Roberto García Hernández/Prensa Latina
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, intenta restarle crédito a las críticas de políticos demócratas y republicanos en torno a su estrategia hacia Irak, calificada por algunos de eminentemente defensiva, poco sistemática e incluso débil.
A juicio de la revista estadunidense National Journal, la respuesta difusa de la Casa Blanca a la expansión del Estado Islámico socava el liderazgo de Estados Unidos en Oriente Medio, por lo que resulta necesario que Obama escuche las opiniones de los congresistas de ambos partidos sobre el tema.
Según la publicación, la ejecución del periodista estadunidense James Foley es la más reciente atrocidad de esa organización terrorista que pudiera calificarse como la más poderosa en la historia.
Para el congresista republicano Pete King, la muerte de Foley constituye una declaración de guerra a Washington y la respuesta debe ser a través de ataques masivos, entrenamiento y suministro de armas a los kurdos, y búsqueda de la mayor cantidad de aliados posibles en este conflicto.
A pocos meses de las elecciones de medio término de noviembre próximo, estas acusaciones de supuesta debilidad frente al Estado Islámico resultan peligrosas para los intereses del Partido Demócrata y ponen en riesgo sus intenciones de mantener la mayoría en el Senado.
Quizás por eso, e impulsado además por la compleja situación en el terreno, en las últimas semanas el jefe de la Casa Blanca acentuó su énfasis en la crisis irakí y declaró al Estado Islámico enemigo número uno de Estados Unidos.
Las atrocidades que medios de prensa occidentales y de Oriente Medio achacan al Estado Islámico son ahora los pretextos principales de Obama para incrementar la escalada militar en territorio irakí, aunque para ello tenga que incumplir su promesa de no comprometer fuerzas terrestres en las operaciones.
En consonancia con estos llamados a la guerra, el Pentágono informó el 20 de agosto que analiza el envío de unos 300 militares adicionales a ese país árabe, los que se suman a alrededor de 1 millar desplegados allí.
El anuncio no sorprendió, pues desde hace varias semanas la Casa Blanca estudia ampliar la presencia bélica en Irak, que según el diario Stars and Stripes, incluirá nuevos envíos de armas y equipos, así como centenares de consejeros.
En las últimas semanas, el Pentágono realizó cerca de un centenar de golpes aéreos contra los yihadistas desde que Obama autorizó estas operaciones el 7 de agosto pasado, a la vez que ejecuta alrededor de 60 vuelos de espionaje diarios sobre territorio irakí.
Sin embargo, algunos expertos y medios de prensa señalan que la información todavía es insuficiente para lograr la precisión de los bombardeos, que en muchos casos no alcanzan los objetivos previstos, puesto que las unidades de los yihadistas están muy dispersas.
En ese sentido, un artículo de Anne Barnard, corresponsal del diario The New York Times en Oriente Medio, señalaba el 22 de agosto que fuentes locales le aseguraron que “la mayoría de los ataques aéreos estadunidenses golpean a la población civil y no a los extremistas islámicos”.
Para algunos expertos, Washington aprovecha la coyuntura actual en que la opinión pública interna condena los actos de crueldad que se achacan al Estado Islámico y pretende ahora saldar una cuenta pendiente con Siria.
Con esa línea de pensamiento, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Benjamín Rhodes, dijo el 22 de agosto que Estados Unidos puede realizar acciones militares directas contra este grupo terrorista dentro de Siria.
Rhodes declinó confirmar si el presidente Barack Obama consideraba actualmente una medida de ese tipo, aunque añadió que el Estado Islámico se convirtió en una creciente amenaza para Washington.
Las declaraciones de Rhodes coinciden con las del presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, general Martin Dempsey, principal asesor castrense de Obama, quien señaló 1 día antes que sólo será posible derrotar a esa entidad si la aviación militar estadunidense bombardea sus posiciones en Siria.
Las declaraciones de Dempsey levantaron suspicacias entre algunos especialistas que hicieron notar que los posibles ataques del Pentágono contra objetivos en territorio sirio pudieran ser una oportunidad para golpear posiciones estratégicas del Ejército de esa nación del Levante.
Medios de prensa estadunidenses aseguran que desde hace algunos días se incrementaron los vuelos de espionaje sobre Siria, principalmente con aviones teledirigidos (drones), pero no hay órdenes aún de atacar blancos de los extremistas musulmanes.
Entretanto, la administración de Obama busca autorización para una acción militar de mayores proporciones, que le daría una justificación legal interna para el uso ilimitado de la fuerza contra los yihadistas, según dijo un alto funcionario de la Casa Blanca al diario The Washington Post el 23 de agosto.
El Capitolio avaló una autorización formal de ese tipo en 2001 para realizar acciones de fuerza contra Al-Qaeda y otras organizaciones afiliadas, y en 2002 para actuar contra el gobierno de Sadam Husein, meses antes del inicio de la invasión contra Irak en marzo de 2003.
A pesar de que recientemente se prepararon planes de contingencia para golpes aéreos más amplios en Siria para cuando Obama los solicite, hasta ahora el mandatario no tomó una decisión al respecto, ni la comunidad de inteligencia precisó una lista de posibles blancos a abatir, añade el Post.
Pero el diario The New York Times va más allá, y en su editorial del 25 de agosto señaló que Estados Unidos necesita una amplia coalición de naciones para propinar una respuesta a largo plazo al Estado Islámicio, que incluya aspectos políticos, militares y religiosos.
Pese a las amenazas de Obama y sus asesores, que tienen un connotado matiz político, algunos especialistas muestran dudas de que el mando militar estadunidense esté preparando una respuesta militar acelerada.
Al respecto, Ken Pollack, experto del Centro para el Oriente Medio de la Institución Brookings, tanque pensante (think tank) liberal con sede en Washington, duda que “este fuerte lenguaje de la administración presagie un cambio dramático en la estrategia de la Casa Blanca hacia Irak”.
En el pasado, funcionarios del gobierno de Obama hicieron declaraciones similares, pero no ordenaron ninguna acción militar para respaldar sus palabras con hechos, añadió Pollack.
La complicación de la situación político-militar en Irak es una prueba más de las dificultades que enfrenta Estados Unidos para poner en práctica su estrategia global intervencionista, en particular sus fallidas operaciones de contrainsurgencia, tras fracasos similares en Afganistán y Libia.
En el caso irakí, tras una intervención de casi 1 década, desde marzo de 2003 hasta diciembre de 2011, que incluyó la presencia de fuertes contingentes de tropas terrestres, el saldo entre costo y beneficio fue totalmente negativo.
En ese periodo, Washington perdió más de 4 mil militares, otras decenas de miles resultaron heridos y el costo aproximado de las operaciones rebasa los 2 billones (millones de millones) de dólares.
Por todo lo anterior, el tema del Estado Islámico, sus avances, así como la supuesta amenaza de acciones terroristas dentro de Estados Unidos, son asignaturas pendientes para Obama, quien acaba de regresar de unas vacaciones que apenas ha podido disfrutar a plenitud.
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