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La guerra secreta en los Países Bajos

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Red Voltaire

El gobierno nacional de Holanda reconoció la existencia de la operación Gladio sin mucha dificultad a raíz del escándalo italiano de 1990, al creer que podría negar su subordinación a la OTAN. Ese error en la estrategia de comunicación permitió comprobar oficialmente en los Países Bajos lo que los demás gobiernos europeos negaron: los ejércitos secretos de la OTAN se dedicaron a subvertir el orden democrático en Europa occidental. Su disolución oficial en 1992 no pasa de ser una cortina de humo

Daniele Ganser*/Red Voltaire

Al igual que en la vecina Bélgica, el ejército secreto Stay Behind de los Países Bajos tiene su origen en la ocupación que sufrió esa nación durante la Segunda Guerra Mundial. Los Países Bajos, como habrían de deplorar posteriormente los estrategas holandeses, no habían establecido ningún tipo de red Stay Behind antes de la Guerra por falta de financiamiento, de previsión y también de interés, dada la relativa neutralidad holandesa. Pero, en mayo de 1940, el ejército alemán invadió el país, por lo que el gobierno, la familia real holandesa y una serie de personalidades privilegiadas huyeron de forma precipitada y desordenada hacia Gran Bretaña. La sección de inteligencia del Estado Mayor holandés, conocida como GS III, había tardado demasiado en dar la alerta en el momento de la invasión alemana, fracasando así de forma lastimera en lo que constituía su principal misión. La tardía debacle provocó numerosos problemas de funcionamiento en el plano logístico y los ministros que llegaron a Londres, en mayo de 1940, enfrentaron enormes dificultades para ponerse a trabajar, ya que ni siquiera disponían de numerosos documentos fundamentales. Para muchos, en el seno del Ejército y los servicios secretos, era evidente que había que hacer el máximo para evitar en el futuro la repetición de una derrota tan caótica. Y también estaba claro que, en cuanto terminara la Guerra, sería necesario emprender los preparativos para hacer frente a una posible nueva invasión.

Después de la precipitada salida del gobierno con destino a Londres, en mayo de 1940, los alemanes ocuparon el territorio holandés durante casi 5 años, lo cual constituyó un verdadero trauma en la historia de los Países Bajos. El gobierno refugiado en Gran Bretaña, prácticamente sin ninguna fuente de información digna de confianza sobre la situación del país, envió agentes encargados de recoger datos de inteligencia en los Países Bajos, de organizar la resistencia y de emprender operaciones clandestinas de poca envergadura. Al igual que en Bélgica, aquellas operaciones se realizaban en estrecha cooperación con los británicos, esencialmente con el Special Operations Executive (SOE), de reciente creación. Pero los alemanes lograron penetrar rápidamente aquellas unidades mal preparadas y provocaron pérdidas desastrosas. En uno de los mayores fracasos del SOE, agentes alemanes se infiltraron en el famoso Englandspiel, la sección holandesa de ese servicio, y tuvieron acceso a los transmisores de radio y, por lo tanto, a las comunicaciones.

Durante la guerra, holandeses y británicos establecieron estrechos vínculos y Londres ayudó a sus aliados a reorganizar su destruido aparato de inteligencia. Siguiendo los consejos de los británicos, los holandeses crearon dos nuevos servicios a principios de la década de 1940. El Bureau Inlichtingen (BI) fue creado en noviembre de 1942 con la misión de recoger datos de inteligencia. El Bureau Bijzondere Opdrachten (BBO) debía, por su parte, realizar operaciones especiales. Los agentes del BBO saltaban en paracaídas sobre el territorio ocupado, junto a las unidades especiales del SOE británico. Con la firma del armisticio se produjo el desmantelamiento de los dos servicios holandeses. En los años siguientes, sin embargo, la mayor parte de sus efectivos estuvieron directamente implicados en la red Stay Behind holandesa.

Durante la ocupación, CLW Fock, un miembro del BI, había insistido en que los Países Bajos tendrían que estar en el futuro mejor preparados, y que habría que construir obligatoriamente una red Stay Behind antes del estallido de un nuevo conflicto. Su superior, JM Somer, director del BI en Londres, también estaba convencido de que sería necesario crear una organización de ese tipo en cuanto terminara la ocupación alemana.

 “Recuerdo que Somer, Charles van Houten [oficial de enlace entre el BI y la reina Gullermina] y yo mismo, estábamos de acuerdo, ya en 1944, en que aquello nunca más podía repetirse”, recuerda Fock en una entrevista concedida desde su apartamento de La Haya, a los 87 años de edad. Al evocar aquella historia más de 50 años después, Fock testimoniaba: “Al cabo de aquella conversación se hizo evidente que sería preferible que los Países Bajos estuviesen preparados para una nueva guerra. Era necesario emprender acciones en aquel sentido en cuanto fuera posible”.

En el momento de la liberación de los Países Bajos, uno de los hombres más experimentados en materia de operaciones secretas era Somer, el jefe del BI. Antes de la Guerra había trabajado para el servicio de inteligencia GS III. Posteriormente se había enrolado en operaciones de resistencia en suelo holandés y, en marzo de 1942, había estado a punto de caer en manos del Sicherheitsdienst alemán (Servicio de Inteligencia), pero había logrado llegar a Londres al cabo de un largo periplo. Después de la Guerra, ascendido al grado de coronel, Somer escribió sus reflexiones sobre las técnicas Stay Behind y las presentó al general J Kruls, al mando del Estado Mayor holandés desde noviembre de 1945. La nota de servicio de Somer a Kruls se titulaba Las enseñanzas que debemos sacar del periodo 1940-1945 en materia de inteligencia y de servicios de seguridad. Un veterano recuerda que “ése fue uno de los primeros asuntos que Kruls tuvo que atender en sus nuevas funciones de jefe del Estado Mayor”. La idea sedujo de inmediato al general. En el libro Vreede of oorlog (La paz o la guerra), que publicó años más tarde –durante la guerra de Corea– Kruls, gran partidario de las operaciones especiales, subrayaba que era importante conceder “la mayor atención posible a la preparación de acciones clandestinas”. Según su visión, Europa occidental tenía que mirar “de frente la dura realidad”. En otras palabras, si estallaba una guerra en un futuro próximo, “las operaciones secretas pudieran tener en ella un papel decisivo”.

En septiembre de 1945, Somer presentó, con respaldo de Kruls, su plan Stay Behind al ministro de Defensa de los Países Bajos, J Meynen. El plan no insistía en el potencial de un ejército secreto en materia de operaciones especiales y de actos de sabotaje, pero sugería la creación de una unidad de búsqueda de información “que debería ser capaz de reunir información militar, política y económica, y transmitirla por correo o a través de redes de telecomunicaciones” al mando militar basado fuera de las fronteras del país ocupado. Somer explicaba que habría que reclutar hombres y entrenarlos en el uso de las técnicas de comunicación por radio y técnicas de elaboración de mensajes en clave, y subrayaba que aquellos hombres no deberían ser miembros de las Fuerzas Armadas regulares, agregando que sólo así podrían participar en operaciones clandestinas en caso de invasión. El ministro aprobó aquel plan y Somer fue nombrado a la cabeza de la primera red Stay Behind de los Países Bajos, con la misión de formar un ejército secreto. Al mismo tiempo, se le puso a cargo de disolver el BI, del que había sido director durante la Guerra. Tales atribuciones le proporcionaban la mejor cobertura posible para sus preparativos clandestinos. Unió el nuevo servicio Stay Behind al antiguo servicio secreto militar de antes de la Guerra –el GS III– y le puso como nombre codificado GIIIC.

