Thierry Meyssan/Red Voltaire
Beirut, Líbano. En su alocución televisiva del 10 de septiembre de 2014, el presidente estadunidense, Barack Obama, anunció la continuación de la estrategia impuesta en aquel país por los golpistas del 11 de septiembre de 2001, estrategia que consiste en el rediseño del “Oriente Medio ampliado”.
Ese proyecto, que muchos creían abandonado desde que la resistencia libanesa derrotó a las Fuerzas Armadas israelíes en 2006, no sólo consiste en dividir los grandes Estados de la región en una multitud de pequeños Estados incapaces de sobrevivir por sí solos, sino también en hacerlos étnicamente homogéneos, lo cual implicaría enormes desplazamientos forzosos de poblaciones.
En un sorprendente artículo redactado el 13 de septiembre de 2001 para la revista de las fuerzas terrestres estadunidenses Parameters, el coronel Ralph Peters observaba que Washington no tiene fundamentalmente nada que temer del terrorismo y que no debe vacilar en utilizarlo. También señalaba, al referirse al proyecto de rediseño del “Oriente Medio ampliado” (que incluso delimitó en mapas entregados a la Comisión Baker-Hamilton), que Washington no debe temer el caos generalizado en el mundo árabe, ya que, en definitiva, cuando estén divididos en micro-Estados, los árabes no tendrán más opción que recurrir a Estados Unidos para defenderse de la voracidad de Israel.
La primera parte del actual plan se desarrolló este verano en Gaza y terminó en fracaso. En momentos en que los israelíes habían convertido en expedición destinada a arrancar de raíz el movimiento Hamas lo que habían iniciado como una operación de búsqueda de tres adolescentes secuestrados, Tel Aviv recibió del Pentágono la orden de proceder por la fuerza al desplazamiento de la población del Norte de Gaza hacia Egipto.
Ese proyecto, así como la instalación de una base militar estadunidense en la frontera sudanesa, era una actualización de la proposición ya presentada a Egipto en 2005. Aquella proposición incluía una remuneración para Egipto, pero había sido rechazada por el entonces presidente de ese país Hosni Mubarak. Así que Washington lo obligó a dimitir y puso la Hermandad Musulmana en el poder en El Cairo mediante la operación de la llamada Primavera Árabe. Al convertirse en presidente de Egipto, Mohamed Morsi, miembro de la Hermandad Musulmana y ciudadano estadunidense, se comprometió a concretar el proyecto que Mubarak había rechazado. Pero fue derrocado por el Ejército egipcio y hoy está siendo juzgado por alta traición.
Con el pretexto de destruir los túneles que pasaban por debajo de su frontera, Israel bombardeó la franja de Gaza durante julio y agosto de 2014, reduciendo a ruinas ciudades enteras. De esa manera desplazó una parte de la población y “liberó” el 44 por ciento del territorio de Gaza. Sin embargo, Tel Aviv y Washington no lograron convencer a Egipto para que abriera su frontera y provocara así la fuga masiva de la población de Gaza.
La segunda parte de la operación en Irak está casi completamente cumplida. Al Emirato Islámico se le asignó la misión de garantizar la limpieza étnica en la zona mayoritariamente sunita del país. Cristianos y yazidíes huyeron de esas regiones mientras que otras minorías, como los chabaquíes, eran prácticamente exterminadas. Mientras tanto, Washington y sus aliados declaran que no tienen nada que ver con ese crimen y hasta se dan el lujo de condenarlo públicamente.
La coordinación previa de la limpieza étnica de la zona sunita de Irak tuvo lugar durante una reunión preparatoria organizada en Amman, la capital de Jordania, reunión en la que participaron no sólo el Emirato Islámico y los kurdos proisraelíes que gobiernan el Kurdistán irakí sino también oficiales miembros del antiguo Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baaz) irakí, separados del poder en 2003 por el procónsul estadunidense Paul Bremer y marginados desde aquel entonces.
