El británico Charles Ludwidge Dodgson (1832-1881), cuyo seudónimo fue Lewis Carroll, y el ruso Leon Nikolaievich Tolstoi (1828-1910) tienen en común la maestría de sus creaciones literarias en la búsqueda del amor a través del eterno femenino. La sonata a Kreutzer es un magistral himno al “amor-pasión” sensual, sexual; y en Ana Karenina, Tolstoi pone el amor por encima del matrimonio alcanzando las cúspides dramáticas de la tragedia romántica. Y como máximo nexo, que una mujer y un hombre se amen. Y es que Tolstoi aprendió del escritor francés Stendhal (y Rousseau) las soluciones al problema de amor (como precisa Isaiah Berlin en Pensadores rusos, editado por el Fondo de Cultura Económica), teniendo un punto de partida para que Ana simbolice el amor. Objeto de maravillosos guiones cinematográficos, también sigue teniendo lectores amantes de Ana y lectoras que son otras Karenina.
Lewis Carroll es más conocido por las versiones fílmicas de las disparatadas aventuras en una cueva:
Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, que por sus inmortales creaciones literarias. Además fue destacado matemático, fotógrafo, dibujante y poeta. Encantador y largo cuento para niños y adultos es, además de la vida como un disparate, un canto de amor a la niña en tránsito a la adolescencia. Fue su musa Alicia Liddell y sus dos hermanas a quienes contó, cuando remaban con él, la primera versión de
El país de las maravillas, donde
Alicia es protagonista.
La sonata a Kreutzer es una pieza que Beethoven dedicó a ese extraordinario violinista; y Tolstoi tomó su nombre para esta historia de amor, que escrita después de Ana Karenina podría ser su continuación o último capítulo, con el nexo de la frase: “Todo lo que sé me ha sido revelado por el corazón”, y sublima las variantes del amor hacia la mujer que ha dejado el cascarón de la adolescencia. A Carroll le interesa el despertar de la primavera del amor-mujer. A Tolstoi su verano-otoño. Éste es arrebatador. Carroll despierta ternura, admiración amorosa y nos hace reír con lo que hay en la madriguera y detrás del espejo donde las mujeres tanto se miran. La Ana de Tolstoi produce lágrimas de dolor con su tragedia. Alicia, de risa con sus cómicas correrías al azar.
La mejor edición de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo es la del matemático y ensayista estadunidense Martín Gardner, en Akal Editory. Con notas para comprender el texto, ilustraciones de John Tenniel y traducción de Francisco Torres Oliver se encuentra fácilmente en el mercado del libro y aunque se presenta como lectura infantil, fascina a chicos y grandes. Ana Karenina es un himno al amor sensual y sexual, una poesía al enamoramiento que estremece, y más si se lee y escucha La sonata a Kreutzer. “Es la novela rusa”, escribieron Irene y Laura Andresco, traductoras de las obras completas de Tolstoi, quien puso de relieve “las vibrantes reacciones de los sentimientos” entre una mujer y un hombre arrastrados por todas las pasiones, con un realismo conmovedor. La sonata a Kreutzer, la Ana de Tolstoi y la Alicia de Carroll son tres obras seductoras.