Rafael Armando Vadillo Santos
En México, probar suerte en los clubes de basquetbol profesional suele significar la aceptación de condiciones laborales deplorables: al deportista le ofrecen un trabajo y le exigen rendimiento, pero le niegan sus derechos básicos, como el salario, el seguro médico y la seguridad social.
Los honorarios en este deporte se manejan bajo el concepto de alimentación o pago en especie; en la mayoría de los casos, cuando se acuerda una cantidad económica, ésta no llega al bolsillo del basquetbolista.
La retahila de anomalias no para: cuando el jugador quiere salirse del equipo, la condición es que no reclame el adeudo. Sólo así puede irse “libremente” a otro club. En muchos casos, los contratos carecen de seguro médico y seguridad social, y es frecuente que las copias de éstos no lleguen a manos de los jugadores.
En total impunidad, la Liga Nacional de Baloncesto Profesional (LNBP) y algunos clubes que la integran quebrantan la Ley Federal del Trabajo (LFT). Por si fuera poco, para los jugadores hablar sobre ello puede significar el fin de su carrera deportiva.
“Te hacen firmar contratos en blanco”, asegura Jesús Ramsés Benítez González, exjugador profesional. El compromiso del equipo con el jugador jamás queda asentado en un documento: en el contrato “no está su firma y no se sabe si ellos van a cumplir su parte”.
En 2009, Benítez González fue despedido y vetado sin justificación alguna de la Liga. A la fecha, sigue en busca de una resolución legal favorable.
“Te contratan con la promesa de que vas a jugar y al principio sí sucede. Después, te mandan 3 meses a la banca y no te pagan. Un día llega un equipo para contratarte y, cuando le comentas al entrenador, no te deja: ellos son dueños de tu carta y te dejan ir con la condición de que no te paguen los 3 meses donde ni siquiera jugaste. No te queda de otra y aceptas”, dice un jugador profesional que solicita el anonimato por miedo a represalias.
El caso de Ramsés Benítez fue peor: “Cuando otros equipos saben del bloqueo, me dicen: ‘Vente, yo te pago tu salario, tu rehabilitación’. Uno tiene familia y ahí ya no me querían: me iban a mandar a la casa, no me habían pagado y pues hay que comer. Entonces hablo con ellos sobre ese ofrecimiento y me dicen: ‘No te vas a ir, no te vas a ir con ninguno. Nosotros tenemos tus derechos, somos tus dueños’”.
La LNBP fue creada en 2000 en Durango, Durango. Información oficial refiere que es “una empresa enfocada al soporte y profesionalización del baloncesto en nuestro país”, con el objetivo de producir “verdaderos profesionales del baloncesto”.
Actualmente es presidida por el licenciado Sergio Ganem Velázquez, también presidente del Club Fuerza Regia de Monterrey, y cuenta con la participación de 10 equipos. Hasta la temporada pasada, sumando las listas oficiales de jugadores de la Liga, eran 99 los basquetbolistas que veían acción en las duelas.
La Liga Nacional de Baloncesto Profesional tiene como “objetivo de calidad” importar jugadores: 48 de los 99 que jugaron la temporada pasada son extranjeros. También busca llevar a las duelas “a jóvenes talentos de importantes instituciones educativas”, con el fin indirecto de nutrir a la Selección Mexicana de un mayor número de basquetbolistas.
De 2011 a la fecha, el basquetbol mexicano ha vivido un cambio sustancial, al menos en la duela: la Selección Mexicana ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos que se disputaron aquel año en Guadalajara, Jalisco, y clasificó al Mundial de la especialidad en 2014, después de 40 años de no asistir a dicho evento.
Pero hace rato que la Selección no refleja lo que viven los jugadores de las ligas profesionales del país, como la LNBP, la Liga de Chihuahua o el Circuito de Baloncesto de la Costa del Pacífico (Cibacopa). Y es que laborar en éstas no es sólo competir con jugadores estadunidenses, sino, sobre todo, hay que sortear problemas.
Para un atleta profesional, una lesión significa alejarse del único sustento económico para él y su familia. Tal es el caso de Ramsés Benítez, quien en 2009 se lastimó la espalda y tuvo que abandonar las duelas. Hasta hoy, lucha por obtener una resolución legal que obligue a los “dueños” de su carta a indemnizarlo.
Ramsés nació el 10 de septiembre 1979 en Ciudad Obregón, Sonora, e inició su carrera en el baloncesto a los 14 años. De ahí, no paró hasta 2009. Según su autobiografía publicada en el blog Raza de Bronce, le dicen Lulo desde que era pequeño.
Durante su etapa como estudiante del Instituto Tecnológico de Sonora (Itson), inició su carrera en la Selección Mexicana. A los 30 años seguía en las convocatorias del combinado, pero durante un entrenamiento se lesionó y tuvo que ser operado de una hernia discal.
