Julio Morejón Tartabull/Prensa Latina
Poco antes del inicio de la primavera de 2014, la expansión de un brote de ébola detectado en Guinea, donde causó más de 100 muertos, disparó las alarmas sanitarias en los países de África occidental, principalmente entre los Estados fronterizos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta el 14 de abril se registraron más de 160 casos sospechosos de la enfermedad en Guinea, con 101 muertos, de los cuales 66 de ellos fueron confirmados como contagiados por el virus, y más de 35 casos fueron detectados en países vecinos.
Desde finales de marzo y principios de abril, 104 personas murieron, incluidos 14 trabajadores de salud, indicaron otras fuentes.
La dolencia, una de las más temidas en el Continente por su alto índice de letalidad –de entre el 55 y el 90 por ciento de los pacientes– se hizo sentir también en Liberia y al parecer en Sierra Leona, limítrofes con territorio guineano; y otros vecinos como Senegal y Mauritania cerraron sus tráficos tansfronterizos para evitar contagios.
A fines de marzo existían evidencias de la presencia del mal en por lo menos cuatro países, fundamentalmente por contactos con pacientes. La expansión fue acelerada en una región donde por vez primera se registraban brotes de este mal: África occidental, por lo que se calificó de “epidemia sin precedentes”.
La patología adopta su nombre del río congoleño de la zona (Río Ébola), donde –casi simultáneamente con una región sudanesa ecuatorial– se detectó por primera vez hace 38 años. Hasta ahora África central fue el escenario más afectado.
Sin embargo, la expansión de la epidemia es una amenaza muy peligrosa para cualquier territorio, como África occidental con bajos estándares de asistencia sanitaria, donde en diversos países son organizaciones humanitarias las que intentan trabajosamente revertir el déficit de recursos e infraestructura de salud.
Por su parte, Michel Van Herp, epidemiólogo de Médicos Sin Fronteras, aseguró que en el caso guineano “estamos ante una epidemia de una magnitud nunca vista en términos de distribución de casos en el país”.
Gregory Hartl, vocero de la OMS, señaló que el foco de la actual infección se localizó en el Sureste de la nación y reiteró que el virus llegó a Liberia a través de siete turistas de ese país que viajaron a territorio guineano; cuatro de esas personas fallecieron.
“El descubrimiento de 11 casos sospechosos de haber muerto por ébola en Sierra Leona y Liberia en los últimos días elevó el nivel de preocupación en África occidental”, opinan medios de prensa al confirmar que el tipo de virus detectado por las autoridades sanitarias de Conakry, la capital guineana, se identifica como cepa Zaire, la peor.
No obstante, el aparecido en Guinea es una nueva cepa, que no proviene de otros focos de infección conocidos en África, según especialistas.
Este análisis sugiere que esa cepa viral en Guinea, la denominada Guinean ebola virus, ha evolucionado en paralelo con cepas en la República Democrática del Congo y Gabón a partir de un reciente ancestro común y no ha sido introducida posteriormente en Guinea, publicó la revista New England Journal of Medicine.
La existencia de la enfermedad en una ciudad de más de 2 millones de habitantes y con aeropuerto internacional, como Conakry, hace presagiar un verdadero desafío, evalúan expertos en salud que siempre temen a la multiplicación de los contagios en una masa humana en constante movilidad interna y hacia el exterior.
El actual brote de ébola en Guinea es ya el séptimo más letal desde 1976, según estudios estadísticos especializados.
Además de ser un problema meramente epidemiológico también guarda relación con temas económicos, políticos, sociales, de seguridad, ecológicos y otros, porque los seres humanos habitan en un medio que combina todos los tipos de variables, y cuando ellas interactúan generan procesos que crean nuevos hechos y circunstancias.
El virus del ébola fue descubierto en 1976 en Zaire (actual República Democrática del Congo) y se calcula que infectó a 2 mil 220 personas, de las que 1 mil 500 fallecieron, pero esos cálculos son inexactos, pues corresponden a reportes oficiales que no incluyeron algunos decesos y, por diversos motivos, quedaron fuera de la información estatal.
Hasta hoy se carece de vacunas o sueros capaces de enfrentar el mal, cuyos síntomas incluyen vómitos, escalofríos, fiebre y hemorragias por todos los orificios del cuerpo; aunque ya el año pasado, en las instalaciones militares estadunidenses de Fort Detrick, un equipo de científicos estudiaba la acción del virus en monos.
El ébola, según algunos especialistas, pudiera confundirse al principio de su periodo de incubación con enfermedades como la malaria, pero tiene una segunda etapa notoriamente agresiva, en la cual ataca en forma muy destructiva al sistema inmunológico.
Se conoce que el tiempo de incubación del virus, perteneciente al grupo de los Filoviridae (por su forma filamentosa), pero serológicamente distinto, es de 2 a 21 días.
Hay cinco variedades, Sudán, Zaire, Reston, Costa de Marfil y Bundibugyo, de los cuales las cepas de Sudán, Zaire y Bundibugyo se relacionaron con importantes apariciones de la fiebre hemorrágica en el Continente Africano.
Los murciélagos de la familia Pteropodidae son considerados los hospederos naturales del patógeno.
Después de su aparición, en febrero pasado, las autoridades declararon una epidemia en la región guineana de Nzérékoré, situada a unos 150 kilómetros de la frontera con Costa de Marfil. La confirmación biológica de la afección fue hecha el 22 de marzo pasado.
Ayudado por la OMS y algunas entidades no gubernamentales como Médicos Sin Fronteras, Conakry informó oficialmente que “la epidemia está bajo control; todos los casos detectados están aislados”. Ese texto, tendiente a evitar que cundiera el pánico, precisó que el mal se localizaba en áreas de la Guinea forestal: Guéckédou, Macenta y Kissidougou.
El virus del ébola se trasmite por contacto con la sangre, las secreciones, los órganos o los líquidos biológicos de animales infectados y personas enfermas; cuando se detecta un caso de contagio el paciente debe ser sometido a condiciones de aislamiento lo más aséptico posible para evitar la propagación.
A principios de abril, la OMS reportaba que unas 400 personas estaban bajo seguimiento médico, y confirmó que en Conakry se reportaron 137 casos –de los que 45 están confirmados mediante análisis de laboratorio– y 86 perecieron.
La alarma estalló en los países de África occidental, aunque la OMS, con sede en Ginebra, Suiza, desmintió que se investigaban dos casos sospechosos de ébola en Sierra Leona, mientras confirmaba que había tres en Mali; todas, personas llegadas de Guinea. “No hay casos sospechosos en Sierra Leona”, aseguró en su momento el vocero de la Organización, Gregory Hartl, quien sostuvo que unas 400 personas estaban bajo vigilancia médica.
Sin embargo, el recelo persiste. “Mauritania cerró sus fronteras del Sur con Senegal y con Mali, mientras que en Guinea se prohibió la venta de murciélagos, por temor a que los animales porten el virus. Costa de Marfil y Senegal, en tanto, pusieron en alerta a sus equipos de expertos sanitarios”, indicaron medios de prensa.
Hasta Sudáfrica, lejos del foco en África occidental, permanecerá en estado de alerta para impedir que el virus del ébola entre en ese país, confirmó el ministro de Salud, Aaron Motsoaledi, en una entrevista a propósito del XVI Congreso Internacional sobre Enfermedades Infecciosas, que sesionó en Ciudad del Cabo.
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