Wayne Madsen/Red Voltaire
Washington, DC, Estados Unidos. A raíz de la revelación al gran público de las conversaciones telefónicas sobre Ucrania recientemente interceptadas, se ha levantado una esquina del velo sobre los designios secretos para Ucrania de dos de las figuras femeninas que hacen de mascarones de proa de la política exterior de Occidente: Victoria Nuland, secretaria de Estado estadunidense a cargo de asuntos europeos y euroasiáticos, y Catherine Ashton, representante oficial de la Unión Europea y en otros tiempos propagandista de primera línea de la campaña por el desarme nuclear impulsada por Gran Bretaña.
Catherine Ashton –cuya conversación telefónica con el ministro de Relaciones Exteriores de Estonia, Urmas Paet, fue la segunda que se divulgó desde el inicio del año– ostenta desde el 1 de diciembre de 2009 el rimbombante título de alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Ya tenía desde 1999, año de su ascenso a la Cámara de los Lores, el risible y muy feudal título de baronesa Ashton de Upholland.
Los admiradores de Lady Ashton sobredimensionan sus méritos. Un video grabado en la sede la Unión Europea en Bruselas, Bélgica, la muestra, en el ejercicio de sus funciones de ministra de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, completamente fuera de sí porque ni ella, ni Robert Cooper –su enviado británico en los Balcanes– tenían la menor idea de qué cara podía tener Tomislav Nikolic –el presidente de Serbia–, cuando sólo les faltaban unos pocos minutos para tener que recibirlo en la ceremonia de bienvenida organizada expresamente para él.
En su conversación del 26 de febrero con la baronesa Ashton, el ministro de Relaciones Exteriores de Estonia, Urmas Paet, le comunica que, según una fuente creíble, manifestantes y policías ucranianos fueron abatidos por los mismos francotiradores. Paet había estado en Kiev el 25 de febrero durante los violentos enfrentamientos entre manifestantes y policías en la plaza Maidan. Ahora resulta evidente que francotiradores y otros provocadores, incluyendo bandas neonazis y mercenarios extranjeros a las órdenes de la oposición política ucraniana, exacerbaron los hechos de violencia.
En la conversación grabada, Paet revela a Ashton que una médica ucraniana, la doctora Olga Bogomolets, importante figura de la sociedad civil, le hizo saber, durante su estancia en Kiev, que las balas que abatieron a manifestantes y policías provenían de las mismas armas y que la oposición estaba encubriendo a los asesinos. La doctora Bogomolets no es miembro de la corte de Víktor Yanukóvich, el presidente ahora en exilio, sino que fue médico personal de Viktor Yúschenko, el presidente instalado por la Revolución Naranja; fue subsidiada por Radio Liberty, financiada por George Soros y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) estadunidense y llamó a sus estudiantes de medicina a participar en las manifestaciones de la plaza Maidan. Ésta es la doctora Bogomolets que le dijo a Paet que las balas que mataron indistintamente manifestantes y policías salieron de las mismas armas y que la mano de la oposición estaba detrás de los ataques. Es importante señalar también que la doctora Bogomolets rechazó la proposición –de la oposición– de participar en el nuevo gobierno como ministra delegada a cargo de asuntos humanitarios.
Según lo que puede oírse en la llamada telefónica interceptada –al parecer– por agentes de los servicios de seguridad ucranianos aún fieles a Yanukóvich, la señora Ashton dice haberse quedado atónita cuando Paet le anunciaba que todo parecía indicar que la oposición ucraniana orquestó la masacre de más de 70 de sus propios partidarios, cifra a la que habría que agregar los policías abatidos. La lluvia de balas desatada por los misteriosos francotiradores no es otra cosa que una operación false flag (bajo bandera falsa) montada por la oposición y por sus padrinos de Occidente para suscitar simpatía y respaldo de parte de la opinión pública.
Veamos el diálogo entre el ministro de Relaciones Exteriores de Estonia y la jefa de la diplomacia de la Unión Europea:
Paet: “Todas las pruebas muestran que las personas de ambos bandos abatidas por los francotiradores, los policías y la gente que estaba en la calle, eran los mismos francotiradores quienes los mataban, a los de ambos bandos… Ella [la doctora Bogomolets] me mostró también fotos. Me dijo que, como médico, ella podía decirme que era la misma firma, el mismo tipo de balas… Y es muy inquietante que ahora los de la nueva coalición no quieran investigar qué fue lo que pasó exactamente. Por lo tanto, en este momento, es cada vez más evidente para todo el mundo que no es Yanukóvich quien está detrás de los francotiradores apostados en los techos. Era alguien de la nueva coalición”.
Ashton: “Yo pienso que tenemos, efectivamente, que investigar. Quiero decir… No me habían hablado de esta historia. Es muy interesante… ¡Vaya…!”.
Paet: “Así que era muy preocupante ver todo eso circulando y cobrando importancia. Eso ya desacredita la nueva coalición.”
