Bajo el número de expediente 2014/07, en febrero de 2014, la arqueóloga Cristina Cuevas Carpintero presentó al Consejo de Arqueología el Programa del Salvamento Arqueológico para un predio ubicado en el Paseo de la Reforma, número 159.
Conformado por 43 fojas, el documento –del cual Contralínea tiene copia– elaborado por Cuevas Carpintero, investigadora de la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), precisa que la compañía SLVK solicitó la autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia para poder llevar a cabo una obra: el proyecto inmobiliario Living Reforma, un edificio de 84 departamentos en 12 niveles superficiales y dos niveles subterráneos para un estacionamiento y una bodega, “por lo que se planea una excavación a 30 metros de profundidad”.
La arqueóloga reconoce –en el escrito– que la excavación a 30 metros compromete la información y vestigios arqueológicos que pudiera contener el terreno, dado que se encuentra en una zona con gran potencial arqueológico e histórico: “dentro del antiguo campan de Cuepopan o Tlaquechiuhcan durante la época prehispánica; y durante el siglo XVI, el Hospital General de San Andrés, que contaba con el cementerio de Santa Paula, uno de los panteones más renombrados de la Ciudad.
“Dado el alto potencial arqueológico con el que cuenta la zona […] su cercanía y relación tanto con la Ciudad de Tenochtitlán, como con su gemela Ciudad de Tlatelolco, dada su importancia y trascendencia histórica […] así como debido a que se pretenden construir dos sótanos […] la Subdirección de Protección al Patrimonio Arqueológico de esta dependencia me ha solicitado realizar y coordinar una prospección arqueológica”. Misma “que planeo desarrollar y concluir en un periodo de 5 meses”, refiere al Consejo.
Cuevas Carpintero dividió el trabajo en dos fases: 10 semanas de excavaciones, y en un periodo no mayor a 10 semanas, trabajo en laboratorio: realizar el análisis de los materiales, el análisis documental, e integración de la información recuperada, así como la elaboración del informe final correspondiente; “también se realizaría una inspección constante en el predio en caso de que hayan dado inicio los trabajos constructivos”.
Ni la arqueóloga ni el grupo de expertos que integran el Consejo de Arqueología encontraron inconveniente alguno en plantear y aprobar un programa de apenas 10 semanas de trabajo de campo en un predio del que se conocía su alto potencial.
Así, mediante el oficio 401.B(4)19.2014/36/
0520, el 20 de marzo de 2014, María de los Ángeles Olay Barrientos, presidenta del Consejo, dio a conocer a Cuevas Carpintero la respuesta del órgano:
“Por este conducto me permito informarle que el Consejo de Arqueología revisó el denominado programa […] dictaminando que el mismo ha sido aprobado”, apuntó en tres escuetos renglones el escrito.
El oficio fue copiado a Teresa Franco González Salas, directora general del INAH; César Moheno, secretario técnico del INAH; Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología, y Salvador Pulido Méndez, director de Salvamento Arqueológico.
“Sabían que se iban a encontrar el cementerio, conocían su importancia; ¿por qué no plantearon un salvamento al ciento por ciento? Podían hacerlo. Cinco meses, a todas luces, eran insuficientes”, señalan especialistas consultados por este semanario, que pidieron el anonimato por temor a represalias.
Aclaran, además, que debido a que se conocía la profundidad a la que la compañía constructora pretendía excavar, los arqueólogos mínimamente debieron igualarla en su trabajo de campo.
Contrario a ello, Cuevas Carpintero propuso en el Programa de Salvamento un mínimo de 20 unidades de excavación de 2 por 2 metros cada una, con posibilidades de transformarse en excavaciones extensivas o calas, “de acuerdo con las necesidades de los hallazgos y a los que la misma evidencia nos demande durante el transcurso de las excavaciones”.
Sin embargo, en el campo, el equipo apenas tuvo tiempo de cavar ocho pozos, (el 10 por ciento del total de la superficie), ni la mitad de los planteados por Cuevas Carpintero.
