[fullwidth style=”parallax” fullwidth=”yes” background_color=”” background_image=”https://contralinea.com.mx/wp-content/uploads/2016/08/desequilibrio-plx.jpg” background_repeat=”no-repeat” background_position=”left top” mesh_overlay=”no” border_width=”1px” border_color=”” padding_top=”20″ padding_bottom=”300″ padding_left=”20″ padding_right=”20″ text_align=”” text_color=””]
Para una economía subdesarrollada como la mexicana, históricamente deficitaria en su intercambio comercial, subordinada y dependiente de la dinámica de la economía mundial, en especial de la estadunidense, y crónicamente adepta a los flujos de capitales externos para financiar su desequilibrio externo de la balanza de pagos, cualquier desorden de los mercados internacionales suele resultar catastrófico.
Esa anarquía capitalista conlleva a crisis globales –de diversos grados de intensidad– especulativas en los mercados bursátiles, de dinero y cambiarios, la fuga masiva de capitales, devaluatorias, comerciales y productivo-recesivas. Ellas se transmiten con extraordinaria facilidad hacia el resto del mundo y se sobredimensionan en los países atrasados como el nuestro, merced a la eliminación indiscriminada de las barreras comerciales y financieras, así como por la pasividad de los gobiernos, convictos y confesos del “dejar hacer, dejar pasar”. Así sucedió en México con los colapsos financieros, fiscales, de deuda externa y de balanza de pagos de 1982-1983 o 1994-1995. Entre 2014 y 2016, este gobierno ha observado importantes aprietos en las cuentas externas.
Dada la incapacidad estructural del aparato productivo para generar las divisas necesarias que sufraguen las importaciones requeridas por el crecimiento y el desarrollo, a través de las exportaciones de bienes y servicios, y que refleja el fracaso de las contrarreformas estructurales neoliberales, México depende de la continuidad creciente de los recursos financieros externos para evitar la crisis como la actual.
Como se sabe, la balanza de pagos está integrada por la cuenta corriente: el saldo neto (diferencia entre los ingresos y egresos) de la balanza de mercancías y la de servicios; el saldo neto de capitales o financiero, que incluye la inversión extranjera directa y de cartera, el endeudamiento público y privado, y las inversiones de mexicanos en el extranjero; el renglón de errores y omisiones, que no es más que ajuste estadístico de las discrepancias o fallas en el registro contable de las cuentas anteriores y la existencia de transacciones de origen desconocido como el contrabando y los movimientos de capitales furtivos. Algunos analistas consideran que cuando las diferencias son menores al 2 por ciento del valor absoluto de las importaciones representan realmente “errores y omisiones” diversos, y cuando superan ese porcentaje reflejan flujos de capitales oscuros.
El saldo neto de la cuenta de capitales sirve para compensar el déficit corriente. Si lo supera o es menor, se reflejará en las variaciones anuales positivas o negativas de las reservas internacionales del banco central y, por tanto, en el aumento o la reducción de su saldo acumulado en el tiempo.
Las posibilidades de financiar un creciente déficit corriente dependerá de la continuidad del ingreso de capitales y que su cuantía permita financiarlo, en caso de que la economía no logre aumentar sus exportaciones de bienes y servicios o reducir su dependencia de sus importaciones. La alteración de ese escenario, que afecte las ventas externas o provoque la escasez y el ingreso de capitales, o ambas cosas, prende los focos amarillos.
Algunos gobiernos respetuosos del “libre mercado”, como el mexicano, se convierten en espectadores pasivos del actuar de los especuladores y se limitan a esperar que la moneda y las demás variables financieras y económicas se estabilicen por sí mismas luego de los ataques especulativos.
Sólo se les ocurre sacrificar las reservas internacionales para tratar de atemperar la inestabilidad cambiaria y contener al crecimiento y las importaciones, en espera de mejores tiempos, por medio del recorte del gasto público, como lo hace Luis Videgaray; y el alza de los réditos, como actúa Agustín Carstens, que con el castigo adicional de la demanda busca contener los efectos inflacionarios postdevaluatorios, aunque ambas medidas redunden en la fase recesiva con alto desempleo, dinámica ya explicada, entre otros economistas, por Paul Krugman y Lance Taylor en su trabajo Efectos contraccionistas de la devaluación, de 1978.
