Las bancas del centro de la delegación Tlalpan son un comedor improvisado para los trabajadores de limpieza de la outsurcing Rey y Cia, SA de CV. Ahí se reúnen para compartir los alimentos María, Ana, Rosa y Norma. Cada una de ellas trajo consigo algo para compartir: queso, tortillas, arroz, nopales, chayotes, huevo, gorditas de frijol.
Son las 11 de la mañana y, como todos los días, salen a tomar su almuerzo. Han pasado 5 horas después de haber firmado su hora de entrada. Regresarán pronto para concluir la jornada y después atender a sus familias.
María cuenta más de 60 años. Es la mayor del grupo. Trabaja desde que cumplió los 8, después de haber quedado huérfana de padre. Viste un uniforme que la identifica con sus compañeras. Del lado derecho de la casaca porta el nombre de la compañía; del izquierdo, el escudo del gobierno de la delegación Tlalpan.
Obtiene 2 mil 400 pesos mensuales por realizar limpieza en las oficinas gubernamentales de la Ciudad de México; es decir, 80 pesos diarios.
Aunque su salario rebasa por 12.71 pesos el mínimo (que asciende a los 67.29 pesos), estipulado por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, el monto que recibe apenas le alcanza para contribuir en la manutención de su familia.
Es madre de siete hijos. Cuatro de ellos emigraron a Estados Unidos y al Reino Unido en busca de trabajo. Tres más intentan emplearse en el Distrito Federal. Uno es bolero; otros dos, pintores de brocha gorda.
Uno de ellos, relata María, “no ha conseguido buenos trabajos últimamente, apenas saca los 75 pesos diarios, hasta los 100, pero no más”.
La mujer de cabello cano sabe que su salario es poco, pero con él cubre la cuota familiar diaria para la despensa: 1 litro de leche, un sobre de café y un poco de arroz. A veces, una señora que la conoce de años atrás y que se dedica a la venta de comida, le vende guisados (elaborados con vegetales) por 10 pesos, servidos en un bote de plástico.
Así, su día a día está en la subsistencia. No cuenta con ninguna pensión, ni siquiera está haciendo antigüedad laboral en la empresa para la que trabaja actualmente. “Afortunadamente” le ayudaron a tramitar el servicio del seguro médico en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y con él se pudo atender una “dolencia” en la rodilla que padecía desde hace tiempo.
No puede dejar de trabajar ahí porque ya es difícil que la empleen en otro lugar, debido a su avanzada edad. Además, dice con gusto, “las secretarias se portan bien conmigo, son buenas personas”.
Además de la paga tan baja y la carencia de prestaciones sociales, la mujer y sus compañeras se enfrentan a la falta de materiales de trabajo. María comenta que, en ocasiones, la empresa no manda los líquidos para limpiar o las escobas; por ello, dice, “no podemos hacer bien todo nuestro trabajo”.
“La noción de empleo precario es más amplia que la del sector informal. Además del trabajo por cuenta propia, de las actividades ilegales o subterráneas y del trabajo a domicilio, dicha noción se refiere también a diferentes modalidades de trabajos asalariados, ocasionales y temporales, de tiempo parcial, mal remunerados, sin prestaciones laborales”, define la Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal, en su edición La precarización del mercado de trabajo: análisis desde Europa y América Latina y el Caribe.
Datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que en México hay 4 millones 319 mil 414 personas con “necesidad y disponibilidad para trabajar más horas, razón por la cual a este subconjunto se le denomina subocupados”. En tanto, hay más de 2 millones 432 mil 291 en el desempleo y más de 3 millones 99 mil que no reciben pago. Así, de manera oficial, 9 millones 851 mil 36 trabajadores mexicanos subsisten entre la desocupación, los empleos temporales o las actividades que no les significan un ingreso.
Además, de los más de 33 millones 745 mil 691 asalariados, sólo el 49.3 por ciento, unos 16 millones 636 mil 625 mexicanos, se encuentran afiliados al IMSS, revelan cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Otros 17 millones 109 mil 65 no cuentan con seguridad social. Así, la cifra total de trabajadores precarios mexicanos asciende a 26 millones 960 mil 101.
María es ejemplo de las precarias condiciones laborales que existen en el país. El informe Evaluación del cumplimiento de las directrices para la observación y coadyuvancia de los derechos humanos laborales en Tlalpan, correspondiente a julio 2013 –realizado por la Fundación en Pro de la Educación Sindical– evidencia “una serie de incumplimientos por parte de la empresa Rey y Cia”.
Entre los resultados, la Fundación destaca que de un universo de 130 trabajadores, el 80 por ciento respondió que la empresa los ha dado de alta en el IMSS, aunque el 66 por ciento dijo que no sabe si su patrón hace las aportaciones correspondientes a la cuota del IMSS y al Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit). En tanto, ninguno de los encuestados dijo conocer el salario con el que se le dio de alta en el instituto de seguridad social.
La mayoría de las personas encuestadas, el 73 por ciento, respondió que sí había firmado un contrato individual de trabajo. De aquellas, sólo el 40 por ciento dijo tener conocimiento del contenido del contrato.
La Fundación menciona que únicamente el 40 por ciento de los encuestados dijo saber que su contrato estaba estipulado por 6 meses. De los entrevistados, el 80 por ciento afirma que no ha firmado ningún documento que acredite la sustitución patronal, conocido mecanismo para incurrir en la evasión de la responsabilidad laboral, indica el informe coordinado por Mariana Morales, directora general de la organización de educación sindical.
Además, el 73 por ciento de los encuestados dijo que se cumple con su jornada laboral de máximo 8 horas. El mismo porcentaje advirtió que no ha recibido pago por horas extras cuando las ha trabajado.
