Manlio Dinucci/Red Voltaire-Il manifiesto
Italia, Roma. El expresidente de Estados Unidos Barack Obama recibió el Premio Nóbel de la Paz por su compromiso a favor de la desnuclearización mundial y visitó Hiroshima, pero el peligro nuclear se incrementó considerablemente bajo su mandato. ¿Invertirá Donald Trump la marcha, aparentemente inexorable, hacia la hecatombe atómica?
Por fin sonó el teléfono y Paolo Gentiloni [el primer ministro de Italia], después de una larga y febril espera, pudo escuchar la voz del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El tema central de la conversación –según informa la oficina del primer ministro– fue la “histórica amistad y colaboración entre Italia y Estados Unidos” en el marco de la “fundamental importancia de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte]”.
Pero el comunicado italiano omite un detalle que la Casa Blanca sí dio a conocer: en su llamada telefónica a Gentiloni, Trump no sólo “recordó el compromiso de Estados Unidos en la OTAN”, sino que “subrayó la importancia de que todos los aliados compartan la carga monetaria del gasto de defensa”, es decir que aporten al menos un 2 por ciento de su producto interno bruto. Para Italia, eso significa pasar de los actuales 55 millones de euros diarios dedicados al sector militar –según la OTAN, en realidad es más– a 100 millones de euros al día.
Gentiloni y Trump se dieron cita para el mes de mayo, cuando el G-7, bajo la presidencia de Italia, debe reunirse en Taormina, a un poco más de 50 kilómetros de la base que Estados Unidos-OTAN mantiene en Sigonella y a 100 kilómetros de la instalación MUOS construida en Niscemi, dos puntos fundamentales de lo que, en la conversación telefónica, se describe como “colaboración entre Europa y Estados Unidos por la paz y la estabilidad”.
Los científicos nucleares estadunidenses confirman el resultado de esa colaboración: la aguja del reloj del Apocalipsis –el simbólico indicador que esos científicos utilizan en su boletín para indicar a cuántos minutos estamos de la medianoche que sería una guerra nuclear– se movió. En 2015, estábamos a 3 minutos de esa medianoche. En 2017 ya estamos a 2 minutos y medio.
Observación: el nuevo nivel de alarma es más alto que el de la década de 1980, cuando la tensión entre Estados Unidos y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas estuvo en su punto más álgido.
Ése es, en realidad, el resultado de la estrategia de la administración de Obama, que, al orquestar el putsch de la Plaza Maidan, inició la reacción en cadena que provocó la actual situación de confrontación con Rusia, incluso en el plano nuclear, convirtiendo a Europa en la primera línea de una nueva guerra fría, en ciertos aspectos mucho más peligrosa que la anterior.
¿Qué hará Trump? En su conversación telefónica con el presidente ucraniano Petró Porochenko –anuncia la Casa Blanca–, dijo que “trabajaremos con Ucrania, con Rusia y con otras partes interesadas para ayudarlas a restablecer la paz a lo largo de las fronteras”. No aclara, empero, si en las fronteras de Ucrania incluye o no la península de Crimea, cuya población optó por separarse de Ucrania para reincorporarse a Rusia.
En la Organización de las Naciones Unidas, la nueva embajadora de Estados Unidos, Nikki Haley, declaró que las sanciones estadunidenses contra Rusia se mantienen en vigor y condenó las “acciones agresivas rusas” en el Este de Ucrania, donde lo que en realidad sucede es un reinicio de la ofensiva de las fuerzas de Kiev, que incluyen los batallones neonazis, entrenados y armados por Estados Unidos y la OTAN.
Al mismo tiempo, el presidente Porochenko anuncia que quiere hacer un referéndum sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN. Aunque ya es de facto parte de la OTAN, es evidente que la entrada oficial en la alianza atlántica tendría para Rusia el efecto de una bomba.
Mientras tanto, Gran Bretaña se pone en movimiento. Mientras intensifica la cooperación de sus fuerzas aeronavales con las de Estados Unidos, envía al Mar Negro –frente la costa de Rusia y por primera vez desde el fin de la Guerra Fría– una de sus unidades navales más modernas, el destructor HMS Diamond (con un costo superior a los 1 mil millones de libras esterlinas), a la cabeza de una “task force” o “fuerza de tarea” de la OTAN y como apoyo a 650 soldados británicos implicados en otro nebuloso “ejercicio” en Ucrania.
Gran Bretaña también está enviando a Polonia y a Estonia 1 mil soldados de unidades de asalto y varios cazabombarderos Typhoon, capaces de llevar armamento nuclear, a Rumania.
En resumen, mientras que Gentiloni habla con Trump de colaboración entre Europa y Estados Unidos por la paz y la estabilidad, la aguja del reloj del Apocalipsis sigue avanzando hacia la medianoche nuclear.
Manlio Dinucci/Red Voltaire-Il manifiesto
[ANÁLISIS INTERNACIONAL]
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