El aislamiento voluntario al que han recurrido muchas personas en México –como medida preventiva al contagio y propagación de la Covid-19– puede provocar en algunos casos ensimismamiento, estrés, molestia, incertidumbre o sensaciones increíbles, opinan expertos en salud mental.
Esos sentires dependerán del momento emocional previo a la contingencia sanitaria, las subjetividades personales, las condiciones en las que se encuentren durante el confinamiento, la manera de afrontar las crisis, así como de los lazos afectivos que se dispongan.
Hasta el momento no existen “estudios serios” sobre las emociones, sentires y formas de actuar de las personas ante contextos de epidemias, de acuerdo con el maestro en psicología Ricardo Trujillo Correa. Pese a ello, expertos en salud mental explican a Contralínea algunas emociones que las personas pueden experimentar durante la cuarentena.
El “riesgo” del aislamiento está en “quedarse consigo mismo” provocando que la “energía afectiva se repliegue hacia el yo”, lo que resulta en el “extravío de la cabeza”, en “fantasías, temores, demonios” y tener pensamientos “sin referente”, expone Mauricio González González, maestro en teoría psicoanalítica por el Colegio de Psicoanálisis Lacaniano (CPL). Como consecuencia se puede sufrir depresión, angustia o melancolía, detalla.
Aunque no es una condición necesaria en todos, el psicoanalista explica que el ensimismamiento en este tiempo lo vive mucha gente: “se sienten muy amenazados por los proyectos de vida, los planes de trabajo, las cosas que no se permitieron hacer”; incluso, la pregunta sobre “su muerte está muy en el aire, muy a flor de piel”.
El catedrático del Colegio de Psicoanálisis Lacaniano precisa que quienes “tengan esas facilitaciones, tendencias a la depresión, a la angustia, ahora, van a tener mucho con que acelerarse esas tramitaciones”.
Jimena Pérez Montero, psicóloga por el Claustro de Sor Juana, observa que el problema es más latiente en personas que han tenido previo a la pandemia esas emociones: “al ponerte en un espacio físico controlado, los sentires pueden acrecentarse, sumado el contexto de la pandemia”.
Además, la soledad es un elemento que añade “al caldo de cultivo para aterrorizarse”, porque en el periodo de cuarentena “se tienen muchos momentos para estar consigo”. Respecto de ello, explica que al no contar con “lazos afectivos cálidos, sólidos”, puede ocurrir que alguien sienta angustia o depresión.
Mauricio González, director de la maestría en teoría psicoanalítica impartida en el CPL, indica lo fundamentales que son las redes sociales constitutivas de cada sujeto. Si se tienen lazos “cálidos, con cierta consistencia, seguro te llamarán en algún momento, te mandarán un ‘cómo estás’”. Asimismo, plantea un escenario contrario: en donde las redes pueden “fallar y se evidencie que tal vez no les interesas”.
En ese sentido, el maestro en teoría psicoanalítica crítica a las ciudades: “los lugares más feos [porque] no tenemos lazos cálidos con los vecinos”. Por ello, afirma que la depresión es “significativa en nuestra sociedad, pues la gran mayoría de nuestros lazos son precarios en términos de los afectos”.
Además, Mauricio González explica que quienes tienden a sentir depresión o tristeza, “tienen el sistema inmunológico dispuesto a la enfermedad”. Y es que “parece” que la sanidad [para las autoridades e instituciones salubres] se trata sólo del organismo, y “que el sistema inmunológico no se ve perjudicado por los afectos. Ahí hay un punto que está flaco en el sistema de salud”.
Andrea Gómez, psicoterapeuta corporal en Akasha México, explica el concepto de “hacinamiento psicológico”: éste se manifiesta en “una mirada de túnel” donde las opciones se cierran, no hay respuestas ni salidas. Hay quienes lo experimentaron antes de aislarse y lo continúan experimentando. “Estoy sola, nadie va a poder ayudarme. Esto está terrible, el mundo se va a acabar”, son algunas de las frases que se repiten quienes lo padecen.
En alguna medida, indica la experta, ello puede ser atribuido a la sobreinformación: las personas se sugestionan y sienten el “peor estrés” como respuesta “al miedo y pánico colectivos”. Y es que los medios “ahora están plagados de noticias alarmantes o de noticias que fertilizan angustia, persecución, incertidumbre”.
Consultado sobre este tema, Mauricio González observa que, en un contexto como el que se vive actualmente con la pandemia, “lo raro sería que uno no se sintiera triste o angustiado, lo grueso es que hay gente que ya no lo soporta”.
En cuanto a la angustia e incertidumbre, González González comenta que “la mente ni siquiera garantiza que a quienes aprecias la libren. Y, entonces, sí está la cosa de no saber si tenemos los recursos, el dinero, la medicina, el arroz suficiente para pasar esto. Ni sabemos de qué tamaño es [la situación]”.
