Maclovio tuvo que cambiar el cielo mixteco por el asfalto neoyorkino. Salió de la región más depauperada de México, la Montaña de Guerrero, hace 19 años. Dejó los acantilados agrestes y las laderas escarpadas de San José Laguna y adoptó las luces de la ciudad que nunca duerme.
Habla cuatro idiomas: nahua, la lengua de su madre; t’un saavi (o mixteco), la de su padre; español, la que le impuso su patria, e inglés, la que le impusieron los patrones.
El contraste entre su lugar de origen y el lugar en el que hoy trabaja no podía ser mayor: labora en un hotel en la Times Square, 42th Street, una populosa calle de aparadores de modas cercana a la más concurrida estación del legendario Metro neoyorquino. Ahí hace labores de mantenimiento y limpieza. Comparte la sal y las tortillas con paisanos de Guerrero, Puebla y Morelos, indígenas y mestizos.
“Ahorita está grave la situación porque no hay trabajo. Todos los negocios están cerrados, empezando por el hotel, pero también los restaurantes, bares… No hay trabajo para nadie… Sólo algunos pocos que tienen suerte están trabajando en un supermercado…”
Ha cumplido 5 semanas sin poder trabajar, como sus demás familiares. “Vamos a batallar para pagar la renta”, dice. Los “ahorritos” casi se acaban en los alimentos que consume con su familia: esposa y tres hijos.
Aunque en cuarentena –como toda la ciudad de Nueva York– se mantiene al tanto de sus familiares que también se encuentran allá. Tantos son los llegados desde Tlapa de Comonfort, Guerrero, que entre ellos se refieren jocosamente a su ciudad adoptiva como Tlapayork.
Le preocupa no poder reunir los 1 mil 300 dólares (unos 33 mil pesos al tipo de cambio actual) que debe pagar a finales de este mes de abril. Y se dice afortunado de haber arrendado un apartamento pequeño. Otras familias indígenas mexicanas deben reunir de 2 mil a 2 mil 500 dólares (50 mil y 63 mil pesos, respectivamente). “Más aparte los gastos de lo que es luz, gas”, agrega con preocupación.
Al menos, se consuela, él y su familia no han enfermado. Sabe que los casos de Covid-19 se multiplican entre los migrantes mexicanos. “Sé que las cosas están graves; no es un juego, pues”.
Lamenta la muerte, por el virus SARS-CoV-2, de “paisanos que aquí nos topábamos; unos que son de Puebla, un señor y una señora, que fallecieron la semana pasada. Y también falleció el esposo de mi prima, que se encuentra en la [calle] 16. Y hay otros casos, de los que nos vamos avisando por medio del teléfono, porque no podemos salir. No podemos ni ir a dar condolencias ni estar un poco con la familia. Estamos encerrados”.
Explica que incluso no pudo visitar a su hermana –también migrante en Nueva York– que enfermó en días pasados pero que ya se recuperó. No sabe si ella padeció el virus; pero se muestra aliviado porque logró recuperarse “con remedios caseros”.
Ante la condición indocumentada de la mayoría de los migrantes, entre ellos se auxilian con consejos de cuáles “remedios” son los mejores para enfrentar la enfermedad. Además, quienes han regularizado su situación dudan acudir al hospital porque temen morir sin haberse despedido de sus familiares.
“Los que han fallecido, se van [al hospital] con los síntomas. No se van cayendo, nomás van con los síntomas; pero cuando llegan allá los checan, hacen que se retiren los familiares, y a los 2 o 3 días ya están muertos. Los familiares dejan de saber de ellos y cuando se enteran es que ya están muertos. Y como no hay visitas en los hospitales ni explicación… Por eso nosotros, nuestra gente, ya no queremos acudir al hospital porque ahí se enferma uno más, yo creo que por el miedo que uno tiene y eso empeora el problema.”
Nueva York se ha convertido en el mayor brote de la pandemia en Estados Unidos y el mundo. Al momento de redactar estas líneas supera los 275 mil casos confirmados de Covid-19 y las 21 mil muertes por la enfermedad. Según la base de datos en tiempo real Worldometers, en todo Estados Unidos los casos positivos son más de 900 mil y las defunciones más de 55 mil.
La única cifra de mexicanos muertos en Estados Unidos conocida fue dada por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, el martes 21 pasado. Sólo dijo que eran más de 300.
El Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, encabezado por Abel Barrera, dio la alerta en las fases tempranas de la pandemia, ha impulsado acciones desde el Tlapa y ha pugnado por un papel más activo del gobierno mexicano para proteger a los indígenas en Estados Unidos o apoyar a los familiares de los fallecidos.
Las familias montañeras han dicho a Tlachinollan que no hay apoyos del Consulado mexicano en Nueva York más que para realizar algunos trámites y para decirles en qué funeraria pueden hacer la incineración. “Pero no han recibido apoyo de recursos económicos”, señala Abel Barrera.
Agrega: “entendemos que no tienen ni el personal suficiente en el Consulado [de México en Nueva York] y lamentamos mucho que no se le esté dando la importancia, sobre todo sabiendo que Nueva York es el foco rojo y donde es más alto el número de personas fallecidas, y el 32 por ciento de estos fallecimientos es de latinos en general. No sabemos cuántos son indígenas. No se está viendo ese gran problema”, advierte.
Tampoco hay apoyos por parte del gobierno de Estados Unidos. Algunos migrantes originarios de la Montaña han encontrado ayudas para alimentación de parte de organizaciones religiosas, fundaciones privadas y escuelas. Pero los indocumentados no alcanzan ni estos apoyos.
“Están totalmente desprotegidos tanto en Nueva York como en la Montaña. Dos polos de la misma discriminación”, concluye Abel Barrera.
Por su parte, Maclovio Arellano quiere lanzar un llamado, desde Nueva York, a todos sus “paisanos” mexicanos: “Cuídense. Esto ya no es un juego. Es una realidad. Nosotros llevamos muchos días encerrados y hemos visto mucho sufrimiento. Vemos lo que pasa aquí y pensamos en qué va a pasar en la Montaña y en todo México cuando esta enfermedad pegue con fuerza allá”.
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