Beirut, Líbano. Aunque en sus postrimerías sufrió una sucesión de acontecimientos violentos y fatídicos, Irán puede definir 2016 como un año de reverdecimiento económico y diplomático, a pesar de la persistencia de sanciones bancarias y la hostilidad estadunidense.
El año dejó entre sus momentos más dolorosos la muerte, sólo en noviembre, de 121 personas, de ellas 71 peregrinos por un atentado en Irak tras asistir al ritual chiíta del Arbaeen, 45 por la colisión de dos trenes de pasajeros (además de 103 heridos), y cinco al caer un avión al mar Caspio.
Tan infaustos hechos se sumaron a la pérdida de un número no revelado de asesores militares por ataques israelíes a lo largo del año en Siria, donde Irán mantuvo una invariable cooperación con el gobierno de Bashar Al-Assad para combatir a bandas opositoras y terroristas como el Estado Islámico.
Los iraníes también lloraron en 2016 por el deceso accidental del ciclista Bahman Golbarnezhad durante una competencia en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, y de su cineasta más universal, Abbas Kiarostami.
Sin embargo, el país exhibió un ambiente de armonía y optimismo basado en que el gobierno de Hassan Rouhani consolidó los nexos con históricos aliados como Rusia y consiguió la progresiva reinserción de la república en el ámbito comercial y económico global a raíz de un creciente interés de Occidente.
Irán realizó en febrero y abril la primera y segunda vueltas de las décimas elecciones para los 290 escaños de la Asamblea Consultiva Islámica o Majlis y las quintas para los 88 asientos de la Asamblea de Expertos, órgano clerical encargado de elegir al líder supremo y monitorear sus actividades.
El parlamento quedó estructurado en tres grandes bancadas, con mayoría de los reformistas o aperturistas de la Lista de la Esperanza, partidarios del presidente Rouhani que ganaron 106 curules, frente a 101 de los conservadores o principistas y los 78 de la coalición de independientes y moderados.
Dicho resultado facilitó la aceptación por el hemiciclo de las principales iniciativas concebidas por el ejecutivo para mejorar el clima político y social doméstico, en particular dar un impulso a lo que allí denominan Economía de Resistencia, favorecida por el acuerdo nuclear firmado en 2015.
El gobierno iraní valoró como éxito creciente de la Economía de Resistencia que, además de buscar el despegue integral, pudo promover exportaciones no petroleras para romper la dependencia de ese rubro.
Según datos oficiales, la economía ascendió 4.4 por ciento en el primer trimestre de su año persa (el ciclo de 12 meses por el cual se rigen las autoridades abre y cierra en marzo), lo cual elevó la confianza en poder alcanzar el 5 por ciento de crecimiento previsto.
Irán se fijó como meta incrementar este año a 7 millones de toneladas su capacidad de producir insumos petroquímicos, lanzó una línea de producción para su primer misil de combustible sólido y de largo alcance nombrado Zolfaqar, y anunció la fabricación de tres nuevos tipos de cohetes.
El sector de la Defensa, al que se le otorga altísima prioridad, registró otras producciones domésticas de equipos y arsenales, y el país recibió de Rusia en agosto el paquete completo de sistemas de misiles defensivos S-300 cuya entrega se había congelado en 2010 debido a sanciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En la esfera nuclear, se avino a los términos del acuerdo firmado en julio de 2015 en Viena con el Grupo 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido, Francia y Alemania) sin afectar en lo esencial sus actividades en ese campo, e inició con ayuda de Moscú la construcción de dos nuevas plantas atómicas generadoras de electricidad en Bushehr.
Incluso, avanzó y concretó negociaciones para vender el excedente de agua pesada a varios países, entre ellos Estados Unidos y Omán, y por otro lado llegó a exportar hasta julio más de 7 millones de toneladas de condensados de gas y 41 mil 161 millones de mercancías no petroleras.
En política exterior, la república islámica mantuvo inamovible su respaldo al movimiento de resistencia libanés Hezbolá, con el que coordinó la asesoría militar a Al-Assad en Siria para combatir a los terroristas, al igual que hizo con el gobierno de Irak en la ofensiva contra el Estado Islámico.
También tuvo estrecha coordinación y cooperación con Rusia y Siria –incluidas reuniones tripartitas– para definir estrategias militares, al tiempo que ratificó su posición solidaria con Palestina y abogó por una salida política al conflicto de Yemen, proponiendo su particular plan de paz.
Esas mismas posturas malograron la pretensión iraní de buena vecindad con las naciones árabes con litoral en el golfo Pérsico, a excepción de Omán, pero las afianzó con otras de Asia, África y Latinoamérica.
Al respecto, firmó convenios bilaterales en economía, comercio, cultura, inversiones, transporte y otras ramas con Omán, China y la India, país este último con el cual también suscribió un acuerdo tripartito con Afganistán sobre el puerto de tránsito de Chabahar, en el sureste del país.
Rouhani viajó en septiembre a Venezuela para la cumbre del Movimiento No Alineados y a Cuba, y su canciller, Mohammad Javad Zarif, recorrió un mes antes esos países, además de Nicaragua, Ecuador, Chile y Bolivia, periplos que ratificaron la voluntad de acercamiento con el llamado Nuevo Mundo.
