El estilo de vida de una parte de la sociedad resulta altamente contaminante para el planeta: no sólo se trata de usar automóviles, ropa desechable o alimentarse con comida industrializada que en su mayoría viene empaquetada en plásticos, sino también del uso permanente de tecnologías digitales.
Acciones que nos parecen tan cotidianas como mandar un correo electrónico, sostener una conversación por mensajería instantánea, navegar en internet o ver series y películas en plataformas de streaming, tienen tan alto costo para el medio ambiente que nos debería llevar a la reflexión colectiva y, sobre todo, a cambiar hábitos de manera urgente.
Y es que resulta muy preocupante que no seamos conscientes de todo el daño que causamos permanentemente al planeta. Por ejemplo, mientras escribo esta columna en mi computadora contribuyo al calentamiento global por emisiones de dióxido de carbono (CO2), al igual que usted si la lee en la página de internet.
De acuerdo con el análisis Impuestos ambientales en México y experiencias internacionales, del Instituto Belisario Domínguez, entre las industrias que más contaminan a la atmósfera con gases de efecto invernadero, están las que generan electricidad, debido a su creciente demanda para uso industrial, residencial y por tecnologías móviles, cuya característica principal es estar conectadas al internet.
Elaborado por el investigador Javier Galán Figueroa, el reporte señala que entre los principales consumidores de electricidad se encuentra la economía digital, de la cual destacan telefonía móvil, internet, correo electrónico y la nube, que se están convirtiendo en uno de los sectores más contaminantes.
Y agrega que es posible conocer la huella de carbono que generamos individualmente por estas actividades, cuando es medida a través de las emisiones de CO2. Así, podemos saber exactamente cuánto daño hacemos al planeta cada día, simplemente por enviar correspondencia electrónica, ver televisión, escuchar música a través de internet, jugar videojuegos, navegar en las más populares redes sociales –Facebook, Twitter e Instagram– o chatear de cualquier banalidad.
De acuerdo con Galán Figueroa –profesor de la especialización en economía monetaria y financiera del Posgrado de Economía, en la Facultad de Economía de la UNAM–, enviar un mensaje de texto representa una huella de carbono de 0.014 gramos por mensaje, equivalente a 32 mil toneladas en un año a nivel global.
De una sola búsqueda o consulta en la web, el investigador indica que la compañía Google –el gigante en este tipo de servicio a nivel mundial– estima que en promedio se generan 0.2 gramos de CO2. El doctor Galán Figueroa agrega que si la búsqueda es a través de una computadora portátil, se producen 0.7 gramos en promedio; pero si es con una computadora de escritorio, la emisión es de 4.5 gramos.
“Google estima alrededor de 200 millones a 500 millones de consultas por día [sólo en su buscador]. Esto equivale a 1.3 millones de toneladas por año”, así que urge empezar a ser consientes del costo que generamos al planeta por actividades que muchos hacemos todo el tiempo.
Respecto de los correos electrónicos, el profesor de la UNAM indica que se emiten 0.3 gramos de CO2 por spam en el correo electrónico; 4 gramos por un correo normal, y 50 gramos por correo electrónico con un archivo adjunto.
En un año, advierte el investigador, “el correo entrante agrega en promedio 136 kilogramos de emisiones por persona o el equivalente de 321 kilómetros por conducir un automóvil”.
En el caso de la telefonía móvil, el profesor universitario advierte que “una hora de uso del teléfono celular equivale a 1 mil 250 kilogramos de emisiones de CO2 al año”.
Prácticamente toda nuestra actividad resulta contaminante. Por ejemplo, ver 1 hora de televisión genera 37 gramos de CO2 si es a través de una pantalla plana LCD de 15 pulgadas; 84 gramos, si es en una televisión CRT de 28 pulgadas; 97 gramos si es en una pantalla plana LCD de 32 pulgadas; 240 gramos, en una pantalla de plasma de 42 pulgadas.
Para el doctor Javier Galán Figueroa, “una hora por día en la pantalla LCD de 37 pulgadas tiene una huella de 35 kilogramos por año, equivalente a 39 millas en un automóvil promedio que funciona con gasolina”.
En el caso de los servicios de streaming, el académico pone como ejemplo ver una hora de Netflix, que significa la emisión de 300 gramos de dióxido de carbono por usuario. “Al año, esto equivale 48 toneladas”, advierte.
Otro hábito contaminante es el de jugar videojuegos. Al respecto, indica que se estima que el consumo de energía a nivel global por las consolas de videojuegos es de 8 mil gigavatios por hora, por lo que al término de su ciclo de vida habrán emitido 3 millones de toneladas de CO2.
También observa que la transmisión de música es contaminante: transmitir un álbum musical consume la misma energía eléctrica que producir y enviar un CD.
Por si esto no fuera suficiente, el doctor Galán Figueroa señala en su análisis que “el uso de los teléfonos inteligentes es considerado actualmente como una de las principales fuentes de contaminación a través del consumo de energía eléctrica y por la generación de residuos”.
Esto representa un verdadero problema para el futuro del planeta, porque –como dice el profesor de la UNAM– la economía contemporánea depende cada vez más de la conexión a internet. “Este avance tecnológico implicará un incremento significativo en la demanda de electricidad por parte de la denominada economía digital; por lo que las emisiones de efecto invernadero podrían incrementarse significativamente (siempre y cuando se produzca a través de los combustibles fósiles)”.
Es momento de reflexionar y cambiar nuestros hábitos en torno al uso de las tecnologías digitales, puesto que el calentamiento global es ya una realidad que dentro de muy poco tiempo nos cobrará muy cara la factura.
Nancy Flores
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