La rápida migración del campo a las ciudades por la falta de servicios públicos y de empleo en las zonas rurales genera un profundo cambio social en los países insulares del Pacífico, que se caracterizan por una fuerte población agraria.
Para peor, los problemas de vivienda en las ciudades frustran los anhelos de quienes abandonan el campo en busca de una vida mejor, pues terminan viviendo en asentamientos irregulares en rápida expansión.
En Vanuatu, con una población de 247 mil 262 personas, la población urbana crece a un ritmo de 4 por ciento, lo que coloca a este país en segundo lugar en este punto en la región, después de Islas Salomón.
A las afueras de esta capital, con 44 mil habitantes, se encuentra Freswota, un suburbio con seis divisiones administradas identificadas por números del 1 al 6 y donde viven 8 mil personas.
El jefe Maki Massing, originario de la occidental isla de Ambryn, en las provincias norteñas de este país insular, es viudo y tiene seis hijos, con quienes vive en Freswota 4 desde hace 30 años.
Cuando termina el día, la luz de las bombillas colgadas en el jardín alumbra la casa que construyó con cemento y chapas de hierro corrugado. Coloridas cortinas de tela visten las aberturas. Al caer la noche, el bullicio inunda la calle mientras Massing explica a Inter Press Service (IPS) por qué abandonó el poblado de Lalinda.
“Mis hijos vinieron a estudiar a Port Vila”, relata. “Como mis ingresos del cultivo de copra no eran muy buenos, me vine a buscar trabajo para poder pagar la escuela”, añade.
Massing tuvo suerte de encontrar un empleo en el sector formal. Tras trabajar 15 años en un banco, se fue al Ministerio de Salud, donde permanece desde 1992.
Las circunstancias particulares de la mayoría de la población de Freswota varían entre quienes tienen un empleo permanente, los que laboran en el sector informal (venta de frutas y verduras en el mercado) o aquellos que están desempleados. Pero hay algo que todos tienen en común: los bajos salarios y las malas condiciones de vida.
Frank William, del Consejo de la Municipalidad de Port Vila, dice a IPS que la tierra de la capital todavía no se ha dividido en función de sus usos específicos, como residencial y comercial, lo que ha complicado la planificación urbana. “Hay vivienda pública para las personas que llegan a trabajar, pero la gente de bajos ingresos no puede costearla”, explica.
El costo promedio de una vivienda básica decente ronda entre los 31 mil 600 y los 52 mil 700 dólares, un monto excesivo para muchas personas que cobran el salario mínimo de unos 316 dólares. La Corporación Nacional de Vivienda, que carece de fondos, vende terrenos sin edificar en Freswota 3.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señaló que 16.8 por ciento de los servidores públicos y 17.1 de los empleados del sector privado en Port Vila viven en la pobreza.
“Es muy caro para mí porque también tengo que pagar agua, electricidad, transporte y escuela”, precisa Massing. Aun siendo funcionario, se ve obligado a rentar dos habitaciones pequeñas de su casa para obtener algún ingreso extra.
En los países insulares del Océano Pacífico, la migración del campo a la ciudad supera el crecimiento de la oferta laboral, la disponibilidad de tierras y la capacidad del Estado de aumentar las viviendas y ampliar los servicios públicos.
Treinta y cinco por ciento de la población de esta región, con 10 millones de personas, viven en pueblos y ciudades. En Vanuatu, 25 por ciento de los habitantes son residentes urbanos y se pronostica que en 2030 llegarán a ser 38 por ciento.
La falta de vivienda decente empeora la pobreza urbana. En las islas del Pacífico, 25 por ciento de los residentes de áreas metropolitanas viven en asentamientos irregulares. En Port Vila, un tercio de los niños y las niñas es pobre, 20 por ciento más que el promedio nacional, según el Foro de las Islas del Pacífico (PIF, por su sigla en inglés).
Leias Cullwick, directora ejecutiva del Consejo Nacional de Mujeres de Vanuatu, arguye que el bajo salario mínimo y el alto costo de vida de esta ciudad dejan a las familias en graves dificultades.
“Ochenta por ciento de los residentes urbanos no pueden pagarse ni siquiera una comida decente al día. En los hospitales, 70 por ciento de las mujeres que paren no puede costearse suficientes alimentos sanos, por lo que sus bebés quedarán malnutridos”, remarca.
La población también padece la falta de servicios básicos. Massing se queja de que en Freswota 4 se necesita con urgencia agua, electricidad y caminos.
“Los primeros 5 años que estuve aquí tenía que ir a buscar agua al río todas las tardes para lavar y para necesidades de la casa”, relata.
Los líderes tradicionales como Massing toman iniciativas para atender problemas de desarrollo y sociales en los asentamientos urbanos.
“Hablé con las autoridades y pusieron agua y electricidad en esta zona”, prosigue.
Si bien comprende los deseos que impulsan a la gente a emigrar del campo a Port Vila, él no cree que la ciudad sea la mejor opción para todo el mundo.
“Reúno a todo el mundo y les digo que para quedarse aquí tienen que tener empleo. Si no encuentran, deben regresar a su isla porque Port Vila es una ciudad muy cara”, explica Massing, quien subraya la necesidad de evitar la miseria y la delincuencia.
Según el PIF, las instituciones estatales deben tomar medidas para mejorar la planificación y reformar el mercado de viviendas para beneficiar a los más necesitados.
A muchos residentes de Port Vila, incluidos Massing y Cullwick, les preocupa el uso indebido de los fondos destinados a mejorar los servicios y la infraestructura. La Comisión de Corrupción de Vanuatu, creada en 2013, tiene el cometido de atender la mala gestión administrativa y política.
Cullwick sostiene que las viviendas tradicionales se pueden utilizar para atender las necesidades de las poblaciones marginadas en las ciudades. Según ella, si se adaptan las construcciones y se usan los materiales que abundan, como paja y bambú, se podría reducir el costo de construir una casa sana y segura.
Mientras, Vanuatu se unió al Programa Participativo de Mejora de Asentamientos ONU Hábitat –de la Organización de las Naciones Unidas–, que se propone mejorar las condiciones de vida y avanzar hacia el cumplimiento del séptimo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: mejorar “considerablemente, en 2020, la vida de al menos 100 millones de habitantes de barrios marginales”.
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