Pero cuando la volatilidad de los de capitales se convierte en una tormenta, en los ciclos especulativos de los mercados bursátiles, de dinero y cambiarios, en violentas devaluaciones cambiarias inflacionarias y en la fuga masiva de capitales, entonces se prenden los focos rojos, ante el riesgo de una crisis fiscal del estado, de insolvencia de pagos, del financiamiento de las cuentas externas.
México enfrenta un escenario descompuesto de focos amarillos ante los nuevos síntomas deflacionarios internacionales (recesión con caída de los precios), el bajo comercio mundial, las menores exportaciones mexicanas por la caída de su demanda y de los precios de las materias primas, lo que provocado un rápido desequilibrio externo y el débil crecimiento económico interno.
Según datos del Banco de México (Banxico) y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el déficit corriente en el primer trimestre de 2016 fue de 7 mil millones de dólares (mmd). Si bien fue menor en 16 por ciento con relación al mismo lapso del anterior (8.3 mmd), para este año se proyecta un signo negativo del orden de 30 mmd. En 2015, fue de 31.9 mmd. En los trimestres citados la economía creció 2.6 por ciento.
En los Criterios generales de política económica de 2016, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público estimó un déficit corriente por 31.6 mmd, equivalente a 2.6 por ciento del producto interno bruto (PIB). El 26 de julio, en su Estudio económico de América Latina y el Caribe 2016, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) lo proyectó en 3.1 por ciento del PIB, unos 30 mmd.
El déficit externo de 2015 y 2016 casi duplica al registrado al inicio del gobierno de Enrique Peña, el cual fue de 17 mmd, 1.4 por ciento del PIB.
Como porcentaje del PIIB, dicho déficit es el más alto desde 1998 cuando fue de 3.2 por ciento. (16 mmd).
En dólares corrientes, el déficit de 2015 y 2016 es comparable al de 1994, el año del colapso neoliberal salinista-zedillista, cuando llegó a 29.7 mmd, su máximo histórico, aunque equivalió a 5.6 por ciento del PIB.
Para 2017 y 2018, en los Criterios citados, Hacienda pronosticaba un saldo corriente negativo de 2.5 por ciento del PIB en 2017 y 2018, lo que lo ubicaría por arriba de los 30 mmd cada año.
En su World economic outlook database, el Fondo Monetario Internacional estima que el déficit corriente será de 28 mmd, 2.6 por ciento del PIB, en 2016; 29.8 mmd, 2.6 por ciento del PIB, en 2018; y 36.4 mmd, 3 por ciento del PIB, en 2018.
La tasa real de crecimiento económico en 1994 y 1998 fue igual: 4.7 por ciento, según datos del Inegi; la de 2012 de 4 por ciento; la de 2015 de 2.5 por ciento. Para 2016, Hacienda la revaluó de 2.6-3.6 a 2.2-3.2 por ciento; el Banxico, de 2.5-3.5 a 2-3 por ciento; la Cepal, de 2.5 a 2.3 por ciento; en su actualización del 19 de julio de su informe de Perspectivas de la economía mundial, el FMI la elevó de 2.3 a 2.4 por ciento. Con las contrarreformas estructurales, Hacienda proponía un crecimiento de 3.5-4.5 por ciento para 2017 y de 4.5-5 por ciento para 2018. Pero esas metas ya fueron desbordadas por la trágica realidad. El Banxico fijó su meta de 2017 de 3-4 a 2.5-3.5 por ciento. El FMI propone las tasas de 2.6 y 2.8 por ciento para 2018.
Los ajustes citados testimonian los síntomas recesivos de este año que atenúan, pero no corrigen el desajuste externo.
Los datos señalados anteriores arrojan al menos tres puntos:
1) La economía crece cada vez menos y, sin embargo, el déficit externo es mayor anualmente y alcanza niveles históricos. Entre 2012 y 2015, las exportaciones de bienes y servicios aumentaron 3.2 por ciento y las importaciones en 6.5 por ciento. Desde 1983, cuando se inició el ciclo neoliberal, aquellas se elevaron en 1 mil 227 por ciento y las otras en 1 mil 632 por ciento.
Los únicos momentos en que el déficit externo estructural se volvió superavitario (1983-1985) o se redujo sensiblemente (1995-1996, 2003-2006 y 2009-2010) fue después de que, al volverse insostenible, financiable, desencadena las grandes crisis devaluatorias, fiscales, recesivas e inflacionarias. Su corrección se debe al ajuste fiscal del lado del gasto, la contención de la demanda y el aumento de los réditos. Pero con la reactivación vuelve a reaparecer otra vez.