Al respecto, Sandra Triay García, psicóloga por la máxima casa de estudios del país, considera que, ante la sobreexposición informativa, es muy “importante saber de dónde recibimos esa información, corroborarla, verificarla y dirigirnos o recibirla de fuentes confiables”.
Asimismo, la experta agrega que la tristeza es provocada no sólo por la información, sino porque hay poblaciones vulnerables que sí pueden perder la vida por la enfermedad de la Covid-19, como las personas mayores, y porque hay quienes pueden perder sus negocios, sus trabajos. Así como la “inquietud” traducida en “ansiedad”, que ocurre cuando se siente la necesidad de salir de casa.
Para el psicólogo Ricardo Correa critica que los medios de comunicación estén en la búsqueda de encabezados tendenciosos, para que la gente vea las emociones negativas y se aíslen, cuando lo que se requiere del periodismo es que sea “muy responsable y serio”.
El catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explica que el estar dentro del hogar –en este confinamiento sanitario– “no genera alteraciones, trastornos, patologías o emociones negativas”: lo más que provocaría es “una cierta molestia” porque la gente está acostumbrada a “mantenerse siempre fuera de su casa”; y porque en la mayoría de los casos “no se sienten a gusto en el lugar donde se está”.
Abunda que se tiene “el imperativo categórico de tener que estar en movimiento”: siempre hay la exigencia de estar activos, siendo productivos y el hecho de “un cierto confinamiento implica una especie de limitación del movimiento”. Aunque, advierte, los seres humanos se adaptan: “de repente viene un momento de crisis y después encontraremos una cierta cotidianidad”.
La pandemia de Covid-19 es un evento crítico que, al 21 de mayo, suma 5 millones 97 mil 944 personas contagiadas y 332 mil 425 muertos a nivel mundial; de los cuales, 59 mil 567 casos confirmados y 6 mil 510 defunciones corresponden a México.
Es en este contexto en el que ocurren las emociones, sentires e ideas. De acuerdo con el neurocientífico Paul Maclean, el cerebro “reptiliano” es el más instintivo, el más antiguo y el que se activa ante una crisis o un trauma.
La psicoterapeuta corporal Andrea Gómez explica a Contralínea que éste responde de tres maneras inmediatas: el ataque, la huida y la parálisis. En la primera respuesta, es común –en la mayoría de las personas– sentir enojo, frustración porque la energía se va hacia el ataque. Al haber mucho estrés, el cuerpo sufre contracturas, se traba la mandíbula y al no digerir el enojo hay problemas gastrointestinales como vómito, acidez, indigestión y diarrea.
En cuanto a la huida, dice que la sensación es la de no querer saber nada y desconectarse con la realidad, provocando abrumación o tristeza: “me fugo y pienso que todo va a estar bien y maravillosamente; o sea, sí, pero tampoco es una respuesta real actualmente”. En ésta, el cuerpo se siente frío, sobre todo en manos y en pies, porque es una desconección de los pies de la tierra”.
La parálisis pasa cuando el cuerpo no puede atacar ni huir. “No poder irse de la situación (salir de casa, por ejemplo), pero tampoco atacar porque no hay ningún enemigo tal cual”. De acuerdo con la psicoterapeuta corporal, Andrea Gómez, paralizarse lleva a cuadros de ansiedad y crisis de pánico por “no saber qué está pasando ni qué pasará”.
Por su parte, el catedrático González González asevera que las “fantasías, sueños e ideas, sin duda, siempre se hacen cuerpo”. El psicoanalista refiere el artículo “Tratamiento psíquico, tratamiento del alma” –escrito por Sigmund Freud– que advierte que “la histeria siempre tramita por el cuerpo: se tiene mucha gastritis, colitis, el insomnio, la obesidad, el adelgazamiento”.
En cuanto al estrés, la también psiconalista Jimena Pérez Montero refiere que es una emoción muy fuerte, tan fuerte se desborda: es demasiada emoción que no puede ser descargada y busca maneras de salir a flote. Detalla que para algunos se va a manifestar no durmiendo; para otros, con pensamientos catastróficos; otros van a pelear; otros a angustiarse.
Lo experimentado y la manera de afrontar el encierro por la contingencia no tiene por qué generalizarse, por ser procesos individuales y que dependen de cada posición “subjetiva”, coinciden los expertos.
González González dice que “es difícil. Al menos en cuestiones psíquicas, la gente se arregla de manera sobresaliente, pero sí es un momento muy complicado”. Entonces, “es cierto que tampoco nos dejamos, no somos entes pasivos que nos aislaron y estamos en reclusión. Le buscamos la forma”.
