Thierry Meyssan/Red Voltaire
Damasco, Siria. La matanza de Orlando, Estados Unidos, ha sacado a la luz el tratamiento que el Emirato Islámico (Daesh) reserva a los homosexuales. Sin embargo, el asesino que se identificaba como miembro de ese grupo terrorista era al mismo tiempo cliente de la discoteca gay y había tenido relaciones sexuales con al menos otro cliente. Parece, por consiguiente, que su intención era atacar una discoteca, no una discoteca gay.
En todo caso, el Emirato Islámico no tiene el monopolio de las masacres de homosexuales. Éstas son, en realidad, una práctica común entre numerosos grupos sectarios que se identifican con diferentes religiones, principalmente grupos islamistas. En ese caso se hallan, por ejemplo, el Ejército de Resistencia del Señor, en Uganda, que se identificaba como defensor de Jesús, en la década de 1990, y los diversos grupos yihadistas que se identifican hoy con Mahoma. Más generalmente, gran parte de los judíos, de los cristianos y de los musulmanes consideran que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son un “pecado”, aunque admiten que no se escoge la persona de quien uno “se enamora”.
Desde un punto de vista etnológico, la condena de la homosexualidad en nombre de esas religiones viene acompañada de una visión de la sociedad donde los hombres dominan a las mujeres y no existe en las sociedades donde todos los individuos gozan de los mismos derechos.
Como ya escribí, hace 1 año, “el apoyo que ha encontrado [el Emirato Islámico] entre ciertos sirios no tiene nada que ver con el Corán ni con la lucha de clases. Es la rebelión de un modo de vida que está desapareciendo, de una sociedad violenta y dominada por los hombres contra un modo de vida donde se respeta a las mujeres y se abre la puerta al control de la natalidad (“La CIA se ve desbordada ante el inesperado apoyo de civiles al Emirato Islámico”, Red Voltaire, 16 de marzo de 2015).
A partir de ahí, la matanza de homosexuales se ha convertido para los yihadistas en un argumento destinado a “conquistar los corazones y las mentes”.
El jefe de los negociadores de los “moderados” en las negociaciones de Ginebra, Mohamed Aluche, se dio a conocer arrojando de los techos de Duma, localidad de las afueras de Damasco, personas acusadas de homosexualidad, pero su historial no ha causado la menor protesta de parte de sus padrinos occidentales. Su grupo –el Ejército del Islam (Yesh al-Islam)– está financiado por Arabia Saudita y dirigido en el plano militar por consejeros militares británicos, y el propio Mohammed Aluche estuvo asesorado permanentemente en Ginebra por el encargado de negocios de Francia en Siria. Ese diplomático francés –no olvidemos que Francia es una república laica– incluso intervino para que el hotel suizo donde se alojó la oposición “moderada” retirara cuadros y cubriera estatuas cuya desnudez podía perturbar a este “demócrata” modelo. Claro, este diplomático francés –quien, por cierto, vive como pareja con otro diplomático del mismo sexo– probablemente estima que los crímenes de Mohammed Aluche son menos graves que lo que hace el “régimen de Bashar [al Assad]”.
Sin embargo, hoy en día, en el mundo árabe –minoritario en relación con toda la población musulmana a través del mundo– sólo Siria, el sultanato de Omán y algunos miembros de los Emiratos Árabes Unidos aceptan la homosexualidad.
Es muy importante recordar aquí que, contrariamente a la imagen que ha sido impuesta sin que haya sido objeto de discusión, la República Árabe Siria nunca persiguió a nadie por razones de índole privada. Todos los crímenes, reales y más frecuentemente imaginarios, que se le atribuyen están vinculados única y exclusivamente con la represión contra islamistas, ya sean los miembros de la Hermandad Musulmana o –más recientemente– sus franquicias Al-Qaeda y el Emirato Islámico.
En febrero de 2016, el diario libanés financiado por la Unión Europea L’Orient-Le Jour, cuya parcialización antisiria es notoria, dedicaba una serie de artículos a comparar la vida gay en Líbano y en Siria. Mientras en Líbano la policía arresta a los jóvenes –a menudo respondiendo a denuncias de sus familiares–, verifica el contenido de sus teléfonos celulares en busca de fotografías comprometedoras, envía citaciones oficiales a sus amigos para interrogarlos, aplica a los “sospechosos” un examen médico que supuestamente determina el grado de dilatación del ano y los somete a golpizas hasta que uno acabe acusando al otro, ese diario observa que en Siria, “bajo el régimen de Bashar al-Assad, la comunidad gay vive feliz” (“J’ai caché mes pantalons roses et jaunes, et je me suis entraîné à marcher d’une façon masculine”, Chérine Yazbeck, L’Orient-Le Jour, 8 de febrero de 2016).