2) Se suponía que con las reformas estructurales neoliberales México se volvería una potencia exportadora neta, que desaparecería tal déficit o este se reduciría sensiblemente y sería fácilmente financiable. Pero en promedio, entre 1983 y 2015, por cada dólar exportado en bienes y servicios se importan 10 dólares, según datos del Banxico.
3) Los funcionarios pensaron que con las reprivatizaciones, entre ellas la energética, llegarían los capitales necesarios para financiar el déficit externo y el crecimiento. Pero todo se desvaneció en el aire.
Sin duda, el desequilibrio del comercio exterior ha sido importante en el déficit corriente. Mientras que éste se redujo en el primer trimestre de 2016, el comercial casi se duplicó entre mayo de 2015 y 2016 al pasar de 3.3 mmd a 6.6 mmd. Su deterioro en este sexenio ha sido dramático: el superávit por 18 millones de dólares de 2012 se convirtió en un déficit por 14.6 mmd en 2015 y posiblemente este año cierre en unos 16 mmd.
No obstante, el principal factor desequilibrante corresponde al otro componente de la cuenta corriente: los servicios. En 2012 su déficit fue de 39.3 mmd y en 2015 de 41.2 mmd. Sólo en el segundo año citado equivalió a casi 3 veces al déficit comercial y duplica al déficit corriente. En el primer trimestre de 2016, el saldo negativo de la balanza de servicios fue de 9.1 mmd, 2.3 veces el déficit comercial y 1.3 veces el del corriente.
La balanza de servicios se integra por los ingresos y egresos de los servicios no factoriales –transportes diversos, turismo y excursionistas–, los factoriales –intereses de la deuda pública y privada y las utilidades de las empresas– y las transferencias, que incluye las remesas de los trabajadores migratorios.
El déficit de los servicios no factoriales pasó de 13.4 mmd a 9 mmd entre 2012 y 2015. En el primer trimestre de 2016, también mostró una reducción. Esto se debe al turismo, cuyo superávit subió de 5.2 mmd a 8.5 mmd entre 2012 y 2015. En parte refleja los efectos de la devaluación. Pero los saldos de los servicios del transporte y de los excursionistas son negativos.
Aunque han declinado desde su máximo histórico de 2007, cuando sumaron 26 mmd, las remesas se han convertido en una importante fuente aportadora de divisas para la economía. En 2012 proporcionaron 22.4 mmd y en 2015 24.8 mmd. Sus montos superan, por separado, a las exportaciones agropecuarias y mineras, y desde 2014, inclusos superaron a las petroleras. En el primer trimestre de 2016 entraron 6.2 mmd por este concepto y superaron los ingresos captados por turismo y los excursionistas.
Los servicios factoriales representan el principal factor de desestabilización de las cuentas externas. Su déficit pasó de 25.8 mmd a 32.5 mmd entre 2012 y 2015. En cada caso representó el 66 por ciento y el 78 por ciento del déficit de servicios; además, superó al déficit corriente.
En dicha subcuenta, el saldo entre los intereses recibidos y los pagados por el sector público y privado se elevó de 17.6 mmd a 23 mmd entre 2012 y 2015. Los intereses totales pagados se elevaron de 20.5 mmd a 25.8 mmd; los del estado subieron de 11.7 mmd a 13.4 mmd y los del sector privado de 8.7 mmd a 12.4 mmd. Su incremento ya manifiesta el alza de las tasas de interés internacionales.
En el primer trimestre de 2015 y el mismo periodo de 2016, los intereses totales fueron de 5.5 mmd; los públicos de 5.2 mmd y los privados de 2.1 mmd a 2.4 mmd.
En lo que resta del año y posiblemente del sexenio actual puede esperarse una mejoría en el desarreglo externo.
En sus Perspectivas, el FMI redujo el ritmo de crecimiento mundial para este año de un mediocre 3.2 por ciento a 3.1 por ciento; en 2014 la tasa fue de 3.4 por ciento. La tasa de Estados Unidos la redujo de 2.4 por ciento a 2 por ciento. Asimismo, también disminuyó su meta de la expansión del comercio internacional de 3.1 por ciento a 2.7 por ciento. esa Situación se combinará con la inestabilidad de los mercados financieros internacionales.
Marcos Chávez M
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: ECONÓMICO]
Contralínea 500 / del 08 al 13 de Agosto 2016
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