70 años de injerencia estadunidense en Europa

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Red Voltaire

Estados Unidos anuncia que investiga la intromisión rusa en Europa mediante partidos “antieuropeos”. Lo cierto es que quien interviene de esa manera desde hace 70 años es Washington

Andrey Fomin/Red Voltaire-Oriental Review

Moscú, Rusia. De acuerdo con un artículo sensacionalista en The Telegraph, el director de la inteligencia nacional estadunidense recibió recientemente instrucciones del Congreso para “llevar a cabo una revisión de gran dimensión en cuanto a las contribuciones clandestinas de Rusia a partidos europeos durante la última década”.

Esta noticia –una clásica filtración controlada– busca alertar a entidades políticas europeas desobedientes, aunque populares, para que disminuyan sus ambiciones en cuanto a reequilibrar el lugar de sus naciones-Estados dentro de la Unión Europea. Jobbik en Hungría, Aurora Dorada en Grecia, la Liga del Norte en Italia y el Frente Nacional en Francia han sido incluidos explícitamente en la “lista de alerta” mientras que otros partidos políticos no mencionados de Austria, la República Checa y Holanda reciben de esa manera un aviso de que se hallan bajo una “prueba de seguridad de Estados Unidos”. Se sospecha incluso que el nuevo líder laborista inglés, Jeremy Corbyn, flirtea con los rusos. Así es como, de acuerdo con quien suscribe el artículo en The Telegraph, cualquier político europeo que se atreva a cuestionar la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el Este, la política de sanciones antirrusas o la postura actual de Europa con respecto al conflicto ucraniano es considerado esencialmente una herramienta voluntaria o involuntaria de la “guerra híbrida rusa”.

Eso sería cómico si no fuese por el peligro que implica. Es más, cualquier observador imparcial haría algunas preguntas sencillas: ¿por qué diablos a las agencias de inteligencia estadunidenses les interesan los asuntos de seguridad interna de Europa? ¿No serán más bien ellas mismas quienes financian, reclutan, y controlan incontables organizaciones políticas, individuos y medios de difusión en el Continente Europeo? ¿Por qué es que ahora muestran tan a las claras su dominio sobre Europa?

Un argumento políticamente correcto propondría que Estados Unidos salvó a Europa de la “amenaza comunista” al final de la Segunda Guerra Mundial, facilitando una pronta recuperación económica, y que aún continúa protegiendo al Continente bajo su ala nuclear.

Pero una revisión de los datos históricos no debe comenzar con el Plan Marshall. En primer lugar, eso sucedió en abril de 1948. Dado que los nazis capitularon en mayo de 1945, un lector no informado podría deducir que Estados Unidos había estado preparando un programa de inversiones en Europa durante mucho tiempo –casi 3 años–, lo cual no es cierto. Durante la Segunda Conferencia de Quebec, “Octagon”, en septiembre de 1944, el presidente Roosevelt y el secretario del Tesoro estadunidense Henry Morgenthau Jr, presentaron al primer ministro inglés Winston Churchill las condiciones de “postrendición” para Alemania. Ese documento altamente confidencial perfilaba la división y completa desindustrialización del Estado alemán. De acuerdo con aquel plan, Alemania iba a ser dividida en dos Estados independientes. Sus epicentros de minería e industria, incluyendo el protectorado del Saar, el Valle del Ruhr y Silesia del Norte, serían internacionalizados o anexados por Francia y Polonia. He aquí algunos puntos:

  • Al entrar en Alemania, las fuerzas militares estadunidenses destruirán todas las plantas y equipamientos que no puedan ser removidos inmediatamente.
  • En un término de no más de 6 meses luego del cese de hostilidades, todas las plantas industriales y el equipamiento no destruido por acción militar serán o completamente desmantelados y removidos del área o completamente destruidos.
  • Se debe hacer entender a toda la gente que el área no podrá volver a convertirse en un área industrial. De acuerdo con esto, toda la gente que tenga habilidades específicas o entrenamiento técnico así como sus familias deben ser estimulados a emigrar permanentemente del área y deben ser dispersados lo más pronto posible.
  • Todas las estaciones de radio alemanas, así como periódicos, revistas y semanarios, etcétera, serán descontinuados hasta que los controles adecuados hayan sido establecidos y haya sido formulado un programa apropiado.

La famosa directiva a los jefes del Estado Mayor Conjunto [estadunidense] –Joint Chiefs of Staff Directive 1067 (JCS 1067), dirigida al comandante supremo de las fuerzas de ocupación en Alemania, expedida oficialmente en abril de 1945– iba completamente en el sentido de ese documento.