Los sirios no abordan la homosexualidad como una cuestión de tolerancia o de intolerancia sino como parte de la vida privada. Y miles de años de civilización les han enseñado que sólo pueden sobrevivir en esta parte del mundo viviendo juntos, y que eso sólo es posible respetando la vida privada de cada cual. Es por lo tanto posible declarar desprecio por los homosexuales en general y, al mismo tiempo, no permitirse acusar a nadie en particular de ser gay.
Aunque las disposiciones del Código penal de 1949 no han sido derogadas, el partido del presidente Bashar al-Assad, el Baas, ha instaurado una cultura basada en el respeto de las diferencias, casi única en un país árabe. De tal manera que el diario libanés L’Orient-Le Jour se asombraba de oír a un refugiado sirio gay recordar su servicio militar como unos de los “años más bellos de su vida” y contar “las fiestas en salas de bodas alquiladas por parejas gays para celebrar su unión”. Fue sólo con la aparición del Emirato Islámico que se vio obligado a “esconder sus pantalones rosados y amarillos y entrenarse en caminar de manera masculina”.
Aunque los fundadores del Baas se inspiraron inicialmente en la Revolución Francesa, su ideología es principalmente fruto de la cultura siria. Y, al contrario de los demás países árabes, Siria tiene una larga tradición de respeto por los modos de vida diferentes.
El judaísmo fue fundado en el reino de Jerusalén. El cristianismo fue fundado por Pablo de Tarso en Damasco. El islam fue revelado a Mahoma en Arabia, pero el Corán sólo se escribió una veintena de años después de su muerte, bajo la autoridad de un tercer califa, Otman (también llamado Utma), en Damasco. De hecho, las tres grandes religiones bíblicas surgieron en la Siria geográfica.
Tres pasajes de la Torá mencionan la homosexualidad en forma explícita. Según el Levítico: “No te acostarás con varón como con mujer. Es una abominación” (18:22) y “el varón que se acuesta con varón como con mujer, abominación cometida por los dos, tendrán que morir, su sangre caerá sobre ellos mismos” (20:13). Finalmente, el Deuteronomio estipula: “No habrá ramera entre las hijas de Israel, ni habrá sodomita de los hijos de Israel” (23:17).
Vistos en su contexto, los dos primeros pasajes provienen de la concepción patriarcal de las tribus de la época, el tercero es una condena de la prostitución sagrada practicada en los templos de otras tribus y, por consiguiente, interpretada como idolatría. Actualmente, los judíos reinterpretan su religión para abandonar los aspectos tribales y no tienen dificultades en integrar a los homosexuales. A menudo interpretan la relación entre Ruth y Naomi, y la relación entre el rey David y Jonatán, como relaciones homosexuales. Pero los que se dicen partidarios de la Alianza de Dios únicamente con las tribus de Israel persisten en ver esas relaciones como una “abominación”. Es decir, aunque el Estado de Israel integra a los homosexuales, el grupo Levaha protesta todos los años contra la Gay Pride y, en 2015, un judío ultraortodoxo apuñaló a seis homosexuales durante la Gay Pride de Jerusalén.
Según los Evangelios, Jesús de Nazareno criticó incansablemente las prohibiciones y el formalismo del judaísmo antiguo, pero nunca criticó el paganismo romano. Promovió una forma de espiritualidad basada en el amor y el sacrificio y nunca abordó la cuestión del sexo. No existe, por consiguiente, en las escrituras ninguna base que justifique las condenas de las iglesias cristianas contra la homosexualidad.
Los primeros cristianos se dividían en dos grupos: los judíos que consideraban a Jesús como su mesías y los “gentiles” (los paganos. Los términos “gentil” o “goy” aún son utilizados por los judíos para referirse a los no judíos) que lo veían como ejemplo de un hombre perfecto. Los primeros estaban organizados en Jerusalén alrededor de Jacobo, el “hermano de Jesús” (también designado como Jacobo el Justo o Santiago el Justo), mientras que los segundos se estructuraron en Damasco y Antioquía. Los primeros se negaban a celebrar la misa con los segundos por considerarlos “impuros”, ya que eran goy. El primer grupo fue exterminado en Jerusalén durante la represión romana, y sólo sobrevivió el segundo.
En la Antigüedad, incluso durante los primeros siglos del cristianismo, los amantes de un mismo sexo estaban integrados a la sociedad, y por ende a la iglesia. En el siglo III, Sarkis, el comandante de la Schola gentilium (tropa de élite que sustituyó a la guardia pretoriana), y su ayudante, Baco, fueron martirizados por orden del emperador Maximiano, cerca de Raqqa (ciudad siria hoy considerada la capital del Emirato Islámico), por haberse convertido al cristianismo y por haberse negado a ofrecer sacrificios a los dioses romanos. Sarkis y Baco eran amantes y habían sido reconocidos como tal por la iglesia, que celebró para ellos la adelphopoiia, un rito equivalente al que se ofrecía en la sociedad romana a las parejas del mismo sexo. Baco, que había sido degradado y flagelado hasta la muerte, se le apareció a Sarkis cuando este último también fue sometido a la tortura. Enfundado en su uniforme de oficial romano, Baco animó a su amante a no renunciar a su fe y a morir como un soldado de Cristo. Posteriormente, el culto a Sarkis (san Sergio) y san Baco se extendió por todo el Levante.
