Martha Andrés Román/Prensa Latina
La Cuba. El Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por su sigla en inglés), en cuyas negociaciones participan hasta el momento 12 países, continúa generando una creciente polémica, motivada por las dimensiones del pacto y el secretismo con el cual se ha abordado.
El mecanismo, encabezado por Estados Unidos, incluye además a la tercera economía del orbe, Japón, y a Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Todos ellos tienen una población conjunta de 792 millones de personas y representan alrededor del 40 por ciento del producto interno bruto mundial, lo que podría convertir al TPP en el principal pacto de libre comercio de la historia.
El gobierno estadunidense espera que el instrumento, aún en proceso de negociación después de varios años, pueda complementarse con otro proyecto tremendamente ambicioso e igual de controvertido: la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión con la Unión Europea.
Las rondas de conversaciones sobre el TPP comenzaron en 2010, y aunque el objetivo era sellar el acuerdo en 2013, ese plazo no fue suficiente, debido, en gran medida, a la fuerte oposición generada en diferentes sectores de los territorios involucrados.
El pasado año la Casa Blanca señaló la meta de concretar el convenio durante el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, celebrado en China en noviembre último, pero nuevamente ese intento resultó fallido y varios analistas se atreven a señalar, incluso, que hasta 2017 es improbable su aprobación.
Aunque Estados Unidos ya tiene acuerdos comerciales con seis de los países comprendidos en la propuesta del TPP, uno de los mayores premios del instrumento es la posibilidad de una apertura con Japón, según consideran varios analistas.
Sin embargo, el convenio no está destinado sólo a desmantelar barreras comerciales, sino que abarca gran gama de asuntos, lo cual constituye una de las principales causas de la avalancha de críticas que ha recibido.
Para Arthur Stamoulis, director ejecutivo de la Campaña Ciudadana para el Comercio Justo, el presidente estadunidense, Barack Obama, sigue incumpliendo los plazos del TPP porque está impulsando una agenda extremadamente impopular, con el objetivo de beneficiar a grandes corporaciones.
Según el líder de la organización contraria al pacto, tanto la sociedad civil como los parlamentarios de naciones con costas en el Pacífico están empezando a darse cuenta de que el mecanismo será una mala noticia para sus Estados, con repercusiones en áreas como la economía, el medio ambiente y la salud pública.
Uno de los puntos que ha generado mayor polémica y está considerado entre los más sensibles del TPP es el relacionado con la propiedad intelectual, un capítulo que abarca desde los precios de los medicamentos hasta la libertad con la cual las personas navegan por internet.
En ese apartado se propone cambiar el plazo de protección de los derechos de autor: si actualmente una obra permanece amparada durante 70 años y luego pasa a ser patrimonio público, la petición estadunidense es aumentar el plazo a 95 años, lo que no es respaldado por varios territorios.
A finales de 2013, el portal digital Wikileaks denunció que, en el más alto secretismo, Estados Unidos gestionaba con los otros países implicados en el TPP la aplicación de sanciones contra aquellos proveedores de servicios de internet que no realicen tareas de fiscalización.
Según el borrador del capítulo sobre propiedad intelectual, el mecanismo establece la creación de tribunales supranacionales para regular la aplicación de nuevas normas en materia de derechos de autor, lo que, a decir de Wikileaks, dañaría significativamente el acceso libre a la cultura y a la educación en la red.
Pero las regulaciones recogidas en el tratado no afectarían sólo a internet, pues también regularían el comercio de fármacos, el copyright, la legislación sobre patentes y la industria sanitaria, indicó la página digital.
De acuerdo con el senador estadunidense Bernie Sanders, el TPP es un convenio comercial desastroso diseñado para proteger los intereses de las multinacionales a expensas de los trabajadores, los consumidores, el medio ambiente y algunas de las personas más pobres del planeta.
Este mecanismo fue escrito a puerta cerrada por el mundo corporativo e, increíblemente, mientras las compañías, los bancos, la industria farmacéutica y los grandes medios tienen amplios conocimientos sobre su contenido, el pueblo y los miembros del Congreso han quedado fuera del proceso, apuntó.
A decir del político estadunidense, el TPP es mucho más que un acuerdo de libre comercio, pues forma parte de una carrera global para aumentar los beneficios de las corporaciones y socavar los derechos de los trabajadores.
Por su parte, el profesor Robert Reich, de la Universidad de California en Berkeley, señaló recientemente en un artículo publicado por el periódico The Huffington Post que el TTP podría ser un desastre.
Si tras la Segunda Guerra Mundial el debate giraba en torno a la oposición entre libre comercio y proteccionismo, ahora las grandes empresas y centros financieros quieren un poco de ambas fórmulas, reflexionó.
Ellos desean más protección internacional cuando se trata de su propiedad intelectual y otros bienes, por lo cual han estado buscando normas comerciales que aseguren y extiendan sus patentes, mercados, marcas y derechos de autor en el exterior.
Pero, al mismo tiempo, explicó, esas entidades desean menos amparo a los consumidores, trabajadores, pequeños inversionistas y medio ambiente, porque todos ellos interfieren en sus dividendos y, por consiguiente, buscan reglas que les permitan anular esas protecciones.
Al mismo tiempo, advirtió Reich, la administración de Obama ha expresado que el acuerdo impulsará las exportaciones estadunidenses en la cuenca del Pacífico, donde Estados Unidos enfrenta la creciente competencia de China, por lo que el pacto también pretende contener la destreza estratégica y económica de la nación asiática.
En otras palabras, concluyó, el TPP brinda a las grandes empresas y los bancos de Wall Street la forma de eliminar cualquier ley o regulación que se interponga en el camino de sus ganancias.
Martha Andrés Román/Prensa Latina
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