El Plan Morgenthau no tardó en revelarse como un error. Estados Unidos subestimó el impacto ideológico y cultural que tendrían los soviéticos sobre las sociedades europeas. Los estrategas estadunidenses no lograron comprender la atracción que un sistema socialista tendría para la mayoría de la población de las naciones liberadas. Una amplia gama de políticos prosocialistas y procomunistas comenzaron a ganar elecciones democráticas y ampliaron su influencia, y no sólo en Europa oriental sino también en Grecia, Italia, Francia y otros Estados europeos (Palmiro Togliatti y Maurice Thorez son algunos de ellos). Washington comprendió entonces que la desindustrialización forzosa de Europa podría resultar en una reindustrialización al estilo soviético y dar paso a una futura dominación rusa del Continente…

Estados Unidos tuvo entonces que reemplazar rápidamente el Plan Morgenthau por otro, que llevó el nombre del secretario de Estado George Marshall… A lo largo de 4 años, éste proveyó a Europa con 12 billones de dólares en créditos, donaciones, rentas, etcétera, para la compra de maquinaria estadunidense y de otros bienes. Aunque el plan Marshall indudablemente revivió las economías europeas, su efecto más grande y positivo fue para… ¡la economía estadounidense! Simultáneamente se desató en toda Europa una ola de represión política, principalmente en Alemania.

Los medios de prensa han preferido olvidar la iniciativa de la Unión Soviética tendiente a retirarse de la República Democrática Alemana y reunificar una Alemania neutral, no alineada, y desmilitarizada a 1 año de la conclusión del tratado de paz. Es más, la resolución adoptada durante la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores del bloque soviético realizada en Praga el 21 de octubre de 1950 proponía el establecimiento de un Consejo Constituyente Alemán, con representación equitativa entre las Alemanias del Este y el Oeste, que prepararía la constitución de un “gobierno completamente alemán provisional, soberano, democrático y amante de la paz”.

Por supuesto, el gobierno de Estados Unidos y la administración de Alemania Occidental en Bonn se opusieron rotundamente a aquella iniciativa. Mientras que un plebiscito sobre el tema :“¿Está usted en contra de la remilitarización de Alemania y a favor de la conclusión del Tratado de Paz de 1951?” se había anunciado en las dos partes del Estado dividido. Ese referéndum se llevó a cabo y la iniciativa fue aceptada oficialmente en Alemania Oriental (con un 96 por ciento de “sí”).

Pero las autoridades de Alemania Occidental, la zona controlada por Estados Unidos, no respondieron de manera verdaderamente democrática. Se negaron a reconocer los resultados preliminares del referendo que se había llevado a cabo desde febrero de 1951 (de los 6.2 millones de ciudadanos federales que habían participado hasta junio 1951, el 94.4 por ciento también había votado “sí”) e introdujeron la draconiana y cuidadosa ley Criminal Law Amendment Act (la Blitzgesetz de 1951) el 11 de julio. De acuerdo con esa legislación, todo el que fuese hallado culpable de importar literatura prohibida, de criticar al gobierno, o de haber sido reportado por tener contactos con representantes de la República Democrática Alemana, sería procesado por “traición al Estado” y castigado con penas de 5 a 15 años de prisión. Como consecuencia de esa ley, entre 1951 y 1968 se pronunciaron 200 mil cargos en contra de 500 mil miembros del Partido Comunista y otros grupos de izquierda dentro de Alemania. Diez mil personas fueron condenadas a prisión, y la mayoría de los eximidos de cargos nunca pudieron retomar sus actividades políticas. En 1953, varias enmiendas legales adicionales abolieron el derecho a realizar reuniones y demostraciones libres. Y en 1956 fue abolido el Partido Comunista Alemán.

La represión política que se llevó a cabo en Alemania desde 1950 hasta los años 1980, comparada con eventos similares a lo sucedido en otros países europeos durante ese mismo periodo, es un tema de tabú. La Operación Gladio en Italia, los crímenes del régimen de los Coroneles en Grecia, y el controvertido asesinato de políticos realistas europeos, que promovían abiertamente el compromiso con el bloque soviético –como el primer ministro italiano Aldo Moro (en 1978) y el primer ministro sueco Olof Palme (en 1986)– recibieron menor atención mediática. Las revelaciones del excorresponsal del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Udo Ulfkotte, en su libro Gekaufte Journalisten (Reporteros Comprados) sobre el mecanismo del control mediático en Alemania (¿como el Plan Morgenthau?) representan sólo la punta del iceberg.

La cuasi ausencia de reacción de Berlín luego de las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje electrónico llevado a cabo de manera rutinaria por la NSA (National Security Agency) en contra de líderes alemanes significa que, en realidad, Alemania ha aceptado la pérdida de su soberanía y no tiene nada que perder.

Así es que, luego de considerar todos estos puntos y de releer el artículo en The Telegraph, ¿sigue usted seguro de que Estados Unidos es realmente el guardián de la soberanía europea? ¿No es más obvio, que utilizando el alegado tema de “la amenaza rusa” para controlar y acosar al sistema político y cívico de Europa, Washington adelantara a la meta simple y primitiva de prevenir que se descarriaran las ovejas? (Traducción de Sophia Vackimes)

Andrey Fomin/Red Voltaire-Oriental Review

[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: INTERNACIONAL]

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