Al cabo de unos meses, Somer comenzó a cuestionar la estructura organizativa. No le gustaba que su red Stay Behind dependiera del Estado Mayor. Poco dado a obedecer las órdenes de un jefe de sección, Somer resaltó los riesgos que representaba aquella estructura para el carácter confidencial del proyecto. “La opinión de Somer era que su unidad altamente secreta era indispensable, pero que no podía existir oficialmente”, analizó el historiador holandés Koedijk. Así que en enero de 1948 se decidió que la red Stay Behind dejaría de aparecer en el organigrama del Ministerio de Defensa y que quedaría en lo adelante bajo el mando directo de Somer. Insistió también para que el cuartel general de la organización abandonara los locales del mando de las Fuerzas Armadas holandesas, que se hallaban en el complejo militar de Prinses Juliana, a medio camino entre La Haya y la localidad de Wassenaar. Somer fue autorizado a buscar un nuevo edificio en los alrededores. Al ignorar la necesidad de discreción, Somer optó por la villa Maarheeze, en Wassenaar, una impresionante residencia de original arquitectura construida en 1916 por un hombre de negocios holandés que había amasado una fortuna en Indonesia. En mayo de 1945, Somer, que todavía era oficialmente un empleado del BI, se instaló en la villa Maarheeze, a sólo 5 minutos en automóvil de las oficinas del mando militar. Al año siguiente, aquella residencia se convirtió en sede de la red GIIIC, rápidamente rebautizada como G7.

Somer insistía en la primordial importancia de la confidencialidad que tenía que existir alrededor del ejército secreto. Mientras estuvo al mando de la red, no aceptó entre sus miembros ningún católico romano, ya que el deber de confesión le parecía incompatible con el hecho de ser miembro de un servicio secreto. Al mismo tiempo, Somer se encargaba de que el Ejecutivo holandés estuviese al tanto de sus proyectos de acciones clandestinas. Asistido por el jefe de Estado Mayor Kruls, Somer expuso la situación al primer ministro Louis Beel cuando este último asumió –en julio de 1946– el cargo que ocupó hasta 1948. No resultó difícil convencer a Beel del interés que presentaba la creación de una red Stay Behind. El nuevo primer ministro dio su consentimiento para las nuevas operaciones especiales, aunque la hipótesis de una invasión soviética le parecía bastante poco probable.

Después del desmantelamiento del BI –garantizado por el propio Somer– sólo quedó en la villa Maarheeze la sede de la red Stay Behind G7, que disponía, por lo tanto, de suficiente espacio para otras ramas del aparato holandés de inteligencia. Ya no existían los servicios secretos BI y BBO. Para reemplazarlos se crearon entonces dos nuevos servicios: el servicio secreto interior BVD (Binnenlandse Veiligheidsdienst o Servicio de Seguridad Interior) y el Servicio de Inteligencia Exterior, IDB (Inlichtingen Buitenland). El primer ministro confió la tarea de conformar el IDB a CLW Fock, quien ya había sido vicedirector del BI en Londres bajo las órdenes de Somer. Cuando Fock fue nombrado a la cabeza del IDB, Somer le preguntó si quería establecer la sede de su servicio en la villa Maarheeze. Fock aceptó la proposición y el IDB se instaló allí, garantizando el pago del 60 por ciento del alquiler. Durante las siguientes décadas, la villa Maarheeze adquirió una reputación como centro de operaciones clandestinas y fue señalada de inmediato en cuanto se descubrió que el IDB había realizado operaciones ilegales dentro del territorio nacional y que había mantenido vínculos con los círculos de extrema derecha durante la Guerra Fría. Cuando se reveló, en 1990, que el ejército secreto Gladio había estado en la misma casa que el IDB, la villa Maarheeze se convirtió en símbolo de intrigas y manipulaciones. El primer ministro Lubbers disolvió el Servicio de Inteligencia Exterior en 1994 y la mayoría de sus funciones pasaron a manos del BVD.

El comandante de la Stay Behind, Somer, se ausentaba a menudo de su cuartel general en la villa Maarheeze debido a sus numerosos viajes a través de todo el país en busca de reclutas para su ejército secreto. La mayor parte de aquella primera generación de miembros del Gladio holandés tenía en común algún tipo de experiencia adquirida durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos habían sido miembros de las unidades del BBO que habían saltado en paracaídas en territorio ocupado junto a los agentes del SOE británico para realizar operaciones clandestinas. Otros habían sido miembros de la red de resistencia OD (Ordedienst) que el propio Somer había dirigido en la provincia de Brabante Septentrional antes de verse obligado a huir a Londres, en 1942. “Somer recorría todo el país en el marco de su misión”, recuerda un exagente. “Contactó, por ejemplo, a un excomandante de la unidad clandestina de inteligencia Albrecht. Se veían en habitaciones de hotel, donde discutían las grandes líneas del proyecto”. A primera vista, no es ese el tipo de actividades que uno se imagina que realice personalmente el jefe de una organización supersecreta. Pero como el contacto personal era básico para el funcionamiento de la operación, Somer sostenía obstinadamente que su método era el más productivo, aunque otros agentes reconocen que “pensándolo bien, uno puede –claro está– abrigar dudas sobre los métodos”.

Somer mantenía permanentemente contactos secretos con el MI6 (Secret Intelligence Service) británico y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) estadunidense. Cuando pidió al ministro de Transportes y Energía y al director de Telecomunicaciones una autorización especial para utilizar receptores y transmisores de radio y además una licencia para emitir en ciertas frecuencias que él definía, insistió en que era necesario disponer de un “contacto rápido, secreto e independiente con los representantes ingleses y estadunidenses en el extranjero” [sic]. Somer precisó claramente que “las ventajas de tales medios” de comunicación habían sido mencionadas por el Reino Unido y Estados Unidos. El equipamiento solicitado fue instalado de inmediato en la villa Maarheeze.

Mientras Somer conformaba su red G7, una segunda organización Stay Behind independiente de la primera se estaba construyendo, rodeada de mayor secreto, en los propios Países Bajos. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la inteligencia holandesa, estimulada a ello por el MI6, se había acercado al príncipe Bernhard para sugerirle la creación de una red Stay Behind que se encargaría de realizar operaciones de sabotaje. Más bien favorable al proyecto, el príncipe se ocupó de que éste fuese puesto en manos del primer director del BVD, Louis Einthoven. Con la aprobación del primer ministro W Schermerhorn, Einthoven conformó entonces una organización Stay Behind designada como O. Reclutó, formó agentes y creó escondites de armas.

