Carey L Biron/IPS
Washington, Estados Unidos. Las grandes represas tienen un probable impacto negativo en la calidad del agua y la biodiversidad, según un nuevo estudio que investigó y relacionó los datos extraídos de unas 6 mil obras de este tipo en todo el mundo.
Los investigadores de International Rivers (IR), una organización independiente con sede en Estados Unidos, compilaron y compararon los datos de casi 6 mil de las aproximadamente 50 mil grandes represas del mundo en las 50 principales cuencas fluviales del planeta.
Ochenta por ciento de las veces encontraron que la presencia de represas de grandes dimensiones, por lo general superiores a los 15 metros de altura, implicaba mala calidad del agua, con altos niveles de mercurio y de sedimentación atrapada.
Los investigadores señalan que las correlaciones no indican necesariamente relaciones causales, pero sugieren un patrón mundial claro. IR solicita ahora que una comisión intergubernamental de expertos elabore un método sistémico para evaluar y monitorear la salud de las cuencas fluviales del planeta.
“La fragmentación de los ríos debido a las décadas de construcción de represas está altamente correlacionada con la mala calidad del agua y la baja biodiversidad”, aseguró IR al presentar El estado de los ríos del mundo, una base de datos en internet con las conclusiones del estudio.
“En muchas de las grandes cuencas fluviales del mundo se construyeron represas hasta el punto de provocar su grave deterioro”, según la investigación.
La cuenca del Tigris y el Éufrates tiene 39 represas y es uno de los sistemas más “fragmentados”, según IR. La consecuencia es una gran disminución en los pantanos tradicionales de la región, incluida la flora tolerante a la sal que ayuda a sostener las zonas costeras, así como el descenso en la fertilidad de la tierra.
La investigación monitoreó la construcción de las represas junto con indicadores sobre la biodiversidad y la calidad del agua en las cuencas fluviales afectadas.
“La mayoría de los gobiernos, en particular del mundo en desarrollo, no tienen la capacidad de realizar un seguimiento de este tipo de datos, por lo que en ese sentido están a ciegas cuando adoptan políticas relativas a la construcción de las represas”, afirma Zachary Hurwitz, el coordinador del estudio, a Inter Press Service (IPS).
Cuatro de los cinco sistemas fluviales más fragmentados están en Asia meridional y oriental, según el estudio. Y cuatro de los 10 más afectados se encuentran en Europa y América del Norte, que tienen la mayor cantidad de represas, especialmente en Estados Unidos.
La construcción de estas obras afecta relativamente menos a dos de las regiones más pobres: África y América del Sur. Pero ambas tienen un enorme potencial hidroeléctrico y una demanda energética creciente, por lo que muchos de sus países pretenden sacar provecho de la energía fluvial.
IR señala que Brasil tiene previsto construir más de 650 represas de todos los tamaños. El país también alberga una gran cantidad de especies que se verían amenazadas por este tipo de obras.
Brasil, China e India no sólo construyen represas en sus propios territorios, sino que sus empresas también venden cada vez más este tipo de construcciones a otros países en desarrollo.
Las “cuencas menos fragmentadas son objeto en la actualidad de una gran expansión de la construcción de represas”, dice Hurwitz.
“Pero si nos fijamos en la experiencia y los datos de las áreas con una construcción históricamente alta de represas, como la cuenca del Misisipi, en Estados Unidos y la del Danubio, en Europa, es probable que esas tendencias preocupantes se repitan en las cuencas menos fragmentadas si continúa esta proliferación de su construcción”, advierte.
Los activistas expresan una inquietud especial ante la confluencia de la construcción de las represas y el impacto potencial del cambio climático en la biodiversidad de agua dulce.
IR solicita que una comisión intergubernamental de expertos evalúe el estado de las cuencas fluviales del planeta con el fin de elaborar indicadores para una evaluación sistémica y mejores prácticas de preservación de los ríos.
“La evidencia que recopilamos de los impactos a escala planetaria de la alteración de los ríos es lo suficientemente fuerte como para justificar una mayor atención internacional con el fin de comprender los límites a la modificación fluvial en las principales cuencas del mundo”, señaló Jason Rainey, director ejecutivo de IR, en un comunicado.
En particular para los países en desarrollo con una creciente demanda de energía, las inquietudes sobre la construcción de las represas de gran volumen trascienden las consideraciones de carácter ambiental o incluso social.
Sin embargo, la discusión se mantiene sobre si es la mejor solución, especialmente para los países en desarrollo. Las grandes represas cuestan en general varios miles de millones de dólares y requieren de una intensa planificación que, en obras pasadas, llegaron a superar la capacidad de economías frágiles.
En marzo de este año, un influyente estudio de la británica Universidad de Oxford investigó 250 represas grandes construidas a partir de 1920 y halló una omnipresencia de sobrecostos e incumplimiento de plazos de construcción.
“Encontramos evidencia abrumadora de que los presupuestos tienen un sesgo sistemáticamente inferiores a los costos reales de las grandes represas hidroeléctricas”, escribieron los autores en el resumen del estudio.
En “la mayoría de los países las represas hidroeléctricas grandes tendrán un costo demasiado alto […] y llevará demasiado tiempo generar una rentabilidad positiva […] a menos que se proporcionen medidas de gestión de riesgos adecuadas a un costo accesible”, añadieron.
En cambio, los investigadores recomendaron a las autoridades de los países en desarrollo que adopten “alternativas energéticas ágiles” que se pueden construir con mayor rapidez.
Del otro lado de la discusión, la Comisión Internacional de Grandes Represas, una organización con sede en París, Francia, criticó las conclusiones del estudio porque éste se centró en un conjunto poco representativo de represas sumamente grandes. Su presidente, Adama Nombre, también cuestionó el impacto climático de las opciones alternativas que recomendaron los investigadores de la Universidad de Oxford.
“¿Cuáles serían esas alternativas?”, se preguntó Nombre. “Las plantas de combustibles fósiles que consumen carbón o gas. Sin decirlo explícitamente, los autores utilizan un razonamiento puramente financiero para llevarnos hacia un sistema eléctrico que emite carbono”, aseguró.
Carey L Biron/IPS
*Editado por Kitty Stapp, traducido por Álvaro Queiruga
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