Al responder a Paet, Ashton se esfuerza seguidamente por levantar dudas sobre la información que han recogido la doctora Bogomolets y él mismo, información que muestra que la oposición estaba detrás de los disparos contra manifestantes y policías. Ashton defiende a los diputados de la oposición implicados en las protestas, se expresa contra los médicos y declara, refiriéndose a los dirigentes de las protestas:
Ashton: “Ellos tienen que ocuparse de eso también. Pero su tarea es exigir la aplicación de cambios profundos y hacer funcionar el parlamento [Rada]. Si no funciona el parlamento es el caos total lo que les espera. Así que podemos pensar que un manifestante, que un médico, es alguien que cuenta, que cuenta mucho. Pero no son responsables políticos. Y, de una u otra manera, esa gente va a tener que acostumbrarse a la situación en las próximas semanas.”
En otras palabras, la señora Ashton estima que un boxeador, un tecnócrata del Banco Mundial y un matón nazi están más calificados para decidir el destino de Ucrania que una mujer científica preocupada por aclarar el papel de la oposición en la masacre perpetrada contra los manifestantes de su propio bando, utilizados como carne de cañón, y el asesinato de los policías que trataban de restablecer el orden público.
En cuanto se reveló esta conversación entre la señora Ashton y el señor Paet, los grandes medios de prensa que controlan la información en Occidente pusieron en duda su autenticidad. Para ello recurrieron a todos sus sarcasmos y lemas anticonspiracionistas habituales.
Pero los servicios del ministro de Relaciones Exteriores de Estonia confirmaron la autenticidad de la grabación en una nota de prensa que indica:
“La conversación entre el ministro de Relaciones Exteriores, Urmas Paet, y la responsable de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Catherine Ashton, divulgada hoy en internet, es auténtica.
“Se trata de un intercambio telefónico. Esas palabras fueron intercambiadas por Urmas Paet y Catherine Ashton el 26 de febrero, después de un viaje a Ucrania del ministro estoniano de Relaciones Exteriores, inmediatamente después de la interrupción de los hechos violentos.
“El ministro de Relaciones Exteriores, Urmas Paet, informa sobre los comentarios que emitió en las reuniones del día anterior y expresa sus preocupaciones sobre la situación en desarrollo.
“El señor Paet ha señalado que le parece ‘totalmente deplorable que esta intercepción [de su entrevista telefónica] se haya producido’.”
Es evidente, desde el primer momento, que los hechos registrados en Ucrania fueron planificados por provocadores, agitadores, expertos en revoluciones de colores sacados de las gavetas del Departamento de Estado estadunidense, de la CIA, del MI6 británico y de la Unión Europea.
La hoja de ruta de Catherine Ashton viene a completar la de Victoria Nuland, también inoportunamente revelada por otra intercepción telefónica en enero de 2013. El intercambio telefónico entre Victoria Nuland y el embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyatt, descubrió que en la administración de Barack Obama ya se estaba decidiendo quiénes iban a recibir las carteras en el futuro gobierno ucraniano, mientras que la señora Catherine Ashton y Jeffrey Feltman, su doble ideológico y subsecretario general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), todavía aparentaban interesarse por la búsqueda de una solución negociada de la crisis con Yanukóvich, el presidente ucraniano electo democráticamente.
La señora Nuland, que en la conversación telefónica se expresaba a favor de poner a Yatsenyuk a la cabeza del futuro gobierno, manifestó la importancia que para ella tiene la cooperación con sus homólogos europeos con un sonoro “¡que le den por el culo a la Unión Europea!”.
Antes de esa frase, Nuland acababa de decirle a Pyatt que Estados Unidos alcanzaría sus objetivos con el respaldo previamente negociado y planificado de la delegación de la ONU. Feltman, quien dirigía esa delegación, arrastraba en su estela al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a quien los periodistas de su país designan como la Inatrapable Anguila, sobrenombre que se ganó en su época de ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur, y al diplomático Robert Serry, enviado especial de la ONU en Ucrania.
Durante esa misma conversación interceptada, la señora Victoria Nuland expresaba, además, su gran confianza en Robert Serry, exembajador de Dinamarca en Ucrania, nacido en Calcuta y con un nombre más bien inhabitual para un danés. Cuando actuaba como coordinador especial de la ONU para el proceso de paz en el Oriente Medio, Robert Serry acostumbraba a deplorar lo que llamaba “actitudes parciales y discriminatorias” hacia Israel en el recinto de las Naciones Unidas. Por supuesto, ese lenguaje no podía dejar de atraerle los favores de Nuland y de Feltman, bien conocidos ambos por su doble adhesión a los intereses de Israel y de Estados Unidos.
Está claro que ni la conversación de Catherine Ashton ni la de Victoria Nuland debían haber llegado nunca a oídos de la opinión pública. Sin embargo, gracias a agentes leales y eficaces de los servicios de seguridad ucranianos, el mundo conoce ahora la perfidia de estas dos señoras que recorren alegremente un camino que puede acabar para Europa –e incluso para el mundo entero– en un espantoso incendio.
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