Rafael Tovar y de Teresa ha sintetizado en un año, 1910-1911, el orto y ocaso del porfiriato y su protagonista Porfirio Díaz, que con su corte (como el calderonismo) hizo del centenario de la Independencia su fiesta-funeral. Magnífica dilatación histórica en las superilustradas (con fotografías muy novedosas) 300 páginas del libro El último brindis de don Porfirio. 1910: dos festejos del centenario. Su autor nos hace ver y leer la celebración de aquellos 100 años, que remató con la caída del casi nonagenario dictador nacido el 15 de septiembre de 1830 y muerto en el exilio en 1915 (se dice que sus restos fueron saqueados de su tumba francesa y están escondidos, por sus seguidores oaxaqueños, en una iglesia cuya información guardan en secreto religioso).
Desde la perspectiva histórica del 15 de septiembre de 1910, este libro logra recorrer el pretérito porfirista, arribando a los festejos que Porfirio ordenó se hicieran para recordar el centenario de la Independencia y llegar hasta 1910-1911. Esos ocho meses marcaron el punto sin retorno del final de un régimen liberal en lo económico, pero políticamente antiliberal consumado en dictadura que se dibuja en los 64 apartados que Tovar y de Teresa ofrece en su amena prosa. Remata con una crítica suave pero contundente al porfirismo. Rozando lo de que al sonorense Álvaro Obregón “le tocó festejar el fin (el final) de la lucha independentista” del 27 de septiembre de 1921. Y que la Comisión que organizó el festejo no contó con el secretario de Educación, José Vasconcelos, “pues consideró que sería un gasto innecesario frente a las grandes necesidades del país”. A contrario sensu del calderonista Lujambio que gastó 3 mil millones de pesos (con su monigote representando a un matón al servicio de Victoriano Huerta: el tal Argumedo).
Es una crónica del centenario 1810-1910 que, centrada en los festejos, presenta un amplio panorama a partir del grito dado por Díaz y quien (como Calderón) omitió lo de “¡Muera el mal gobierno!”; como que era mencionar la soga en casa del ahorcado. Y es que no lejos del balcón presidencial, los simpatizantes de Madero abucheaban a Porfirio. “En la bocacalle de Plateros se produjo un arremolinamiento de gente, ruidos y tronar de cohetes y apareció un retrato de Madero con los colores patrios y vivas a él”. Se escuchaba ya “el ronco son de la Revolución” (frase de Víctor Hugo, citada por Eric J Hobsbawn en su libro Las revoluciones burguesas).
Casi senil, Porfirio festejó con los suyos (y los curiosos en la calle) la noche del 15 de septiembre de 1910, sin saber –apunta el autor de este sabrosísimo relato, crónica y descripción histórica– que el 25 de mayo de 1911 presentaría su renuncia y se embarcaría en el Ipiranga rumbo a Francia, echado del poder por una revolución que irrumpió ante sus pies de barro (¡oh, Madero!). Se iba Porfirio Díaz, tras la derrota de su férrea dictadura.
Ficha bibliográfica:
Autor: Rafael Tovar y de Teresa
Título: El último brindis de don Porfirio
Editorial: Taurus, 2010
cepedaneri@prodigy.net.mx
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