Nacido en 1896, Louis Einthoven había sido oficial superior en la policía de Rotterdam antes de 1939 y había luchado contra la ocupación alemana durante la Guerra. Hasta su muerte, en 1979, siguió siendo un orgulloso soldado de la Guerra Fría, obsesionado con la amenaza comunista. Impuso “controles de seguridad” para verificar la confiabilidad ideológica de los miembros del Gladio holandés y de los agentes de su BVD. Su posición a la cabeza del servicio le garantizaba una cobertura ideal para sus funciones altamente secretas de jefe del ejército clandestino. Pero también le dieron, sobre todo, durante 16 años, la posibilidad de utilizar a los miembros de su red Gladio dentro del país, sin esperar siquiera que se produjera la supuesta invasión. Einthoven pensaba constantemente que agentes de la Unión Soviética podían llegar a infiltrarse en su ejército secreto y concedía, por lo tanto, gran importancia al contraespionaje.

 “La doble función de Einthoven como director del BVD y de la red O era, por supuesto, particularmente interesante para nosotros”, recuerda un exmiembro del Gladio holandés. En efecto, al igual que la mayoría de los servicios secretos internos, el BVD se encargaba de vigilar a ciertos elementos de la sociedad holandesa que podían representar una amenaza para el Estado y el gobierno, y se encargaba también de recoger información y vigilar los movimientos políticos, sobre todo la extrema derecha y la extrema izquierda. Aún hoy no se dispone de ningún documento sobre el ejército secreto de Einthoven y lo que hizo se mantiene en la mayor oscuridad.

En 1948, los dos ejércitos secretos holandeses –el integrado al BVD y dirigido por Einthoven y el que dirigía Somer desde la villa Maarheeze– concluyeron un acuerdo de cooperación con el MI6. También se elaboró un pacto similar con vistas a una colaboración Stay Behind clandestina con la CIA a raíz de la creación de esta última, en 1949. Queda por determinar si, como ha podido observarse en los demás países, aquellos acuerdos ordenaban a los ejércitos secretos de los Países Bajos combatir el comunismo y los partidos políticos de izquierda sin esperar a que se produjera una invasión soviética.

Sin embargo, cuando se reveló en 1990 la existencia de la red Stay Behind, aquellos arreglos secretos fueron enérgicamente denunciados en el país, que comenzó a preguntarse si el MI6 y la CIA habían controlado el ejército secreto, hipótesis intolerable para la gran mayoría de los políticos holandeses preocupados por la soberanía de su país. En 1992, un exmiembro del Gladio de los Países Bajos, quien prefirió conservar el anonimato, sostuvo que, a pesar de sus contactos regulares con Londres y Washington, los ejércitos secretos holandeses siempre habían mantenido su soberanía: “Ni los servicios secretos británicos ni sus homólogos estadunidenses tenían la posibilidad de localizar un agente de nuestra red Stay Behind. Y así tenía que ser. Si hubiésemos permitido a los británicos, por ejemplo, utilizar la red, ya nadie hubiese querido ser miembro de ella”. Otro exagente holandés afirmó en 1990 que “la CIA sólo tenía una vaga idea de las capacidades de la red Stay Behind en nuestro país”. A pesar de esas afirmaciones, corrió el rumor de que la identidad supersecreta de los guerreros de las sombras de todos los países de Europa occidental, y por lo tanto de los holandeses, era información conocida para la CIA y el MI6.

En 1948, importantes acontecimientos ocurridos en el exterior obligaron al comandante Somer a renunciar a sus actividades Stay Behind en los Países Bajos. Indonesia, la más rica y antigua colonia holandesa, había emprendido una lucha sin cuartel por su independencia, al igual que gran número de colonias europeas. Por orden del general Spoor, el especialista en operaciones especiales Somer viajó, por lo tanto, al Lejano Oriente y, hacia el fin de la primavera, fue nombrado director del temido NEFIS (Netherlands East-Indies Forces Intelligence Service), los servicios secretos militares holandeses en Indonesia. El NEFIS realizó operaciones clandestinas de excepcional violencia, sin lograr con ello impedir que Indonesia alcanzara la independencia en 1949. Somer regresó entonces a los Países Bajos, donde escribió un libro sobre su servicio secreto, el BI, y sus memorias sobre la Guerra. Publicado en 1950 con el título Zij sprongen buj nacht (Saltaban de noche), el libro de Somer contenía los nombres de numerosos agentes y relataba varias operaciones clandestinas, indiscreciones que el Ministerio de Defensa le reprochó.

“El gobierno no sabía nada”, afirmó un exmiembro del Gladio, al insistir en el carácter altamente secreto de las redes Stay Behind holandesas. Agregó que “sólo unos pocos secretarios generales dentro del Ejecutivo conocían el secreto, ya que sus superiores, a nivel ministerial, tenían que cambiar periódicamente”. Los indicios disponibles sugieren que entre los responsables al tanto de la existencia del ejército secreto estuvieron los primeros ministros, los ministros de Defensa y los secretarios generales considerados dignos de confianza por los comandantes Stay Behind, así como los jefes de Estado Mayor y los directores de los servicios de inteligencia internos. “Los políticos hacen a veces selecciones extrañas con sus nominaciones”, observó otro agente Stay Behind que conservó el anonimato. “Pero es perfectamente lógico que un alto responsable que asume sus funciones sea puesto al tanto de todo. Sin embargo, cuando se trata de temas sensibles, los funcionarios hacen una excepción y esperan ver con quién están tratando”, agregó. Se mantenía en la ignorancia al parlamento y sus comisiones especiales. Ni siquiera la Comisión Permanente para los Servicios Secretos y de Seguridad, que estaba obligada a respetar reglas de confidencialidad, ni la Comisión Ministerial a cargo de los Servicios Secretos y de Seguridad del parlamento holandés fueron informadas sobre la existencia de las redes Stay Behind antes de las revelaciones de 1990.

