A 4 décadas de la Guerra Sucia, la desaparición forzada en México repunta y se recrudece. Durante los últimos años, la CNDH ha emitido 12 recomendaciones en la materia, pero en sus archivos se cuentan 27 mil 243 expedientes por desaparición; en 2 mil 443 de ellos hay indicios claros de la participación de agentes del Estado, considera la Comisión. Organizaciones civiles identifican, al menos, tres vertientes de las desapariciones que ocurren en la República Mexicana: las realizadas por la delincuencia organizada; aquellas en que las estructuras del Estado detienen a las víctimas y luego las entregan a los grupos criminales, y en las que la autoridad conoce los detalles y los autores de las desapariciones pero no actúa. Militares y policías entre los victimarios, pero también, algunos, resultan víctimas. Para Luis García, primer visitador, un sólo caso de desaparición forzada en el país, “en la segunda década del siglo XXI, es motivo para hacer un escándalo y un pronunciamiento enérgico”
La Cementera Santa Anita pone en riesgo el ecosistema del Valle del Mezquital y el sistema de grutas de la región, denuncian afectados. A pesar de que la propia Semarnat había advertido de la destrucción de la flora y la fauna del lugar, finalmente dio su autorización. La planta fue inaugurada por Osorio Chong, entonces gobernador de Hidalgo y actual secretario de Gobernación
El deporte, como pasión y como actividad humana capaz de generar unión, identidad, fraternidad y paz, tuvo en Nelson Mandela a su más grande promotor. Madiba fue un estadista que supo de la fuerza del juego y el deporte, capaz de cambiar toda una nación. Logró que su país, multirracial, superara sus prejuicios cuando se vio representado en una cancha donde negros y blancos eran un mismo equipo: Sudáfrica. Afuera, en las calles, también negros y blancos bailaban y se abrazaban, como si no fueran los mismos que habitaran meses atrás un país sumido en la violencia institucionalizada: la del Apartheid
Los informantes que han puesto al descubierto el espionaje, las intrigas, los sabotajes y otras actividades ilegales de los organismos de seguridad nacional estadunidenses no son simples “denunciantes”, como si se tratara de ciudadanos que buscan corregir las pocas fallas de un sistema democrático. Se trata de personas que se han rebelado contra un sistema autoritario, inmoral e ilegal del que alguna vez fueron parte. El embate del Estado no se hace esperar: son juzgados como delincuentes, traidores o terroristas. Matar al mensajero, al mensaje y al receptor parece ser la divisa del campeón de la democracia
Lo que hoy constituye la República Árabe de Egipto es tierra de los descendientes de aquellos pobladores milenarios que se asentaron por primera vez a las vitales orillas del Río Nilo hace más de 3 mil años, tierra también de las más perversas codicias coloniales y neocoloniales, y territorio de disputa violenta una y otra vez, por parte de los más rapaces y despóticos imperios contemporáneos, como el británico, el francés y el estadunidense que usan para su control y explotación, desde las más triviales hasta las más sofisticadas y engañosas estratagemas y falsificaciones para la consecución de sus objetivos.
En el sexenio anterior, gobernado por el Partido Acción Nacional (PAN), todos los responsables de la seguridad nacional conocieron perfectamente la constante intervención del gobierno de Estados Unidos en asuntos internos del país. También sabían del espionaje de ese país a México porque la Secretaría de la Defensa (Sedena), el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), la Secretaría de Marina (Semar) y la Procuraduría General de la República (PGR) utilizaron los equipos de espionaje e intervención de llamadas que empresas estadunidenses les vendieron por instrucciones precisas de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
Luego de más de medio siglo en que el monopolio de las trasnacionales controló la generación, distribución y comercialización de la energía eléctrica en el centro del país, el presidente Adolfo López Mateos anunció –durante su Segundo informe de gobierno, el 1 de septiembre de 1960– que procedería en los siguientes días a concretar la nacionalización de la industria eléctrica del país al adquirir la mayoría de las acciones de las empresas Mexican Light and Power y American and Foreign Power, que desde el gobierno de Porfirio Díaz se habían visto favorecidas con concesiones amañadas que les permitían manejar tan importante sector a la conveniencia de sus propios intereses, al grado de convertirse, al paso de las décadas, en un peligroso lastre para el desarrollo de la economía nacional.
