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En puerta, nueva crisis por desequilibrio externo

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Marcos Chávez * @marcos_contra

De 2015 a 2016, México experimenta una caída en la entrada neta de capitales, lo que le impide  financiar el desequilibrio externo. A ello se suma la salida de capitales especulativos y la reducción de la inversión extranjera directa

Del segundo trimestre de 2015 al mismo periodo de 2016, las cuentas externas de la economía se han descuadrado de manera preocupante y reviven los inquietantes fantasmas de las crisis devaluatorias y de balanza de pagos, de insolvencia de pagos y recesiva de 1994-1995 y 2008-2009.

Un aparato productivo como el de México, estructuralmente incapacitado para generar las divisas necesarias para financiar su crecimiento, a través del saldo favorable de comercio exterior de bienes y servicios, conocida como la cuenta corriente de la balanza de pagos, es crónicamente deficitario en sus cuentas externas. Sólo ha sido superavitario temporalmente, o ha reducido significativamente su saldo negativo, después de los grandes colapsos, las fases recesivas y la aplicación de programas fondomonetaristas de contención de la demanda (recortes presupuestales, control salarial, alza de las tasas de interés), los cuales buscan de corregir dicho desequilibrio a través de una caída económica inducida con el consecuente aumento del desempleo abierto y el deterioro de los salarios reales.

Por esa razón, el país necesita un saldo neto en el ingreso de capitales –un mayor que sus salidas, por concepto de endeudamiento externo, inversión extranjera directa (IED) y de cartera (cuenta de capitales), fugas de divisas desconocidas– suficiente para financiar dicho déficit, equilibrar la balanza de pagos y, adicionalmente, acumular reservas internacionales. Sin embargo, cualquier alteración que interrumpa los flujos, ya sea por causas internas o externas o la combinación de ambas, resulta catastrófica.

Esta última situación es la observada desde el segundo trimestre de 2015, en un viaje hacia el precipicio. En el mismo lapso de 2016, el déficit en cuenta corriente fue de 7.9 mil millones de dólares (mmd), 7 por ciento menos que el mismo lapso de 2015 (-8.4 mmd). El saldo negativo en el primer semestre fue de 15.4 mmd contra el de 17.3 mmd, 10.5 por ciento menos que hace 1 año, de acuerdo con datos del Banco de México.

De dicha cuenta sobresale la balanza comercial de mercancías, cuyo saldo negativo acumulado en julio llegó a 8.9 mmd, 37 por ciento más que el mismo periodo de 2015 (6.5 mmd), según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En enero-julio de 2012 el saldo comercial fue superavitario, pero en el mismo lapso del primer año peñista se trastocó en un déficit por 3.4 mmd.

No deja de ser llamativo que el desequilibrio comercial de este año sea el peor desde el desastre salinista, cuando en el mismo periodo de 1994 se ubicó en 10.4 mmd.

Los hidrocarburos, cuyo intercambio comercial favorable en el pasado reciente contribuyó a atenuar el déficit total, responsabilidad del empresariado, ahora se agregan como un elemento más en el desequilibrio de las cuentas externas. Esto debido al desplome de los precios del crudo y gracias al proceso de desmantelamiento, destrucción y reprivatización de la industria petrolera por parte de los neoliberales, incluyendo entre ello a los peñistas, que ha provocado la importación masiva de de derivados del energético (gas, gasolinas, petrolíferos y petroquímicos.

En enero-julio de 2015 el déficit de la balanza petrolera fue de 4.4 mmd y en el mismo lapso de 2016 fue de 6.8 mmd, 53 por ciento más. En ese periodo de 2014 había sido superavitario en 2.5 mmd. En 2008 había registrado su máximo sigo positivo: 13.9 mmd. Es un viaje sin retorno a la dependencia petrolera. Es el costo de la reprivatización y desnacionalización de esos recursos y de industria energética.

En términos anuales, en 2006 la balanza petrolera anual alcanzó su máximo superávit: 19.3 mmd. En 2015 fue negativo en 10.1 mmd, el primero desde 1979, según datos de Petróleos Mexicanos, cuando se inicia la desgraciada aventura petroexportadora, y quizá desde la nacionalización petrolera.

Hasta julio de este año, el déficit balanza comercial no petrolera aumentó en 3.3 por ciento. Pasó de 2.1 mmd a 2.2 mmd. Si se excluye de esa balanza las exportaciones petroleras, su déficit fue de 18.6 mmd, 13 por ciento menos que en los primeros 7 meses de 2015. En ese lapso el superávit agropecuario aumentó 49 por ciento, pero su peso en el comercio exterior es marginal. En cambio, la balanza petrolera, que aporta más del 80 por ciento del comercio, fue deficitaria en 5.3 mmd ­–4 por ciento menos que hace 1 año­–, el cual equivale al 60 por ciento del déficit comercial total.

Entre 2010 y 2014, el déficit corriente se multiplica por cinco. Pasa de 5.2 mmd a 26.2 mmd. Con el peñismo lo hizo en 1.5 veces, desde un nivel de 17 mmd. Si se añade la fuga de capitales contabilizadas en el renglón de errores y omisiones de la balanza de pagos –ese renglón incluye los defectos en el registro contable de la cuenta corriente– el saldo negativo se eleva de 28 mmd en 2010 a 38.6 mmd en 2012 y 48.3 mmd en 2014.