El 93 por ciento de los trabajadores de la outsurcing Rey y Cia negó haber gozado de vacaciones pagadas. En tanto que el ciento por ciento no acreditó conocer el compromiso patronal de pagar aguinaldo. Y, en su totalidad, los encuestados acusaron no haber recibido pago de utilidades.
Abrillanta unos zapatos color café con un viejo cepillo de mango de madera. Sobre su pierna recae un trapo impregnado de grasa. Nadie está sentado frente a él: “saca la chamba” de un cliente que le dejó encargado su calzado.
No recibe un salario fijo. En los “días malos” alcanza a ganar unos 100 pesos. Los “buenos”, son de 300. Con ellos, mantiene a su esposa y a tres de sus hijos, que aún están solteros y estudiando.
En su trabajo no hay ninguna prestación de ley. El desempeñar su oficio por cuenta propia lo ha desvinculado de los servicios de salud que otorga el Estado a través del IMSS. Tampoco ha acumulado ahorros para tener una “pensión digna” para cuando decida retirarse. “Todo es al día”, dice.
Forma parte de la Unión de Aseadores de Calzado, que es la única organización que le brinda apoyo, luego de pagar una cuota de 15 pesos mensuales. A través de ella, tiene seguro su espacio de trabajo y las mantas que cubren el asiento donde atiende a sus clientes.
Es padre de una adolescente que intentó ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero no fue seleccionada entre los miles que presentaron el examen. Ella ahora trabaja en la cafetería de enfrente y obtiene unos 1 mil 500 pesos a la quincena más propinas. Con eso apoya un poco a la economía familiar. Ambos viven en la incertidumbre laboral. Subsisten en esta ciudad a lado de millones de desempleados.
Alfonso Bouzas Ortiz, doctor en derecho social por la UNAM, dice que desde que se llevó a cabo la reforma laboral (en noviembre de 2012) se institucionalizó lo que ya se venía practicando ilegalmente: la flexibilización de la forma de contratar, en las formas de uso y en el despido de la mano de obra.
La precarización laboral ahora es legal con las nuevas formas de contratación a través del outsurcing (antes no permitido). Eso se evidencia con la población económicamente activa (PEA) que permanece en el sector informal, porque el formal no le ofrece ningún tipo de alicientes al trabajador, dice el también investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la misma Universidad.
Datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social indican que en México la PEA asciende a 52 millones 675 mil 784 personas. Por medio del documento Información laboral. Abril 2014 –elaborado por la Subsecretaría de Empleo y Productividad–, indica que de esta población, 50 millones 243 mil 493 se encuentran “ocupados” y otros 2 millones 432 mil 291 “desocupados” o en el desempleo.
Los Indicadores oportunos de ocupación y empleo –publicados en febrero pasado por el Inegi– indican que el 58.19 por ciento de la población de 14 años y más en el país es económicamente activa; cifra menor a la observada en el mismo mes de 2013, de 58.74 por ciento.
El informe del Inegi muestra que, de la PEA, “el 95.35 por ciento (50 millones 226 mil 44 personas) estuvo ocupada en el mes de referencia; sin embargo, a su interior se manifiesta un subuniverso de casos que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas, razón por la cual a este subconjunto se le denomina subocupados. En febrero pasado, éstos representaron 8.2 por ciento de la población ocupada”.
Entre los discursos que promovían la reforma laboral, aprobada por el Congreso de la Unión en 2012, se encontraba la creación de empleos y la inversión extranjera.
En entrevista, Francisco Retama –asesor sindical y coordinador de Investigación Estratégica y Enlaces de la Fundación en Pro de la Educación Sindical– señala que la reforma laboral se realizó en beneficio de los empresarios, no de los trabajadores. “Con ella, se legalizó la contratación vía outsurcing, además de facilitar el despido de los empleados sin garantizar una liquidación salarial correspondiente a su antigüedad laboral”.
Ahora, los empresarios tienen la facilidad de contratar a su personal mediante contratos eventuales, por honorarios y temporales; éstos pueden ser renovados cada 2 o 3 meses o no, comenta.
La Información laboral. Abril 2014 indica que de los 50 millones 243 mil 493 mexicanos que se encuentran “ocupados”, 33 millones 745 mil 691 son asalariados; 11 millones 105 mil 353 trabajan por cuenta propia; 2 millones 293 mil 118 son empleadores y 3 millones 99 mil 331 se encuentran en el rubro de “ocupados”, pero “sin pago y otros”.
A punto de terminar su carrera profesional como biólogo en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), comenzó a buscar empleo. Ninguno garantizaba prestaciones laborales; y debido a la falta de experiencia, tampoco le ofrecía un buen salario.
Jorge Liber Saltijeral decidió impulsar el negocio familiar; la venta de quesos producidos por su familia en el poblado Totolapan, Morelos. Como él, otros 30 productores acuden cada 15 días al “mercado alternativo” de Tlalpan. “Ésta es la vía que nos queda ante la precarización que hay en los empleos y la falta de oportunidades”, dice el joven.
El documento de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social indica que, como Liber, hay 11 millones 105 mil 353 personas que trabajan por cuenta propia.
“México se caracteriza por una economía extrapolada, signada por una heterogeneidad laboral, donde los trabajadores asalariados coexisten con los no asalariados (patrones, por cuenta propia, no remunerados), la gran empresa con los microestablecimientos, los sectores más modernos de los servicios con los vinculados a la economía de subsistencia, los empleos formales con las actividades informales. Con la globalización de los procesos productivos, esta heterogeneidad estructural se acentúa, y la propia naturaleza de las actividades asalariadas se ve amenazada por la precariedad de los empleos”, indica la Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal.
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