Muy distinto fue la relación con Estados Unidos, al que acusó de robo por la decisión de la Corte Suprema de compensar a familias de víctimas de los atentados de 1983 en Beirut con cerca de 2 mil millones de dólares iraníes congelados allí. Washington mantiene, además, restricciones bancarias.
Al comenzar el año, la histórica rivalidad con Arabia Saudita tocó su nivel más bajo tras la decisión de Riad de romper relaciones en protesta por manifestaciones violentas contra sus sedes diplomáticas en repudio a la ejecución del influyente clérigo chiíta saudita Nimr Al-Nimr.
Pero justo dos semanas después, el 16 de enero, entró en vigor el Plan de Acción Conjunta Integral (PACI), nombre oficial del acuerdo nuclear firmado con el G5+1, lo que significó no sólo un gran logro de su diplomacia, sino sobre todo una oxigenación vital para su economía.
El arreglo con Estados Unidos, Francia, China, Gran Bretaña y Rusia más Alemania supuso limitar las actividades atómicas de Teherán, a cambio de levantar las sanciones internacionales aplicadas durante más de 1 década.
Si apenas 2 meses después de la rúbrica del pacto de Viena comenzaron a llegar a la nación persa numerosos jefes de Estado, empresarios y personalidades, en 2016 ese interés creció sobremanera y se tradujo en incontables convenios económicos, comerciales y de inversiones, entre otros.
Desde finales de febrero, cuando viajaron a Teherán los presidentes de Suiza, Johann Schneider-Ammann, y de Azerbaiján, Ilham Aliyev, hasta noviembre, mes en que lo hizo el de Eslovenia, Borut Pahor, Prensa Latina reportó la visita a la república islámica de por lo menos 15 mandatarios.
Los jefes de Estado de Vietnam, Sudáfrica, Kazajastán, Croacia, Sudcorea, Bosnia-Herzegovina, Afganistán y Finlandia, el vicepresidente de Uruguay, los primeros ministros de Turquía, Italia y la India, el vicecanciller de Alemania y la jefa de la diplomacia europea, llevaron nutridas delegaciones.
También exploraron vías de revitalizar las relaciones en diversos ámbitos otros ministros de esferas específicas de países asiáticos, de El Líbano, un vicecanciller brasileño y el presidente de la Asamblea Nacional de Francia.
Sólo durante el viaje del presidente sudafricano, Jacob Zuma, con 180 políticos y empresarios se acordó comercializar productos petroleros y de otros renglones por valor de más de 9 mil millones de dólares.
A su vez, la alta representante de Asuntos Exteriores y Seguridad de la Unión Europea, Federica Mogherini, visitó dos veces y en la primera fue con los comisarios de Energía, Investigación Científica, Ambiente, Educación, Deportes e Industria para también tantear la colaboración.
A partir de la puesta en marcha del pacto nuclear, Irán logró materializar inversiones “bien definidas” en proyectos nacionales por valor de 5 mil millones de dólares, según estadísticas oficiales.
En enero, Rouhani protagonizó las primeras visitas oficiales de un presidente iraní a Francia e Italia en este siglo; y además de conversaciones sobre política y seguridad, se firmaron acuerdos comerciales y de inversiones por unos 42.8 y 15.1 mil millones de dólares, en cada caso.
De París, el presidente se llevó convenios de compra de aviones y de fabricación de carros franceses en una fábrica de Teherán para los mercados persa y de Oriente Medio, y en Roma asistió a la primera exposición exclusiva de Irán en Europa en muchos años, que permitió a 310 compañías italianas y persas sellar pactos en industria, comercio, banca e ingeniería.
Antes de acabar el año, Suecia saludó una propuesta iraní para abrir en Estocolmo una filial del Banco Central de Irán (BCI), un paso alentador en medio de las restricciones que sufre Teherán en esa esfera, incluso después del cese oficial de las medidas punitivas de la ONU y países occidentales.
Expertos aseguraron que la relación bancaria de Londres con Teherán “se está moviendo” y los bancos británicos suelen estar muy interesados en restablecer conexiones a nivel gubernamental y privado, afán favorecido por la apertura de este año de un consulado del país europeo en la capital iraní.
Las autoridades persas reconocieron que, aunque el país aumentó sus exportaciones petroleras desde la vigencia del PACI, no ha tenido el éxito deseado en reinsertarse en el sistema financiero internacional por la reticencia de los grandes bancos occidentales a hacer negocios con el BCI.
Varias entidades financieras de Europa se resisten a transacciones con Irán por temor a verse afectadas por otras sanciones económicas estadunidenses no ligadas al PACI.
En consecuencia, la república islámica ha sido incapaz de explotar a plenitud sus vastas oportunidades de negocios y de atraer al voluminoso capital extranjero ávido de invertir en el país y que es muy necesario para reavivar la golpeada economía nacional.
A pesar de todo, Irán ascendió del lugar 152 al 118 entre 189 naciones en el Ranking Mundial de Ambiente de Negocios, un indicador que elabora la Unidad de Inteligencia de The Economist, y ello justificó la confianza del gobierno en que tras el despegue, en 2017 tomará altura y estabilizará el vuelo.
Ulises Canales/Prensa Latina
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: INTERNACIONAL]
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