Con profundidades de alrededor de 4 metros, de ellos se recuperaron 249 entierros, alrededor de 131 cráneos y un número indeterminado de restos óseos humanos y de animales como bovinos, aves y perros; además de cerámica, sahumadores, tepalcates y metales. “Se encontraron piezas prehispánicas. Una vasija completa”, denuncian las fuentes que solicitaron el anonimato.
Dada la proporción del hallazgo –más de 400 osamentas de la Colonia en apenas el 10 por ciento de los 1 mil 200 metros cuadrados que mide aproximadamente el predio–, se calcula que el lugar podría albergar hasta 2 mil entierros humanos de los siglos XVIII y XIX.
No obstante, bajo el argumento de haber cumplido con los tiempos acordados para realizar el salvamento y obtener una muestra representativa, el Instituto, presidido por María Teresa Franco, salió del terreno los primeros días de marzo de 2015.
Luego de que Contralínea hiciera público el hallazgo arqueológico y su entonces inminente destrucción, el INAH decidió considerar que el primer proyecto de salvamento arqueológico fue insuficiente. El Instituto decidió extender por tiempo indefinido las labores en el lugar, asegura, en entrevista con este semanario, Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología.
Los entierros que estaban completos se sacaban de los pozos sin cabeza, sin piernas, sin brazos por decisión de los arqueólogos, aseguran. En los perfiles de los pozos podían verse los restos pertenecientes a esqueletos que ya habían sido embalados, “registrados” y “analizados”.
“Si están completos, se deben sacar completos, no en pedazos. Es un principio básico de la arqueología. Dejarlos a la mitad es antiético”, remarcan en entrevista con este semanario.
Explican que al fragmentar un cuerpo se fragmenta también el conocimiento. “No puedes hacer el perfil del estatus de salud. No puedes reconstruir el panorama sobre las condiciones de vida de la época. Para hacer un estudio sobre las condiciones de salud, necesitas evaluar dientes, huesos de piernas y brazos. Con evidencia parcial se pueden hacer interpretaciones erróneas”.
Ejemplo de ello, apuntan, es la lepra o la sífilis, que a nivel óseo modificaba partes del cuerpo: “si no las tienes, no puedes diagnosticar la enfermedad”.
Por ello, ante la designación de Cuevas Carpintero como arqueóloga a cargo también de la segunda etapa del salvamento, en proceso, los expertos consultados se muestran preocupados: “No se puede seguir con la misma metodología”.
Además de ubicarse en una zona con gran potencial arqueológico, el terreno –uno de los últimos relictos del Cementerio de Santa Paula, designado oficialmente Panteón General durante los años de la Colonia Española– “se encuentra en un área considerada de uso habitacional y de servicios con alta densidad, que cuenta con todas los prestaciones urbanas y el equipamiento básico como escuelas, mercados, servicios de transporte público, clínicas, hospitales y comercios en general”, escribió Cuevas Carpintero. Añadió: donde ya se han realizado gran número de investigaciones arqueológicas.
“Dada su importancia y trascendencia histórica” enumera hallazgos arqueológicos que se han reportado en predios o lugares cercanos al área por intervenir, teniendo como resultado “un gran número de entierros humanos correspondientes fundamentalmente al Panteón de Santa Paula y al camposanto de San Andrés”.
Sobre ello, los expertos señalan que no hay razón para negar que se lleve a cabo la construcción de Living Reforma, pero antes se debe recuperar el ciento por ciento de los restos. “El potencial de investigación de los restos va más allá de una simple muestra de 250 entierros, se trata de personas de distintos estratos sociales de una época muy importante de la historia de México. Fue cementerio comunitario, cementerio general de la Ciudad que recibió víctimas de una epidemia de cólera, por lo que es posible recuperar [los cuerpos de] personas que vivieron en distintas épocas de la Ciudad, de distintos grupos sociales y orígenes étnicos, ocupaciones, edad y sexo; identificar costumbres funerarias, patrones y tradiciones.
“La custodia y responsabilidad de la recuperación, conservación, análisis e identificación de sus restos está en manos de arqueólogos y antropólogos, específicamente, es responsabilidad del INAH”, concluyen.
1. Se registra en la calle de Pedro Moreno y Riva Palacio, una representación de Quetzalcóatl de andesita, reutilizado como pila bautismal al decapitar la escultura.