Lo anterior, empero, no preocupó a los neoliberales calderonistas y peñistas. La explicación es sencilla. El ingreso masivo de capitales por la cuenta financiera fue más que suficiente para financiar los déficit citados, elevar el nivel de las reservas internacionales y ocultar el fracaso de los neoliberales que con sus contrarreformas estructurales y la integración del país al mercado mundial, sobre todo al estadunidense, prometieron convertir a la economía en una potencia exportadora, productiva, competitiva y generadora neta de divisas.

Todo quedó en una economía “reprimarizada”, ensambladora y primario-exportadora, subordinada a la lógica de la acumulación de capital descentralizada de las empresas multinacionales y del ciclo económico estadunidense.

El acceso al endeudamiento externo y el ingreso de la IED y del capital especulativo fue posible a la drástica reducción de las tasas de interés impuestas en los países industrializados; la inyección masiva de capitales aplicada por los gobiernos de esas naciones, para tratar de enfrentar el colapso sistémico de 2008-2009; la salida de esos recursos hacia los países subdesarrollados para aprovechar los altos réditos que pagaban; la eliminación de restricciones a la IED; los altos precios de las materias primas “inflados” por la especulación de los mercados de futuros, que garantizaban el pago de los adeudos y que se tradujo en la baja de los índices del llamado “riesgo” de los países y del costo del crédito internacional, y en la mejoría de los papeles de deuda emitidos por la periferia.

De manera acumulada, según datos del Banxico, en 2013 y 2014, el déficit en cuenta corriente y de los errores y omisiones suma 95 mmd y el ingreso neto de capitales 130 mmd. El excedente permite que la variación anual de las reservas internacionales sea positiva y sume 29 mmd. Ello permite elevar las reservas acumuladas de 163 mmd al inicio del peñismo a 196 mmd en enero de 2016, su máximo histórico.

Pero el escenario se tornó adverso a partir de la segunda mitad de 2014, con el estallamiento de la burbuja especulativa de los mercados de futuros que colapsó los precios de las materias primas (commodities), incluyendo los de los hidrocarburos; el alza gradual de los réditos externos e internos impulsados por el endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal estadunidense, el cual ha provocado nuevas burbujas especulativas en los mercados financieros globales, el reflujo de capitales de los mercados subdesarrollados a los metropolitanos, con la consecuente volatilidad de aquellos mercados financieros y cambiarios y las devaluaciones de las monedas frente al dólar estadunidense; los síntomas deflacionarios internacionales que afecta al comercio mundial.

El escenario que preludia un eventual desastre en las cuentas externa ya está configurado.

En el segundo trimestre de 2016, el déficit corriente y de errores y omisiones fue de 7.6 mmd. Si bien este fue 56.8 por ciento menor que el registrado en el mismo lapso de 2015 (17.7 mmd), los capitales netos que ingresaron al país también se desplomaron de 14.5 mmd a 6.2 mmd, igualmente en 56.8 por ciento y, en ambos trimestres, fueron insuficientes para cerrar la brecha de divisas.

La caída de los flujos de capitales se debe a una reducción de la IED en México, de 6.2 mmd a 5.4 mmd, 13 por ciento, y la salida neta de capitales en cartera (la diferencia entre ingresos y egresos), de un ingreso de 10 mmd a una salida 4.7 mmd. Si se considera sólo la inversión de cartera (especulativa) externa, ésta pasó de un ingreso de 3.3 mmd a una estampida por 5.4 mmd. La inversión especulativa externa en el mercado de valores cayó en 18 por ciento, de 2 mmd a 1.7 mmd, y en el de dinero, de un ingreso por 2 mmd a una salida por 7 mmd, debido a la menor emisión de títulos de deuda pública, la devaluación cambiaria, el desinterés de los inversionistas por dichos papeles, merced a las poco atractivas tasas de interés pagadas, el riesgo de pérdidas cambiarias (en la conversión de moneda extranjera a la nacional y luego a la foránea, el gradual proceso inflacionario interno, la incertidumbre interna y externa, el temor a los problemas fiscales del estado y otros factores.

El endeudamiento externo público y privado, que aumentó de 4.9 mmd a 8.2 mmd, en 69 por ciento, y las menores inversiones de los mexicanos en el exterior, productiva y especulativa), compensaron parcialmente la insuficiencia de capitales netos, pero no en el monto necesario para financiar el déficit externo.

Entre el primer semestre de 2015 y 2016, el déficit corriente y de errores y omisiones acumulado cae de 20 mmd a 16.8 mmd, en 18 por ciento.

Pero el ingreso neto de capitales cayó en una mayor proporción: de 21.1 mmd a 15.2 mmd, en 28 por ciento, por lo que no alcanzó para financiar el déficit externo.

