Es una “nueva” conocida biografía del caudillo sonorense Álvaro Obregón en busca de nuevos lectores que no se hayan asomado al obregonismo como tal. En 11 capítulos, Pedro Castro ofrece una recapitulación, sin que, como los demás historiadores, nos informe qué cualidades le sabía a Obregón el entonces gobernador de Sonora, José María Maytorena, para habilitarlo en 1912 como teniente-coronel.
¿Sabía de sus pragmáticas manifestaciones militares? ¿Obregón se habría informado de dichas tácticas y estrategias para, con todo y lo elemental de la guerra de entonces, resultar un militar osado? Que se sepa, ninguno de sus biógrafos ha investigado lo que hizo del sureño sonorense un estratega en el campo de batalla; en cambio, hasta la saciedad nos han dicho de su autoritaria personalidad, su “inteligencia sobresaliente y una capacidad para advertir, a golpe de mirada, las envidias, los celos, las mentiras y las traiciones”.
Álvaro Obregón. Fuego y cenizas de la Revolución Mexicana actualiza algunos aspectos del “mocho” o manco agricultor que dijo: “Vi la Presidencia de la República desde aquí” (aludía a Huatabampo, su rancho “La quinta chilla”); pero sin nada nuevo bajo el sol biográfico. “Eran evidentes las cualidades de Obregón como militar: poseía un golpe de vista rápido y sangre fría. Su mirada en un momento barría el paisaje y su cerebro grababa sus elementos principales… Aprendió cuanto pudo sobre el arte de la política y el gobierno, y lo hizo bien, ante el reto de conducir a un país de tal tamaño y complejidad. Respetó a los hombres de la cultura y la inteligencia, y los sedujo con su carisma”.
Cuenta, en casi 400 páginas, con fuentes bibliográficas, índice de nombres, prólogo. “Tomaba siempre la ofensiva con métodos defensivos, signo evidente de su astucia militar. Sus principios en este campo fueron los mismos que utilizó en la política… tenía a su favor la imagen de hombre indispensable frente a la descomposición del régimen carrancista que, como el de Madero, distó de cumplir con las expectativas de una sociedad deseosa de cambios”. Y uno se pregunta, a propósito del fracaso y descomposición del foxismo-calderonismo, si otra cabeza política sonorense es la solución necesaria para sacar al país de su crisis general.
Biografía para que repasen los que ya conozcan a Obregón, y los que poco o nada saben de él se enteren cómo, en Celaya, le ganó a Villa (otro estratega pragmático) y perdió su brazo al estallarle cerca una granada. Obregón le contó a Blasco Ibañes, que localizó su miembro de entre los cadáveres destrozados, lanzando una moneda de oro al aire y su brazo se abalanzó por ella. Brazo que, exhibido por años en su monumento, durante el salinato, fue devuelto a sus familiares, como inaugurando las privatizaciones, para ser enterrado en su fastuosa tumba huatabampense, y para que el “alma” del general no estuviera penando.
Ficha bibliográfica:
Autor: Pedro Castro
Título: Álvaro Obregón. Fuego y cenizas de la Revolución Mexicana
Editorial: Ediciones Era-Conaculta, 2009
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