Mientras los medios de prensa internacionales reportaban el avance del Emirato Islámico en Irak, los peshmergas del clan Barzani –que gobierna el Kurdistán irakí– extendían en un 40 por ciento el territorio bajo su propio control. A lo largo de ese proceso, los peshmergas y los yihadistas ni siquiera llegaron a cruzarse y, por consiguiente, no lucharon entre sí. Simplemente se repartieron una enorme porción del territorio de Irak siguiendo el plan ya trazado en 2001… por el Estado Mayor estadunidense. Fueron los kurdos turcos y sirios, del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), quienes penetraron en el territorio sunita de Irak y se enfrentaron a los yihadistas del Emirato Islámico para salvar a los sobrevivientes yazidíes.
Al igual que el rápido avance de los peshmergas, la caída de la zona sunita en manos del Emirato Islámico no es resultado de supuestos hechos de armas. En ambos casos los oficiales del Ejército irakí sólo cedieron el terreno a los invasores. Y el único que puede haber preparado por adelantado esa maniobra es el mismo que organizó el actual Ejército irakí, es decir, Estados Unidos. Todo se organizó de la misma manera que la toma de Bagdad en 2003. En aquel entonces, unos 40 generales previamente comprados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) estadunidense simplemente abandonaron sus puestos y huyeron a Estados Unidos, entregando así la capital a los invasores.
Los crímenes del Emirato Islámico, por muy crueles que puedan parecer, constituyen una necesidad para provocar la huida de las poblaciones no sunitas. El Emirato Islámico no se ha vuelto en contra de quienes lo crearon sino que está aplicando al pie de la letra la política de sus creadores, haciendo lo que las tropas regulares de Estados Unidos no pudieron hacer por temor a verse acusadas de “crímenes contra la humanidad”.
La tercera parte de la operación es la que concierne al Noreste de Siria. Mientras Israel utilizaba prácticamente todo su poder de fuego contra Gaza, Turquía desecaba el Noreste de Siria desviando las aguas del Río Éufrates y, desde la base turca de Incirlik, la aviación de la OTAN rociaba esa región con un tipo de pesticida utilizable desde gran altitud. Utilizado en el desierto para acabar con las plagas de langosta, ese producto químico esteriliza la tierra. El antiguo granero de Siria, que garantizaba la producción de trigo de ese país, es ahora una región prácticamente inutilizable para las tareas agrícolas.
Resulta sorprendente que Estados Unidos, que hoy se presenta como el líder de la lucha contra las armas químicas, recurra a la guerra química contra Siria mientras acusa a ese país de hacer lo mismo.
Al mismo tiempo, la OTAN ha introducido en el Noreste de Siria familias musulmanas de la etnia uigur traídas desde China. Esas familias uigures, que hablan turco, recibirán allí entrenamiento con vista a la posterior desestabilización de China, en una maniobra similar a lo que ya se hizo con los combatientes de Osama bin Laden –inicialmente reunidos en Afganistán contra el gobierno comunista afgano y posteriormente utilizados contra Rusia en Chechenia y contra China en la región de Xinjiang–, hasta que acaben chocando con la Organización de Cooperación de Shanghái. Como señalara el politólogo mexicano Alfredo Jalife, el Emirato Islámico fue creado en el Levante y su misión consistirá en desestabilizar el “Oriente Medio ampliado” durante los próximos 4 años, pero su objetivo final es proseguir la tarea ya iniciada.
El único problema de este programa es que mientras que Irán se incorporó a la Organización de Cooperación de Shanghái, la India ha preferido mantenerse en su actual estatus de observador. Nueva Delhi estima que la división del mundo en dos bloques solamente puede conducir a la guerra. Al mismo tiempo, y a pesar de que el nuevo primer ministro indio Narendra Modi, es un nacionalista y no un miembro del Partido del Congreso, la India ha optado por la política de “no alineamiento” de Jawaharlal Nehru. Ante esa decisión de la India, es posible que se posponga la creación de “Al-Qaeda en Guerra Santa en el Subcontinente Indio”, anunciada el 3 de septiembre por Aymán al-Zawahirí.