La IED total baja de 20.4 mmd a 6.8 mmd, 67 por ciento; la directa en 11 por ciento, de 16.2 mmd a 14.4 mmd; la de cartera, de un ingreso de 4.3 mmd a una fuga de 7.1 md. Esa salida de capitales se registra en el mercado de dinero, que pasa de un ingreso de 878 millones de dólares a una salida de 11.4 mmd. En cambio, la inversión bursátil mejora 11 por ciento, de 3.4 mmd a 3.7 mmd.

El aumento sustantivo del endeudamiento externo público y privado compensa el deterioro de los otros reglones de la cuenta de capitales o financiera. El endeudamiento externo, sobre todo del sector privado, aumenta nada menos que en 164 por ciento, de 9.6 mmd a 25.5 mmd.

Empezarán a inquietarse, si no es que ya lo hacen, como los Ingenieros Constructores Asociados (ICA), cuando la tendencia recesiva de la economía, la devaluación, el aumento de los réditos internacionales, la degradación en la caprichosa calificación de papeles por parte de las empresas calificadoras les obligue a pagar más pesos por dólar u otras divisas fuertes en las que están contratados los pasivos.

¿Estamos en víspera de declaraciones de insolvencia de pagos o de quiebras de los conglomerados criollos que se expandieron desaforadamente, como Cemex, por ejemplo?

Luis Videgaray, secretario de Hacienda y Crédito Público, ya es torturado por el aumento anual del costo de la deuda pública y los requerimientos financieros del estado.

La desacumulación de reservas internacionales refleja el deterioro de las cuentas externas. Éstas bajaron de 196 mmd en enero de este año a 176.3 mmd el 26 de agosto, 19.7 mmd menos.

En realidad, el problema de ajuste de la balanza de pagos no empezó en el segundo trimestre de este año. Éste empezó a manifestarse desde el primer trimestre de 2015.

De acuerdo con la vieja contabilidad del Banxico, el déficit corriente y de errores y omisiones de ese año fue de 48.3 mmd y el flujo neto de capitales de 34.2 mmd, lo que arroja una diferencia por 14 mmd. Con la nueva contabilidad, se registra el mismo déficit y un ingreso menor, de 32 mmd, por lo que el desajuste se amplía a 15.7 mmd.

Esa situación es observable en otros años de tragedias de diversa magnitud y proporción: 1982, que marca el fin del modelo de economía cerrada y de estado intervencionista: un déficit de 13.3 mmd, un ingreso neto de 10 mmd y un desajuste de 3.3 mmd; 1988: un déficit de 6.3 mmd, un saldo negativo en los ingresos de 443 millones de dólares y un desajuste de 6.7 mmd; 1994, cuando quebró realmente el modelo neoliberal: un déficit de 33.4 mmd, un ingreso de 15 mmd y un desbalance de 18.4 mmd; 2006: un déficit de 1.9 mmd, un ingreso de 6.8 mmd y un desajuste de 1 mmd.

Al término de 2016 se espera la repetición de la historia, por segundo año consecutivo. Ésa será una situación novedosa, no vista en 34 años.

Las condiciones son críticas y algunos factores podrían detonar una crisis externa de proporciones reservadas. Ello debido a:

  1. a) Un nuevo aumento en la tasa de interés de referencia de la Reserva Federal. Janet Yellen y Stanley Fischer, de ese organismo, acaban de anunciar su alza en septiembre y diciembre, bajo el argumento de “que la economía está ‘cerca’ de los objetivos de pleno empleo y la estabilidad de los precios”. En diciembre de 2015, el Comité Federal de Mercado Abierto estadunidense subió la tasa objetivo para la tasa de fondos federales de 0-0.25 a 0.5 por ciento, lo que condujo a las alzas de otras tasas locales y provocó escenas de pánico en todo el mundo.

Si la profecía se cumple, se verá el retiro masivo de capitales de los “mercados emergentes”, lo que comprometerá el ajuste de las cuentas externas. Antes de las reuniones de la Reserva reaparecerá el “síndrome del ratón enloquecido” de los inversionistas internacionales.

  1. b) La degradación en la calificación del gobierno mexicano, del sistema bancario y de empresas energéticas, lo que elevará el costo del endeudamiento externo.
  2. c) El posible aumento del llamado “riesgo del país” (el famoso EMBI, emerging markets bond index o indicador de bonos de mercados emergentes, elaborado por JP Morgan). Es decir, la sobretasa (conocida como spread o swap) o “premio” adicional sobre los bonos del Tesoro estadunidense, considerados como libres de riesgo, que tendrá que pagarse por la emisión de deuda en el exterior. De por sí el “riesgo” pasó de 138 puntos base al inicio del sexenio a 198 puntos al cierre de agosto de 2016 (cada 100 puntos significa un punto porcentual adicional).
  3. d) El compás de espera de la IED para ingresar a México, pese al remate de los recursos naturales del país.
  4. e) La debilidad productiva interna y externa, así como los bajos de las materias primas que afectarán el ingreso de divisas generadas por la economía nacional. En puerta, nueva crisis por desequilibrio externo

 

Marcos Chávez M

[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: ECONÓMICO]

Contralínea 505 / del 12 al 17 de Septiembre 2016

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