de Santa Anna, de enjuiciar a un presidente de la república: Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, para que responda de sus actos, omisiones y complicidades y, por primera ocasión, fijar el precedente de que quien traicionó el juramento de “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”, y al no haber desempeñado leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República, sea demandado por la Cámara de Diputados ante la de Senadores, para que éstos, constituidos en jurado, dicten la sentencia.
Sin que sea el libro Camisas azules, manos negras: el saqueo de Pemex desde Los Pinos, escrito por la reportera Ana Lilia Pérez, una investigación de Ministerio Público, aunque sí resultado del acucioso, metódico y verídico periodismo de investigación que lleva practicando sistemáticamente, tiene las características documentales para que diputados federales y senadores, con su guía, se dieran a cumplir con su obligación constitucional de completar esa investigación para deslindar responsabilidades, al menos a tres o cuatro, quizá a cinco servidores públicos, como presuntos delincuentes (de esa otra delincuencia organizada en el y desde el poder público de la Presidencia de la República como administración pública federal centralizada y paraestatal, en el siguiente orden: Calderón, Nava, Mouriño (post mórtem) y Reyes Heroles González de la Garza (el de la cartita a Proceso, 28 de febrero de 2010, queriendo sacarle el bulto a las imputaciones periodísticas), y a la señora Georgina Kessel.
El trabajo de Ana Lilia Pérez es la punta del hilo de una corrupción desde el foxismo a las “manos limpias” de Calderón y los calderonistas, quienes, desde hace casi una década, han estado robándose, por todos los medios –tráfico de influencias, coalición de servidores públicos, uso indebido de atribuciones y facultades, peculado y enriquecimiento ilícito– la riqueza petrolera, como nunca antes una pandilla presidencial. El índice onomástico del libro es, con sus excepciones, la regla general donde aparecen los pillos del Partido Acción Nacional que llegaron con tal voracidad depredadora que “¡hoy, hoy, hoy!” representan el excremento politiquero, cuya peste asfixia la vida pública.
Desde la primera hasta la cuarta parte, con sus capítulos (“Los hombres del presidente”, “La familia incómoda”, “Camisas azules, manos negras” y “Negocios privados de hombres públicos”), la reportera va fundamentando, con la veracidad de los hechos consumados y documentales, la rapiña del abogado Nava, el secretario Mouriño, de Mart(h)a e hijos (los bribones Bribiesca e hijastros de Fox), del diputete Nordhausen, el imperio saqueador de Saint Martín, las tropelías de Juan Bueno Torio, la pugna por la rapiña de Reyes Heroles y Mouriño, y el espionaje azul-calderonista de Rosendo Villarreal.
Miguel Ángel Granados Chapa, prologuista y presentador del libro, afirmó: “Felipe Calderón tiene que responder a los delitos de sus colaboradores, de sus subordinados. Que no se vaya sin responder” (Reforma, 28 de febrero de 2010). Y es que la autora-reportera ha publicado un documento singular: es el expediente periodístico, político y socialmente más completo, donde danzan en la impunidad los “honrados y honestos” panistas que “orinan agua bendita” sobre la tumba de Gómez Morín.
La reportera, rastreando sin concesiones de ninguna especie la información sobre el binomio corrupción-impunidad, con nombres, hechos, actos y omisiones que imputan responsabilidades, ofrece a los lectores todas las pistas del saqueo a Petróleos Mexicanos (Pemex) en lo que va de la última década a partir del devastador foxismo y su continuidad voraz, ambos al amparo del abuso del poder presidencial. Y todo apunta para que Calderón y su pandilla sean llevados a juicio político y después a juicio penal. Pieza clave de ese pillaje fue Mouriño, y no debe descartarse su “accidente” como una eliminación para tratar de romper la cadena de atracos que dificulten las pesquisas judiciales, constitucionales y periodísticas. Esto, empero, no fue obstáculo para Ana Lilia Pérez.
El libro no tiene desperdicio. Página a página, su contenido es de una precisión en sus datos y juicios para analizarlos y tener la más completa revisión de los árboles y del bosque de Pemex por donde andan los ladrones calderonistas ensimismados en la rapiña.
Ficha bibliográfica:
Autora: Ana Lilia Pérez
Título: Camisas azules, manos negras: el saqueo de Pemex desde Los Pinos
Editorial: Grijalbo, 2010
cepedaneri@prodigy.net.mx
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