Dorine Ekwe/IPS
Yaundé, Camerún. “La vida es corta y hermosa; vívela a pleno”, es el lema de Beatrice (nombre ficticio para proteger su identidad), según dice con una amplia sonrisa. Esta madre camerunesa de 20 años convive con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del Sida, y se niega a sentirse derrotada por sus nuevas circunstancias.
Beatrice, estudiante del segundo año de antropología en la Universidad de Yaundé, supo que estaba embarazada y que era portadora de VIH cuando tenía 18 años.
“Cuando el médico me dio la noticia pensé que mi vida estaba terminada. Pero mi ginecólogo me sometió a tratamiento con Zidolam (un fármaco antirretroviral) para impedir que infectara a mi bebé, y me dijo que las cosas saldrían bien”, relata a Inter Press Service (IPS).
Su médico tenía razón: su hija, que ahora tiene 2 años, es VIH negativa.
“El embarazo no fue deseado. Mi novio me pidió que abortara, pero me negué. Cuando le conté que era VIH positiva me dijo que se había hecho un análisis y que él no era portador del virus. Luego me dejó”, precisa. Entonces estaba en el quinto mes de gestación.
Beatrice cree que fue su novio, de 25 años y estudiante en la misma Universidad, quien la infectó. Ella era virgen cuando se conocieron, explica.
Según Flavien Ndonko, antropólogo de la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (GIZ, por su sigla en alemán), entre el 20 y 30 por ciento de las camerunesas de 15 a 24 años de edad tienen embarazos no deseados.
El informe 2013 del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) sobre la epidemia global del Sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) señala que 4.2 por ciento de los 19 millones de habitantes de Camerún son portadores del virus. Las mujeres y los jóvenes son los más afectados.
Esta nación de África occidental está entre los 20 países prioritarios para Onusida en el continente, y muestra apenas una reducción moderada de las nuevas infecciones.
Beatrice conoció estas estadísticas después de enterarse de su nueva situación. “Durante nuestra relación nunca pensé en métodos anticonceptivos o en el Sida. Había oído sobre ellos, pero no sentí que tuvieran nada que ver conmigo”, señala.
Mientras cursaba la enseñanza secundaria no le había interesado asistir a los programas de Educación para la Vida y el Amor, que se imparten en los centros de ese nivel en todo el país.
La trabajadora social Arlette Ngon dice que Camerún necesita un nuevo enfoque para crear conciencia:
“Aparte de los cursos de ciencia, el Programa de Educación para la Vida y el Amor es la única instancia escolar en que se debate sobre infecciones de transmisión sexual y Sida. El mensaje no parece estar llegando a los jóvenes”.
Yvonne Oku, de la Red Nacional de Asociaciones de Tías, cree que se debe hacer mucho más para reducir la proporción de nuevas infecciones.
Esa red no gubernamental enseña a prevenir los embarazos adolescentes y el VIH a través de “tías”, que son en realidad jóvenes madres capacitadas en materia de salud.
El antropólogo Aubin Ondoa explica a IPS que el principal factor de riesgo para las jóvenes es el inicio temprano de la actividad sexual, combinado con una flagrante falta de información.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, la edad promedio de la primera relación sexual en Camerún es de 15.8 años, mientras que una de cada tres muchachas de entre 20 y 24 años fue madre antes de cumplir los 18.
“Además, las jóvenes son los principales objetivos de hombres mayores que les dan dinero”, añade Ondoa.
Para muchas mujeres jóvenes que están mal informadas y poseen ingresos escasos o nulos, las consecuencias de mantener relaciones sexuales sin usar preservativo son el embarazo y el VIH.
Generación Positiva, una organización antisida creada en 1998 y que ahora tiene 60 miembros, la mayoría estudiantes, fue una fuente de apoyo para Beatrice. El grupo la ayudó a aceptar que vive con VIH.
La joven decidió mantener en secreto su situación. “Mis padres no están listos; prefiero dejarlos en la oscuridad. Le temo al estigma”, explica.
Como vive con sus dos hermanas, tiene que ser muy reservada para que ellas no descubran la realidad. “Soy muy discreta. Sería difícil si alguien se enterara de que tomo medicinas a horas específicas”, comenta.
Incluso lleva a su hija, quien vive con sus padres en una aldea en el Oeste del país, hasta Yaundé, para que le realicen chequeos médicos. En la aldea, dice, “no existe el secreto profesional médico”.
En Camerún, la medicación antirretroviral es gratuita; sólo tiene que pagar por el recuento hematológico bianual y los análisis de células CD4, que cuestan unos 34 dólares. “Sería difícil si tuviera que pagarlo todo”, dice.
Los pacientes que viven en áreas apartadas no son tan afortunados. A menudo tienen que viajar 44 kilómetros a pie, a través de un bosque, para acceder a un centro de atención a la salud.
Beatrice está orgullosa de su pequeña hija y le gustaría agrandar la familia, pero le gustaría que el personal de la salud tuviera una actitud más profesional.
“Durante el parto me desgarré, pero la partera se negó a suturarme. También se negó a llevar a mi hija para realizarle los exámenes de rutina”, recuerda entre lágrimas.
Para ella, este comportamiento no es más que una forma de estigmatización. Y, pese a esto, sigue apostando a vivir la vida a pleno.
Fuente: Contralínea 361 / 17 de noviembre de 2013
De junio de 2023 a septiembre de 2024, por 16 meses consecutivos, el promedio de…
El ataque armado al bar los Cantaritos –ocurrido el pasado 9 de noviembre en Querétaro,…
Luego de que el Instituto Nacional Electoral (INE) solicitó un presupuesto de 13 mil 205…
Los delitos de homicidio doloso, feminicidio, secuestro, lesiones por armas de fuego, extorsión y robo…
Tras la detención del líder del cártel de Sinaloa, Ismael Zambada, el Mayo, los homicidios…
Una de las principales objeciones a la reelección de María del Rosario Piedra Ibarra en…
Esta web usa cookies.