2. En 1980, los arqueólogos Arturo Chaires Alfaro y Carlos Emilio Teja Cunninham reportan restos de actividad humana de época prehispánica evidenciada en la presencia de antiguos canales con material cerámico y lítico; así como restos de pilotes de época colonial y de cimentaciones habitacionales.
3. En 1985, Eneida Baños, en la calle Felix U Gómez, registra contextos secundarios de material prehispánico del tipo Azteca III.
4. Denuncia 88/7. En Eje Central y Reforma. Investigación realizada por las arqueólogas Margarita Carballal y María de Jesús Sánchez Vázquez. Reportan el hallazgo de restos óseos humanos correspondientes al Antiguo Panteón de Santa Paula.
5. Denuncia 91/40, atendida por la arqueóloga Margarita Carballal Staedtler, en Avenida Reforma, 3, colonia Guerrero, Distrito Federal. Identifica para la época prehispánica canales correspondientes al tezontlalli (límite de las ciudades de Tenochtitlán y Tlateloco), y quien ubica uno de los canales en la calle de Galeana, muy cercano al área a investigar.
6. Denuncia 92/50 en la Sexta [calle] de Galeana y la Segunda de Degollado. El arqueólogo Sergio Sánchez Correa reporta restos óseos correspondientes al antiguo Panteón de Santa Paula, así como restos de pilotes y cerámica de época prehispánica.
7. Denuncia 93/101, correspondiente a la calle Degollado, 48. La arqueóloga Atlántida Elizalde y un equipo de colaboradores, recuperan cerca de 40 entierros que pertenecieron al camposanto del Hospital de San Andrés, además de reportar un canal de riego y evidencia de un taller lítico 33.
8. En 1993 Margarita Huerta realiza un análisis osteológico de los restos humanos recuperados en Degollado 48, determinando que siete son entierros de muerte por epidemia, se encontraban en una fosa común. Identifica 12 individuos masculinos, 12 femeninos, 10 infantes y seis no determinados, predominantemente mujeres y hombres de edad avanzada de los que reconoce algunas malformaciones y fusiones del esternón, así como osteoartritis.
9. Denuncia 94/12, correspondiente al predio ubicado en Degollado, 7, en donde se reportaron algunos entierros recuperados aún en ataúd y pertenecientes, según los investigadores José Luis Villalpando González y Marcos Bonilla González, al Panteón de Santa Paula y al camposanto de San Andrés; también reportan el tiro de un horno de fundición y la cimentación del cine Apolo.
10. Denuncia 94/19, correspondiente a la intervención realizada en Degollado número 18. Detectan 13 entierros humanos, así como una gran cantidad de materiales de los siglos XIX y XX.
11. Denuncia 94/59. Intervención en las calles Degollado y Galeana donde recuperan restos óseos humanos del camposanto de San Andrés.
12. Intervenciones arqueológicas realizadas en torno a la construcción de la Línea 8 del Sistema de Transporte Colectivo Metro:
– En el subtramo San Martín-Garibaldi; en las calles Rivapalacio, Magnolia y Reforma se recuperan una gran cantidad de osamentas y huesos desarticulados que formaron parte del Panteón de Santa Paula.
– En el tramo Soto-Garibaldi, reportan cimentación de ocupaciones correspondientes al siglo XIX, restos humanos del Panteón de Santa Paula y evidencia de restos de fauna pleistocénica.
– En el tramo que va de la calle de Lerdo hasta Reforma, detectan canales prehispánicos, material cerámico y lítico.
13. Sobre la calle de Artesanos y Reforma, reportan restos de muros de mampostería, pisos estucados y cerámica perteneciente al tipo Azteca III.
14. En 2000, Leticia Pérez identifica pilotes prehispánicos en el Museo Franz Mayer, así como ofrendas preconstructivas, restos de unidades habitacionales y materiales de uso doméstico. Reporta canales de uso prehispánico. Identifica para el siglo XVI una estructura de forma circular no determinada asociada a fauna no americana. Para siglo XVII, restos de cimentación y materiales domésticos asociados a los muros coloniales y figurillas con restos de pigmento azul. Para el siglo XIX, restos de carbón, vidrio, botones, cuentas y husos de bordado.