En aquel momento, Benítez jugaba para los hoy desaparecidos Halcones Verdes de la Universidad Veracruzana (UV), equipo de la LNBP. Su contrato aún estaba en manos del equipo de Xalapa cuando fue operado. Ni los Halcones ni los directivos de la Selección Nacional se hicieron cargo de él durante su tratamiento médico.
De acuerdo con el exjugador, Juan Manuel González –entonces presidente de la LNBP y apoderado del equipo de la UV– le aseguró que sí sería apoyado, pero eso no sucedió. Todo lo tuvo que pagar de su bolsillo: operación y rehabilitación. Aunque al inicio, Ramsés Benítez no le dio mucha importancia a la falta de asistencia médica, los problemas no parecían terminar.
Tres meses después de la lesión, el directivo del baloncesto profesional no sólo le dio la espalda, sino que también lo despidió sin justificación alguna, asegura Ramsés. Seis meses después de su operación, Benítez ya volvía a las duelas para reincoporarse a su nuevo equipo. Lo que él no sabía es que su estancia ahí sería de tan sólo 6 meses.
La preocupación del seleccionado mexicano pronto pasó de no tener trabajo en los Halcones Verdes a no poder ofrecer sus servicios a ningún otro equipo. Lo habían vetado de la LNBP, la Liga de Chihuahua y del Cibacopa. No podía jugar en México porque sus “derechos” eran del equipo veracruzano, que lo tenía “bloqueado”.
Pareciera que en la Liga Nacional de Baloncesto Profesional existe un código no escrito, que se conoce en el medio deportivo como el pacto de caballeros. Este “acuerdo” entre dueños de los clubes les permite mover a placer a cualquier jugador, sin siquiera preguntar si está de acuerdo. Así, los jugadores son mercancía y el dueño hace con ella lo que le place.
“Ellos tienen unas reglas dentro de la Liga donde si tú llegas con ellos a hacer un try out, ya eres parte del equipo. Si te registran como jugador protegido, les perteneces. Es una lista de 25 jugadores, no importa que no juegues. Ellos alegan que les perteneces y pueden venderte, rentarte o no dejarte jugar. Eso es lo que hicieron conmigo. Ellos me dejaron en la lista de protegidos”, comenta Benítez, quien hoy se dedica a impartir clínicas de baloncesto en Sonora.
En el artículo 295 del capítulo X, “Deportistas profesionales” –título sexto, “Trabajos especiales”–, la Ley Federal del Trabajo establece que “los deportistas profesionales no podrán ser transferidos a otra empresa o club sin su consentimiento”. Pero la historia en la LNBP es otra.
“Para ser libre tienes que estar 3 años como jugador prestado o rentado. Si dejas de jugar dos temporadas seguidas con ese equipo, quedas libre. En sí no libre, quedas a merced de la Liga. Uno no tiene libertad de nada.”
Para ejemplificar el sometimiento, Ramsés recuerda que en su caso lo bloquearon al enlistarlo como protegido. “Y no puedo jugar en ningún lado sin que les pidan permiso. Ellos pueden decir sí o no”.
En 2012, Ramsés intentó volver al deporte ráfaga en la plaza de Guadalajara, después de estar dos temporadas sin jugar. “A la semana de estar ahí hablan con Juan Manuel González y Modesto Robledo [presidente de la Asociación Deportiva Mexicana de Baloncesto]. El primero dice: ‘Se me va a la chingada ese güey porque si no se va, no te voy a dejar jugar a tres de tus jugadores. Y si quieres, te puedo ayudar y mandar a tres o cuatro jugadores por Ramsés Benítez, pero él no juega. Él está vetado’. Después, le hablan a Modesto y dice: ‘Ramsés Benítez está vetado. No puede jugar en esta Liga ni en ninguna otra de México porque está vetado’”, recuerda, con voz entrecortada, el exjugador de 37 años de edad.
Lulo no sólo quedó fuera del deporte que lo vio crecer, sino también sin la actividad que significaba todos sus ingresos. Sus intentos por llegar a un acuerdo fueron nulos: no lo quisieron escuchar y desde 2009 sigue peleando en los tribunales con demandas por incumplimiento de contrato y despido injustificado.
De los jugadores consultados para este trabajo, sólo cuatro señalan haber firmado un contrato. Ninguno de ellos recibió copia.
“Si bien es cierto que el patrón (dueño del club o empresa) está obligado por la ley a entregarle una copia del contrato de trabajo al empleado (deportistas), para que éste a su vez esté enterado de los derechos y obligaciones contraídos, también es cierto que, en caso de conflicto entre el deportista y el club, la carga de la prueba será para el patrón porque nunca entregó la copia al empleado”, explica la doctora en derecho María Carmen Macías Vázquez, investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La académica observa que “la ausencia de un contrato no desestima la relación jurídica laboral, porque la ley prevé el caso de la presunción; esto es que el deportista puede corroborar con testigos y documentos que infieran una relación laboral ante la autoridad laboral”.