Para la psicóloga Pérez Montero, los sentires y la manera de actuar dependen de con quién se esté en cuarentena, porque “no es lo mismo estar encerrada con el esposo con quien te sientes muy bien, a [estar] con tu mamá con quien no tienes una buena relación”. Otro factor determinante es cómo se encuentre la persona emocionalmente, así como del espacio físico (si está ventilado, iluminado, qué es lo que se tenga en casa).
La experta subraya que el grado de estrés será diferente en alguien que tiene lo económico resuelto, a quien vive al día, porque el aspecto material también genera estrés.
Sandra Triay, especialista en género, observa que hay situaciones de violencia que contribuyen a la exacerbación emocional. “Casos donde se sufre violencia por parte del esposo, el novio, lo que pudiera incrementar las crisis, el miedo”.
Para Andrea Gómez, el aislamiento espacial puede generar estrés o no, pues “hay gente que aislada se pone súper creativa y se pone a hacer miles de cosas. La respuesta que se tenga durante la contingencia es la que se tiene ante todos los hechos de la vida: se incrementará un poco, sí, pero estás acostumbrado a tenerla; y la gente se sorprende de sus reacciones ante la crisis”.
Ante la modificación de la rutina, Zaira Gutiérrez Contreras –psicóloga egresada de la Facultad de Psicología de la UNAM– recomienda hacerse de una distinta que se adapte a las personas con quienes se realice el aislamiento. Una nueva rutina genera estructura o estabilidad ante la incertidumbre de no saber cuánto tiempo más se extenderá la medida sanitaria.
Esto, indica, ayudará para cuando sea el momento de regresar a la vida cotidiana, ahora llamada nueva normalidad, para evitar “un choque bastante drástico” cuando la contingencia termine.
Los expertos en salud mental consultados por Contralínea coinciden en que una de las formas para combatir el ensimismamiento y los estados mentales negativos es hacer comunidad, aunque sea de forma virtual, u ocupándose y teniendo al “otro” presente. Así como valerse de redes de apoyo.
Para el psicoanalista Mauricio González, es tiempo de preguntarse cómo está el otro y si requiere ayuda o no. Dice que la vía buena es “la cercana” porque el aislamiento tiene que ver con cuerpo y con la imposición de un tipo de hábitat.
También propone como vía “para estar fuera de ti y estar con los otros”, aportar y hacer actividades en la cercanía del hogar, como echarle agua a las plantas de la colonia, tejer redes mediante chats, hacer trabajo colectivo vía remota o a veces hasta bastará un libro.
Por su parte, Andrea Gómez propone “hacer catarsis emocional” en círculos virtuales de mujeres, con amigos o la familia. Hablar de cómo se vive el aislamiento también es una forma de darle salida a las emociones. O bien, hacer yoga, meditación, escribir, bailar. Reitera que “las redes de apoyo siempre ayudan”.
En el caso de que alguna persona no diera salida a las emociones, que se sienta sobrepasada por éstas, lo mejor sería acudir a ayuda profesional de salud mental. Si se dificulta, podría solicitarse el apoyo de un familiar, mismo que debe “ayudar y disminuir la posibilidad de que la gente se sienta que esté en una situación fuera de control”.
Es “importante” que en este confinamiento sanitario las personas realicen actividades que distraigan su pensamiento de la pandemia o de la situación económica, sugiere la psicóloga Jimena Pérez.
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Dentro de algunas medidas que funcionan para “buscar estabilidad” y no dejar que los sentires se encapsulen, la psicoterapeuta corporal Andrea Gómez explica tres técnicas terapéuticas para “canalizar y resignificar emociones de forma orgánica”:
La primera es la del “abrazo de la mariposa”, que es poner las dos manos frente del pecho, se enlazan los dedos pulgares simulando alas de una mariposa para posteriormente “hacer que la mariposa aletee”; es decir, se trata de dar palmadas alternando las manos para estimular los dos hemisferios del cerebro. “Cada persona debe encontrar su ritmo”.
La segunda es la técnica de liberación emocional, secuencia que ayudará a liberar emociones estancadas a través del sistema linfático, de las hormonas, precisa la psicoterapeuta corporal. En esta secuencia se dan más de siete golpes suaves en ocho puntos del cuerpo trabajados en acupuntura: el primer punto es el “karate”, situado en el lateral de la otra mano debajo del dedo meñique; el “punto de las mil flores”, ubicado en la coronilla de la cabeza; el tercer punto es donde inicia la ceja del lado de la nariz, en éste es importante usar la mano contraria al punto a tocar; el cuarto punto es al final de la ceja; el quinto es en el pómulo (lugar donde se guarda el enojo y la frustración); el sexto es debajo de la nariz y entre el labio superior; el séptimo es en la barbilla; y el octavo es en la clavícula.
La tercera es “el arraigo”, el cual consiste en sentarse a percibir, caminar descalzos, “hacernos masaje para indicarle al cuerpo que estamos seguras dentro de la crisis”.
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