Después de la partida de Somer, fue el barón JJL van Lynden, un instructor de caballería holandesa de 35 años, el designado como nuevo comandante Stay Behind. No había sido fácil encontrar sucesor para Somer. La mayoría de los exmiembros del BI habían rechazado el puesto porque conocían demasiado bien las complicaciones y situaciones embarazosas que implicaba el hecho de tener que llevar una doble vida. Cuando el barón van Lynden reemplazó oficialmente a Somer como jefe de la red G7, el 1 de junio de 1948, aquello sorprendió a todos en el sector de la inteligencia. Contrariamente a su predecesor, van Lynden carecía de experiencia en la materia. La proposición venía del director del IDB, Fock, quien, 40 años después, comentó: “Estoy bastante orgulloso de aquel descubrimiento”, al elogiar el carácter del comandante del Stay Behind. El prestigio de van Lynden residía en su pasado como miembro de la resistencia. En 1940 había estado entre los cerca de 50 oficiales superiores holandeses que se habían negado a comprometerse con los alemanes a abstenerse de actuar en contra de la ocupación, lo que le había valido ser internado en un campo de prisioneros de guerra. En la cárcel de Stanislai, en Polonia, había conocido al héroe de guerra británico Airey Neave, con quien se había mantenido en contacto después del fin del conflicto. Después de 1945, y hasta su muerte en un atentado del IRA (Ejército Republicano Irlandés) que hizo estallar su auto en un área de estacionamiento del parlamento británico en marzo de 1979, Neave dirigió a los miembros del SAS (Special Air Service) que se entrenaron en numerosas ocasiones con los ejércitos secretos de Europa. En el momento de su nominación a la cabeza de la red Stay Behind, el barón van Lynden trabajaba para el ya mencionado príncipe Bernhard. Las relaciones que mantuvo con la reina y con la caballería le proporcionaron una cobertura muy útil para función clandestina como comandante del ejército secreto en los Países Bajos. En 1951 fue nombrado edecán de la reina, a quien visitaba varias veces por semana en el Palacio de La Haya. El barón era un jinete experimentado, pasión que compartía con el príncipe Bernhard. En 1951, llegó a ganar en La Haya un título de campeón de equitación de los Países Bajos. Cuatro años después fue miembro del equipo holandés que ganó el concurso internacional de salto con obstáculos en Rotterdam, título del que estaba especialmente orgulloso.

A pesar de que su llegada suscitó cierto escepticismo, van Lynden se integró rápidamente al mundo de la inteligencia. “Tenía un talento natural para las cuestiones de seguridad”, recordó uno de sus admiradores. Quienes lo conocieron en el marco de su trabajo, lo describen como un hombre con una personalidad fuerte pero amistosa, en la que se conjugaban “temperamento, conocimientos y habilidad”. Durante sus años de detención, van Lynden había “estudiado” con una mujer que fue más tarde profesora de filosofía y había así desarrollado un comportamiento estoico y flemático bastante poco común en el ejército y en el mundo de los servicios secretos. Cuando comenzaron las preguntas sobre lo que hacía el misterioso grupo G7 en la villa Maarheeze, cerca de las oficinas del IDB de Fock, el barón decidió –el 1 de julio de 1949– cambiar la denominación de su servicio por la de SAZ (Sectie Algemene Zaken, en español Sección de Asuntos Generales), que le parecía menos propensa a levantar sospechas. Van Lynden pensaba también que, después de una invasión, a los soviéticos no les costaría mucho trabajo identificar a los miembros de las antiguas redes de resistencia y de los servicios secretos. Así que se fijó como tarea el reclutamiento de nuevas caras con nombres hasta entonces ignorados, y reemplazó a la mayor parte de los excolaboradores de Somer por perfectos desconocidos.

Mientras ocupó sus funciones, van Lynden insistió en obtener más dinero con qué comprar equipamiento técnico para su red Stay Behind (los sistemas de comunicación eran particularmente costosos). El jefe de Estado Mayor Kruls ya había pedido aquel financiamiento en 1946. El dinero llegó finalmente en 1948, cuando van Lynden ya había sustituido a Somer a la cabeza del SAZ y nuevas tecnologías fueron así desarrolladas en colaboración con el Departamento de Investigación de la firma Phillips. A cambio de aquella cooperación, van Lynden garantizaba que los técnicos de la empresa holandesa implicados en el proyecto no fuesen enviados a los campos de batalla en Indonesia.

Sorprendentemente, el barón que dirigía la red Stay Behind SAZ nada sabía de la segunda y más secreta organización que dirigía su compatriota Einthoven, el director del BVD. A tal punto, que fueron los británicos quienes informaron a van Lynden, durante un viaje del barón a Londres, que existía en los Países Bajos una segunda red Stay Behind paralela bajo las órdenes de Einthoven. Muy sorprendido, el barón recomendó inmediatamente coordinar los dos ejércitos secretos para evitar posibles complicaciones. Su recomendación fue escuchada: el SAZ, de van Lynden, y la red Stay Behind, de Einthoven, se fundieron en una sola para formar el ejército secreto I&O (Intelligence and Operations), designación bajo la cual se reveló su existencia en 1990. Pero las dos ramas siguieron funcionando por separado. La red SAZ fue rápidamente rebautizada Unidad I, mientras que la de Einthoven se convertía en unidad O. Según algunas fuentes internas, a Einthoven –que seguía su propio plan secreto– le molestaba tener que trabajar con el SAZ de van Lynden, y mientras estuvo a la cabeza de la unidad O, la cooperación entre la sección Inteligencia y la sección Operaciones fue más bien excepcional.

Conforme a lo decidido en secreto con los británicos, la misión fundamental de I&O era hacer el papel de Stay Behind en caso de ocupación de los Países Bajos. “La impresión general era que todos [británicos y holandeses] estábamos atravesando tiempos difíciles, y que los británicos resolverían el problema gracias a su experiencia en la materia”, recuerda un exagente holandés. Dentro de la red Stay Behind de los Países Bajos existía una división de tareas. La Unidad I, de van Lynden, debía encargarse de recoger la información de inteligencia y de transmitirla desde las zonas ocupadas, así como del manejo de las bases de exilio y de las operaciones de evacuación de la familia real, del gobierno y de los agentes del aparato de seguridad, incluyendo el personal de I&O. La unidad O, de Einthoven, debía, por su parte, ocuparse de la realización de las misiones de sabotaje y de guerrilla, fortalecer las redes de combatientes locales y crear un nuevo movimiento de resistencia. Pero también tenía como misión alertar a la población, en tiempo de paz, sobre la amenaza que representaban los comunistas. La unidad O se entrenaba, por lo tanto, para la realización de las operaciones especiales; para ello utilizaba armas y explosivos y disponía de sus propios escondites de armas. La mayoría de los costos que generaba la red Stay Behind se cubrían con un presupuesto secreto del Ministerio de Defensa y el control de los gastos, lo realizaba personalmente el presidente del Algemene Rekenkamer (Tribunal de Cuentas).

Mientras se mantuvo en el cargo, van Lynden buscó afanosamente un lugar de exilio donde, en caso de invasión, su SAZ pudiese llevar al gobierno holandés y una serie de personalidades previamente escogidas. Inglaterra, que había sido un refugio seguro durante la Segunda Guerra Mundial, ya no ofrecía las mismas garantías de seguridad en caso de nuevo conflicto. Van Lynden prosiguió la búsqueda por mucho tiempo y decidió finalmente que, en Europa, sólo el Reino Unido y la Península Ibérica presentaban condiciones aceptables. En América, puso en su lista la colonia de Curazao, en las Antillas Holandesas, así como Estados Unidos y Canadá. A principios de la década de 1950 viajó varias veces a Estados Unidos. El lugar que buscaba no podía estar cerca de una instalación estratégica, como una zona industrial o militar, que pudiese ser blanco de los soviéticos. Aunque se ignora el lugar preciso, se sabe que van Lynden halló finalmente dónde instalar su base y que se emprendió la duplicación de importantes documentos del Ejecutivo holandés para almacenarlos allí. El cuartel general de la red Stay Behind de los Países Bajos en Estados Unidos se había instalado con el consentimiento de la CIA. Un exresponsable holandés recuerda la reticencia de la agencia estadunidense en cuanto al asunto: “Hablaremos de eso cuando llegue el momento”, fue según él la respuesta en los primeros contactos. “Pero nosotros insistimos en hablar de aquello inmediatamente. Al cabo de unos meses, la CIA finalmente aceptó darnos lo que pedíamos”, lo cual dio lugar a la creación en Estados Unidos de un centro de mando del Gladio holandés.