15. En 2000, la arqueóloga Janis Rojas reporta en un predio ubicado en Mina, 32, restos de un basurero dotado de huesos y lebrillos sobre un horno. Para época moderna reporta una moneda que le permite fechar para 1920 una ocupación con materiales de mosaico; finalmente informa que en el predio se encontró hasta 1999 el centro nocturno King Kong.
16. En 2001, el Arqueólogo Pascual Tinoco Quesnel realiza una intervención arqueológica en la calle Galeana, 110. En su informe reporta: Época Prehispánica: el área correspondía a Copolco, que era un barrio del campan que posteriormente fue conocido como Santa María Cuepopan; tenía como límite Tlatelolco y estaba poblado por Otomíes. Según el investigador parece que los restos de Moctezuma fueron enterrados aquí en Copolco, debido a que en ningún otro lugar los aceptaban; sin embargo, otras fuentes mencionan que su sepulcro se encuentra en Chapultepec. Para la época prehispánica, dicho barrio, Copolco, limitaba con el barrio que hoy será motivo de estudio.
Época Colonial: esta área toma el nombre de San Sebastián Copolco. Hacia 1520-1545 y 1576, se registra un alto nivel de mortandad debido a epidemias de viruela y peste y al parecer muchos de los cadáveres pudieron ser enterrados por el área.
Para 1632, luego de la gran inundación de 1629 y a pesar de que los niveles de agua apenas estaban bajando; parece ser que el barrio de Copolco, aunque escasamente poblado, pagaba tributo como uno de los barrios grandes de la capital novohispana.
17. En 2001, el arqueólogo Pedro Sosa reporta en la calle de Abasolo, 14, la presencia de un canal de 58 centímetros de ancho a 2.81 metros de profundidad, así como 11 pilotes de madera, una construcción de 1896 y una moneda de 1945.
18. En 2002 los investigadores Pedro Sosa y Rocío Morales, identifican en la calle de Libertad, 35, un conjunto de lebrillos, así como un basurero del siglo XIX donde identifica loza inglesa fina; y restos de un establo con ocupación de 1900 a 1930.
19. A finales de 2002, la Dirección de Salvamento Arqueológico comisiona a los investigadores María de Jesús Sánchez Vázquez, en colaboración con los investigadores Ximena Montes de Oca Icaza y Alberto Mena Cruz a realizar un estudio de factibilidad en Eje Central, 268. Se pretendía la realización de una obra de construcción para casas habitación. Reportan restos de un asentamiento, así como gran cantidad de material arqueológico. Para la época prehispánica el predio intervenido se encontraba al exterior del límite Suroeste del recinto ceremonial de Tlatelolco, que a su vez parece ser el límite poniente de la isla. Para la época colonial, reportan el hallazgo de cimentaciones; así como la presencia de un canal de 1.86 metros de ancho, mismo que pudo ser un brazo que comunicaba a la ramificación de la acequia de Santa Ana.
20. Durante 2004, Mónica Lugo realiza un estudio arqueológico de factibilidad en la calle de Pedro Moreno, 75, a tan sólo una calle del predio a intervenir. La investigadora reporta un basurero del siglo XIX, vasijas completas de época prehispánica del tipo Azteca III, una coa de madera completa y una punta de proyectil, todo en un contexto lacustre sin asociación a algún otro elemento arquitectónico o mortuorio. También reporta 50 lebrillos completos en un tiradero del siglo XVII-XVIII.
21. En 2004, el arqueólogo Alejandro Meraz Moreno, en la intervención arqueológica que realiza sobre Eje Central, 80, reporta que durante la época prehispánica la zona fue rellenada buscando ganarle terreno al lago, o bien usada como zona de tiradero. Hasta luego de la Colonia es que registra ocupación como tal con la presencia de espacios funerarios y correspondientes al Panteón de Santa Paula. Concluye que es en el siglo XX cuando el Panteón de Santa Paula cierra y se lotifica utilizándose el espacio con fines habitacionales.
El arqueólogo reporta cinco niveles de entierros que se registraron a unas profundidades que van de 1.05 a 2.24 metros.
