Ollantay Itzamná*/Prensa latina
Uno de los legados involuntarios de la última globalización cultural occidental es la glocalización (despertar de las identidades particulares diferenciadas). El presente siglo, al contrario de los anteriores, es y será testigo de diferentes procesos de reconstitución indentitarias y territoriales de los pueblos indígenas, dentro y fuera de las fronteras de los Estados republicanos bicentenarios de la región.
Desde diferentes puntos geográficos del Abya Yala (nombre aborígen de América), los pueblos despojados y subalternizados construimos caminos de emancipación con diferentes dinámicas, aprovechando los intersticios o descuidos que el sistema-mundo-occidental deja al paso en su intento de hegemonía cultural.
Esos caminos tienen como fundamento los derechos colectivos de los pueblos indígenas contemplados en las normas del derecho internacional y en algunos ordenamientos jurídicos internos de los países. Específicamente el derecho a la consulta previa, libre e informada, es una herramienta jurídica de la que nos valemos para hacer prevalecer nuestros derechos en nuestros territorios, ante los intereses empresariales foráneos.
Si bien los procesos de reconstrucción identitaria, tanto en lo individual como en lo colectivo, han tenido avances significativos en los últimos años, aún hay agendas pendientes que ayudarían, en buena medida, a un salto cualitativo de los derechos culturales al ejercicio de los derechos políticos de los pueblos. Entre estas agendas pendientes figuran:
En esas circunstancias, la lucha por la restitución de los territorios indígenas no es únicamente un asunto económico, ni sólo para el ejercicio del poder indígena, sino sobre todo para proteger la vida en y desde los territorios.
En el contexto normativo vigente en los Estados-naciones mestizos no es posible la garantía ni el ejercicio de los derechos colectivos de los pueblos indígenas. Los Estados nacionales son esencialmente monoculturales y centralistas; en ellos los pueblos indígenas subsistimos sin derechos e, incluso, en contra de su voluntad. De ahí la urgencia de transformar dichos Estados en otros plurinacionales, descentralizados, con plena autonomía de los territorios indígenas.
Para que disfrutemos y ejerzamos nuestros derechos colectivos, nuestros territorios deben gozar de autonomía política, legislativa, jurídica, económica, cultural y administrativa, lo cual debe quedar expresamente estipulado en las constituciones políticas de los Estados plurinacionales.
La racionalidad lineal simplificadora se ha impuesto en el planeta como el único modo de ver y explicar el mundo. De ahí la supremacía de la ciencia occidental como ciencia universal. Eso ocurre también con el método de construcción del conocimiento, con el conocimiento teórico.
Los indígenas tenemos el gran desafío de pensar, sentir y actuar con lógicas comunitarias. Necesitamos ser más defensores que líderes, más cooperantes que competentes, más comunidad que individuos.
La lógica y el modo de estar comunitario debe extenderse a nuestro modo de convivencia en y con la comunidad cósmica, donde ya no sólo los seres humanos seamos sujetos de derechos, sino también el resto de los seres materiales y espirituales. Debemos restaurar nuestra misión de cuidadores y puentes simbólicos en el tejido de la comunidad cósmica.
Los humanos (varones) nos creemos el centro (medida) de toda la casa cósmica porque nos creemos los predilectos (imagen y semejanza) del único Dios verdadero. De esta falsa conciencia antropocéntrica nace el individualismo liberal consumista, convencido de que toda la natura está a su disposición para el saqueo.
El antropocentrismo macho, blanco y rico, es la base de todos los intentos criminales de anulación sangrienta de la comunidad humana multicultural en el planeta. Restaurar y ampliar/profundizar nuestras eco-espiritualidades plurales y abiertas, y trascender hacia un modo de pensar, sentir y actuar cosmocéntrico es nuestra tarea urgente.
Es fundamental avanzar desde los derechos culturales (muchas veces folclorizados) hacia el ejercicio de los derechos políticos. Tierra y territorio con autonomía, autodeterminación de los pueblos, consulta previa, etcétera, son caminos que necesariamente debemos recorrer como pueblos.
Si lo expuesto hasta ahora ya son caminos empinados, los de transformación hacia adentro son igualmente difíciles, o más difíciles aún. Debemos exorcizar al colonizador racista, machista, monoteísta, clasista, antropocéntrico que habita en cada uno de nosotros.
¿Cómo hacer para que los indígenas, a mayor grado de educación académica y “ascenso” social, no sigamos reproduciendo males endémicos como el racismo, clasismo e individualismo instalados en y por el sistema?
¿Cómo hacer que, ante una mayor oportunidad de acceder a espacios de toma de decisiones, no seamos prepotentes, avaros e insensibles con los nuestros y los otros? ¿Cómo hacer que, en la medida en que los patrones nos permitan sentarnos a su mesa, no miremos con desprecio, o desdén a nuestros hermanos/as despreciados por los patrones?
¿Cómo estar en el sistema sin aprehender o reproducir (o defender) los vicios del sistema como virtudes idealizadas? Estos y otros constituyen desafíos casi existenciales para salir de la condición de colonialidad en que subsistimos.
Ollantay Itzamná*/Prensa latina
*Investigador, abogado y antropólogo quechua
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: INTERNACIONAL]
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