Roberto García Hernández/Prensa Latina
La política subversiva e intervencionista de Estados Unidos tiene como pilar fundamental el empleo de las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE), en estrecha coordinación con los servicios de espionaje, en particular la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés).
Un informe reciente de la Corporación Rand, uno de los llamados think tanks o “tanques pensantes” estadunidenses, señala que las FOE tienen hoy más misiones que nunca antes, mientras su financiamiento se ha quintuplicado desde 2001, tendencia que sigue su curso actualmente.
En este sentido, el presupuesto del Pentágono para el año fiscal 2015 revela la intención de elevar a niveles sin precedentes los fondos para las FOE, que mantienen una presencia abierta o encubierta en cerca de 120 países.
El secretario de Defensa, Charles Hagel, solicitó el 5 de marzo pasado al Congreso más de 7 mil 700 millones de dólares para esas unidades elite, lo que representa un 10 por ciento por encima de lo asignado en 2014, además de un aumento del personal de 66 mil a 69 mil efectivos.
El jefe del Pentágono argumentó que las FOE desempeñan un papel clave en la presunta lucha contra el terrorismo, la respuesta inmediata a cualquier crisis en la arena internacional y el desarrollo de relaciones con sus similares en otras naciones.
El jefe del Usscom, el almirante William McRaven, dijo recientemente ante el Congreso que las unidades que él dirige incrementarán su presencia en los próximos años en todo el mundo.
Al esbozar el plan denominado Visión 2020, McRaven resaltó que esas agrupaciones cumplirán sus tareas con efectividad gracias a los vínculos estrechos con la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional, la Oficina Federal de Investigaciones y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos.
Por otra parte, el Pentágono solicitó al Congreso estadunidense sumas sin precedentes para el año fiscal 2015, destinadas a acciones subversivas y de espionaje de su Programa de Inteligencia Militar (PIM).
En total, el Departamento de Defensa planifica gastar más de 58 mil 700 millones de dólares en misiones secretas –lo que representa un incremento de casi 2 por ciento con relación a 2013– de este financiamiento, que se conoce en medios académicos y de prensa como “presupuesto negro”.
Según el sitio digital estadunidense The Daily Beast, una buena parte de ese dinero se empleará en el desarrollo de satélites espías, naves aéreas teledirigidas (drones) de próxima generación y sistemas de escuchas ultrasensibles, tecnologías clave para la subversión.
El PIM recibirá más de 13 mil 300 millones de dólares, la mayor parte en actividades de apoyo a las Fuerzas Armadas estadunidenses en ultramar.
Las directivas del Departamento de Defensa para estas acciones desestabilizadoras se basan en la Estrategia de Seguridad Nacional y la Estrategia Militar Nacional, entre otros instrumentos rectores de la política de Washington en cuanto a sus apetitos globales como potencia.
Pero el tema también lo aborda la Circular de Entrenamiento TC-1801 de las FOE, publicada en noviembre de 2010 bajo el título “La guerra no convencional”.
La directiva afirma que las FOE son las únicas específicamente designadas a ese tipo de contienda por sus “capacidades únicas para infiltrarse en territorio enemigo, entrenar a los grupos subversivos y coordinar las acciones de éstos […]”.
Una investigación sobre la política de seguridad de Washington en el Hemisferio Occidental, realizada en 2013 por el Grupo de Trabajo para Asuntos Latinoamericanos, el Centro para Políticas Internacionales y la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, arroja luz sobre el tema.
De acuerdo con el reporte, Estados Unidos incrementa la presencia de las FOE en la región en misiones de entrenamiento e inteligencia bajo el pretexto de la lucha antidrogas.
La anterior evaluación retrata el posible involucramiento, de forma directa o indirecta, de estas unidades y de los servicios de inteligencia de Washington en la actividad subversiva que desarrollan sectores de la ultraderecha venezolana.
El propio secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, reconoció la participación de su país en las acciones desestabilizadoras, al afirmar que su política está dirigida a que las exrepúblicas soviéticas se integren a Occidente “por el deseo de ver a esos pueblos concretar sus aspiraciones de libertad”.
En el caso ucraniano, algunos expertos señalan que Estados Unidos cedió la tarea principal en el manejo de la situación a los servicios de inteligencia y subversión aliados, en particular Polonia, Lituania y Suecia, cuyos aparatos subversivos manejan más de cerca el apoyo a la insurgencia prooccidental.
La injerencia occidental en la crisis ucraniana adquirió nuevos matices tras el anuncio de que el Pentágono incrementaría la presencia bélica en Europa Oriental, así como la realización de ejercicios y entrenamientos con sus aliados en el Viejo Continente.
En ese sentido, Washington envió seis aviones cazas F-15 y uno de reabastecimiento KC-135 a Lituania, 12 F-16 a Polonia y confirmó que aviones de reconocimiento y dirección de la aviación de combate conocidos como Awacs (acrónimo de Airborne Warning and Control System), participarán en tareas de espionaje en el área.
Además, el destructor coheteril USS Truxtun (DDG-103) pasó a principios de marzo del Mar Mediterráneo al Mar Negro, y está ahora en aguas territoriales de Rumania, aunque voceros de la Marina de Guerra estadunidense aseguran que su traslado no está relacionado con la situación en Ucrania.
El DDG-103 forma parte de los buques escoltas del grupo de ataque del portaaviones George H W Bush, que está actualmente en el puerto turco de Anatolia, con sus más de 80 aviones de combate a bordo.
Por otra parte, en sus actividades conspirativas, Washington utiliza a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) como uno de los tentáculos de los servicios de inteligencia para obtener información e influir en la política de otras naciones.
Directivos de la USAID reconocen que, a través de esa entidad, la Casa Blanca mantiene una estrecha relación y entrega fondos a sectores antigubernamentales en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
El Pentágono dispone de representantes en las estructuras locales de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y la Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y la Estabilización del Departamento de Estado, en naciones donde existen conflictos armados con el fin de mejorar la calidad de las operaciones cívico-militares.
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