Ashfaq Yusufzai*/IPS
Peshawar, Pakistán. Imagine caminar casi todo un día bajo un sol abrasador con sus pertenencias a cuestas. Imagine huir en la mitad de la noche mientras los bombardeos aéreos destruyen su pueblo. Imagine llegar a un campamento de refugiados sin agua corriente ni baños y con poca comida. Ahora imagine que es una mujer embarazada en Pakistán.
En el Norte de este país, una operación militar destinada a eliminar a los combatientes del movimiento extremista Talibán de las Áreas Tribales bajo Administración Federal (FATA, por su sigla en inglés) generó una crisis humanitaria cuando cientos de miles de personas huyeron de los bombardeos.
Desde que el 15 de junio pasado el Ejército comenzó las incursiones aéreas en la Agencia de Waziristán del Norte, con 11 mil 585 kilómetros cuadrados, los residentes huyeron, la mayoría a pie, hacia la vecina provincia de Jyber Pajtunjwa, donde se alojaron en campamentos para desplazados.
Según fuentes oficiales, hay unos 580 mil personas en esa situación, y la mitad son mujeres.
En la antigua ciudad de Bannu, que ahora alberga a la mayor cantidad de desplazados, unas 40 mil mujeres embarazadas se enfrentan a su mayor miedo: la falta de hospitales, de médicos y de suministros de salud básicos.
Para Tajdara Bibi, de 30 años y con tres hijos, los temores se hicieron realidad en junio, cuando abandonó su casa en Waziristán del Norte y recorrió 55 kilómetros hasta llegar a esta provincia de Jyber Pajtunjwa, junto a otros vecinos.
La travesía la desgastó y cuando ingresó en la maternidad del hospital de Bannu ya era tarde. Pocas horas después tuvo un niño muerto.
“Por lo menos cuatro mujeres murieron por complicaciones relacionadas con el embarazo camino a Bannu, mientras otras 20 sufrieron abortos espontáneos”, indica a Inter Press Service (IPS) el médico Mohammad Sarwar. También remarca que la grave falta de médicas supone un riesgo adicional para las mujeres.
“Sólo tenemos cuatro médicas en todo el distrito, y tienen que atender a todas las mujeres”, añade.
Los limitados servicios de salud de la provincia no dan abasto ante las miles de mujeres que requieren atención, y en ocasiones las consecuencias son desastrosas.
Gul Rehman, comerciante de 44 años, todavía no se recupera de la tragedia. Su esposa comenzó el trabajo de parto de forma prematura durante el trayecto.
“No encontramos transporte y tuvimos que caminar. Cuando llegamos al hospital, tuvimos que esperar porque no había médicos disponibles”, cuenta a IPS.
“Después de 10 horas, finalmente, operaron a mi esposa, pero el bebé ya estaba muerto”, relata.
Además de perder a su hijo, ahora la pareja sufre por el estado de salud de la madre, que se deterioró rápidamente tras la intervención.
Fawad Jan, coordinador de Emergencia y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Pakistán, dice que las clínicas no están equipadas para hacer frente a la ola de desplazados que llegan de Waziristán del Norte.
Alrededor del 30 por ciento de las mujeres embarazadas desplazadas corren riesgo de sufrir complicaciones durante el parto, lo que podría revertirse fácilmente mejorando los centros de salud. También hay una urgente necesidad de ginecólogos, remarca.
Doce centros de salud se instalaron en los campamentos para atender la malnutrición de mujeres y niños. Sin una buena alimentación, los especialistas temen que se agrave el estado de las embarazadas. Además, el bajo peso de los recién nacidos puede acarrear dificultades adicionales.
“Cuatro por ciento de las mujeres desplazadas necesitan atención médica inmediata”, dice a IPS el director general de Jyber Pajtunjwa, Abdul Waheed. Además, indica que se reforzaron 20 unidades de salud básica para atender a las más necesitadas.
Pero la dimensión de la crisis es difícil de concebir hasta para los especialistas más avezados. Waheed dice que Bannu nunca antes tuvo que atender a un número tan grande de personas desplazadas y se le dificulta hacer frente al desafío.
Antes de esta última ola de desplazados de Waziristán del Norte, Jyber Pajtunjwa había recibido a 1.5 millones de personas de FATA. Con los últimos arribos, suman 2.5 millones las personas desplazadas desde 2001.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) se unieron a la OMS para ayudar al gobierno de Pakistán a mejorar los servicios de salud. Unos 65 profesionales del Instituto de Ciencias Médicas de Pakistán, con sede en Islamabad, se unieron a los trabajadores humanitarios de Bannu para ofrecer asistencia urgente.
Parte del problema, explica Ali Ahmed, coordinador de las personas desplazadas en Jyber Pajtunjwa, es que pocos médicos quieren asumir un cargo en las zonas de conflicto. Durante años, el Talibán operó con impunidad en las áreas tribales, escondiéndose en la montañosa frontera con Afganistán, de 2 mil 400 kilómetros de largo.
Las operaciones de contrainsurgencia están destinadas a erradicar de la zona los elementos extremistas que llegaron a Pakistán desde Afganistán tras la invasión encabezada por Estados Unidos en 2001 y se instalaron en la porosa frontera.
Pero hasta que cierta calma no se instale en la región, será difícil atraer a los profesionales, reconocen los funcionarios, pues a pesar de las interesantes ofertas de trabajo, los médicos se niegan a aceptar un puesto en Bannu, aun de forma temporal.
El gobierno busca cubrir las vacantes con 10 profesionales, entre ellos cinco médicas, para el renovado Hospital de Mujeres e Infantil, que sigue falto de personal y mal equipado.
Los otros dos hospitales de la ciudad, de categoría B, están en condiciones similares, pues el número de desplazados triplicó la cantidad de pacientes que necesitan atención, indica Ahmed.
Tres centros de salud que están cerca de los campamentos de refugiados, así como otras 34 unidades básicas, recibieron fondos y otros recursos, y 20 especialistas en nutrición fueron desplegados para atender las necesidades de 41 por ciento de los menores, añade.
Pero se necesita mucho más, pues según Fayyaz Ali, experto en salud pública de Jyber Pajtunjwa, “en Pakistán 350 mujeres mueren por cada 100 mil nacidos vivos por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto. En FATA la situación es mucho peor, con 500 muertes por cada 100 mil nacidos vivos”.
Ashfaq Yusufzai*/IPS
*Traducido por Verónica Firme
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