Van Lynden estableció también un refugio en España, donde reinaba en aquel entonces el dictador Franco. “Si él hubiese aceptado, habríamos construido nuestra base en la casa misma de Franco”, recuerda un exguerrero de la sombra. El comandante Stay Behind, van Lynden, convenció a su homólogo Einthoven de realizar aquella misión. Disfrazado de turista, Einthoven viajó a España en 1959 y estableció allí una base con ayuda de los contactos del exembajador de los Países Bajos en Madrid, W Cnoop Koopmans. Los elementos disponibles al respecto son muy fragmentarios, pero parece que contactos similares se establecieron con Canadá y Gran Bretaña. Los preparativos con vista a una evacuación en caso de que el país fuese invadido se tomaban muy en serio, y para ello se movilizaron especialmente navíos y aviones. “Yo recuerdo que hacia 1950 tuve que inspeccionar una buena cantidad de yates para verificar si estaban en condiciones de navegar”, declaró un exmiembro de la Marina de Guerra holandesa y exoficial Stay Behind después de las revelaciones de 1990.

Como símbolo de las estrechas relaciones con los británicos, la Rosa de los Tudor figuraba en las insignias del SAZ junto a la divisa de Somer: “Jamás cejaremos”. “No teníamos ninguna intención de librar la próxima guerra bajo las órdenes de los británicos”, subrayó, sin embargo, un exguerrero de la sombra holandés, orgulloso de su independencia. “Van Lynden era muy inteligente. Nunca habrían podido deshacerse de él. Como tampoco pudieron hacerlo después los estadunidenses cuando empezaron a tener un papel preponderante, a finales de la década de 1950. Pero van Lynden comprendía que era necesario cierto consenso entre las partes y, para él, el papel de los jefes era decidir hasta qué punto estaban dispuestos a cooperar, defendiendo a la vez su soberanía”. En reuniones altamente secretas del ACC (Allied Clandestine Committee) y del CPC (Clandestine Planning Committee), los órganos de coordinación y mando Stay Behind de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), el Gladio holandés I&O trató siempre de aparecer como una entidad dotada de dos ramas que trabajaban en perfecta coordinación. Los holandeses estaban acostumbrados a trabajar bajo el control del MI6 y de la CIA. En efecto, al terminar la Guerra, el Reino Unido y Estados Unidos habían formalizado su colaboración con los Países Bajos mediante la creación de un foro tripartita bautizado TCH, en el que cada país disponía de un asiento. Paralelamente a la creación de ese comité secreto de coordinación, se había fundado –el 17 de marzo de 1948– el CCUO cuya función era preparar en tiempo de paz al Reino Unido, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo y Francia para una eventual invasión soviética. En abril de 1951, las funciones del CCUO pasaron al CPC, que estaba profundamente integrado a la OTAN y en cuyo seno los servicios secretos de los Países Bajos disponían también de un asiento.

Mientras dirigió el Gladio holandés, van Lynden promovió activamente los contactos entre los servicios secretos europeos y sus ejércitos secretos, e insistió en la necesidad de establecer una cooperación en el marco del establecimiento de vías internacionales de exfiltración y evacuación. Con esa perspectiva, estando ya a la cabeza del ejército en los Países Bajos, el barón viajó incansablemente a través de toda Europa durante muchos años. Sabiendo que diferentes servicios de seguridad apreciaban sus esfuerzos, asumió voluntariamente el papel de primer secretario del CPC. Pero los británicos, que desconfiaban de aquel hombre –cuyas ideas les parecían demasiado liberales– obstaculizaron su nombramiento. En 1957, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos (representados por van Leyden) fundaron el Six Powers Lines Committee, que ejercía las mismas funciones de coordinación que el CPC, pero ocupándose en específico de las vías internacionales de comunicación y evasión. El Six Powers Lines Committee se convirtió después en el ACC, fundado en París en 1958. Este nuevo Comité se encargó de la coordinación de los ejercicios internacionales del Gladio, que se realizaban con las diferentes redes nacionales en la mayor clandestinidad. Ante la posibilidad de una invasión, el ACC disponía de una base en Estados Unidos y de otra en Gran Bretaña, desde donde podían ser activadas y dirigidas las unidades presentes en los territorios ocupados. Manuales impresos por el ACC indicaban a los soldados Stay Behind los procedimientos comunes a seguir para las operaciones especiales, la elaboración de mensajes cifrados, las técnicas de salto de frecuencia así como los procedimientos de salto en paracaídas. La presidencia del ACC se renovaba cada 2 años. A través del TCH, del CPC y del ACC, la red Gladio holandesa I&O se mantenía, por lo tanto, en contacto permanente con la CIA y el MI6.

Durante la década de 1950, la CIA y el MI6 realizaron numerosas operaciones clandestinas conjuntas, como la que provocó en 1953 la caída del gobierno de Mossadegh, quien había comenzado a redistribuir parte de los ingresos del petróleo a la población iraní. Al mismo tiempo, ambos servicios de inteligencia temían que los comunistas europeos y los servicios secretos soviéticos hiciesen lo mismo en Europa occidental y daban gran importancia a los ejércitos secretos creados en el Viejo Continente. En 1953, la CIA ordenó a van Lynden la realización de ciertos cambios para hacer que sus unidades fuesen más profesionales. “Es una serie de recomendaciones impresas en gruesos volúmenes azules” que fueron entregados al barón, según recuerda un exagente. “Van Lynden estudió los documentos cuidadosamente. Contenían información sobre las estrategias de toma del poder que los soviéticos habían aplicado en Europa oriental. Los ejemplos mostraban el tipo de personas en el que los soviéticos se interesaban especialmente. Era evidente que esos individuos no podían ser reclutados como agentes secretos. Partiendo de ese razonamiento, van Lynden se separó entonces de cierto número de agentes que habían sido reclutados por Somer”.

