Thierry Meyssan/Red Voltaire
Damasco, Siria. El Departamento de Estado de Estados Unidos dio a conocer el 30 de abril de 2014 su informe anual sobre el terrorismo en el mundo.
Para la Organización de las Naciones Unidas, el terrorismo es, siguiendo la definición del investigador holandés Alex P Schmid: “un método de acción violenta repetida que inspira ansiedad, utilizado por actores (semi) clandestinos individuales, colectivos o estatales, por razones de idiosincrasia, de orden criminal o política, según el cual –por oposición al asesinato– los blancos directos de la violencia no son los blancos principales. Las víctimas humanas inmediatas de la violencia son escogidas generalmente al azar (blancos de oportunidad) o de forma selectiva (blancos representativos o simbólicos) dentro de una población utilizada como blanco y sirven para generar un mensaje. Los procesos de comunicación basados en la violencia o en la amenaza entre los (las organizaciones) terroristas, las víctimas (potenciales) y los blancos principales son utilizados para manipular el blanco principal (el público) haciendo de éste un blanco del terror, un blanco de exigencias o un blanco de atención, según que el primer objetivo sea la intimidación, la coerción o la propaganda”.
Sin embargo, desde 2004 la ley estadunidense define el terrorismo como “actos premeditados de violencia política contra no combatientes [cometidos] por grupos infranacionales o agentes clandestinos”.
Esta definición apunta a condenar como acto criminal toda acción de resistencia contra el colonialismo o el imperialismo, mientras que justifica los crímenes perpetrados por el Estado colonial de Israel y los Estados imperialistas occidentales, comenzando por Estados Unidos.
Es una ley que califica la resistencia como terrorismo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el término “resistencia” designaba las fuerzas reaccionarias que se oponían al progreso. Pero a partir de esa guerra, cuando se habla de “resistencia”, ese término designa “todo movimiento que se opone a las fuerzas extranjeras que ocupan un país”, tomando como referencia la lucha de la Resistencia Francesa contra la ocupación nazi y contra los elementos franceses que colaboraban con las fuerzas ocupantes y con los funcionarios civiles o militares del Reich.
Así que el informe del Departamento de Estado mete en el mismo saco los crímenes cometidos indiscriminadamente contra los civiles –exceptuando, claro está, los cometidos por el imperio– y los actos de resistencia. Como el documento reconoce que el centro del terrorismo mundial se halla actualmente en la región MENA (sigla en inglés para el Oriente Medio y el Norte de África) y que gira alrededor de Al-Qaeda y sus afiliados, se le puede prestar particular atención a la presentación de cada uno de los países de esa zona. Si bien el informe reconoce que en 2013 hubo en Irak 8 mil 800 víctimas del terrorismo, el resto del documento está lleno de omisiones.
-El informe no menciona que el entonces segundo al mando de Al-Qaeda, Abdelhakim Belhadj, se convirtió en gobernador militar de Trípoli –la capital libia– y en jefe del Partido Al Watan, de donde provenía el primer ministro Alí Zeidan.
-El informe tampoco menciona la calurosa acogida de Israel a los combatientes heridos de Al Qaeda ni las felicitaciones que éstos recibieron personalmente del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien se tomó el trabajo de ir a visitarlos en sus hospitales.
-Turquía, clasificada como país europeo en vez de asiático, es presentada como un viejo socio de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo. El informe se extiende sobre las acciones del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por su sigla en kurdo), pero no dice ni una palabra sobre la existencia de tres campos de entrenamiento de Al-Qaeda en territorio turco, dos cerca de la frontera con Siria y un tercero en las afueras de Estambul. Por supuesto, tampoco menciona la investigación de la justicia turca que muestra que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan recibía secretamente al banquero de Al-Qaeda para financiar sus operaciones en Siria, a pesar de que esta información fue la noticia más importante de 2013 en materia de terrorismo.
-El informe estadunidense no contiene ni una palabra sobre la nominación de Nayef al Ajmi como ministro de Justicia y Asuntos Religiosos de Kuwait, a pesar de que el propio Departamento del Tesoro estadunidense lo acusa de ser uno de los principales recaudadores de fondos para Al-Qaeda. Como eso se supo el 5 de enero de 2014, se puede considerar que no entra en el periodo de tiempo estipulado en el informe de 2013, pero el documento menciona otros hechos que datan de febrero de 2014. Nayef acabaría dimitiendo el 12 de mayo pasado.
-Tampoco aparece en el informe ni una palabra sobre Arabia Saudita, país cuyo consejero de seguridad nacional y jefe de los servicios secretos era, en 2013, nada más y nada menos que el príncipe Bandar bin Sultan, considerado como el verdadero jefe de Al-Qaeda desde que Osama bin Laden tuvo que jubilarse por razones de salud en agosto de 2011.