En 1913, el guerrerense Eduardo Neri Reynoso (1887-1973), se atrevió a oponerse a la disolución del Congreso de la Unión, ordenada por el borrachín y golpista Victoriano Huerta. Por esta valerosa acción, los diputados federales crearon en su honor la Medalla Eduardo Neri en 1969, que se otorga al mérito cívico. Aunque la creación de todos esos reconocimientos obedeció a objetivos loables, no siempre se han adjudicado por su fundamental significado: el ejercicio de las libertades democráticas y republicanas conquistadas por los mexicanos como derechos constitucionales. Esto incluye a la misma Medalla Belisario Domínguez, con el nombre del chiapaneco al que Huerta mandó cortarle la lengua por su discurso contra el sangriento golpe de Estado que inició la escalada homicida tras los asesinatos de Francisco I Madero y José María Pino Suárez.
¿Usted es de los ingenuos que creen que con su voto contribuyeron al encumbramiento de Enrique Peña Nieto y al retorno triunfal de la vieja pandilla autoritaria, con su control de las dos cámaras –farsa democrática útil para ocultar el dinero sucio y las prácticas turbias empleados por los grupos dominantes para aceitar esas victorias–, ya sea porque es un sincero militante o simpatizante del priísmo, o porque legítimamente aspiraba a un cambio, luego de la docena trágica de un partido desacreditado que se hunde en el detritus de la corrupción, y la llamada “izquierda” oficial e inofensiva le resultaba visceral, ideológica o políticamente repulsiva para apoyarla?
Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), defiende los recortes sociales en España e Italia. No es nuevo. Lo indignante es que elogia a sus gobiernos porque han “reestructurado sus mercados laborales a pesar de intrincados intereses y férreas tendencias culturales”. Tiene la desfachatez de llamar “férreas tendencias culturales” a los derechos de la ciudadanía.
La organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna) nunca asesinó a nadie si seguimos su propio vocabulario. Simplemente, sus víctimas eran ejecutadas.
El mes pasado circuló en diversos medios la noticia de que México había resultado nuevamente electo para el cuarto periodo del Consejo Consultivo Científico y Técnico de la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, avalada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por su sigla en inglés). Durante la reunión celebrada en París, Francia, los días 28 y 29 de mayo, fue elegida por “unanimidad” la arqueóloga mexicana María Helena Barba Meinecke, quien junto a la doctora Dolores Elkin, de Argentina, representarán al Grupo III de los Estados partes latinoamericanos que integran la Convención: Argentina, Barbados, Cuba, Ecuador, Granada, Haití, Honduras, Jamaica, México, Panamá, Paraguay, Santa Lucía, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y Las Granadinas, Trinidad y Tobago.
García Lorca, el inmenso poeta, el pobre Federico que cayó, indefenso, en las garras del fascismo-nazi del franquismo, nos dejó sus versos, hermosamente dolorosos, como su biografía. Fue el suyo un homicidio del golpismo militar de 1936, en la España a la que debemos el idioma, que los mexicanos hemos enriquecido y mejorado su pronunciación. Una España que ha dado a la cultura universal mujeres y hombres de enorme valía. Pero nada de que es la madre patria, pues con las miserias y grandezas de la Conquista y el coloniaje impuesto, entre otros pueblos, al mexica, fue más bien la madrastra que pervirtió lo que encontró a su paso para agudizar lo negativo de nuestros antepasados y propagar la corrupción política, el autoritarismo y el “obedézcase, pero no se cumpla”, como consigna C H Haring, en su libro El imperio español en América (Conaculta-Alianza Editorial).