Pero van Lynden no sólo tuvo que enfrentar las presiones de la CIA. Otras emanaron de los propios servicios de seguridad holandeses. En febrero de 1951, el general Kruls, quien había contribuido grandemente a la creación del Gladio en los Países Bajos, como superior de Somer y de van Lynden, fue apartado debido a una serie de divergencias con el entonces ministro de Defensa H L Jakob, sobre la acción futura y la organización del Ejército holandés. Para sorpresa y descontento de un importante número de militares, fue el general Hasselman quien fue nombrado como sucesor de Kruls en el puesto de jefe del Estado Mayor del Ejército holandés. Van Lynden detestaba personalmente a Hasselman. Ya antes de la Segunda Guerra Mundial, eran notorias las opiniones proalemanas de Hasselman. Después de 1945 corrieron rumores de que Hasselman había traicionado a su propio Estado Mayor antes de la invasión de 1940. Después de la capitulación de los Países Bajos, Hasselman había colaborado con los nazis y exigido a otros oficiales, entre ellos a van Lynden, que hicieran lo mismo. Pero el barón se negó constantemente. En el marco de una operación de consolidación de la ocupación alemana, un gran número de oficiales del Ejército holandés fueron deportados a campos de prisioneros. Fue en el campo de Stanislau que van Lynden y Hasselman se encontraron. Este último aceptó nuevamente cooperar con los alemanes, lo cual le valió una posición predominante entre los prisioneros. Después de la guerra, Hasselman fue degradado y excluido del Ejército por haber colaborado con el enemigo. Pero apeló la decisión y, para sorpresa general, incluso logró ascender en la jerarquía militar, lo cual trajo cierto descrédito al Ministerio de Defensa holandés.

Al enterarse de la nominación de Hasselman, en 1951, la caballería holandesa, a la que pertenecía van Lynden, decidió que ninguno de sus miembros aceptaría darle la mano al general, a pesar de que este último era de hecho su superior. En su condición de jefe de sección, van Lynden estaba obligado a tratar con su nuevo comandante en el marco de reuniones protocolares. Van Lynden estaba tan incómodo que llegó incluso a pensar en la posibilidad de dimitir. Finalmente decidió participar en aquellas reuniones, pero Hasselman fue lo bastante inteligente como para no tratar de estrecharle la mano. Durante los años subsiguientes, Hasselman obstaculizó repetidamente el ascenso de van Lynden. Aquello provocó conflictos internos y Fock tuvo que intervenir, en su condición de secretario general del Ministerio de Asuntos Generales. “Hablé entonces con Hasselman en un tono bastante directo y abrupto”, contó Fock años más tarde. El resultado fue un distanciamiento entre los dos responsables.

A pesar de las luchas intestinas que se libraban dentro del Ministerio de Defensa, van Lynden se mantenía concentrado en su misión. “Todavía recuerdo la invasión de Hungría, en 1956”, dijo un exagente del ejército secreto de los Países Bajos al referirse a una de las operaciones más célebres de las Fuerzas Armadas soviéticas. “Aquel día, van Lynden entró en la oficina donde reinaba una atmósfera confusa y febril. Y dijo en tono sereno: ‘Ya hace años que venimos tratando de construir eso. ¿Por qué están entonces todos ustedes tan nerviosos?’ En realidad, yo creo que teníamos que haber estado en condiciones de operar a partir de 1956”.

Pero van Lynden no siempre dio muestras de tanto autocontrol. Cuando se supo, en 1961, que el agente británico George Blake trabajaba en realidad para los soviéticos desde principios de la década de 1950, no fue sólo en Londres que la noticia sembró el pánico. Lo mismo sucedió en las filas del ejército secreto holandés. “Van Lynden se quedó aterrado cuando se enteró”, recuerda un exsoldado Stay Behind. En efecto, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Blake había pasado meses en La Haya participando en operaciones especiales, en el marco de la cooperación reforzada establecida entre los servicios británicos y holandeses. Durante aquel periodo, Blake había tenido acceso a la villa Maarheeze, de Wassenaar, el cuartel general de los servicios secretos internos y de la rama I de la red Stay Behind holandesa. Van Borssum Buisman, posteriormente nombrado a la cabeza del Gladio en los Países Bajos, se había entrevistado con el espía. “Blake conocía el emplazamiento de las instalaciones y la identidad de los miembros” del ejército secreto holandés, dijo un exagente en condiciones de anonimato. Desde su exilio moscovita, Blake desmintió personalmente esas alegaciones en una conversación que sostuvo, en 1992, con varios exagentes del SAZ: “Nunca tuve información sobre esas actividades [Stay Behind]. Y los soviéticos nunca me hicieron preguntas sobre ese tema. Así que no tienen [los miembros holandeses del Gladio] de qué preocuparse. El nombre de van Borssum Buisman no me recuerda absolutamente nada”.

Después de haber dirigido el SAZ o rama I de la organización I&O durante 14 años, van Lynden dimitió en marzo de 1962. A pedido de la reina, fue destinado nuevamente al Palacio Real. El barón murió en 1989, a los 76 años.

En el momento más álgido de la Crisis de los Misiles en el Caribe, en 1962, el mando de la red Stay Behind holandesa I&O fue reestructurado y se nombró un nuevo director para cada una de sus ramas. Después de 14 años a la cabeza de la rama O, Louis Einthoven, quien ya contaba con 66 años, dejó el BVD y pasó a retiro. Murió 12 años más tarde. El general de división De Boer se convirtió en su sucesor en abril de 1962. El general De Boer recibió del jefe del Estado Mayor van den Wall Bake, la orden expresa de armonizar las relaciones entre los servicios I y O, que se habían deteriorado bajo la dirección de Einthoven. Dos años más tarde, el Ministerio de Defensa nombró una comisión presidida por el doctor Marius Ruppert para averiguar si De Boer había logrado su objetivo. Junto a Ruppert, también formaban parte de la comisión Fock y el almirante Propper.

En 1965, el parlamentario y consejero de la corona, Ruppert, presentó su informe sobre el estado de la colaboración entre los dos ejércitos secretos. Había descubierto cosas muy interesantes. Debido a la pobre cooperación entre las dos ramas de la red Stay Behind holandesa, Ruppert sugería la creación de un cargo de Coordinador de I&O y proponía ocupar él mismo ese cargo. También recomendaba el reemplazo de De Boer a la cabeza de la sección O y nuevamente se proponía a sí mismo para ocupar el cargo. Por orden del primer ministro J Zijlstra, Ruppert fue nombrado entonces a la cabeza de la rama O de la red Stay Behind holandesa, cargo que ocupó hasta 1975. Cuando fue llamado a dar explicaciones, como consecuencia de las revelaciones de 1990, Fock reconoció haber formado parte de aquella comisión secreta pero dijo que no se acordaba de los temas abordados en aquella época. Sólo recordaba encuentros regulares en la villa de Ruppert, en la localidad de Zeist.