El Noreste de Siria es un territorio ideal para la implantación de un Estado pirata. La población que allí queda está organizada en tribus que a menudo se desplazan hacia Arabia Saudita a través del desierto. Y los únicos Estados que la OTAN ha logrado destruir hasta este momento son precisamente Afganistán, Irak, Libia y el Noreste de Siria, es decir, única y exclusivamente las sociedades tribales. Por el contrario, la OTAN ha fracasado en todos los demás Estados con sociedades eminentemente no tribales que ha tratado de destruir: Túnez, Egipto y –por supuesto– el resto de la República Árabe Siria. Washington espera que, recurriendo al soborno de jefes tribales, podrá imponer el control del Estado Islámico en el Noreste de Siria, sin importar la voluntad de sus pobladores.
Hay que señalar de paso que la diferencia entre Al-Qaeda y el Emirato Islámico parece realmente muy artificial. Mucho se ha escrito y hablado durante los últimos meses afirmando que los proyectos de ambas organizaciones yihadistas eran fundamentalmente diferentes. Según quienes sostienen tales argumentos, Al-Qaeda predica la yihad mundial, mientras que el Emirato Islámico prioriza la inmediata creación y consolidación del califato sólo en una parte del mundo.
Sin embargo, en su video del pasado 3 de septiembre, el emir de Al-Qaeda, Aymán al-Zawahirí, fija como objetivo la instauración de un califato en Birmania, Bangladesh y en ciertas regiones de la India. Pero no por ello es menos cierto que si bien el Emirato Islámico es resultado de una escisión de Al-Qaeda, el entonces Estado Islámico de Irak y el Levante se diferencia de su antecesora en su capacidad de reclutamiento y para administrar los territorios bajo su control. El Emirato Islámico se ha dotado, en efecto, de dos nuevos servicios: una oficina de relaciones públicas, que se encarga de publicar videos e informes de actividades al estilo de las transnacionales estadunidenses, y un servicio de administradores civiles, equivalente a los prefectos franceses. Observación: la única escuela militar del mundo que forma tanto especialistas en relaciones públicas como administradores es la que tienen en Fort Bragg las fuerzas terrestres de Estados Unidos.
En los próximos meses es muy probable que el Kurdistán actualmente irakí exija y obtenga su independencia, mientras que el Emirato Islámico será empujado hacia Siria por la coalición conformada por iniciativa de Estados Unidos. Lógicamente, los sunitas irakíes se negarán entonces a verse nuevamente bajo la autoridad de Bagdad y también exigirán su propia independencia.
Si la obtienen, Washington les impondrá una monarquía cuyo trono pondrá en manos de la familia reinante en Jordania. El príncipe Ali y su esposa, la princesa Rym (hija de Lakhdar Brahimi y expresentadora de CNN), se convertirían así en soberanos de esa parte del actual territorio de Irak.
A cambio de eso, Jordania adoptaría el proyecto de ley repetidamente rechazado en virtud del cual ese país concedería la nacionalidad jordana a los habitantes de Gaza. Al haberse integrado el reino hachemita al Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, los pobladores de Gaza podrían entonces abandonar su país para irse a trabajar en Arabia Saudita o en los Emiratos Árabes Unidos –como jordanos, no como palestinos–. De esa manera, la cuestión del desplazamiento de la población de Gaza se resolvería con el paso del tiempo.
Pero el factor Rusia podría interferir la aplicación de ese cínico plan. Moscú acaba de anunciar que, para empezar a luchar contra el Emirato Islámico, no tiene por qué esperar a que tenga lugar la reunión del Consejo de Seguridad sobre ese tema.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
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