En teoría, la existencia o no de los contratos tampoco debería motivar el incumplimiento del pago de salarios. Para la doctora Macías Vázquez, “el salario es un derecho de los trabajadores y además es irrenunciable (según el artículo 33 de la Ley Federal de Trabajo)”.
La especialista en derecho laboral agrega que “el salario o retribución por el trabajo prestado debe consistir en la cantidad en efectivo que hayan acordado las partes, el cual puede integrarse de varios conceptos o no, entre los cuales se encuentra el pago en especie”. Pero, aclara, “el salario debe pagarse en efectivo independientemente de que se integre por varios rubros o la connotación que se le dé”.
Respecto de la práctica en la que incurren algunos dueños de equipos de pagar en especie o establecer el concepto de alimentación como única forma de pago, la doctora explica: “el concepto de pago de alimentos que la ley establece, y de manera muy específica para el trabajo de los deportistas, consiste en que los alimentos deben ser cubiertos totalmente por el club o empresa a la que presta sus servicios el deportista (artículo 298, fracción III, de la Ley Federal del Trabajo), lo que también es independiente de su salario. Encasillar el salario bajo un concepto en específico, como lo es el de alimentos, implica revisar otras disposiciones jurídicas en las áreas correspondientes a la seguridad social y los impuestos”.
El exjugador Benítez asegura que en su caso firmó dos contratos: “Uno porque estás sobre el tope salarial que tiene la Liga, ése es un convenio entre el club y el jugador. Después firmas otro, que es el que le presentan a la Liga; y muchas veces, no todos los equipos, se firma otro que es por menos dinero en caso de que entre el fisco”.
Al igual que otros jugadores entrevistados, a Benítez no le dieron copia de ninguna de sus contrataciones: “Los contratos no te los entregan. Actúan con alevosía y ventaja: te los mandan sin firma y tú los tienes que regresar firmados. Ellos los mantienen y nunca los firman. Si no te los entregan es porque nunca los firmaron”.
En México el deporte es regulado la Comisión de Cultura Física y Deporte (Conade), a cargo de Alfredo Castillo Cervantes. Pero éste prefiere no dar entrevistas, a pesar de la grave situación laboral que padecen los basquetbolistas. Vía telefónica, José Emiliano Montiel Hernández, asesor de Estrategia de Alfredo Castillo, dice que en la Conade sólo “su jefe” puede emitir una declaración oficial, pero adelanta que la Liga es ajena a la Conade.
No obstante, el artículo 86 del título cuarto de la Ley General de Cultura Física y Deporte –dedicado al deporte profesional– dice: “Los deportistas profesionales mexicanos que integren preselecciones y selecciones nacionales, que involucren oficialmente la representación del país en competiciones internacionales, gozarán de los mismos derechos e incentivos establecidos dentro de esta ley, para los deportistas de alto rendimiento”.
De lo anterior se desprende que, por lo menos en el caso de Ramsés Benítez –quien era seleccionado nacional al momento de sufrir una lesión en la espalda–, la autoridad sí tiene directamente responsabilidad. Sobre todo porque el daño se produjo durante una concentración con la Selección Mexicana.
Pero no sólo la autoridad deportiva guarda silencio. La LNBP también. Sergio Ganem Velázquez, presidente de la Liga Nacional de Baloncesto Profesional, había aceptado la entrevista pero al final la negó. Se le buscó a través del comisionado general, ingeniero Alonso Izaguirre López, quien se comprometió a atender la solicitud con alguno de los directivos, sin resultado favorable.
También se buscó al doctor Juan Manuel González Flores, actual presidente del club Garzas de Plata de Hidalgo y expresidente de la LNBP, pero hasta el cierre de esta edición no se obtuvo respuesta.
En caso de ser víctimas de atropellos en materia laboral, los jugadores profesionales de basquetbol sólo tienen la posibilidad de pelear ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje sus derechos.
El exjugador Ramsés Benítez aconseja a los jóvenes jugadores que no tengan miedo de denunciar cualquier tipo de abuso. Su experiencia le ha enseñado que es peor callar y esperar una conciliación amistosa con los “dueños” del deporte ráfaga. Pasan años y no se logra ningún beneficio para el jugador; por el contrario, puede ser víctima de represalias.
Según cuenta Benítez, los pocos que han alzado la voz han conseguido por lo menos ser activados de nuevo y continuar con su carrera. Él, sin embargo, continúa con su lucha.
“Son derechos que tiene uno como jugador y se los digo porque comprobado lo tengo con mi caso. Estoy esperando un resultado y yo sé que todo es favorable. Eso les va a dar mucha confianza. No solamente en el basquetbol, sino en todos los deportes profesionales, porque si alguien está cometiendo un daño y después te quieren truncar tu forma de vivir y trabajar, ellos tienen que pagar ese perjuicio de por vida. No se vale que no estén haciendo las cosas con base en la ley y le quiten a uno la oportunidad.”
[CONTRAGOLPE]
Contralínea 548 / del 17 al 23 de Julio de 2017
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