Las maniobras de Ruppert provocaron un verdadero terremoto en el SAZ, la rama I de la red Stay Behind. Aprovechándose de su doble función como comandante de la rama O y coordinador de I&O, Ruppert favoreció a sus propios servicios en detrimento de la sección I, lo cual dio lugar a la aparición de un profundo resentimiento entre las dos ramas de la organización. Ruppert dio a la rama O un papel predominante en el seno del ACC y del CPC, los dos comités del mando Stay Behind de la OTAN. La cooperación entre las dos secciones del Gladio en los Países Bajos dejó por lo tanto mucho que desear a lo largo de varios años. Las tensiones disminuyeron únicamente con la nominación de un nuevo coordinador en lugar de Ruppert. A partir de entonces, el cargo fue ocupado generalmente por exoficiales de la marina quienes, al pasar a retiro a los 55 años, tenían así la posibilidad de hacer una segunda carrera menos oficial. En 1975, fenómeno bastante poco común en la historia de las redes Stay Behind, el sucesor de Ruppert a la cabeza de la sección O fue el socialista van Lier. Al final de la guerra, van Lier había sido diputado laborista antes de pasar a dirigir el servicio secreto ilegal Albrecht, función que le valió ser arrestado ulteriormente. Se estima que bajo la dirección de van Lier, el presupuesto anual de I&O se elevaba a unos 3 millones de florines. Pero los servicios se desarrollaron rápidamente mientras se intensificaba la cooperación entre las dos secciones. Se ignora quién asumió el mando del Gladio holandés entre 1980 y 1990. Y, en efecto, es que no se ha levantado el secreto sobre la identidad de los comandantes porque son personas que probablemente siguen vivas y que aún ejercen alguna responsabilidad.

Al igual que la sección O, la sección I también sufrió profundas modificaciones en 1962. Como sucesor de Somet y van Lynden, van Borssum Buisman asumió sus funciones a la cabeza del servicio en marzo de 1962. Con su bigote y su cabello rubios, este alto oficial de caballería era para muchos el prototipo del holandés. Durante la Segunda Guerra Mundial había sido oficial de enlace entre los servicios secretos holandeses BI (Bureau Inlichtigen) y la organización de resistencia Od (Ordedienst), dirigida por PJ Six. En febrero de 1944 fue capturado por el enemigo e internado sucesivamente en varias cárceles alemanas. Fue torturado varias veces sin que revelara nunca la identidad de los miembros de la resistencia holandesa. Condenado a muerte por los nazis, logró saltar del tren en marcha que lo llevaba a Alemania. Herido, logró volver a su país y ponerse nuevamente en contacto con Six, todo lo cual le valió que algunos alemanes lo consideraran el mejor agente secreto de los Países Bajos.

Después del armisticio, van Borssum Buisman no renunció a la actividad clandestina. Fue enviado por algún tiempo a Ceilán (hoy Sri Lanka), donde esperó en vano con su unidad de elite para ser desplegado en Indonesia. De regreso a los Países Bajos, el primer comandante de la sección I, Somer, lo reclutó para la red Stay Behind. Bajo la dirección de van Lynden, Buisman ocupó el cargo de comandante segundo del SAZ. Entre sus principales funciones se hallaba la elaboración de rutas de evasión entre los Países Bajos y la España franquista a través de Bélgica y Francia. Buisman reclutaba y formaba agentes a lo largo de sus itinerarios, a menudo holandeses que vivían en Francia o franceses que habían vivido en los Países Bajos. Asumió el mando de la sección I hasta que se retiró, en mayo de 1970. Falleció en febrero de 1990, a los 77 años. Al descubrirse la existencia de los ejércitos secretos, en 1990, se reveló que el sucesor de Buisman había sido un tal JWA Bruins, quien dirigió el servicio desde mayo de 1970 hasta diciembre de 1981. No se dieron a conocer los nombres de los últimos comandantes del I&O, que posiblemente siguen vivos.

Durante los ejercicios, los agentes tenían que utilizar su nombre de código para comunicar entre sí. “El entrenamiento tenía que hacerse únicamente durante nuestro tiempo libre”, explicó un exagente del ejército secreto. “Con nuestro instructor, elaborábamos un programa específico. Había que ir a diferentes lugares de formación. No era el tipo de cosa que se improvisa así, en el granero. El entrenamiento no podía hacerse a intervalos regulares, porque podía levantar sospechas”, agregó. A veces había problemas de motivación: “El problema es que había que prepararse para algo que podía suceder cuando más en una decena de años”, recordaba un exmiembro del Gladio. “Así que la motivación había que mantenerla como una especie de fe. Sobre todo en los periodos de distensión y de coexistencia pacífica. En esos momentos era especialmente difícil. El otro bando [los comunistas] también practicaba una guerra sicológica. Había que mantener la vigilancia de los instructores a través de una información factual [sobre los peligros del comunismo] que ellos le transmitían después a sus agentes en el terreno”.

La misteriosa sección O era la más confidencial de las dos ramas que componían la red I&O. Hoy en día existe aún muy poca información sobre ella. “La diferencia entre I y O es que O no debía tener ninguna ‘existencia’. Era algo muy distinto”, explicó un exresponsable a raíz de las revelaciones de 1990 sobre el Gladio. Durante los entrenamientos del ejército secreto holandés, los agentes de la sección O expresaban cierto sentimiento de superioridad ante sus colegas de la sección I, con quienes se negaban incluso a compartir durante las veladas que seguían a las sesiones de trabajo. “Se consideraban a menudo como la crema de la crema, [como] la gente a quien se le daría el trabajo serio en caso de ocupación”. Para disimular al máximo la existencia de la sección O, todos los contactos con representantes del Estado holandés eran a través de agentes de la sección I, lo cual no era del agrado de estos últimos. La rama O se financiaba en parte con fondos privados, sobre todo de firmas trasnacionales y de la CIA. Pero también recibía fondos públicos que figuraban en el presupuesto de I. Los poquísimos funcionarios del Ministerio de Defensa que tenían conocimiento de la existencia de la sección I estimaban erróneamente, lo que indignaba a van Lynden, que aquel ejército secreto era demasiado oneroso. “Aquello (O) se parecía un poco a un monasterio de la Edad Media”, comenta un exagente de la sección I. “No estaban autorizados a verse y todo el mundo se quedaba obedientemente sentado en su celda”.

Si la sección O necesitaba una prensa, explosivos o cualquier otra cosa, era a través de I que tenía que conseguirlo. En ese caso, se le informaba a I el lugar donde había que entregar el material, que generalmente venía de Inglaterra. Un camión militar transportaba entonces el cargamento hasta un lugar previamente establecido donde los agentes de la sección O tomaban posesión del envío. Ante cualquier problema eran los servicios secretos oficiales holandeses los que pagaban los platos rotos ya que no se podía reconocer oficialmente la existencia de I ni la de O. Durante la década de 1980, varios escondites de armas de la red Stay Behind fueron descubiertos de forma accidental en diferentes lugares de los Países Bajos. En 1983, el ministro de Defensa, J de Rujiter, tuvo que dar explicaciones ante las cámaras de televisión por el descubrimiento de un misterioso almacén de armas en Rozendaal. Pidió a los periodistas algún tiempo para realizar una investigación interna y sus servicios le proporcionaron los detalles. Así que todo el mundo en el BVD trató de enterarse de cuáles de sus colegas disponían de ese tipo de escondites de armas y la versión que se dio a los empleados del servicio fue que los verdaderos responsables eran una unidad secreta llamada I, lo cual era una mentira más ya que todo aquel armamento pertenecía en realidad a la unidad de acción clandestina y sabotaje O.