22. En 2005 y en atención a la denuncia 2004/141 presentada en la Dirección de Salvamento Arqueológico para la calle Degollado, 52, la arqueóloga Mónica Lugo y la antropóloga física Itzel Landa reportan 64 esqueletos humanos de ambos sexos y diferentes edades (desde los 6 meses a los 50 años de edad, aproximadamente); todos ellos correspondientes a lo que fuera “el camposanto de San Andrés” (Panteón de Santa Paula).
23. En 2010 y en atención a la denuncia 2008/152 se realiza Prospección Arqueológica en Pedro Moreno 169 por la arqueóloga Alejandra Jasso Peña; quien refiere entre sus hallazgos: un contexto urbano habitacional del siglo XVII, conformado por una edificación de departamentos tipo madrileño con accesorias comerciales, hacia el siglo XVIII.
24. En 2012, Cristina Cuevas, en colaboración de la pasante de arqueología Esther Cruz Álvarez, realizaron una prospección arqueológica en un predio ubicado sobre el Eje Mosqueta, 58, a dos calles de Reforma, 159. En el predio se encontró parte de la arquitectura del Panteón de Santa Paula. En los rellenos culturales se pudieron registrar restos de elementos correspondientes a lápidas y restos de floreros elaborados con mezcla. Registraron también evidencia de ocupación para época prehispánica.
Fuente: Programa. Salvamento arqueológico. Expediente 2014/07. Paseo de la Reforma Número 159. Colonia Guerrero, Delegación Cuauhtémoc. Distrito Federal.
Época prehispánica
El predio queda comprendido dentro del campan de Cuepopan o Tlaquechihuacan, una de las cuatro grandes parcialidades en las que estaba dividida la Ciudad de México Tenochtitlán. El nombre de esta parcialidad significa “lugar donde se hacen las esteras”. Sus límites serían hoy las calles de Mosqueta, Rayón y Órgano, por el Norte; la calle República de Argentina y Seminario por el Oriente; las calles Calzada México Tacuba por el Sur; y por el Poniente la orilla de la isla formada por una línea quebrada que iba más o menos por las actuales calles de Arista, Violeta, Guerrero, Pedro Moreno, Zarco, Moctezuma y Lerdo. Este campan contaba con siete barrios y quedaba separado de Tlatelolco por la acequia de Tezontlalli, localizada sobre lo que es actualmente el Eje 1 Norte, la cual era cruzada por dos puentes que conectaban con la ciudad de Tlatelolco.
Fuente: Programa. Salvamento arqueológico. Expediente 2014/07.
Paseo de la Reforma número 159. Colonia Guerrero, Delegación Cuauhtémoc, Distrito FederalÉpoca colonial
De acuerdo con algunos planos, como el de Santa Cruz (siglo XVII), el de Juan Gómez de Transmonte (1628) o como el Plano de la Nobilísima Ciudad de México, de 1782, la zona en cuestión se encontraba a las afueras de la Ciudad, en un área casi despoblada en la que se apreciaban pocas construcciones, pues era un lugar fangoso utilizado como basurero.
Durante el siglo XVIII, la Compañía de Jesús fundó un Colegio. Tras ser expulsada la Compañía de tierras novohispanas en 1767, en 1770 fue destinado al Hospital General de San Andrés, el cual contaba con un cementerio ubicado fuera de él (nombrado posteriormente Panteón de Santa Paula).
A raíz de una epidemia de viruela acontecida en 1779, la cual duró 1 año y atacó a 44 mil 286 personas, el arzobispo de la Ciudad, Alonso Núñez de Haro y Peralta, solicitó al virrey que señalara dos camposantos para sepultar los cadáveres fuera del poblado, ante la inadecuada costumbre de inhumar en el interior de los templos y señalando el hecho de que enterrar los cadáveres en el cementerio, y no en las iglesias, no iba en contra de la devoción para con las almas de los fieles difuntos; como respuesta a esta solicitud, fue establecido un cementerio atrás de San Salvador el Seco.