El informe pasa revista a los diferentes países afectados por el terrorismo, con excepción de cuatro que Washington considera responsables del terrorismo internacional, es decir que no los considera víctimas sino verdugos: Cuba (desde 1982), Irán (desde 1984), Sudán (desde 1993) y Siria (desde 1979).
-Cuba es acusada de dar albergue a terroristas estadunidenses fugitivos a los que da alojamiento, alimentación y atención médica. En realidad se trata de sobrevivientes del Partido Pantera Negra.
-Irán es acusado de respaldar la resistencia (cosa que Irán no oculta) en la región del Levante, es decir el Hezbolá libanés, la Yihad Islámica Palestina y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, y en Yemen. Y sobre todo afirma que en Irán hay bases de Al Qaeda dirigidas por Muhsin al Fadhli. El informe asegura que Teherán autoriza envíos de fondos y de yihadistas a través del territorio iraní hacia Siria. Según el informe del Departamento de Estado, Irán es por lo tanto aliado de Al-Qaeda en Siria y lucha junto al Estado sirio y los terroristas contra la “oposición pacífica”. El informe nada dice sobre los asesinatos de científicos iraníes ni los atentados de la Organización de Muyahidines del Pueblo Iraní.
-Se acusa a Siria de apoyar la resistencia en el Levante (de lo cual Siria se enorgullece). El informe subraya que, a pesar de su adhesión a la Middle East and North Africa Financial Action Task Force (MENAFATF), que es una estructura creada para investigar y perseguir los movimientos internacionales de fondos destinados al financiamiento del terrorismo, Siria es incapaz de controlar dicho financiamiento, porque el 80 por ciento de sus ciudadanos realizan sus transacciones en efectivo, escapando así a la vigilancia bancaria. También se menciona que Siria se comprometió a destruir su armamento químico, sobre el cual ya se sabe que podría haber sido utilizado por grupos terroristas. Y nada más.
En 2013, según el Departamento de Estado, no hubo terrorismo en Siria, a pesar de ser este país el principal destino de Al-Qaeda y de que esa afluencia de miles de yihadistas plantea un problema para Estados Unidos y sus aliados. Al contrario, “el régimen ha tratado durante todo el año de presentar el país como víctima del terrorismo, caracterizando a todos sus opositores armados como terroristas”. A Washington no le interesan las cabezas cortadas que se exhiben en las entradas y las plazas centrales de las “zonas liberadas” por esa “oposición”, a la que tanto respalda la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Por el contrario, le regocija que al-Nusra y el Emirato Islámico de Irak y el Levante digan que no tienen nada que ver con la Coalición Nacional Siria, que Washington patrocina oficialmente.
Es evidente que, con esa lógica negacionista, la administración de Barack Obama no podía aceptar las demandas de la delegación siria en las negociaciones de Ginebra, Suiza.
Siria es el Estado que más se menciona en el informe. El documento observa que la yihad en Siria se ha convertido en un problema para 26 países que envían combatientes y que ahora temen verlos regresar y hacer en sus territorios lo mismo que hacen en Siria. Eso se menciona en las presentaciones sobre los principales Estados europeos y árabes, pero en el resto del mundo sólo se menciona Kirguistán, a pesar de tratarse de un problema ampliamente discutido en muchos otros países, sobre todo en Indonesia. Sin embargo, en otra parte del informe nos enteramos de que ese problema también se plantea en todas las repúblicas de la antigua Unión Soviética.
En definitiva, el informe está tan lleno de contradicciones que cualquiera puede darse cuenta de que Washington ya no logra seguir ocultando su juego.
¿Por qué no se menciona el papel de Abdelhakim Belhadj en Libia? Porque hay que ocultar su participación junto a la OTAN en la conquista de ese país. ¿Por qué no se menciona el financiamiento de Al-Qaeda con fondos públicos turcos malversados por el primer ministro? Porque Turquía es un país de la OTAN. ¿Por qué se acusa al Hamas de ser una organización terrorista hostil a Israel sin decir que es una organización domiciliada en el amable emirato de Catar? Porque la política de Washington hacia la Hermandad Musulmana no está bien definida. ¿Por qué no se mencionan las colectas del ministro de Justicia de Kuwait a favor de Al-Qaeda? Porque así se financia Al-Qaeda en Siria. ¿Por qué no se menciona el papel del príncipe saudita Bandar bin Sultan, más conocido como Bandar Bush? Porque actuaba por cuenta de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense.
Si alguien duda todavía que la “guerra contra el terrorismo” es una patraña, que el terrorismo en general y Al-Qaeda en particular son instrumentos de la política estadunidense, este informe es una prueba más.
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