 “Mientras que I era un servicio políticamente independiente, O era conocido como más orientado ideológicamente”, atestiguó un exagente holandés, sugiriendo que la sección O era un grupo anticomunista armado, como el SDRA 8 en la vecina Bélgica. Pero eso no quiere decir que O fuese un grupo que realizaba acciones anticomunistas ilegales, afirmó uno de sus exmiembros. “Basábamos nuestro combate en la defensa de los valores inscritos en la Constitución”, agregó. El especialista holandés en operaciones Stay Behind, Paul Koedijk, descubrió que las unidades O se habían especializado, en tiempo de paz, en lo que llamaban operaciones de “inmunización” de ciudadanos holandeses. “Estaba muy claro contra qué había que inmunizar a los ciudadanos: el comunismo en todas sus formas”. En el marco de su lucha ideológica, la sección O desplegaba una propaganda de calumnias e inventaba historias destinadas a desacreditar a los comunistas y tenía, por lo tanto, su propia de red de imprentas. “La opinión que compartían los miembros de la sección O era que una ocupación soviética sería, en muchos sentidos, peor que la [ocupación] de los nazis”, recuerda un exagente, “porque incluso los pocos valores que aún respetaban los alemanes, como la familia y la religión, se verían amenazados bajo una ocupación soviética. Nosotros esperábamos cambios radicales”.

A finales de 1990, cuando el primer ministro italiano Giulio Andreotti reveló la existencia en toda Europa occidental de una serie de ejércitos secretos anticomunistas, el escándalo llegó hasta los Países Bajos. Un exmiembro del Gladio holandés bromeó: “Nosotros también estamos sorprendidos de haber podido trabajar durante tanto tiempo sin que nadie nos molestara”. En una carta dirigida al Parlamento el 13 de noviembre de 1990, el primer ministro demócrata cristiano, Ruud Lubbers –en el cargo desde 1982– confirmaba que los Países Bajos disponían, en efecto, de un ejército secreto, un “grupo conformado de civiles y militares”, y que aquel ejército seguía activo. Lubbers afirmaba que “esa organización no ha estado nunca bajo el control de la OTAN” y, mencionando la función clásica de las redes Stay Behind, precisaba que “los contactos con otros países miembros de la OTAN, algunos de los cuales habían creado estructuras similares, se limitaban, en lo que concierne a los holandeses, a estudiar cómo podían alcanzarse los objetivos fijados”. Parlamentarios de la mayoría y de la oposición estuvieron de acuerdo en que aquella carta no proporcionaba una explicación válida. Algunos recordaban el descubrimiento, en la década de 1980, de misteriosos escondites de armas que contenían granadas, fusiles semiautomáticos, armas automáticas, municiones y explosivos, y solicitaron un complemento de información sobre su posible relación con el ejército secreto. Otros parlamentarios reprocharon al gobierno el no haber informado la existencia de aquella organización a la comisión parlamentaria a cargo de los servicios de inteligencia y seguridad, a pesar de que sus miembros estaban obligados a mantener el secreto.

Poco tiempo después, Lubbers y su ministro de Defensa, Relus Ter Beek, informaron por lo tanto, por vez primera, a la Comisión sobre la red Stay Behind I&O y, horas después, el primer ministro se presentó ante el Parlamento. Confirmó que los arsenales clandestinos descubiertos durante la década de 1980 pertenecían, en efecto, al ejército secreto. Subrayó que la organización Stay Behind holandesa era responsable ante el primer ministro, es decir, él mismo, y ante el ministro de Defensa, Ter Beek. “Los sucesivos primeros ministros y ministros de Defensa siempre prefirieron no poner al tanto a los demás ministros ni al Parlamento”. El primer ministro se enorgulleció del hecho que cerca de 30 ministros hubiesen sabido proteger el secreto, mientras que varios miembros del Parlamento veían en ello esencialmente una violación de la Constitución de los Países Bajos. Muchos diputados no rechazaban el principio mismo de los preparativos Stay Behind en previsión de una situación de urgencia, pero no podían aceptar el hecho de haber sido engañados. El laborista Maaseik van Draa declaró en nombre de su grupo: “Necesitamos más aclaraciones sobre el tipo de estructuras de que se trata y en qué medida han colaborado o aún colaboran con la OTAN”. Ton Frinking, de la mayoría demócrata-cristiana también pidió más información sobre los vínculos de la red Gladio con la OTAN. Precisó que recientemente había oído a los belgas reconocer públicamente que habían presidido la última conferencia secreta Stay Behind. “La pregunta es: ¿qué significa concretamente esa presidencia belga?”, preguntó Frinking.

Lubbers tuvo que reconocer que el ejército secreto de los Países Bajos seguía siendo miembro de aquel comité clandestino de la OTAN, encargado de la coordinación de las redes Stay Behind de Europa occidental. Hans Dijkstal, de la oposición liberal, declaró: “Lo que me inquieta no es tanto que haya existido algo así o que todavía exista. El verdadero problema es que el Parlamento no lo haya sabido hasta la tarde de ayer”. Cuando algunos parlamentarios quisieron conocer la lista de miembros del ejército secreto, Lubbers les respondió que él mismo no la conocía. Algunos estimaron que esa respuesta contradecía sus anteriores declaraciones, en las que acababa de confirmar su propia responsabilidad y la del ministro de Defensa en la supervisión de los ejércitos secretos. Pero Lubbers subrayó que era tan grande la necesidad de mantener aquello en secreto que hubiese sido “extremadamente peligroso que el primer ministro […] tuviese que investigar personalmente sobre cada uno de ellos”. Ante las insistentes preguntas de los parlamentarios, Lubbers se vio obligado a reconocer que varios miembros del ejército secreto holandés habían participado, hacía poco, en un entrenamiento en Cerdeña, en el cuartel general del Gladio italiano.

No hubo, en definitiva, investigación parlamentaria ni informe público y no fue hasta abril de 1992 que el ejército secreto holandés fue finalmente desmantelado. El ministro de Defensa Relus Ter Beek dirigió a los guerreros de la sombra una carta agradeciéndoles los servicios prestados al país.

Pero los fantasmas del pasado resurgieron en 1993, cuando un tribunal de La Haya condenó a un hombre de 38 años a 3 años de cárcel. Comparecían junto a él un mayor del ejército holandés, de 44 años, quien también fue encontrado culpable de haber chantajeado en 1993 a Nutricia, un fabricante de alimento para bebés, por una suma de 5 millones de florines. Los abogados defensores subrayaron que los acusados eran miembros de la organización Stay Behind creada por los servicios secretos de los Países Bajos y en otros países de Europa. El mayor afirmó en su defensa que, en el pasado, los agentes Stay Behind arrestados por la policía se hallaban bajo la protección de un acuerdo existente entra las instancias judiciales y el ministerio de Defensa y que, en virtud de ese acuerdo, estaban al abrigo de toda acción judicial. Afirmó también que muchas misiones del Gladio habían fracasado en el pasado sin que ninguno de los implicados fuese enviado a los tribunales, señalando así que los miembros holandeses del Gladio habían actuado fuera de todo control o marco legal. El oficial no precisó de qué tipo de misiones hablaba.

*Capítulo 11 del libro Les armées secrètes de l’OTAN (Los ejércitos secretos de la OTAN).

 

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