En 1784, el arzobispo cedió al Hospital de San Andrés un solar cercano a la parroquia de Santa María, llamado Santa Paula, para que en él fueran enterrados todos los fallecidos en dicho hospital; 2 años más tarde, el 25 de febrero de 1786, él mismo bendice el cementerio y la capilla, la cual al parecer estuvo dedicada a San Ignacio de Loyola. En su tiempo fue uno de los panteones más renombrados de la Ciudad, pero en 1871 fue clausurado debido a su abandono y deterioro.
A partir de 1787 comenzaron a prohibirse las inhumaciones al interior de las iglesias, parroquias, conventos, atrios y criptas, para prevenir enfermedades y epidemias, así como sanear la atmósfera de la Ciudad. Para 1789, el rey Carlos IV insistía sobre la necesidad de establecer cementerios a las afueras de las ciudades; sin embargo, las autoridades se enfrentaron con la renuencia de la población a ser enterrada en un cementerio general ubicado fuera de sus ciudades, aduciendo, básicamente, el pésimo estado de conservación; que se trataba de terrenos fangosos y sin bardas, que daban paso a la entrada de toda clase de animales; que las tumbas no contaban con la profundidad adecuada, lo que ocasionaba que los restos afloraran a la superficie o que fueran desenterrados por los animales; igualmente se cometían abusos sobre los cuerpos de los difuntos, especialmente a los del sexo femenino; y, finalmente, seguía existiendo la idea supersticiosa de que no eran lugares santos.
El administrador del hospital de San Andrés, Vicente García, obtuvo en 1836 el permiso para edificar un panteón general, eligiéndose para tal efecto el cementerio que se encontraba cercano a la iglesia de Santa María La Redonda, declarándose entonces como Panteón General de Santa Paula.
El nuevo cementerio se encontraba ubicado al Sur del camposanto de San Andrés. En él se levantó un monumento donde fue enterrada la pierna que perdió Antonio López de Santa Anna durante la batalla del 5 de diciembre de 1838 contra el ejército francés en Veracruz; dicho monumento fue destruido en 1844 por una multitud enardecida.
Fuente: Programa. Salvamento arqueológico. Expediente 2014/07.
Paseo de la Reforma número 159. Colonia Guerrero, Delegación Cuauhtémoc, Distrito Federal.Época moderna
Durante la época del porfiriato, en el tercer cuarto del siglo XIX, se dio el surgimiento de nuevas colonias ubicadas hacia el Poniente de la traza original de la Ciudad; se comenzaron a construir, entre ellas, la colonia Guerrero, conocida entonces como colonia Buena Vista o San Fernando, levantada en terrenos de la huerta y potrero del Colegio de Propaganda de Fide de San Fernando y del Cementerio de San Andrés.
El Panteón de Santa Paula fue lotificado y vendido con miras a realizar las ampliaciones de las calles de Magnolia, Moctezuma, Magueyitos (hoy Galeana) y Rinconada de Santa María (actual Riva Palacio), aunque para ese momento todavía era posible observar la delimitación del panteón. Fue hasta 1900 cuando ya se observó completamente fraccionado. De acuerdo con una nota aparecida en el diario El Imparcial, el 28 de julio de 1901 se prolongó la calle Moctezuma, cuando se mandó limpiar el terreno de Santa Paula. Finalmente, el 19 de enero de 1903, El Imparcial publicó la noticia de la demolición de la barda que todavía quedaba en pie, donde se hallaban nichos, así como la alineación de la acera Norte de dicha calle y su comunicación con la de Galeana.
Para 1960 todavía era posible observar, ya en un deplorable estado, los restos de la sobresaliente capilla del Panteón; misma que posteriormente fue demolida.
En la delegación Cuauhtémoc, colonia Guerrero, hasta la década de 1960, la plazuela y la capilla eran conocidas como El Parque, que entonces era un sitio de reunión.
El 28 de enero de 2012, en Reforma número 159, fue inaugurado el Foro Cultural Mixtlán, que dejó de funcionar en 2014. En el lugar se observan sólo restos de la construcción y el resto del terreno parece estar libre de edificaciones.
Fuente: Programa. Salvamento arqueológico. Expediente 2014/07. Paseo de la Reforma Número 159. Colonia Guerrero, Delegación Cuauhtémoc. Distrito Federal.
Redacción
[CULTURA]
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