No fue hasta el siglo XI, y especialmente con la Contrarreforma, que los cristianos condenaron la homosexualidad. Roma retomó entonces la filosofía vitalista de los últimos tiempos del Imperio Romano, que considera que la razón de ser de la sexualidad es la reproducción de la especie. Los cristianos de Occidente justificaron ese retroceso recurriendo a las epístolas de Pablo a los Corintios (VI:9-10) y a los Romanos (I:26-28), o sea volviendo al Levítico y al Deuteronomio. Pero, además de que esos textos probablemente tienen un significado muy diferente, tampoco tienen la autoridad de Cristo. En todo caso, la integración de los homosexuales prosiguió entre los cristianos del Levante hasta el siglo XVIII.
El islam se presenta como una intervención de Dios que aclara la confusión teológica reinante en Arabia. El Corán, retomando el mito de la Génesis (19), menciona en seis ocasiones el mito de Sodoma y Gomorra (7:80-81, 21:74, 26:165-166, 27:54-55, 29:28-30 y 54:33-34). Es reciente la interpretación de esos versículos para condenar el “crimen de Lot”, lapidar a los homosexuales y arrojarlos de lo alto de precipicios. En realidad, el mito de Lot no tiene nada que ver con las relaciones entre personas del mismo sexo sino que estigmatiza a la vez el no respeto de la hospitalidad y la violación que los beduinos consideraban una forma de sometimiento. Además, el Corán no condena a Lot –a quien presenta como uno de los profetas del islam–, ni tampoco a los visitantes, que resultan ser ángeles, sino a los habitantes de Sodoma. Numerosos artistas de la edad de oro del islam celebraron amores homosexuales y varios califas, como Al-Amin, Al-Mutasim y Al-Wathiq, expusieron públicamente sus amores con otros hombres.
¿Quién no tiene problemas con la homosexualidad?
Actualmente, el Emirato Islámico hace campaña contra quienes practican “el crimen de Lot”. Por iniciativa de Washington y de Santiago de Chile, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) realizó, el 24 de agosto de 2015, una reunión sobre las ejecuciones que la organización terrorista ha realizado contra la homosexualidad en Irak y en Siria.
Pero algunos miembros del Consejo de Seguridad vacilaron cuando se habló de condenar esos crímenes de los yihadistas. Angola (80 por ciento de su población es cristiana) y Chad (país mayoritariamente musulmán) pidieron a sus embajadores que no participaran en la reunión, mientras que otros miembros del Consejo de Seguridad exigieron que se hiciera a puertas cerradas, lo cual significa que no disponemos del acta de esa reunión y que el Consejo se abstuvo de toda conclusión pública.
No se sabe, por tanto, si el Consejo de Seguridad de la ONU examinó únicamente los crímenes del Emirato Islámico o si extendió sus investigaciones a los actos de otros grupos yihadistas. En todo caso, en septiembre de 2013, el Frente al-Nusra (al-Qaeda), bajo las órdenes de oficiales turcos y franceses, trató de apoderarse de la pequeña ciudad de Maalula –a 40 kilómetros de Damasco. Maalula no tenía ninguna importancia estratégica, incluso carece de valor táctico, pero es el símbolo de los cristianos del Oriente. Es la ciudad cristiana más antigua del mundo, convertida en el año 35 por Pablo de Tarso y Santa Tecla. Maalula pretende conservar la tradición del cristianismo original, independientemente del cisma entre católicos y ortodoxos. Los yihadistas se ensañaron allí con todas las representaciones de la fe cristiana, principalmente contra la gran estatua de la Virgen (a pesar de que el Corán la celebra), las reliquias de Santa Tecla (reconocida por los católicos como una santa ya que impartía los sacramentos como un hombre pero que los ortodoxos consideran como el apóstol trece) y los monasterios de San Sarkis y San Baco. Las iglesias católica y ortodoxa, que expresaron su apoyo a los habitantes de Maalula, pusieron, sin embargo, especial atención en no mencionar este aspecto de lo sucedido.
En definitiva, los occidentales parecen muy poco sinceros, sin toda su algarabía sobre la integración de los homosexuales. La han convertido en un símbolo de las sociedades libres y han manipulado ese tema para hacer creer que la República Árabe Siria es un “régimen represivo”. A pesar de ello, tanto el engaño de la “Gay Girl in Damascus” como el intento de manipular a Subhi Nahas terminaron en fracasos. Pero no han tenido ningún reparo en apoyar a Al-Qaeda cuando sus terroristas atacaron los monasterios de San Sergio y San Baco o cuando Mohammed Aluche arrojaba homosexuales desde los techos.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: INTERNACIONAL]
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